Fue el lateral izquierdo del primer Superdépor. Un futbolista que llegó del Valencia y que tenía la idea clara. Y, aunque hayan pasado 30 años, Nando Martínez (València, 1967) sigue siendo imposible olvidar que a él le hicieron el penalti que falló Djukic. Hoy, Nando es un hombre que va a cumplir 57 años, un entrenador en paro que sigue viviendo en Galicia, en Sada, en un pueblo de la costa. He quedado con él en Coruña. Nos acompaña una tarde primaveral y no encontramos mejor sitio para realizar la entrevista que junto al mar, en la cala de San Roque. El ruido del mar acompaña su ambición por volver a trabajar. «El cuerpo me lo pide», insiste.
«Ahora te vas a ir a la cama que nosotros tenemos que negociar», te dijo Lendoiro.
¿Y tú cómo lo sabes?
Uno se informa.
Sí, fue el primer día que vine a Coruña, el de mi fichaje por el Dépor. Cenamos con mi representante en el restaurante A la Brasa en la calle Juan Flórez. Cenamos marisco y churrasco, si mal no recuerdo. Y, cuando acabamos, Lendoiro me dijo «ahora tú ve a descansar que nosotros tenemos que negociar».
Pero antes me dijo que aquí tenía que echarme novia, que a él no le gustaban los futbolistas solteros e incluso me reconoció que había una persona de Valencia que había dado informes míos en los que decía que yo tenía problemas familiares.
¿Y tú qué le dijiste?
No me puedo creer lo que estoy oyendo. De hecho, cuando vengo mi madre viene conmigo los tres o cuatro primeros meses hasta que me acostumbre. Tenía mucha nostalgia de València y de mi familia, que era muy humilde. Mira, mi padre era ebanista hacia armarios en Silla en un polígono industrial, mi madre trabajó de limpiadora hasta que yo cumplí 20 años y luego mi hermano, que ahora trabaja en SEUR, y mi hermana, que es dependienta… ¿problemas?, ninguno, la humildad no es un problema.
Además, tú parecías un príncipe azul con ese pelo rubio y esos ojos claros.
Cuando salí la gente me decía que parecía Bernd Schuster. Luego, cuando apareció Mendieta decían que se parecía a mí… Pero no, no, yo nunca fui un príncipe azul (risas). Lo que pasa es que cuando eres joven te atreves a todo y a llevar cualquier pelo que te dijesen que te sentaba bien. Te miras en el espejo y no tienes miedo a nada. Y es posible que sí llevase el pelo de principito.
Pero tu ídolo era Kempes, que entonces llevaba el pelo largo y alborotado.
Mario Alberto Kempes, sí señor. Mi ídolo. Además, tengo fotos con él. Hace tres años, cuando fuimos a jugar el partido del centenario del Valencia, coincidimos y él se acordaba de mí y de que yo había jugado en el Valencia. Le dije que, para mí, fue un ejemplo y le recordé que llegué a verle jugar con el brazo encabestrado. Recuerdo al Valencia de mi infancia y lo recuerdo a él. Yo quería ser como Kempes y triunfar en el Valencia.
Y Di Stéfano hizo lo posible.
A la tercera o cuarta jornada, me dio la alternativa, sí. Nada menos que en el Camp Nou. Arias había sido sancionado y Don Alfredo me dijo «adelante, pero no quiero que te pongas nervioso». Ganamos 0-1 con gol de Carlos Arroyo. Me tocó bailar con la más fea que era el Lobo Carrasco por mi banda. Pero hice caso a Di Stefano, que para mí fue como Aladino y su lámpara maravillosa. Fue la persona que necesitaba. Apareció. Creyó en mí. A los 20 años jugaba en el Valencia un chaval como yo que se había criado en la Fuente de San Luis.
Y en ese Valencia estaba Rabah Madjer, que había sido campeón de Europa con el Oporto.
Y era un portento. Pero en el Valencia nos quedamos con ganas de verle más. Jugó unos 15 partidos. En uno en casa ante el Athletic se lesionó y se marchó en pocos meses. Había venido cedido. Cuando nos enteramos nos hizo mucha ilusión.
Le habíamos visto en la final de Copa de Europa del 87 con el Oporto frente al Bayern de Múnich donde marcó un gol con un taconazo imposible. Pero aquí en Valencia no cuajó, ¿por qué?, porque no todo sale en el fútbol. Y no hay que buscar más explicación.
Yo mismo me tuve que ir a los 25 años porque hay una persona que dice que a esa edad yo ya he dado lo mejor de mí, ¿cómo?, pregunto. Llevaba cinco años en los que incluso llegué a ser internacional. Tenía una edad para seguir creciendo. Pero tengo que aceptarlo y marcharme del equipo de mi vida. Me molestó mucho.
¿Y esa persona fue Guus Hiddink?
No, no, qué va. Si es por él hubiese seguido, no te quepa ninguna duda porque me lo dijo. Pero el director deportivo que había en ese momento dijo que no y hoy, si me lo permites, ya prefiero no decir su nombre porque ha fallecido. Mis números quedaron ahí. Siempre podré decir que yo jugué en el Valencia, que mi primera temporada fui internacional absoluto con Luis Suárez y que los tres primeros años jugué una media de 34 partidos.
Pero es verdad que Leonardo te había quitado el puesto.
Pero lo que más me molestó es que cuando Leonardo no jugaba había jugadores, que no eran laterales izquierdos y los ponían antes que a mí en esa posición. No lo entendía. Pero cuando uno es un profesional nadie le asegura que vaya a ser imprescindible. Por eso opté por marcharme. Pero yo sé que podía haber jugado con Leonardo. Además, él, al siguiente año de irme yo, decide marcharse a Japón. Pero entonces yo ya estaba en el Deportivo.
El Deportivo paga 90 millones por ti.
Sí, vengo y al principio ya te he contado que viene mi madre conmigo. Me alojo en Santa Cristina y tengo la suerte de que aquí hay un jugador Claudio que fue compañero mío en el Levante. Fue una tranquilidad inmensa porque Claudio, además de tener carácter, era un tío muy majo.
Al conocer cómo va todo en Coruña, me abre las puertas como hice yo con Voro al año siguiente. Incluso, ese primer año tengo la suerte de que llueve poco y de que el tiempo es muy bueno. Así que al año siguiente, cuando viene Voro y me pregunta por el clima, le digo que fenomenal, no puedo estar más desafortunado porque ese año no para de llover desde agosto hasta mayo. Y la lluvia no era fácil para nosotros acostumbrados al clima del Mediterráneo. Pero es aquí donde está nuestro trabajo.
Y 32 años después sigues viviendo aquí.
Hice caso a Lendoiro. Y aquí conocí a Sandra que es mi mujer y que me ha dado dos hijos maravillosos. Así que mi historia con Galicia no solo se puede resumir en el Deportivo, sino en mi familia que es lo más importante.
Y aquí está lo mejor de tu carrera que empieza con ese once con Liaño; Rekarte, Albistegui, Ribera, Djukic, Nando; Mauro Silva, Aldana, Fran; Claudio y Bebeto en el que casi nunca hay rotaciones.
Pero jugamos al fútbol como los ángeles, que era lo importante. Y mira que yo había fichado por un equipo como el Dépor que se había salvado en la promoción. Pero, claro, viene Bebeto al que yo he visto jugar con la selección brasileña por televisión y viene Mauro Silva al que debo reconocer que no conocía, pero que te hacen pensar: aquí puede pasar algo importante.
Porque aquí, además, está Aldana. Y está Fran. Y está Claudio… Y como no tenemos una plantilla tan amplia, y como no había lesiones, Arsenio apostaba casi siempre por los mismos once. Y con esa confianza era más fácil jugar.
Arsenio fue todo un personaje.
Cuando llego, me dice: «aquí estoy para lo que necesites». Conmigo se portó como un padre. Si me veía bajo de ánimo, era como un psicólogo. Si veía que no era yo, me preguntaba «qué te pasa» y si había partidos de selección me cogía por detrás y me decía que tal día iba a dar fiesta, «te coges un billete de avión y te vas a ver a la familia, pero no digas nada». Yo era muy sentimental. En el campo me transformaba. Pero fuera echaba de menos a mi familia. Hay entrenadores que no se preocupan por esto. Pero Arsenio estaba cerca y eso también le permitió sacar más provecho de mí.
¿Y el Superdépor nace con el 3-2 al Madrid en Riazor y el autogol de Ricardo Rocha?
Ese es el año, sí. ¿El día? Puede ser. Era la cuarta o quinta jornada. Habíamos ganado todo y está claro que Rocha nos ayuda al marcarse el autogol, porque el partido estaba tranquilo para el Madrid que había empezado 0-2. Y puede que sí y que ahí arranque la etiqueta de Superdepor y yo creo que fueron los años más bonitos de mi vida.
Mira, fueses por donde fueses tenías que esconderte. Hasta si ibas a El Corte Inglés a comprarte unos zapatos. Si ibas solo había en sitios que no te dejaban ni pagar. Recuerdo que salíamos después de los partidos a Santa Cristina y los propietarios de los locales no dejaban que pagaremos. A ellos les bastaba con tener ahí a los jugadores del Dépor.
No te puedo engañar. Tengo mucha nostalgia. No me puedo olvidar de esos años porque, además, no quiero. Esta entrevista me está permitiendo recordar y la estoy disfrutando porque, además, ahora no es igual en Coruña. La gente es deportivista hasta la médula, pero lo que se vive no es lo que vivimos nosotros y, como tú dices, yo estaba allí. Ojalá vuelva a repetirse.
Con Nando de lateral izquierdo.
¡Firmaba ya, pero me temo que no!
Y llegamos al penalti de Djukic que, además, lo provocaste tú.
Uff, qué momento, qué horror, recuerdo que decían que lo habían hecho a posta y que fue Carlos Arroyo el que lo amaño todo porque era muy amigo mío. Habíamos sido compañeros de habitación en el Valencia. Y la realidad es que a mí el penalti me lo hace Serer y yo no lo veo. No puedo. Me pongo de espaldas. Me fijo en Arsenio y me doy cuenta de que se ha fallado cuando tira la medalla.
¿Es verdad que tuvisteis que ir a casa de Djukic y sacarle a la fuerza a cenar?
No recuerdo y yo sí fui a la cena. Es más, fui el último en salir del vestuario. Salí con el trío arbitral y López Nieto me dijo: «si llegáis a marcar el penalti, el Valencia no saca de medio campo». Pero la realidad es que en la jugada siguiente, en un contragolpe que dirige Álvaro Cervera, casi nos marcan.
Yo hablo con mi mujer y le digo que no sé si salir. Además, el Valencia hizo noche aquí y yo quería ir a la mañana siguiente a ver a Carlos Arroyo. Pero, al final, vamos a la cena y ella, mi mujer, me acompaña. Pero fue muy triste. Estábamos muy tristes. Estuvimos en la misma mesa con Paco Jémez, con Aldana, con Djukic, con Fran…
Con Fran era muy tímido.
Lo ha sido siempre. Somos como somos. Es difícil que pueda cambiar. Pero cuando Fran hacía un gesto, un movimiento, lo que fuese, ya sabía lo que iba a hacer. Parecía que estábamos robotizados. Jugar juntos nos hizo mejores futbolistas a los dos. Yo no sé si le hice internacional a él o él a mí porque yo ya fui internacional en el Valencia. Pero si pudiese elegir en mi banda izquierda siempre estaría Fran. Mejor que él, pocos.
Y llega el título de Copa del 95.
Lo que más me ha dolido en mi profesión es que todo, lo mejor y lo peor que me ha ocurrido, fue ante el Valencia. ¿Por qué? Nadie sabe contestar a esa pregunta. Pero a mí me genera sentimientos agridulces.
Ante el Valencia perdí la que hubiese sido mi única Liga. Sin embargo, gano la Copa y la gente me pregunta: ¿es una revancha, Nando?, y no, no, para nada. Pero, eso sí, te reconozco que no la disfruté como si se la ganó al Madrid Barca o al Betis.
Me doy cuenta de que nunca he podido ser completamente feliz en el aspecto deportivo. Creo que pude lograr más. Incluso en el Sevilla asciendo y al año siguiente desciendo. Pero es el destino. Es difícil que la vida sea tan bonita como se plantea en redes sociales. Y mira que a mí no me importa lo que digan. Me importa lo que yo pienso de mí.
Mejor.
Yo siempre lo tuve claro. Lo que los demás dijesen de mí no me iba a hacer jugar mejor. El que me iba a hacer jugar mejor era el entrenador. Y te lo digo porque la prensa a menudo era así. En aquella época me llamaban muchas veces después de entrenar. Sabían que yo siempre cogía el teléfono, el teléfono fijo de casa. Pero el día que no lo cogía entonces ese fin de semana ya no se juzgaba igual a Nando. Y mira que a mí no me importaba que me pusiesen un 2 o un 6 de puntuación. Yo sabía cómo había jugado.
¿Cómo fue el Dépor después de Arsenio?
Fue una despedida cantada. No fue muy agradable por cómo se desarrolló. Pero son cosas que hay que aceptar en la vida. Todo tiene un fin y Arsenio se fue de la mejor manera, ganando, y nosotros debíamos rehacernos. La vida seguía.
Viene Toshack que no cuaja
Y menos para mí, que lo jugaba todo con Arsenio. Pero desde que se va él empiezan a traer jugadores en mi puesto. Yo empiezo a tener menos protagonismo. Pero, eso sí, yo veo a Toshack una cosa muy buena: si decía una cosa la hacía. De eso no te quepa duda.
Un día hablé con él y le dije que si me iba a dar una oportunidad me quedaba, pero que si iba a ser un muñeco de feria me iba. Me dijo: «Nando, me gusta su forma de pensar». Y yo le dije «voy a luchar por mí y le voy a demostrar que puedo». Al tercer partido de Liga, me pone de titular y hasta que Toshack es cesado, yo soy titular en el Deportivo
Aguantas hasta los 31 años
Me queda otro año más. Pero, tras Toshack, viene Carlos Alberto Silva, vienen jugadores en cantidad (Rivaldo, Djalminha, Renaldo….), vienen más de un jugador en mi puesto y yo soy un tío ambicioso que quiere jugar y que no se conforma con estar ni con recordar «mira lo que hice yo aquí», porque eso no me parece suficiente para ser feliz.
Y te vas.
Yo me marchó en la 97-98 en diciembre junto con Alfredo. Primero, se lo digo en el vestuario a Franganillo, el preparador físico. Le digo, «mira, Franga, que no estoy contento, que esto no es para mí» y le digo que quiero hablar con Corrales, que seguía de segundo con Carlos Alberto Silva, Corral y que era el más allegado a Lendoiro y él le hace llegar que Nando quiere irse del Dépor.
A la semana, me llama Lendoiro y me dice que no hay problema, que ya tiene un equipo para mí: el Oviedo con Eugenio Prieto de presidente. Entonces le digo que no y que al equipo al que me vaya lo elegiré yo. Porque yo sabía que había una posibilidad en el Sevilla y lo arreglé. Lendoiro me dice, «si consigues que nos den lo que pedimos, no hay problema».
Me fui por la misma cantidad de dinero que vine al Dépor. Perdoné el 15% de la cantidad que me correspondía por mi traspaso. Pero igual que cuando me fui del Valencia, porque no sólo es el dinero, sino las ganas de hacer tu profesión.
Nunca fuiste mediático y mira que llegaste veces a la línea de fondo y tiraste pases de gol.
Pero a mí me ha reconocido la afición, que es lo más importante. No solo en el Dépor. Sin ir más lejos, en el Valencia de donde no quise irme. Pero me abrieron las puertas. Por eso estoy contento. He sido honesto. Y lo que me ha molestado en fútbol es que cuando mejor crees que estás a veces no te han utilizado. Y otras, sin embargo, me han hecho jugar lesionado. En el Dépor me tuve que infiltrar para jugar más de una vez. Otras, estando al cien por cien, no te utilizaron y…
Pero eso es la vida.
Por eso cuando la gente dice «es que los futbolistas sois mercenarios…» Pues sí, lo somos. Pero es que a cualquier trabajador si le ofrecen mejor contrato en otro sitio se lo piensa. Nuestra carrera era muy corta. De recuerdos no se vive. Yo veo compañeros que tenían todo lo que querían y hoy nadie se acuerda de ellos y en algunos casos no tienen ni para pagar el alquiler.
Es una profesión que en mi época con 34 años te retirabas del fútbol. Y si uno no se ha organizado te puedes quedar abandonado. Es verdad que ganábamos dinero. Pero, eso sí, nada que ver con lo de hoy. Cualquier jugador como yo hoy puede resolver el resto de su vida con el fútbol. Eso era más difícil en mi época.
Invertiste bien.
Yo tuve confianza con una persona que fue básica y que me dijo como invertir el dinero. Pedro Cortés, que era mi vicepresidente cuando jugaba en el Valencia y que luego fue presidente. Incluso, cuando mi hermano terminó el servicio militar le contrató para trabajar en su empresa y se ha tirado 25 años allí. Y a mí me aconsejó muy bien. Y, gracias a él, fui comprando casas en varios sitios. Me dijo que era mejor invertir en vez de tener el dinero en el banco.
Y cuando llegas al Sevilla encuentras a Monchi, que ha sido un visionario.
Fuimos compañeros dos temporadas y media. Es verdad. Era muy sevillista. Desde el vestuario se le veía como si fuese Camacho en el Madrid. Su forma de sufrir y de querer transmitir demostraba que iba a ser una persona importante en ese club. Y mira que él no jugaba.
Fue suplente con todos los entrenadores. Coincidió con Unzué, con Casagrande, con Leal, con Juanjo Valencia, que venía del Athletic… Daba igual. Nunca jugaba. Pero aun así Monchi era el primero para todo y daba la cara para todo. Desde el minuto 1 nunca puso un problema. Se veía que ese hombre era uña y carne con ese club. Ahora, cada vez que se va, al poco tiempo, le echan de menos
La diferencia en tu Sevilla la marca Tsartas, aquel zurdo griego.
Creo que le faltaba un poco de sangre, porque como persona era impresionante. Pero, mira, recuerdo la promoción de ascenso ante el Villarreal. Ganamos 0-2 en la ida en El Madrigal con dos goles de Tsartas ante un Villarreal que tenía a Palop, Albelda, Craioveanu… Luego, jugamos la vuelta a las nueve de la noche en el mes de julio en Sevilla con más de 30 grados. Ganamos 1-0 y ascendemos a Primera con Marcos Alonso, que en paz descanse.
¿Y cómo te fue en el Sevilla?
Allí, quien realmente me dejó marcado fue el Profe Ortega, que era el preparador físico de Marcos Alonso. Del 0 al 10 como persona le pongo un 11. Pero un 11 de verdad porque lo que hizo por mí solo lo hace un grande. Recuerdo que Marcos deja de contar conmigo por una lesión. Me tiro tres meses de baja y no entró en el equipo. No hay manera.
Pero entonces el Profe me coge por banda fuera de los entrenamientos, me pregunta «¿qué te pasa?», y se involucra conmigo y le dice a Marcos «este tiene que jugar». Se portó como si fuese mi padre. Luego, siempre que venía a Coruña con el Atlético de Madrid iba a verlo en señal de agradecimiento.
Nunca olvidaré como me ayudó a levantarme, y mira que era muy exigente. Recuerdo que por las noches, después de cenar, se pasaba por las habitaciones. Te daba un refrigerio que él decía, unas nueces y un zumo, y te preguntaba «¿cómo estamos?» Pero, sobre todo, si el Profe no me coge yo a lo mejor me hubiese dejado llevar y….
Y en aquel Sevilla debuta Reyes con 16 años
Y debuta por mí en La Romareda. El entrenador era Marcos y el preparador físico el Profe Ortega. Sería el minuto 15 de la segunda parte. Vestíamos de rojo y pantalón azul marino. Siempre recordaré el día de su debut. Con 33 años fui sustituido por ese chaval.
Le recuerdo un poco tímido y nadie se esperaba que fuese a llegar hasta donde llegó. Jugó en el Real Madrid, Atlético, Arsenal, Benfica… Pero yo ya me iba del fútbol y apenas le traté. Y mira que, al dejar el Sevilla, iba todos los años a la Feria de Abril, porque mi mujer y yo dejamos grandes amistades. Pero no coincidí más con Reyes que en paz descanse.
Con el Mami Quevedo sí coincidiste.
Otra anécdota. Yo soy el Celestino de Mami Quevedo con Cristina Tárrega, que trabajaba de periodista en una radio en Valencia y que sus padres vivían cerca de, los míos. Pues bien, un día estando en el Sevilla voy con Quevedo a una reunión de la AFE en Madrid. Y salimos a cenar al restaurante Di María. Y me encuentro a Cristina con varios amigos. Nos saludamos y me pregunta: «¿qué vais a hacer luego?»
Quedamos entonces para tomar una copa y le presento a Mami. Desde entonces están juntos. La semana pasada hablé con ellos que estaban en València. Nuestra amistad es muy fuerte. De hecho, cuando hice el curso de entrenador nacional en Madrid, me alojé en su casa de Pozuelo en Somosaguas. Por eso digo que cuando empiezo a recordar…
Vas a cumplir 57 años.
Ya te digo. Mi hijo ya tiene 18 años y mi hija 14, para 15. Mi hijo se va a estudiar Marketing y gestión comercial a València el próximo curso. Llevamos nueve años veraneando en la zona de Moraira ha hecho muchos amigos en Valencia y quiere irse. Si a mí me saliese un trabajo por allí nos iríamos todos. Tengo a mis sobrinos, a mi hermana. Mi hijo va a estar en casa con mi madre. Así la mujer no va a estar tan sola.
Cuando dejas el Sevilla vuelves a Galicia al Compostela.
Ese año el entrenador del Compostela va a ser Carlos Ballesta, que había sido segundo de Arsenio en el Dépor. Me llama y me dice: «¿por qué no vienes a Galicia?» Me asegura que puedo encajar y decido volver porque mi mujer es gallega y quiere estar con su familia y en el Sevilla no me renuevan.
Así que vuelvo al Compostela en Segunda división y en el vestuario me encuentro a jugadores como Gudelj, Ohen, Fabiano, Rodri, Nacho, el lateral izquierdo… Gente fantástica y con un gran pasado. Pero ese año fue agridulce. El equipo descendió. Nos jugamos todo el último partido en Elche. Nos bastaba con ganar. Ganábamos 0-2 y empatamos a dos y descendemos, una pena.
Y, después, el Arteixo.
Sí, para matar el gusanillo. Fueron dos años. Allí recuerdo el homenaje que me hizo el Dépor que fue jugando en el Arteixo. Y ese partido Arsenio estuvo en el palco. Y cuando acabó bajó a verme porque, después del fútbol, yo siempre seguí viéndome con Arsenio que, para mí, ya te he dicho que lo fue todo. Y en ese todo me gustaría definirlo como una buena persona.
Cualquiera no puede tener un busto a la entrada de la playa de Riazor y Arsenio lo tiene. Será por algo, por lo que logró y por cómo fue, por todo.
Te vas del fútbol sin hacer ruido.
A los 34 años dejo de ser profesional. Pero aguanto hasta los 36 en el Arteixo en tercera división. Entrenábamos a las ocho y media de la noche, porque los demás jugadores tenían sus trabajos, sus estudios…. El caso es que un día va mi mujer y me dice «¡oye, que lo profesional ya ha pasado!».
Me casé con 30 años y ella con 22. Hasta que acabo el fútbol no tuve familia y ese era el momento. No queríamos esperar. Además, había días que no veía a mi mujer, porque ella trabaja en una guardería. Cuando llegaba a casa de entrenar había muchos días que estaba dormida. Y no era plan. El final había llegado.
Y te haces entrenador.
Sí, por mi mujer que es la que me insiste. Yo había visto que el fútbol era muy injusto y no estaba muy decidido. Pero un día hablo con Mami Quevedo y me dice «si te sacas el título de entrenador tú, me lo saco yo, venga, vamos». Y vamos. Si vas tú, voy yo. Somos muy amigos y fuimos y sacamos los dos los tres niveles el mismo año.
Me alojé en su casa de Pozuelo, en Somosaguas en Madrid. Y, una vez que tengo el título, empecé entrenando al Somozas entre Ferrol y Villalva año y medio. Luego, vino al Cerceda y al año siguiente en el Pontevedra, donde estuve tres meses porque había mucha inestabilidad…
Armenia, China, Socuéllamos…., por ahora no has triunfado de entrenador
Hace unos años también estuve de director deportivo de un club en València, pero vino la pandemia y… Pero, sí, lo que tú dices, me he movido en el fútbol muy modesto, lo último el mes y medio en Socuellamos en Segunda RFEF. A veces me pregunto por qué. Puede influir mi forma de ser. Soy una persona que no me callo.
Si una cosa no me gusta, lo digo. Muchas veces hay que callarse. Me lo ha dicho mucha gente. Pero yo no puedo cambiar. Si hubiese necesitado un trabajo para dar de comer a mi familia me hubiese tenido que callar. Pero por suerte no ha sido el caso. Eso me ha cerrado puertas. Yo digo las verdades del barquero. Soy una persona que a veces resulta explosiva.
¿El fútbol te resolvió la vida?
Hoy no tengo problemas. Pero yo quisiera trabajar hasta que me tenga que jubilar. Voy a hacer 57 años. Lo hemos dicho antes y creo que me conservo bien, pero si trabajase en lo que me gusta, estaría mejor.
¿Cómo te conservas?
Soy de buen comer. Por eso he tenido que recortar. A mi edad, se gana peso muy fácil. Tengo un entrenador personal tres días a la semana. Pero, sobre todo, necesito hacer algo para que funcione la cabeza. Te lo puedo decir de otra manera. Cuanto más me muevo, menos dolores tengo. Mi cuerpo necesita moverse.
¿Y en tu época de futbolista te cuidabas obsesivamente?
No había tanta exigencia. No era lo de ahora. Y mira que estaba Arsenio, que te retiraba la botella de vino de la mesa. Te servía la copa y se la llevaba. Se iba con ella y ya no había más copas.
Pero como anécdota te puedo decir que había futbolistas que fumaban en mi época del Valencia y lo sabía todo el mundo, hasta los entrenadores. Yo, por ejemplo, nunca me he considerado fumador. Pero mis tres o cuatro cigarros sí fumaba. Después de comer, me relajaba y me sentaba bien. Cuando he visto que podía perjudicarme, lo he dejado. Pero también es verdad que no tenía ninguna dependencia. Tenía la fuerza de voluntad totalmente dominada.
Leyma era la publicidad del Dépor en aquellos años.
Leyma que es Leche y Mantequilla, nos decían. Y la marca de las camisetas era Rox. Luego, empezamos con Feiraco e íbamos con Umbro. Mucha nostalgia al recordar. Fueron años y qué años.
Pero, mira, hoy solo tengo las camisetas más señaladas en casa. La de la Copa del Rey que la tiene mi hijo y la del Valencia, la del centenario que la tiene enmarcada. No creo que tenga muchas más. Los recuerdos están en mi cabeza.
O sea que las camisetas las tiene su hijo.
Te voy a contar una anécdota más. Mi gran amigo Quique Sánchez Flores me ha hecho el favor de pedir la camiseta a Sergio Ramos dedicada a mi hijo por su 18 cumpleaños. Era el regalo que quería y Quique se ha vuelto a portar como un amigo conmigo. Le pedí ese favor, aunque me costó arrancar. No te voy a engañar. Y me la envió.
No quería molestarlo porque estaba muy ocupado en el Sevilla. Pero fíjate el tipo de persona de la que estamos hablando. A mí me dejó huella como compañero cuando estuvimos en el Valencia. Después, hemos mantenido la amistad y coincidido en vacaciones de verano. Y nos hemos ido a cenar.
¿Volverás al Dépor?
Es lo que hemos comentado. Pero ya lo veo muy difícil. Han pasado muchos años. Nadie me ha dado la oportunidad ni siquiera de colaborar. Me hubiese gustado. No he podido demostrar siquiera que no valgo. ¿Por qué? Pues es difícil de entender, porque para mí ha sido un orgullo pertenecer al Dépor y yo me siento en gran medida un coruñés más.
Jamás imaginé cuando vine que me iba a quedar aquí. A 1.000 kilómetros de distancia de mi casa. Pero la realidad es que 32 años después sigo aquí y el Dépor nunca me ha vuelto a preguntar si necesitaba algo. Por eso veo tan difícil cumplir ya con esta pregunta.
¿Y el Valencia?
Te voy a contar que cuando yo firmo en el Valencia acababa de ascender a Primera. De hecho, voy a todos los actos de celebración sin haber jugado un minuto porque yo venía del Levante. El día de la fiesta en el chalet de uno de los directivos nos tiraron a todos a la piscina y yo soy uno de ellos. No me importaría volver y que se repitiese la historia de la piscina. ¿Dónde hay que firmar?