Que para Haimar Zubeldia (Usurbil, 1977) el ciclismo no ha sido únicamente una profesión uno se da cuenta a poco que le conozca. Para empezar, porque no puedes pasar veinte años de tu vida dedicados al ciclismo profesional si no disfrutas este deporte; pero también porque, desde que decidió retirarse, sigue saliendo a andar en bici por carretera, tierra o montaña.
Fue uno de los líderes del Euskaltel-Euskadi en los años que encumbraron al equipo en la élite del ciclismo mundial y se recicló como gregario en el histórico Astana de 2009. Sí, el que contó en sus filas con Armstrong y Contador. Después de aquella experiencia, todavía le quedó tiempo para seguir unos cuantos años en la estructura del equipo Trek, junto a algunos de los mejores ciclistas de su generación.
Haimar nos recibe en la sede de la que ahora es su segunda casa, la empresa Etxeondo. Sigue igual de fino que cuando era uno de los protagonistas del pelotón profesional y repasa hazañas como aquel Tour de 2003, en el que él mismo e Iban Mayo se exhibieron en los Alpes y los Pirineos, con la humildad característica de sus orígenes guipuzcoanos. La misma que le llevó a ser un ciclista muy valorado dentro de su equipo y respetado por todos sus rivales.
Repasamos con él una larga carrera profesional, que empieza en las carreteras próximas a Usurbil, sigue hasta los Campos Elíseos de París y termina muy cerca de donde empezó, en el bulevar de San Sebastián, homenajeado por su familia, amigos y rivales.
Sigues bastante activo con la bici, ¿no?
Sí, porque es algo que me ha gustado y lo he hecho desde que era pequeño, primero como hobby y como un deporte. En mi caso, mi padre era cicloturista y yo empecé por querer hacer lo mismo que ves hacer a tus padres. Entré en la escuela de ciclismo de Usurbil, pasando por todas las categorías y terminó siendo mi trabajo también.
Entonces, la afición te viene de tu padre, no tanto de haber visto ciclismo.
Del aita, sí. Porque era camionero y salía los domingos a andar con su grupeta. Entonces, mis primeras pedaladas fueron con él y las primeras carreras fueron en Usurbil. En fiestas se organizaba una pequeña carrera en cada barrio. Ese es el primer recuerdo lejano que tengo.
Luego sí recuerdo la Clásica de San Sebastián, que era la carrera profesional más cercana que teníamos. Además era en verano y recuerdo ir a ver el final en el Bulevar. Además, antiguamente se organizaba un critérium por la noche con algunos corredores que se quedaban y tengo el recuerdo de cómo los niños nos metíamos en las curvas entre las vallas y nos sentábamos a verlo.
Luego se convirtió en mi trabajo y ahora vuelve a ser mi hobby. Prácticamente, no he desconectado, no he dejado de andar en bici desde que dejé el profesionalismo. Tenía ganas de hacer cosas diferentes también, porque cuando te dedicas a la bicicleta solamente ves asfalto, asfalto… pero hoy en día el ciclismo es mucho más que eso.
Existe el mountain bike, el gravel y hay ganas de probar cosas diferentes. Con otra intensidad, pero todavía nos gusta medirnos, cuidarnos también… Es lo que estoy haciendo ahora, porque, desde que lo dejé en agosto de 2017, prácticamente empecé a trabajar con Etxeondo. También estoy de embajador de Orbea, pero donde más tiempo pasó es aquí, haciendo de enlace entre los equipos que vestimos y la empresa.
En principio, yo pensaría que, cuando dejáis el deporte profesional, preferís bajar un poco el pistón, sin embargo, bastantes ciclistas hacen como tú, que has hecho la Titan Desert, también la Quebrantahuesos…
Entiendo también a la gente que termina un poco cansado después de tantos años, pero no es mi caso. La bici era mi trabajo, pero también mi pasión y es algo que he hecho con mucho gusto. Yo creo que mi carrera ha sido larga también por eso. Está claro que he pasado momentos malos, pero muchos han sido buenos y una señal de eso es que he querido seguir cuidándome.
Además, ahora tengo una hija que practica ciclismo también e intento ayudarle en lo que puedo. Sobre todo, cuando sale a la carretera intento ir también, porque yo he visto de todo y siento que le estoy protegiendo. Todo eso me hace seguir vinculado al ciclismo, pero no tiene nada que ver. Cuando compites tienes que obtener unos resultados y la presión que uno se impone o la que sientes por parte del equipo pesa también. Ahora salgo en bici sin ninguna presión, a disfrutar solamente.
Tengo entendido que tu hija apunta maneras en el ciclismo.
Tengo dos hijas y siempre me han visto encima de la bicicleta. Desde que nacieron han ido a verme al Tour, han ido a París el último día para que el padre vuelva a casa. Ha salido de ellas, no he sido yo quien les ha puesto una bicicleta. La pequeña hace algo de bici, aunque también hace otros deportes y a la mayor es a la que más le gusta. Y a mí, que siempre me ha gustado este deporte, que una hija quiera seguir tus pasos me parece muy bonito.
Además, ahora el ciclismo femenino está creciendo bastante.
¡Por suerte! ¡Y ya era hora! Tenemos equipos por aquí alrededor, la mayoría de los equipos World Tour también tienen un equipo femenino y poquito a poco, está subiendo el nivel. Ojalá algún día sean equiparables y tengan las mismas oportunidades.
En tus inicios en el ciclismo creo que tuvo importancia una hepatitis.
Eso es. Te he contado que mi padre era cicloturista y un poco seguí sus pasos. Pero el punto de inflexión fue cuando contraje una hepatitis y tenía que estar en la cama. Mi madre, para consolarme, me prometió una bici de carreras si aguantaba en la cama. Al final la bici llegó, me acuerdo de que era azul y con esa bici me apunté a la escuela de Usurbil.
Cuando, en 1992, el Tour sale de Donosti participaste en la organización.
Sí, hubo una prólogo que ganó Indurain y luego una etapa que pasaba por Usurbil. Habían pedido voluntarios a la escuela y ahí estuvimos casi todo el día, porque, en el Tour, la caravana pasa con mucha antelación. Todavía recuerdo el cruce en el que estuvimos, entre Usurbil y Aginaga.
Y hacías ciclo-cross también.
Sí, en la escuela de Usurbil siempre ha habido tradición. Hay escuelas que quizás van más al velódromo, pero allí, Ramón, el director de la escuela, tenía un contacto con el Seat-Orbea, que tenían bicis de ciclo-cross y, no sé cómo, llegaron a Usurbil. Y recuerdo empezar con esas bicis.
Además, la temporada de carretera para chavales empieza en marzo y termina en verano. Había muchos meses y teníamos nuestro gimnasio en un espacio bastante majo que nos cedía el ayuntamiento, teníamos nuestro circuito también, muy cerca del campo de fútbol. Ahora ya no existe la escuela, pero entonces, para lo pequeño que era Usurbil, teníamos bastantes chavales.
¿En esa época se seguía más el ciclo-cross?
Hoy en día creo que ha cogido otra vez fuerza, pero entonces sí que había mucha tradición. Quizás iba por escuelas, porque en Zarautz también había muchos chavales, pero muy pocos practicaban ciclo-cross y en Usurbil casi todos hacíamos ciclo-cross.
¿Tú no has tenido caídas muy graves en tu carrera, no?
Para los años que he estado, diría que no. Las muñecas un par de veces, la clavícula, el codo, algún dedo, pero nada más.
¿Crees que haber hecho ciclo-cross te ha dado más habilidad en la bici para evitar caídas después?
No es que lo crea, es que lo tengo clarísimo. Todo es ciclismo, pero cada disciplina te da cosas. El velódromo, por poner un ejemplo, te da una pedalada más redonda y aprendes a moverte en un pelotón, porque estás muy cerca de los otros y no tienes frenos. Y en ciclo-cross adquieres habilidad, sobre todo cuando la climatología es adversa.
El ciclo-cross se practica en invierno y casi siempre con barro. Cuando la bici te hace un extraño aprendes a solucionarlo, automatizas aquello. También te hace un poco duro, porque en invierno, cuando hace malo, tampoco apetece salir a andar en bici y si haces ciclo-cross tienes que andar con lluvia, con barro… y todo eso te curte un poquito.
En el ciclismo destacaste muy pronto.
Bueno, destacar igual sí, pero me costó obtener victorias. Igual la primera fue en categoría cadete. Sí que andaba bien. Nunca he sido un hombre rápido aunque siempre llegaba con los primeros, pero nunca ganaba; el sprint me costaba. Pero cuando vas subiendo de categoría, las carreras son más duras también, más selectivas y cuando había algún puerto ya empecé a ganar.
¿No eras de los que llamaba la atención en la categoría y ya los equipos se fijaban en ti?
Quizás sí, pero yo lo viví de una manera muy natural. Hasta cadetes y juveniles, que gané la Vuelta a Gipuzkoa los dos años, creo que no llamé la atención. Pero lo vivía como un juego, una afición. Cuando llegué a categoría sub-23, que corría con gente mucho mayor y pude ganar un par de carreras, ya vi que podía darse la opción de pasar a profesionales.
Realmente, lo vi el segundo año, cuando gané el Campeonato de Euskadi en Murgia. Ahí ya me empezaron a llegar cosas. También participé en el Mundial de San Sebastián, que fue mi última carrera como amateur. Ganó Arvesen y Freire fue segundo. Ahí teníamos una hornada muy buena, con Freire, Sastre, Mancebo, Eladio Jiménez…
Me llama la atención la rivalidad que había entre los equipos amateur del País Vasco y que Olarra era, de alguna manera, el equipo del que se pasaba al Euskadi.
Sí, aunque se decía que no era el filial, entre comillas sí que lo era. Si estabas en Olarra, vamos a decir que lo tenías más fácil para dar el salto. Algunos casos, como Juanma Gárate o Patxi Vila tuvieron que emigrar, pero otros, como Iban (Mayo), eran claros. Llegó una situación en la que no se le podía dejar en el campo amateur, porque destacaba muchísimo y al final le llegó la oportunidad también. Y muchos casos más que tenían que demostrar un poco más, lo tenían más difícil, porque había esa rivalidad. Al final Olarra, Baqué, Iberdrola… eran los que se disputaban las carreras y chocaban.
¿Y vosotros erais un poco los enchufados? (risas)
Pero como pasa hoy en día también. Si vas al Caja Rural amateur, es obvio que la primera oportunidad te va a llegar de ellos. Si vas a Caja Laboral también lo tienes más fácil para estar en la fundación. En esa época es verdad que el equipo Euskadi amparaba a todos los amateur que había aquí y cuando tenías la oportunidad de entrar en la categoría, yo por lo menos, intenté que fuera en el Olarra, porque sabía que lo iba a tener más fácil para llegar a profesionales.
Entonces, en ese momento sí que estaba ya la ilusión de llegar a profesionales.
Sí, pero había mucha diferencia de juveniles a amateur. Quizás hoy en día no es tanta, pero yo corría con gente de 26 años. Hoy hay muy pocos que, con 26, sigan en el mundo amateur. El Torneo Lehendakari, que corrías con gente de tu edad, podías andar bien, pero ibas a la Vuelta a Valladolid y no sabías por dónde te soplaba el aire. Empezabas un poco de cero y te dabas cuenta de que tenías mucho que aprender. Pero yo físicamente daba la talla y sobre todo el segundo año, el punto de inflexión fue ganar el Campeonato de Euskadi, que llegué solo y gané el absoluto, aunque optaba al de los jóvenes.
¿Esa victoria te dio otra dimensión dentro de la categoría?
Yo creo que sí. Luego vino la Vuelta al Bidasoa, donde hice tercero con el mismo tiempo del segundo, que fue Mancebo y Sastre nos ganó en Erlaitz.
En esa época muchos ciclistas amateur venían al País Vasco a competir.
Ahora se mantiene esa tradición de que el ciclismo fuerte está aquí, pero entonces, te diría que era incluso más claro. Purito y toda esa gente emigraron aquí. Contador también venía mucho.
¿Cómo te llega la oferta de Euskaltel? Que entonces todavía era el equipo Euskadi.
Ese año entró Euskaltel como patrocinador. Decidieron que pasaran dos alaveses, dos vizcaínos y dos guipuzcoanos. Habiendo ganado el Campeonato de Euskadi y con la buena temporada que hice, a mitad de temporada ya me dijeron que contaban conmigo. El otro guipuzcoano fue Alberto Martínez, luego Gerrikagoitia y Txema del Olmo y alaveses fueron Aitor Kintana y un tal Beloki.
¿De dónde venía la costumbre en Euskaltel de buscar un equilibrio entre provincias?
Entiendo que, al llevar el nombre de Euskaltel-Euskadi, se hacía así. Euskadi son Gipuzkoa, Bizkaia y Araba y me imagino que las tres diputaciones aportarían lo mismo y defenderían lo suyo también.
¿Sólo se buscaba el equilibrio entre las tres provincias de la comunidad autónoma? ¿Navarra o Iparralde (País Vasco francés) no entraban?
No, Navarra nunca ha aportado dinero al equipo. De Iparralde estuvo Thierry Elissalde al principio y más tarde hubo algún otro corredor.
Entras a Euskaltel en un año importante para el equipo, primero porque la entrada del patrocinador le da una tranquilidad económica enorme y entiendo que ya se podía planificar a más largo plazo y también porque entra Julián Gorospe, que había sido tu director en Olarra también.
Sí, dimos el paso a Euskaltel juntos.
Antes comentabas que el salto a profesionales era grande. ¿En qué notabas ese salto principalmente?
Antes te he comentado que al pasar de juveniles a amateur, empezabas de cero; pues al pasar a profesionales empezabas de menos que cero. Había muchas cosas que aprender. Recuerdo un día en Mallorca, que no encontraba sitio para colocarme en el pelotón. En amateur, para colocarte tocabas al de adelante con la mano, pero Laiseka me dijo «¡las manos al manillar!» y ahí ya lo aprendí. Si tienes que hacerte hueco, con el codo o lo que sea, pero las manos siempre al manillar.
Son leyes no escritas.
Cuando empiezas a bajar un puerto rápido, puedes adelantar a otros, pero siempre por fuera. Por dentro es lo más fácil y está claro que, si te estás jugando una carrera, todo vale, pero si te caes pasando por dentro, puedes tirar al otro también. Entonces, pásale por fuera, que es más difícil.
Había muchas cosas que aprender al pasar a profesionales. El aire, qué llevar en la bolsa de agua…
¿El ciclismo profesional es más organizado?
Muchísimo más. En el campo amateur todavía estás aprendiendo cosas, que es lo que hay que hacer en esas categorías. Sobre todo en aquellos tiempos. Ahora creo que ha cambiado mucho. Tenemos mucha información. Sobre nutrición, qué comer, qué no comer, cómo cuidarte… Hoy en día, todo eso lo van aprendiendo desde juveniles. Se ha adelantado mucho y lo que antes hacías en profesionales, ahora lo haces en el campo amateur.
Es curioso que todos los que habéis estado en Euskaltel habláis muy bien de Laiseka.
Sí, claro. Porque es un cascarrabias, pero que, lo que te dice, es la verdad y te lo va a decir a la cara. Igual en el momento te sabe mal, pero con el tiempo te das cuenta de que es su manera de enseñarte.
¿Cuando entrasteis ejercía un poco de veterano?
No era de los más veteranos, porque era joven todavía, pero tenía su papel en el equipo.
¿El resto del pelotón qué tal acogía a los amateur que cometían ese tipo de errores?
Bueno, todos te quieren enseñar, igual que tú mismo has querido enseñar a otros cuando has sido veterano. Pero, quizás los últimos años, si notaba que la gente no te hacía tanto caso, porque nosotros, cuando pasamos a profesionales, empezamos de cero, pero ahora ya pasan siendo alguien.
Cuando yo pasé, estoy seguro de que muchos ni me conocían. Hoy, cuando alguien pasa, todos le hemos visto en el móvil ganar alguna carrera y tiene ciertos galones, vamos a decir. Y qué vamos a decir de la gente que ha ganado el Tour del Porvenir. Hoy en día todos hemos oído hablar de Héctor Álvarez, que todavía es juvenil, pero ya le vemos alrededor del equipo Trek. Ha hecho segundo en el Europeo y ya es alguien. Ocurrió lo mismo cuando pasó Van der Poel, cuando pasó Van Aert o cuando pasó Del Toro, que había ganado el Tour del Porvenir.
Cuando tienes ciertos galones, el resto también te tiene cierto respeto. Tu sitio en el pelotón antes te lo tenías que ganar una vez que habías pasado a profesionales. Ahora ya lo tienes un poco labrado.
En tu caso pasaste a profesionales un poco joven para la época. Se solía pasar con 23-24 años y tú pasaste con 20.
Eso es. Iba a hacer 21 ese año. No era lo normal. Tuve mucha suerte en ese sentido. Mi segundo año en amateur fue muy bueno, el equipo Euskadi daba ese paso con la llegada de Euskaltel y coincidió todo para que yo tuviera el camino hecho, por lo menos.
Igual tuviste suerte, pero ya habías ganado el Campeonato de Euskadi. Eras un ciclista prometedor.
Sí, puede ser. También en el ciclismo, muchas veces el físico importa. Había estado Indurain, estaba Olano… Eran gente con cuerpo y siempre se dice «ande o no ande, caballo grande» y el físico yo lo tenía.
Tú vives la evolución de Euskaltel de ser un equipo bastante modesto a convertirse en uno de los mejores del pelotón. ¿Cómo fue ese proceso en los primeros años?
Cuando pasé a profesionales y fui mejorando, el equipo también dio pasos, pero no sólo conmigo. No sé si es cuando más gente de las misma edad coincidieron, pero estaba yo, estaba Iban Mayo, estaba Gorka González, Aitor Silloniz, Gorka Arrizabalaga, Artetxe, Alberto Martínez… Había otros mayores, pero entramos una hornada que teníamos buen nivel y el equipo dio los pasos que había que dar para que, según íbamos creciendo, pudiéramos quedarnos. Porque está claro que alguna opción de cambiar a otro equipo hubo.
Pero todo fue de una manera muy natural, porque el equipo iba mejorando en todos los aspectos. Teníamos ayudas que entonces no eran muy normales y también nos buscamos la vida un poco. Recuerdo que fui a Italia porque allí había unos biomecánicos australianos que estaban un poco adelantados. Ahí Neil Stephens, que vivía en Oiartzun, nos abrió el camino. Luego Orbea me hizo la bici con lo que me habían dicho y corrí el Tour con aquellas bicis. Y así en muchísimos aspectos. A nivel de masajistas también fuimos mejorando. Cada vez teníamos más medios.
¿Crees que para tu generación fue una ventaja coger el equipo en una etapa en la que estaba creciendo?
Tuvimos muchísima suerte. Yo siempre lo decía: cuando perdamos estos, lo vamos a echar en falta. En la primera época, hasta que el equipo bajó de categoría, pasamos ciento y pico chavales. ¿Dónde se ha visto eso? Estoy seguro de que no hubiéramos tenido oportunidad ni la mitad si no hubiéramos tenido al equipo Euskaltel. Muchos no hubiéramos llegado a ser profesionales.
Tengo entendido que, en esa época, el equipo andaba un poco escaso de material y viajabais mucho en furgoneta.
Y en coche también. Sí, sí. Hoy en día todo se hace con vuelos, pero nosotros viajábamos muchísimos kilómetros en coche, furgoneta… Yo que estaba aquí cerca del masajista y él conducía, he hecho muchísimos kilómetros en la Camper con él. En aquel entonces no había autobuses. Al año cogías uno o dos vuelos, no más y el resto era en coches o furgoneta.
Quizás todos los equipos lo hacían así. Euskaltel tuvo el primer autobús para ir al Tour, que la organización te decía que tenías que tener autobús. De hecho, creo que lo estrenamos ahí.
Recuerdo que terminábamos la carrera, muchas veces en Francia y como límite para llegar a casa teníamos la una o las dos de la mañana. Más de eso ya era mejor quedarse a dormir. Muchas veces parábamos en algún restop en Francia, cenábamos y seguíamos.
A la vuelta casi te daba igual, porque ya venías cansado y ya descansarías, pero a la ida, intentabas proteger tu cuerpo todo el rato; tener las piernas estiradas, cansarte lo menos posible… Aunque en coche poco se puede hacer. Casi preferías ir en la Camper, aunque fueras más despacio; pero ibas tumbado o como fuera.
En el año 2000 tú ya ganas la Euskal Bizikleta. Entiendo que eso ya te da otra dimensión como ciclista.
Un poco antes empezaron también las victorias un poquito sonadas del equipo. Recuerdo que Artetxe ganó en Portugal una semana o dos antes. Ahí el equipo reaccionó y la empresa Euskaltel también. O sea, si queremos que este equipo sea más de lo que es, tenemos que hacer un esfuerzo. A partir de ahí recuerdo que gané la Euskal Bizikleta, en Dauphiné hice segundo… Ahí renové… No estuvimos en el Tour, pero se empezaron a dar los pasos.
¿Había empezado ya la marea naranja?
Quizás despierta por esas fechas, porque ese año hubo cierta presión pública para que el equipo consiguiera la invitación para el Tour.
¿Había cierta obsesión en Euskaltel por ir al Tour?
No sé si obsesión, pero sí que era una meta, porque eso te colocaba ya como un equipo internacional que podía luchar con la élite del ciclismo. Si no vas al Tour te consideran como un equipo de segunda; por llamarlo de alguna manera, sin un aspecto despectivo. Hoy también se mantiene eso. Si no vas al Tour, tienes que estar, por lo menos, en una carrera de tres semanas. A partir de ahí ya eres alguien.
Entonces tenías 22-23 años y llegaste a ser líder en Dauphiné, por delante de Armstrong y Hamilton.
Sí. Me puse de líder en el Mont Ventoux, porque Lance flaqueó en los últimos kilómetros. Al día siguiente, entre los dos me acribillaron. Hamilton se escapó y yo hice todo lo posible por llegar, con Lance a rueda. Después de ganar la Euskal te tranquilizas y de alguna manera, te lo crees.
Yo en Dauphiné era mejor corredor que en la Euskal que gané. Hice segundo, pero tengo unos recuerdos muy buenos de aquello. De ir rápido, de hacer una crono buenísima, que era muy dura también y aunque no gané, me sentí mejor corredor. Además, de por quién estaba rodeado. A ellos todavía les quedaban dos-tres semanas para el Tour y hacían la Dauphiné como último test, pero yo llegué muy, muy bien. No teníamos la invitación del Tour, salimos a darlo todo y para mí fue muy importante estar al lado de esos corredores.
En 2001 llega David Etxebarria. Yo creo que sería la primera vez que teníais un líder claro.
David, además, fue uno de los primeros que vino de un equipo como la ONCE. Aparte de ser líder, venía a aportar y fue uno de los que dio el paso de venir a un equipo que venía empujando, pero todavía era más pequeño. Eso también, de cara a las organizaciones, te da caché.
Con Gorospe corríais como un equipo más coral. Iban o tú teníais libertad para poder hacer vuestra carrera.
Sí, no había un líder tan claro en el equipo y teníamos más oportunidades. En los primeros días de una carrera, si alguien enseñaba un poquito, pues se apostaba por él. Luego, cuando el equipo cogió más entidad, programábamos mejor la temporada y ya tenías que estar mejor en un punto. Eso lo teníamos muy claro, pero en un principio sí que fue así. La carretera enseñaba quién era el más fuerte del equipo.
Ese año entró también tu hermano Joseba en el equipo. ¿Qué supuso para ti tener al hermano cerca?
¡Joe! Yo vivía todavía en casa. Imagínate tener a un compañero todos los días. Compartíamos casi todo. Entrenábamos juntos, comíamos juntos, cuando coincidíamos en carreras dormíamos juntos… Era todo mucho más fácil, eso es innegable.
¿Luego ese papel lo sustituyó Markel?
Un poquito sí (risas). Aunque Markel, históricamente es más amigo de mi hermano que mío, porque ellos coinciden en edades parecidas. Luego, por circunstancias, coincidimos en Trek también y ya nos hicimos muy amigos.
En 2001, por fin, recibís la invitación para el Tour. ¿Qué sensación te produjo la carrera?
¡Buah! Llegas allí y todo es muchísimo más grande. Pero aquel Tour sufrimos de lo lindo. Yo tuve tres caídas, una cada semana. Recuerdo un día de abanicos en el que, menos Iñigo Chaurreau, todos nos quedamos atrás. Ahí piensas «¡ufff, aquí va a ser muy difícil hacer algo!».
¿Eso fue por inexperiencia?
Sí, en la primera semana, cuando tienes que estar atento, nos pillaron. Recuerdo que fue después de un avituallamiento, casi ni coger la bolsa y el único que estaba adelante era Chaurreau. Imagínate, llegar a casi media hora en una etapa llana. Además, yo ya tenía una caída, luego tuve una segunda y una tercera la última semana, en una bajada que se cayó medio pelotón. Recuerdo que Laiseka iba conmigo y me decía «¡buah, chaval, si no tienes maillot atrás!». Estaba rebozado; solo eran rasguños, pero por todo el cuerpo.
Pero bueno, se le dio la vuelta y siento que aporté también. La etapa de Luz Ardiden era la última oportunidad para nosotros, además en casa. Recuerdo que se fue la escapada y no teníamos a nadie. Julián nos puso a tirar. Yo tiré antes del Aspin hasta donde pude y ya en el Tourmalet iba quedado.
Imagínate, empezando Luz Ardiden, lo recuerdo muy bien y lo he dicho muchas veces, la montaña rugió cuando Laiseka entró en meta. Aquello fue… todo el mundo te decía «¡Hemos ganado! ¡Hemos ganado!». Los ocho kilómetros que me quedaban de subida los hice todo el rato así. Imagínate, llegar al Tour como empezamos y terminar de aquella manera fue una pasada.
¿Esa victoria os dio otro prestigio en el pelotón?
Sí, ya te empiezan a tomar más en serio. Pero ocurre con todo lo que haces. El resto de equipos también se fijan cuando todos los Euskaltel nos quedamos atrás. Los años posteriores la organización tuvo la moda de poner una contrarreloj por equipos y ahí siempre perdíamos. Para nosotros era una victoria si llegábamos a la primera etapa de montaña con el contador a cero.
¿Cómo es qué se os daba tan mal la crono por equipos? Porque es una pena que ahí perdierais tanto tiempo.
La crono por equipos es la armonía del equipo. El nivel medio en crono tiene que ser muy alto y nosotros teníamos de todo. Teníamos escaladores muy escaladores. Yo iba bien en crono y Unai Etxeberria era clave, porque defendía muy bien. Tiraba fuerte, pero sin romper el equipo.
En una crono por equipos, si hay los dos límites, no es bueno. Hay que buscar una armonía para no romper el equipo. He tenido la suerte de ganar una crono por equipos en el Tour con el equipo Astana y de lo que íbamos con ese equipo a lo que iba Euskaltel, es algo totalmente diferente.
En Euskaltel, alguien que andaba muy bien en crono como tú, ¿tenía que medir la velocidad para que no se descolgara nadie?
Sí vas al máximo, pero tiras durante más tiempo. En vez de hacer relevos de 20 segundos, haces relevos igual de un minutos. Con Cancellara coincidí en Radioshack y los relevos no eran de un minuto, eran de más. «Ya se quitará», pensabas. Él sabía que tampoco podía subir mucho el ritmo, porque podía romper el equipo; tenía que hacer un cambio más gradual. Pero era increíble lo que tiraba; no se quitaba y valía por tres.
Supongo que ya lo sabes, pero creo que eres el cuarto ciclista con más participaciones en toda la historia del Tour.
No, habrá más de cuatro. Yo tengo 16 Tours, con 18 está Chavanel, si no me equivoco, hay cinco corredores con 17. Está James Voigt, está Hincapie… no sé quién más está. Y luego, con 16 Tours estoy yo y alguno más también.
Eres también el cuarto ciclista con más Tours terminados.
Sí, menos uno, terminé todos los Tours.
Creo que eres el ejemplo de ciclista regular.
Sí. Eso sí que lo he aprendido y me parece importante. Un corredor, cuando va a una vuelta grande por primera vez, aunque esté mal, no te digo que vaya arrastrándose, pero, estando bien de salud, siempre es importante terminar, porque se aprenden muchísimas cosas.
En una Vuelta, en un Giro o en un Tour, algún día malo vas a tener y a veces, más de uno. Pero los primeros Tours te marcan también un poco. Aprendes un poco a pasar esos malos momentos y en el futuro te va a servir. Siempre digo que, cuando uno va por primera vez a una vuelta grande, es importante terminarla.
Imagino que habrás tenido momentos en los que se te ha pasado por la cabeza abandonar el Tour.
Sí, sí, me ha pasado. El año que me bajé fue 2004, con una tendinitis. Además el Tour anterior había sido muy bueno para nosotros y llegamos pensando que, como mínimo, íbamos a estar como el año anterior y vimos que no, que había que seguir trabajando. Yo me bajé, a los dos días se tuvo que bajar Iban también y la verdad es que fue un mazazo. Es como una bofetada que te dan para decirte «chaval, aquí no se regala nada».
Has terminado 15 Tours. ¿Cómo es llegar a París?¿Es una fiesta o es una etapa competitiva?
¡Ostras! También se sufre, no creas. Hasta ver la torre Eiffel es cachondeo; se va menos rápido. Pero, una vez que entras al circuito, aquello se pone serio. Ya hay que colocarse y depende de cómo dé el aire, hay años que se va peor. Pero hay que estar mentalizado, porque, si no, te duelen las piernas más de la cuenta. La recta es larga y, aunque en la tele no se aprecie, aquello bota mucho.
Claro, porque se corre sobre pavé.
Sí y, sobre todo, subiendo los Campos Elíseos, cuesta bastante. Antiguamente se giraba delante del Arco del Triunfo y ahora se da la vuelta entera, que quizás es mejor, porque no se deja de pedalear. Luego, bajando, coges velocidad muy fácil. Te pones a 60, hay muchos botes, saltan bidones… Pasas hasta miedo a veces.
Y la víspera rezas para que no llueva, porque no es lo mismo los adoquines mojados. Alguna vez me ha tocado y se toman precauciones, porque es mucho más peligroso. Cuando sales del adoquinado y entras al túnel, respiras un poco y vuelta otra vez. Y la última vuelta, los últimos kilómetros, ya es a fila de a uno casi.
¿Al Tour de 2003 ya vais Iban y tú como líderes?
Yo creo que sí. Un poco los dos y luego los demás también. Además era el centenario del Tour. No era la edición 100, porque algún año se suspendió por la guerra, pero fue un comienzo especial. Empezamos debajo de la Torre Eiffel y yo hice una prólogo muy, muy buena. Hice tercero y estuve mucho tiempo esperando con el mejor tiempo, porque salí de los primeros. Luego, en la primera etapa de montaña, Iban ganó en Alpe d’Huez y poquito a poco veíamos «¡que vamos, que vamos!»,
Espera, vamos a ir más despacio. Iban gana en Alpe d’Huez, pero tú quedaste quinto y Laiseka noveno. Además, Beloki, aunque ya no estaba en Euskaltel, quedó sexto. Para el equipo eso fue impresionante.
Alpe d’Huez se suele empezar muy agresivo, porque el comienzo es duro.
US Postal empezó a un ritmo muy fuerte.
Eso es. Recuerdo que nos descolgamos y nos encontramos al grupo principal un poco más adelante, porque empezaron muy fuerte, pero igual Lance dio orden de ir más suave. Luego Iban ya arrancó bastante abajo y bueno, hacía camino. Recuerdo que Heras se puso a tirar pero no le quitaban tiempo y a falta de 4-5 kilómetros empezó a arrancar gente. Arrancó Beloki y yo seguía a mi ritmo, pero tapábamos todos los huecos e Iban seguía haciendo tiempo.
Al día siguiente es la caída de Beloki. De hecho, tú estás a punto de caerte también y tuviste que poner pie a tierra.
Sí, todavía tengo la imagen. Vinokourov arrancó subiendo y se tiró para abajo. Ya nos habían dicho y nos decían por la emisora que la carretera estaba muy rota. Beloki ese Tour estaba muy, muy bien, veía que podía hacerle daño a Lance y se tiró para abajo, porque para ganar un Tour a veces te la tienes que jugar también. Y ya casi llegando abajo, era una recta que cogías bastante velocidad y una curva sin mucha complicación, pero le pasó aquello.
Lance salió recto y a mí, por intuición, porque cuando un corredor se cae, casi haces lo mismo que él, a mí me dio tiempo de poner el pie a tierra, le pasé por fuera a Joseba y seguí.
Después de ver la caída, ya sabía que se había hecho muchísimo daño, porque íbamos a muchísima velocidad. Recuerdo llegar a meta y no había otro comentario. Luego, estando en el autobús, pasó la ambulancia y pensaba «Joseba va ahí, seguro». Es un recuerdo que tengo muy reciente, porque todos los años, cuando se acerca el Tour, lo ves por las redes.
Después de aquello, en la etapa 13, que gana Sastre, atacaste. ¿En algún momento os planteasteis en Euskaltel llegar al podio o no sé si llegar a ganar el Tour?
Lo que estábamos haciendo nos valía, pero hoy, pensando en frío, creo que, corriendo de otra manera, uno de los dos podía haber estado en el podio. Todos los ciclistas tenemos un día que ves que vas muy bien y ese que dices, el de Ax 3 Domaines, yo iba sin cadena. Siempre se me ha achacado que no atacara tanto y yo digo que, cuando uno tiene piernas, siempre quiere ir para adelante y ese día, realmente, me vi muy, muy bien.
Además, era el día después de una crono y al que es escalador, cuando hace una crono a tope, al día siguiente se resiente y a mí me gustaba trabajar con la cabra. Entonces no era habitual tener una bici de carretera y una cabra en casa para trabajar también y yo me molestaba en ir a coger esa bici para entrenar con ella. Hice una buena crono y al día siguiente iba bien también, porque la musculatura sufre cuando corres en una posición diferente.
Esto es una sensación personal, pero creo que no hay una imagen de ti como un gran escalador. Tal vez porque Iban llamaba mucho la atención o porque ibas muy bien en contrarreloj, pero creo que no se te reconoce tanto, a pesar de que se te daba muy bien la montaña también.
Te diría que, al principio, yo me sentía un corredor que iba más en las cronos y me defendía en la montaña. Quizás, con los años, me volví más escalador. No uno puro, que tiene esos cambios de ritmo. Por mi físico también, siempre he mantenido un ritmo, pero ese ritmo era alto. En un puerto siempre me ha costado lo mismo el primer kilómetro y el último. El primero es en el que tienes que coger un ritmo y ahí siempre me costaba, sufría, pero, a medida que avanzaba el puerto, iba mejor.
¡Es que eres la regularidad personificada! Pero vamos a volver al Tour de 2003. En la etapa 15, la del Tourmalet y Luz Ardiden, hay otro momento tremendo para Euskaltel cuando llegáis arriba del Tourmalet Iban, tú, Armstrong y Ullrich por delante del resto de favoritos.
Eso fue una pasada. El momento deportivo de mi carrera para mí es ese. Lo tengo grabado. He visto imágenes, he visto algún vídeo también, incluso recuerdo a la gente que vi en los últimos cien metros. Me acuerdo de verle a Jaime Ugarte, que fue presidente de la vasca, loco animando.
Antes te comentaba que, corriendo de otra manera, podíamos haber hecho podio y ese fue el día para intentar terminar más adelante. Siempre sabiendo qué es lo que ocurrió después, pero bueno.
¿Ahí no os tenían ya muy vigilados los rivales?
Sí, pero el hueco estaba hecho. Tirándote para abajo no gastas mucho y date cuenta de que Vinokourov pasó a un minuto y algo y abajo del Tourmalet ya estaba con nosotros. Imagínate lo tranquilo que bajamos. Confiábamos en que en el siguiente puerto también perdería tiempo, pero pasó aquella caída de Lance, paramos, se le esperó, luego arrancó… y al final no le quitamos tanto tiempo a Vinokourov.
¿Por qué le esperasteis a Armstrong? ¿Crees que había que hacerlo?
El que lo decidió fue Ullrich.
¿No fue Hamilton?
Puede ser, pero Ullrich lo aceptó seguido, no hizo ningún intento de seguir para adelante.
No creo que sea antideportivo seguir cuando Armstrong se ha tropezado con un espectador.
Yo lo acepté porque vi a mi compañero en el suelo. Iban se cayó también. Pero fue un instante, porque volvieron enseguida. Luego Lance tuvo un problema con el pedal, que casi se vuelve a caer también. Fuimos un poco de tiempo juntos y ya Lance arrancó.
¿Qué cambió aquel Tour para el equipo? ¿Qué cambió para Iban y para ti respecto a la dimensión que teníais dentro del pelotón?
Cuando estábamos allí yo creo que no nos dábamos cuenta, porque vives en una burbuja y todos los días haces lo mismo; estás un poco robotizado. Corres, llegas, comes algo, te duchas, masaje… Estás metido en una vorágine que dura hasta el último día.
¿No hay más atención de la prensa según vais haciendo buenos resultados?
Ah, eso sí, eso es inmediato. Si haces algo, alrededor del bus siempre va a haber más gente. Hoy en día pasa igual. Al Kern Pharma le habrá pasado lo mismo en esta Vuelta.
Sí te das cuenta, pero tú estás concentrado. También te estás haciendo mejor como corredor. La presión que uno se pone y la presión que absorbe, de alguna manera tienes que aprender a gestionarlas.
Siempre he dicho que, en un Tour, corriendo a ganar etapas o corriendo a hacer la general, de una manera duermes tranquilo y de la otra te cuesta conciliar el sueño. Porque temes tener un día malo y perder todo lo que estás consiguiendo.
Estar 23 días con esa presión consume también y cuando terminas dices «buf, ya está, ya he terminado». Algunas veces, cuando ves a alguien que llega de amarillo a París, me identifico con él, porque casi le ves sonreír por primera vez. ¡Ostrás, soportar eso tiene su peso!
Todo eso también lo vas aprendiendo a gestionar. Algunos lo llevan de una manera, son más dicharacheros y parece que se divierten y otros son más serios.
Nosotros llegamos aquí y al día siguiente teníamos recepción en la Diputación. Fue el momento cumbre de la marea naranja. Para mí, como corredor, significó mucho que, en la última etapa, justo antes de llegar a los adoquines que hemos comentado, se me acercó Ullrich, que casi no me había saludado en todo el Tour, me dio la mano y me dijo «buen Tour». Para mí, que un tío como Ullrich me venga y me felicite por cómo he estado en el Tour, como corredor significó mucho.
¿Con Armstrong has hablado después sobre este Tour?
(Haimar se queda pensando) No… Durante aquel Tour algún amigo de otro equipo sí que me decía «ostras, estos te están viendo bien» y es bonito escuchar eso. Pero Lance ya nos conocía, porque habíamos sido rivales en Dauphiné.
Pero ya no erais ese equipo que iba en furgoneta a las carreras. Ya teníais un reconocimiento dentro del pelotón.
Eso es. De alguna manera yo sentía que le caía bien. A Lance o le caes bien o le caes mal y con Iban, por su desparpajo o por lo que sea, sí que veía que no le… Porque los dos tenían el mismo carácter y chocaban mucho también. Porque Iban le hacía pupa. En Dauphiné le metió tiempo en la cronoescalada y a Lance, como buen americano, no le gustaban esas cosas.
Quizás yo, en ese sentido, tampoco le hice tanta pupa. Con los años, me imagino que él influiría, porque yo salté al Astana de Johan Bruyneel y él entró en el equipo; pero luego nos separamos y Johan me llamó para seguir con él.
Armstrong es uno de los ciclistas que más ha influido en los equipos en los que ha estado, ¿no?
Sí, sí. Yo no he coincidido con Pogačar y esta gente, no sé qué tipo de influencia tienen en su equipo, pero en ese momento era algo nuevo. Yo no he visto a un ciclista tan mediático. En todas las carreras en las que estaba, había el doble de gente. Había más masajistas, había gente de su fundación, gente de Nike… Era un superstar comparado con el resto. Pero luego, en el día, era uno más del equipo. Está claro que imponía; cuando él hablaba, le escuchabas, pero era uno más.
Son diferentes maneras de llevarlo. Hoy, Pogačar da una imagen que parece que se está divirtiendo, es totalmente diferente, pero igual es tan killer o más que Armstrong.
Ahora que dices lo de Pogačar, hace unos meses Armstrong dijo que no le gustaba que los rivales se lleven bien entre ellos, porque Van der Poel, Pogačar o Vingegaard dan la sensación de llevarse bien.
Igual Lance sí que era más así con sus rivales. Pero luego con Ullrich, que podía ser su mayor rival, mira lo humano que ha sido.
Teniendo todo en cuenta, ¿crees que Armstrong ha sido positivo o negativo para el ciclismo?
Ha traído el ciclismo moderno, vamos a decir. El US Postal era el equipo al que todo el mundo quería ir, como luego fue INEOS y ahora es el UAE. En ese sentido, ha hecho bien al ciclismo. Está claro que ojalá no hubiéramos vivido todo lo demás, pero ha traído cosas buenas al ciclismo.
Entonces el ciclismo estaba en Europa, era extraño que viniera un americano y el US Postal fue uno de los primeros equipos globales. Tenían americanos, tenían japoneses, tenían gente de todas partes, que ahora lo vemos normal, pero entonces no lo era.
De todas formas, creo que al ciclismo le cuesta salir de Europa y la UCI no hace demasiado en ese sentido.
Claro, la UCI está en Europa y quiere tenerlo todo controlado. Sí que hacen algunas cosas, UCI y ASO, que van por separado, pero, al final, son las dos fuerzas que dominan el ciclismo.
¿Crees que el periodo de la EPO se podía haber gestionado mejor? Yo creo que hubo un momento en el que se descontroló y le hizo mucho daño al ciclismo.
Sí, está claro y hay que ser duros con uno mismo también. Hubo una época negra del ciclismo, pero es cierto que, los equipos y la UCI también, fueron los primeros que dijeron «hay que hacer algo, porque es nuestro deporte y de alguna manera tenemos que salvarlo, no podemos estar con este sambenito toda la vida».
Se pusieron todas las normas, todos los controles en casa y no sé si la gente lo sabe, pero, cuando hablamos de los premios para los corredores y los equipos, un porcentaje importante va para pagar los controles antidoping también. Todo el mundo pone algo para que ese sistema funcione y eso ha llevado al ciclismo de hoy, que, quien quiera hacer algo, lo tiene crudo. Un día se puede salvar, pero te digo que, al segundo o al tercero, no lo pasa.
¿Sentisteis que se pudiera estar perdiendo la afición al ciclismo?
La afición no creo, porque aquí siempre ha habido mucha. Pero sí que he tenido que escuchar cosas feas, quizás ganadas, pero se generaliza mucho.
¿Había reproches hacia los ciclistas?
Sí, hasta en la vida diaria y alguna vez he tenido que contestar a alguno. Porque, si tu me dices algo, yo te contesto también. Me estás acusando sin pruebas y casi tengo que ser yo quien demuestre mi inocencia. Pero bueno, lo entiendo también y de alguna manera, lo teníamos ganado, porque fueron unos años negros.
¿Crees que a día de hoy hay garantías de que haya un ciclismo limpio?
Yo creo que sí. Está claro que, igual que se ponen los medios para garantizarlo, la ciencia avanza también y al cien por cien no se puede asegurar nada; pero habrá que ir adaptando los medios y hoy en día, creo que el ciclismo es muy creíble.
Desde luego, están siendo unos años muy bonitos para ver ciclismo.
En los años que me ha tocado vivir a mí todo era muy controlado. Había un equipo muy fuerte que se ponía a tirar, iba quedándose gente y luego el líder arrancaba. Ha sido todo muy mecanizado. Pero, ahora mismo, con la generación que hay, hacen un ciclismo que no puedes ni echarte la siesta. Te pueden arrancar a 80 kilómetros y te revientan la carrera. Para estar en el pelotón seguro que es muy duro, pero para verlo es una gozada.
¿Por qué en La Vuelta no llegaste a conseguir los resultados que tuviste en el Tour?
Porque el Tour, desde la primera vez que corrí, me encantó. Aunque lo pasé mal, me encantó y pensé «yo aquí quiero hacer cosas». La Vuelta venía después y cuesta hacer dos vueltas grandes en una temporada. Yo creo que solo los elegidos pueden andar bien en la general en dos grandes.
Algún año intentamos cambiar con el Giro, porque hay que buscar estímulos nuevos y el cuerpo se acostumbra a hacer siempre lo mismo. La carrera me encantó, pero me di cuenta de que no era mi carrera, porque era demasiado pronto. Notaba que, aunque pudiera hacer un buen trabajo en invierno, siempre me costaba hasta mayo, sobre todo hasta que llegaba el buen tiempo.
Por tipo de montaña, La Vuelta igual no te va tanto.
Son más explosivas. Eso también. En los últimos años ha buscado puertos con mucho desnivel y tengo seguro que eso no me va bien. Cuando corrí La Vuelta era muy cómoda. Se iba por carreteras mejores, más anchas, mucha autovía… Mi primera gran vuelta hice décimo en La Vuelta y eso también lo recuerdo. Quizás en los últimos años ha cambiado, pero La Vuelta me parece la más fácil para ir aprendiendo.
Otra carrera a la que has sido muy fiel es la Clásica de San Sebastián.
Antes te he comentado que mis primeras nociones es de ver la Clásica de San Sebastián. Además pasa por mi pueblo. Es que tiene todos los argumentos. Es después del Tour, que ya tienes un cierto punto y a mí no me costaba. En el equipo lo notaba un montón y a veces me enfurecía.
Sobre todo cuando estaba en el Trek. Venía gente del equipo que decía «joe, me han mandado a Donosti, que no me motiva nada» y yo estaba súper motivado. Para mí era como correr un Mundial. Además no me costaba nada hacer una semana más después de estar concentrado en el Tour. Le tenía cogido el truco también.
Llegábamos el lunes a casa, el martes no tocaba la bici, pero el miércoles ya me montaba; el jueves hacía un esfuerzo para no dar un bajón, el viernes entrenaba por la mañana, me iba al hotel, me daba mi masaje y al día siguiente sabía que iba a estar bien.
Has hecho muy buenos puestos en Donosti, ¿algún año te viste con posibilidades de ganar?
Te ibas adaptando, porque fue cambiando también. En los últimos años siempre había algo nuevo, mientras que antiguamente se subía Jaizkibel y se llegaba. El año que hicimos quinto y sexto en el Tour sí que me vi con opciones, tenía piernas para hacer algo. Pero en Lezo, ya entrando para Jaizkibel, pinché. Al día siguiente, en Urkiola hice tercero.
Me tenía que adaptar, porque normalmente era inevitable llegar en grupo. Recuerdo el año que arrancó Gilbert en el Alto de Miracruz, que nadie pudo seguirle. Yo sabía que iban a salir a por él y mi momento era coronando el Alto, cuando vieran que no podían. Arranqué y Samuel (Sánchez) salió a por mí. Nos cogieron en el ambulatorio, pero, ese año, en el podio podía haber estado.
En realidad, si hubieras sido un poco mejor al sprint, podías haber ganado muchas más carreras, porque muchas veces perdiste al sprint.
De tres hacía cuarto. Siempre lo he dicho (risas).
Después del Tour de 2003, en Euskaltel no llegasteis a alcanzar ese nivel o no tuvisteis el mismo impacto. ¿Qué crees que os faltó?
Quizás la primera vez es cuando más sorprende. Luego ya, se espera, como mínimo, esos mismos resultados y no se llegaron a alcanzar. Yo volví a hacer quinto en el Tour…
Y en 2006 hiciste octavo.
Pero eso ya es más atrás. Ya has estado más arriba. Los años son diferentes y los rivales no son los mismos, pero entiendo que no genere lo mismo. Por eso digo que el culmen fue ese Tour. Está claro que luego han venido otros corredores y se han hecho cosas; Samuel también ganó etapas, pero no fue lo mismo.
¿Crees que la salida de Gorospe y la llegada de Galdeano fue necesaria? Lo digo porque muchas veces se busca un cambio para dar un empujón.
No lo sé. A Julián se le ha achacado que no nos pedía más o algo diferente, como en el Tour de 2003. No sé si llamarle ambición o apostar por alguien, porque como director tampoco es fácil, teniendo a dos ciclistas, apostar por uno. Pero, igual se le achacaba que fuera un poco conformista y yo creo que eso pesó también para tomar esa decisión.
Me da la sensación de que, a ti, compartir el liderato con Iban sí te iba bien.
A mí sí. No tenía ningún problema. Incluso era mejor. De alguna manera, esa presión la tienes que compartir también. Te da cierta tranquilidad.
Así como otros equipos sí han tenido problemas compartiendo el liderato, yo creo que a vosotros os iba bien.
Quizás desde fuera se ha intentado decir que Iban y yo teníamos problemas. Yo he escuchado de todo y todo eran invenciones. Es justo lo contrario. Si después del Tour he estado en casa de Iban, los dos sin camiseta, montando muebles. Pero eso se ha hecho siempre. Yo era muy joven, pero recuerdo que se hablaba de Julián y Jokin Mujika, que uno era vizcaino y el otro guipuzcoano. Esa rivalidad con Bizkaia siempre ha existido.
Cuando Iban se marcha de Euskaltel, Samuel Sánchez venía cogiendo galones. ¿Llegaste a compartir liderato con él?
Con Samuel no tengo el mismo recuerdo que con Iban. Yo creo que era un liderato compartido también. Samuel siempre ha sido un corredor muy listo y ha sabido, sobre todo, conocerse y sacar lo mejor de sí. Y el año que yo decidí cambiar de aires, él ganó los Juegos Olímpicos y eso fue muy importante en su carrera.
¿Por qué decidiste dejar Euskaltel?
Porque llevaba once años en el equipo. Ya en el anterior contrato me lo pensé mucho. Ostras, son muchos años y yo veía que mi época ahí había terminado. Euskaltel me dio y creció mucho, pero no dejaba de ser un equipo de casa. Todos los ciclistas vivíamos en cien kilómetros a la redonda. También quería vivir un ciclismo diferente, más internacional, vamos a decir.
Tuve la oportunidad de Astana, decidí cambiar y así se lo dije a Madariaga, porque en su día apostaron por mí. Pero yo creo que lo entendieron. También veía que venía gente joven en el equipo y que mi puesto lo podían remplazar ellos.
Cuando llegas a Astana no se sabía que iba a correr Armstrong con vosotros. ¿Cómo cayó esa noticia?
Antes de fichar, ves los corredores que hay y estan Contador, Klöden, Leipheimer, Horner… ¡joe!, era un equipazo ya. Hablando con Johan, me decía para qué me quería y te vas mentalizando. Porque te tienes que adaptar a la nueva situación.
Yo creo que el Astana de 2009, corredor por corredor, es el mejor equipo que ha ido al Tour.
¡Uy, yo tenía una sensación de dream team…! Entonces estaba el Barcelona de Guardiola y yo decía que, en el ciclismo, este era el dream team. Mirabas alrededor y cada uno podía ser líder en otro equipo. Luego Lance decidió venir y las diferencias con Euskaltel ya eran enormes.
De salida fuimos a hacer un training camp a Santa Rosa, en Estados Unidos y todo fue muy diferente de lo que estaba acostumbrado. Yo llegué de madrugada, me dieron la habitación, que ya sabía que era con Dimitriy Muravyev, un ciclista kazajo, pero ya estaba durmiendo. Nos despertamos por la mañana y le dije en inglés «buenos días, soy Haimar». Creo que había 17 nacionalidades en el equipo.
¿Qué rol te dijo Bruyneel que ibas a tener en el equipo?
Bueno, estaba Contador y había que estar al lado suyo. Sobre todo cuando la carrera se ponía para arriba, cuanto más tiempo estuviera con Alberto, mejor. Como anécdota, Johan me preguntó si hablaba inglés, que en ese momento sabía muy poco, pero le dije «sí, sí, yo inglés sí».
¿Tenías un rol de gregario?
Sí, sí, estaba claro. Pero tú, como corredor, sabes que durante el año vas a tener tus oportunidades.
Y estabas cómodo con ese rol
Sí, yo me conformaba con eso. He estado veinte años como profesional, pero en ese momento veía que podían ser mis últimos años. Poder estar nueve años más en esa estructura lo veo como un éxito personal.
¿Desde el principio se vio que iba a haber choque entre Lance y Alberto?
Yo fiché con Astana por Johan, porque a mí me gustaba cómo dirigía sus equipos, cómo los gestionaba durante el Tour y pensaba que, si podía, quería correr para Johan. Estaba Alberto en el equipo y mi rol era estar cerca de él. Luego llegó Lance y ya piensas «a ver cómo se gestiona esto».
Se ha hablado mucho de aquel Tour, de los momentos en el autobús… Son dos caracteres diferentes. Los dos killers a su manera, que chocaban mucho también y cada uno defendía su territorio, vamos a decir. Lance era quien había hecho y volvía y Alberto era el que estaba subiendo. Estaba seguro de que iban a chocar.
Yo al menos, como corredor ya sabía quién era el más fuerte. A mí no me entraba en la cabeza. Vale, Lance ha vuelto, pero es que Alberto está creciendo. Como compañero veías también que, físicamente, Alberto era más y luego se veía para arriba. En la segunda concentración, creo que fue en Canarias, Alberto llegó sin entrenar y Leipheimer le hizo sufrir. «Este se va a enterar» me decía Alberto y en dos, tres entrenos, fulminaba a todo el equipo. Veías que tenía mucha facilidad para, con poco, ponerse muy bien y era el más fuerte.
¿Dentro del equipo cómo vivisteis aquel Tour?
A veces hubo momentos tensos, pero ahí se demuestra cómo tienes que parar a la gente. Una cosa es que cada corredor defienda lo suyo, pero ahí hubo que tranquilizar cosas. Se ha hablado mucho de aquello y es muy morboso, pero, mira si fue bien, que ganamos el Tour, hicimos terceros, Kloden no sé si estuvo entre los diez primeros, ganamos la crono por equipos, no sé cuántas etapas, la clasificación por equipos…
Está claro que Alberto tiene su entorno y creo que a veces le hacían calentarse demasiado y sin necesidad, porque aquel Tour lo hubiera ganado en cualquier caso. Una de las primeras etapas llegábamos a Andorra, la orden era no atacar y Alberto atacó, casi para no conseguir nada. De alguna manera, él se sentía invadido y entiendo también su manera de querer demostrar.
Luego, en otra etapa, recuerdo que yo ya había tirado y estaban los hermanos Schleck, Klöden y Alberto. Lance estaba sufriendo. Recuerdo escuchar por la emisora «¿puedo arrancar?», «sólo si te vas solo». Alberto arrancó y el único que se quedó fue Klöden.
Se fue con los dos hermanos y luego no disputó la etapa. Klöden se había sacrificado mucho por Alberto y podía haber ganado aquella etapa. Igual, con el tiempo, Alberto se ha dado cuenta, pero bueno, fueron decisiones que tomó él. Al final, en el equipo se consiguieron muchas cosas. Lance ya hizo bastante, porque volver y terminar en el podio, ni en los mejores sueños podía verlo.
Creo que Alberto puede ser un ciclista más individualista, que no necesita tanto al equipo y Armstrong necesitaba controlar a un equipo que tenía otro líder. En esa situación, me parece que Alberto prefiere resolver el conflicto en la carretera y ahí demostrar que es el mejor.
Sí, puede ser. Se vio después del Tour también. Surgió la oportunidad del Radioshack y Johan y Lance, lo que quisieron, se lo llevaron. Yo tenía un año más con Astana, pero había firmado con Johan y quería seguir con él. También me llamaba el director de Astana, que quería que siguiera con ellos, pero pude quedar libre y firmé con Radioshack.
La verdad es que la mayoría del equipo se fue al Radioshack.
Igual ahí Alberto se lo pudo tomar a mal, nunca lo he hablado con él, aunque puede parecer que le dejamos de lado. Pero bueno, luego volvimos a coincidir en el equipo y siempre he tenido muy buena relación con él.
A Radioshack entiendo que vas con el mismo rol, ahora trabajando para Armstrong.
Eso es.
Ese fue el único año en el que no fuiste al Tour.
Yo quería estar en ese Tour, pero me rompí la mano y no pude llegar. Pero ese verano entrené en el Pirineo como un capullo. Algunos todavía lo recuerdan, de verme a mí y de padecerlo también. Hacía rodillo hasta tres veces al día para mantener, pero, después de diez días, ves que no llegas y todavía tenía las grapas.
Sin embargo, al volver ganas en el Tour de l’Ain, tu única victoria junto con la Euskal Bizikleta. ¿Tienen importancia para ti las victorias?
Claro que tienen, está claro. Mi palmarés está ahí. Pero para mí también es una victoria haber estado veinte años, que, en los equipos en los que he estado, la gente me ha querido llevar con ellos, he tenido mi sitio y eso también es importante. Se me achaca que no atacaba, que no tengo muchas victorias, pero he tenido otras cosas. He tenido regularidad y si he estado veinte años como profesional. Está claro que algo bien he hecho.
Has sido cinco veces top-10 del Tour y no sé si hay muchos ciclistas que puedan decir eso.
Está claro. En la vida también ocurre y cuando hablamos de ciclismo profesional, las victorias es lo que cuenta, pero hay otras cosas también.
Después Radioshack se fusionó con el Trek.
No era Trek todavía, era Leopard. Luego sí que asumió todo Trek. Recuerdo que nos citó Johan una tarde, durante La Vuelta. No teníamos ni idea, porque aquello fue secreto hasta entonces. Dijo que había esa oportunidad. Nosotros estábamos un poco a falta de un líder y yo creo que a Leopard le venía bien.
A vosotros también os venían unos corredores buenísimos.
Claro. Venía Cancellara y venían los hermanos Schleck y se hizo la fusión. Algunos corredores no tuvieron hueco, porque sobraban corredores, pero se hizo la fusión.
Con Cancellara me ponían bastante; yo creo que, por mi manera de ser, le daba tranquilidad. Recuerdo que me dijo «te tienes que venir conmigo a Gran Canaria a entrenar. Tienes que probar aquello». Después de una carrera fuimos para allí y a día de hoy sigo yendo. Luego iba todos los años con la familia. Allí es donde noté la arritmia.
¿Qué notaste, que se te aceleraba el corazón?
Iba entrenando normal y ahora tienes tantos datos, que ves que, en un repecho que normalmente pasas a 130, estás a 160 y no vuelves a las pulsaciones habituales. Eso no es normal. Hablé con el médico y me dijo que dejará de entrenar dos días. Lo hice y al volver veía que pasaba lo mismo.
Luego ya fui a ver al doctor Bodegas, en Bilbao. Subí las escaleras a un primer piso y ya me dijo: «tú entras en arritmia cuando estás haciendo ejercicio físico». Me hicieron un tratamiento y luego estuve un mes medicado y sin poder entrenar.
No sabía si había dado mis últimas pedaladas o si lo iba a superar. No me veía con fuerzas de contarlo y estuve un mes escondido. Estaba en el parque con mi hija. No lo conté hasta que lo pasé, porque todavía tenía que digerirlo. La víspera de terminar el Tour me pareció que igual era el momento. Lo consulté con mi médico y me dijo que sí, que podía ayudar a gente que le estuviera pasando lo mismo.
¿En algún momento pensaste que igual era mejor retirarse?
No, yo no quería dejar el ciclismo así. Quería probar si podía seguir. Ahora mucha gente, gente de fuera que ha oído o ha leído los artículos que se publicaron, me escribe para que les cuente mi experiencia. Siempre les digo «te costará olvidarlo». Cuando estás dormido del lado del corazón oyes el latido y sin querer, estás pendiente a ver si va bien. Pero, con los años, lo vas olvidando también.
Cuando corriste el Tour ya no había riesgo, ¿no?
No, qué va. Un mes después de que te hacen la cardioversión, te hacen como un examen. Te ponen un holter, que te está midiendo todo el rato durante 48 horas. Entregas el holter y le sale al médico todo en el ordenador. Ahí estás esperando, pensando «¿estará todo bien?». Por suerte, todo fue bien y ya me llevaron a competir a una vuelta un poco más tranquila y estuve muy bien.
Luego hice Dauphiné súper bien también y ya fui al Tour. Recuerdo que, en la charla del último día, el director del equipo empezó diciendo que no había que rendirse nunca, «fijaos en Haimar, que en la última contrarreloj adelantó a dos ciclistas». Yo pedí hablar también y dije que, para mí, el mayor triunfo había sido simplemente estar allí, porque dos meses antes no sabía si iba a volver a dar pedales y quería agradecerles también por la oportunidad (Haimar terminó sexto en la general de aquel Tour).
Correr un Tour de Francia es una prueba de mucho esfuerzo. ¿No tenías miedo de tener algún problema?
Pero el riesgo no era por un sobresfuerzo. Era un tipo de arritmia que, cuando estabas haciendo un ejercicio, la fibra del corazón provocaba una especie de falso latido. No es que con pulsaciones altas pudiera darme algo. El doctor siempre me tranquilizó y me lo explicó de una manera súper sencilla. Tenía controles, porque tampoco quieres hacer algo que pueda repercutir para el resto de tu vida, pero todo fue normal. Yo también era el mismo de antes, sólo que pensaba en ello muchas veces.
Al año siguiente participas en La Vuelta que gana Chris Horner. Entiendo que no ibais con la idea de que fuera candidato a la victoria. Tú abandonas en la etapa 14, pero ¿en qué momento cambiasteis la estrategia para buscar ganar en la general?
Chris ya lo vio. Josu Larrazabal decía «todas las teorías que he aprendido en la universidad se me caen con este». Venía desde Estados Unidos prácticamente la víspera de empezar La Vuelta y no tenía ni jetlag; le tenía cogido bien el truco. El tío vino muy preparado, estaba muy, muy delgado. Es verdad lo que se hablaba de que cada dos días su mujer iba al McDonalds y le traía comida. «Yo necesito calorías» decía. Imagino que en casa se cuidaría mucho.
¿Y los médicos qué le decían?
No le decían nada. Él bajaba a la cena… es que ya estaba cenado, pero por respeto al resto bajaba. Cada dos días venía con su bolsa del McDonalds, con su hamburguesa, sus patatas… y decía «I need calories». Y mira, luego el que más iba para arriba era él. Aguantó muy bien. Yo me bajé en Envalira con hipotermia y él, a base de experiencia, de vestirse bien, lo supo llevar mejor.
Porque ese día empezamos al otro lado del túnel del Cadí con veintipico grados y arriba de Envalira estábamos a cero grados y mojados, porque había empezado a diluviar; casi nevaba arriba. Yo no podía ni ponerme los guantes. Ese día nos bajamos cinco con hipotermia.
En 2014 tenías 37 años y haces octavo en el Tour. Has mantenido un nivel muy alto durante mucho tiempo.
Sí, yo veía que los últimos años no tenía el mismo físico que con 28, pero como corredor tenía muchísima más experiencia. Sabes medir los esfuerzos, cuándo hay que gastar, cuándo no… Todo eso también te ayuda y luego, ves una oportunidad y la intentas aprovechar también. Igual ha fallado algún compañero y dices «ahora estoy yo» y lo intentas solucionar.
¿Esa experiencia se nota tanto como para compensar la pérdida de condiciones físicas?
Sí, se nota muchísimo. Si cuando hicimos quinto y sexto en el Tour, Iban y yo hubiera sabido todo lo que he sabido después… Pero eso te pasa en la vida real también. Te digo yo que aprendes cuándo se puede liar, cuándo no… Te digo que casi hueles cuándo va a haber caída. Cuándo se puede ir más relajado, cuándo hay que estar adelante jugándosela… Se intuye. Adquieres como un sexto sentido. Esto lo decía mucho Markel: Todos tenemos boletos para la caída y es el único momento en el que no quieres que te toque.
¿En tus últimos años adquiriste el rol de veterano en el equipo?
Claro. No sólo en carrera, en el día a día también. Desde la concentración notas que el equipo te pide eso, que seas el ejemplo de cómo hacer las cosas. En carrera hay que comportarse de una manera, pero después de carrera también. Ya en la concentración te ponen en la habitación con un compañero joven, de veintipocos años.
A mí me ha ocurrido, yo he aprendido de los mayores también y notas que tienes que ejercer ese rol. Cuando estás en la concentración, la hora es la hora. Si salimos a las diez, a las diez hay que estar ahí preparado, porque somos 30 corredores. Y en el Tour es lo mismo. Si el autobús sale para la salida a tal hora, para que todo funcione bien hay que estar puntuales.
Tengo la sensación de que se te tiene que dar bien ese rol.
No sé si se me da bien, pero es algo que me gusta también. Sobre todo con los jóvenes. Alguna vez he pensado en la posibilidad de ser director de algún equipo, pero en un World Tour no me gustaría, porque se supone que ahí ya todo el mundo ha hecho algo. ¿Yo qué le voy a enseñar a Mollema o a uno que tenga 25 años y ya sabe casi todo?
Lo bonito es en un equipo pequeño, que hay gente joven que realmente absorbe. A veces veo vídeos de Mikel Nieve hablando a los ciclistas del Kern Pharma y veo que están escuchándole, absorbiendo.
En tu último año como profesional volviste a correr con Alberto Contador. ¿Era un corredor muy distinto al que habías conocido en Astana?
Sí, ya le costaba más trabajo llegar a ese nivel. Necesitaba hacer más esfuerzos. Ya le costaba un poco más bajar el peso. Alguna concentración que hice en Canarias con él, veía que ponía toda la carne en el asador. Como detalle, estábamos en un hotel en la playa y veía que entrenábamos como locos y no bajaba de peso. Cambió de hotel, se fue arriba unos días y empezó a bajar de peso.
Así era imposible entrenar con él; necesitabas un día de descanso, porque te mataba entrenando. Pero parte de tu trabajo también ese ese, apoyar al líder no sólo en carrera, para que luego todo fluya.
¿Qué es lo que te decidió a retirarte?
Estaba rondando en mi cabeza, eso está claro. Ese año había firmado para un sólo año. Pero la decisión final fue durante el Tour. Lo tenía hablado con mi familia, con mis niñas y más o menos ya sabía luego lo que quería hacer, porque eso me daba cierto vértigo también. Media vida había pasado. Tenía 40 años y 20 habían sido como pro y antes había estado corriendo también.
Por mi manera de ser, quería hacer cosas en bici. Había hablado algo con Paco (fundador de Etxeondo), pero teníamos una conversación pendiente. Lo hablé con el equipo y me sentí súper afortunado de que me dieran la oportunidad de retirarme dónde yo había decidido y sin terminar la temporada.
A mí me hizo ilusión que te retiraras en la Klasikoa.
¡A mí también! Fue como redondearlo todo. Lo que hemos hablado antes de la Clásica. También podía haber sido en la Itzulia, pero, por cercanía, aunque nunca he vivido en Donosti, siempre lo he sentido mucho. Soy guipuzcoano y donostiarra, ¿no? Era redondo, como si escribiera un guion. ¿Cómo te gustaría que fuera tu despedida? Pues así. Por eso también me sentí afortunado.
Te hicieron una bici especial.
Si, eso es costumbre con la gente que ha estado muchos años en el equipo. Alguna vez había pensado que igual me hacían, pero es que me lo sacaron en un momento que no esperaba. El último día del Tour a la mañana, estaba en el bus, me dijeron que bajara y allí estaba la bici. ¡Ostras!
También Bauke te cedió el dorsal número 1 de la Clásica.
Eso es y eso tampoco lo sabía. Él había ganado el año anterior y me dejó su dorsal.
¿Por parte de la afición qué tal despedida tuviste?
¡Ah, me sentí súper bien! ¡Mucho cariño! Además ese año se subió Murgil por primera vez. Yo no estaba entre los premiados, pero tuve que subir al podio. Kwiatkowski había ganado y me dejó sitio. Luego, la gente de mi pueblo estuvo en la clásica y unos días después, me hicieron un homenaje en el pueblo.
Se hizo una especie de museo con fotos, que yo no sabía que mi mujer había guardado cosas que estaban en casa. Yo no he sido de guardar esas cosas, pero un amigo tenía los maillots de los veinte años que he corrido.
Decías que te daba un poco de vértigo la retirada, pero creo que te has organizado bien.
También me he sentido afortunado. Porque no es lo mismo dejar el ciclismo obligado o porque no has encontrado equipo. Casi peor por una lesión, que se corta de repente y todo eso hay que digerirlo. Yo elegí el final y, vamos a llamarle duelo, eso lo tenía ya hecho.
Recuerdo terminar la Clásica de San Sebastián y el mismo agosto ir a cenar con Paco y Patxi, porque yo aquí venía mucho y les pedía muchos favores. Ahora soy embajador de Etxeondo, me llaman algunos corredores y soy yo quien les echa una mano. También estoy con Orbea, que en Euskaltel corrí con ellos y he vuelto a los orígenes.
Estoy contento de cómo se ha dado el cambio. En casa también están más contentas. Estoy más con ellas. Aunque va por épocas, ahora tengo unos fines de semana bastante ocupados. Nos vamos a Galicia, que vamos a hacer dos social ride y luego me voy a Barcelona. El mes que viene nos vamos a Chipre también, que Zakarin se quedó a vivir allí y organiza una salida de cuatro días. Siempre relacionado con la bici.
Yo quiero contratar al fotógrafo. Haimar Zubeldia, nacido en 1877!!!!!!! parece tener 47 años y no 147. El fotógrafo muy bueno porque no le ha sacado con tanta arruga.
Qué pedazo de articulo! Zelako equipazo Xabier Rodríguez eta Andoni Lubaki. Qué disfrute para los aficionados al ciclismo…. Milesker.