Stephen Roche ha dado una entrevista en The Irish Times, donde, según el redactor que se la ha hecho, sobre el dopaje «aborda el asunto a veces con inteligencia muy rigurosa y a veces con ingenuidad infantil». El ciclista parece que está convencido de que no hubo rastro de dopaje en su carrera.
Según declara: «Lo primero que hice fue no fijarme en lo que hacían los demás, tenía mi propio programa de vitaminas y minerales, ya fuera en forma de comprimidos, polvo o inyección. Nunca me quise ir a la cama por la noche con la preocupación de que alguien me llamara a la puerta para decirme que había dado positivo en un control».
El redactor no se conforma. Le pregunta por su compañero en Carrera Guido Bontempi, que dio positivo por testosterona en el Tour de 1987, y de nuevo echa un balón fuera: «No sé si fue él mismo el que se lo administró o fue por el consejo de un médico, nunca estuve pendiente de lo que hacían los demás».
Más grave es el caso Conconi. Cuando a finales de 1999 vieron la luz los papeles de este médico en el diario italiano La Repubblica después de un registro policial, seis años después de que Roche se hubiese retirado, en los archivos informáticos aparecía que Conconi, junto al médico de Carrera, Giovanni Grazzi, había tratado a deportistas con EPO en 1993, Roche incluido.
La respuesta de Roche es huidiza: «Conocí a Conconi solo una vez, cuando fui por primera vez al Carrera, en 1986, allí utilizaban la Universidad de Ferrera para las pruebas médicas. En 1987, había otro médico, Grazzi, alumno de Conconi, que era el médico oficial de Carrera. Venía a vernos una vez cada tres o cuatro meses, nos hacía análisis de sangre y nos decía si teníamos un déficit de hierro, de vitamina B o lo que fuera. Fin de la historia».
Tampoco considera que le dieran a tomar algo sin avisarle de lo que era: «No, nunca. Por ejemplo, cuando fui a ver al Dr. Müller-Wohlfahrt en Munich, que sigue siendo como un padre para mí, un hombre maravilloso, cuando fui a verlo por mis problemas de rodilla, en 1989, cogió muchas sustancias y me las puso en la rodilla. Me llevé un frasco a casa, lo mandé a analizar y resultó que eran extractos de hígado de ternera, ese tipo de cosas».
Cabe recordar que fue una juez, Franca Oliva, quien determinó que Conconi «administró regularmente al ciclista irlandés Stephen Roche dosis de eritropoyetina (EPO) para mejorar su rendimiento». La única defensa posible que tiene Roche es que la EPO no estaba prohibida en 1993 y con la legislación de 1989 ni siquiera era fácil presentar cargos contra deportistas.
Aun así, aunque los médicos fueran absueltos por la prescripción del delito, la juez estaba convencida de que eran culpables de los cargos originales: «la realización de actos fraudulentos destinados a conseguir, mediante la mejora artificialmente efectuada de las prestaciones atléticas, un resultado diferente del obtenido con la participación correcta y honesta en eventos como los Juegos Olímpicos de Invierno, los Campeonatos del Mundo, el Giro de Italia y el Tour de Francia».
La prueba a la que se agarraba la juez eran los archivos informáticos del ordenador del Centro Médico del profesor Conconi. Era una prueba palmaria, llevaba un registro de las fechas y las cantidades de EPO administradas a los ciclistas. La juez escribió: «No se puede sino llegar a la conclusión de que el Dr. Grazzi estuvo involucrado en la dispensación directa de EPO a Bontempi, Chiappucci, Chiesa, Roche y Sorensen».
Poco antes, en la Prefectura de Arezzo, el mencionado Claudio Chiappucci, confesaba ante el procurador que había consumido EPO desde 1993. Así lo explicó en Jot Down Sport:
A mí me llaman porque intentaban comprender qué estaba pasando, solo iba a explicarles lo que era esa historia, ellos no sabían. Por eso yo era persona informatta sui fatti (figura procesal que designa a una persona de interés, normalmente un testigo), porque ellos querían hablar con los ciclistas. Para enterarse, para ver qué dicen. Yo no he tenido nunca una suspensión, nada. (…) Eso es falso, falso. En ningún momento he dicho eso, en ningún momento. Son ellos quienes lo dicen, no yo. A mí no me ha salido esta historia, yo no lo dije. (…) No les queda otra cosa… hablan, hablan, siempre. Tengo que estar en juicio porque uno dice esto, otro dice lo otro, todos hablan y hablan… No sé por qué, hablan. Nunca tuve ninguna suspensión, ninguna.
La juez Oliva denunció en su día que se había enfrentado a una «omertá total» por parte de los deportistas. Parece que sigue: «Es muy fácil vincular esta conducta a un fuerte deseo de protegerse de la incriminación penal y, probablemente aún más importante, de proteger su personalidad pública como atletas campeones».
Roche, en cambio, sigue negando la mayor. En su última entrevista, seguía: «Jamás habría aceptado algo de nadie, ni siquiera una bebida, si pensara que algo no va bien. Por eso hoy puedo decir que nadie pudo darme nada que yo no supiera, imposible». Y añade que la primera vez que oyó hablar de los archivos de Conconi fue porque se lo dijo su biógrafo en 1999, David Walsh.
Cuando el escándalo saltó a los medios, sufrió un duro golpe a su reputación, pero Roche se escuda en que las pruebas, para él, eran falsas: «El titular fue muy, muy perjudicial, pero si examinas los detalles detenidamente, cualquiera puede ver que es totalmente imposible que fueran resultados genuinos. Todos los valores eran diferentes, incluso el mismo día (…) se pusieron a relacionar todos esos apellidos, ese nombre, ‘Ronani’, estaba relacionado conmigo, pero ¿por qué iba yo a entrar en un programa de dopaje al final de mi carrera, cuando no había nada en juego?».
Si no dio más batalla y se limitó a acudir a televisión, como ha aportado Honest Sport, era porque le pedían por adelantado cincuenta mil dólares solo para iniciar el proceso, revela. En aquella edición de The Late Late Show, en 2002, negó las acusaciones una vez más y de forma reiterada: «Lo que estoy diciendo es que mi participación y mi implicación son totalmente falsas (…) No, nunca tomé EPO. Nunca, nunca, nunca (…) Nunca estuve involucrado en nada relacionado con drogas para mejorar el rendimiento».
En la segunda parte del programa, Walsh le acusó, con los archivos de Conconi, de haber sido tratado con EPO bajo nombres falsos. El periodista dijo: «lo que hay es que Stephen Roche está en los archivos de Conconi. Tiene seis nombres falsos. Hay seis ciclistas en el equipo, y a todos se les dieron nombres falsos, además de que también aparecían sus nombres reales. En esos archivos dice que Stephen fue tratado con EPO».
La respuesta de Roche fue que él no tenía por qué dar explicaciones de esos papeles: «No puedo explicar nada en absoluto. Creo que es Conconi quien tiene que explicar eso. Y en cuanto a mí, este documento es un montón de…».
Aparte, consideraba que los datos eran incongruentes, según la documentación aportada, en lo relativo a lso valroes de transferrina. Según los datos de Walsh, Conconi consideraba que cualquier valor superior a 3.1 indicaba que se había tratado a una persona con EPO: «Por ejemplo, el 3 de febrero de 1993, por la mañana tengo un valor de 4.29 (positivo), y esa misma tarde tengo un valor de 2.34 (negativo) ¿Cómo puede cambiar el nivel tan rápidamente el mismo día?»
Walsh reflexiona: «Como periodista, me pregunto: ¿Por qué el profesor Conconi iría tan lejos para hacer que pareciera que Stephen Roche y otros 22 atletas de élite usaron drogas? ¿Qué motivación tendría?». Y Roche contraatacó: «Lo que no entiendo es cómo puedes sacar un artículo tan dañino con tan poca evidencia, porque dices que es evidencia, pero no puedes probarlo». En cuanto a los artículos donde supuestamente Roche dicho que podrían haber usado su sangre para experimentar con EPO, aquí se desdice: «Nunca dije que añadiera EPO a mi sangre, eso fue un error de impresión».