En el Barça juega uno de los más grandes futbolistas del mundo: Lamine Yamal. A día de hoy, probablemente sea el mejor. Y entonces todo puede suceder.
Pongamos que el equipo está con diez y en la lona. Alguien se quita un balón más de encima, mandándolo al cielo, con la única esperanza de alejarlo y sobrevivir. Entonces Lamine Yamal bloquea a su defensor, controla esa pelota perdida y luego la guarda en la red. Chuta desde los vestuarios, pero le cuesta lo mismo que abrocharse las botas.
Ante el Mónaco, el desparramado en el césped es Vanderson, a quien su técnico cambió de puesto expresamente para que frenase al crack, inequívoco signo de que los rivales le temen. Lógicamente, no sucedió porque ni la mejor táctica alcanza al talento. Ningún zaguero entra a Lamine porque ninguno se atreve, pero tampoco esa es la solución. Es un gol fácil (ja), inevitable y para toda la familia.
Lamine Yamal queda al margen del estudio, por encima del estudio. Tener a un futbolista de su nivel determina en buena medida el número de victorias de un equipo. Como cuando cualquier Barça ganaba los partidos con cualquier Messi. Porque todo lo condiciona y todo lo puede. Lo sabe también la Selección española reciente campeona de Europa. A partir de ahí, analicemos el buen hacer grupal del Barça de Flick.
Gegenpressing es también Guardiola
Como el Barça arrolla en Liga, la parte fea de la culerada sacó esta semana lo de que el estilo de Flick es la antítesis del Barça, y que eso no mola. «Flick es el primer entrenador totalmente desligado de la ideología que ha hecho grande al Barça las últimas décadas. Ahora se ha puesto de moda el físico, y tengo la sensación de que hemos fichado un profesor de gimnasia», dice, en catalán, un notorio periodista.
Bien, la realidad es que la ideología de juego del Barça es tener el balón la mayor parte del tiempo para así intentar crear el mayor número de ocasiones posibles, todo partiendo de una base posicional. En esencia, nada más. Es exactamente lo que trata de conseguir Flick.
Mientras otro facto, en relación a las palabras del periodista, es que un profesor de gimnasia titulado que tuvo el Barça se llamaba Michels, padre futbolístico de Cruyff y, por ende, del estilo-Barça. Fue en los años setenta, cuando de verdad estaba de moda la preparación física. Fútbol total, llamaron a aquella mezcla de técnica y físico con el balón como protagonista.
Flick dio la oportunidad a Musiala y se la ha dado a Bernal porque adora lo técnico, mientras cuida lo físico porque pretende que sus equipos presionen de manera intensiva desde los primeros pasadores rivales. Cree que sólo así se ganan las cosas, como también se cree en el Barça desde 2008.
Esto en Alemania se popularizó como gegenpressing, paralelamente a que en el Barça lo explotara Guardiola. Una pregunta irónica de Pep es: «¿Prefieres correr cinco metros hacia adelante o cincuenta metros hacia atrás?»
¿Raphinha y Lamine Yamal no se cansan?
Presionar hasta el desaliento fue un sello del exitoso Bayern con Flick y, en el Barça, el técnico lo consigue a partir de Raphinha y Lamine Yamal. Son tan adecuados para esas labores que permiten soportar las carencias de Lewandowski, quien a su edad no puede repetir tales esfuerzos.
Raphinha es un brasileño a la europea, como antes se decía: todo físico y voluntad, nada de arte. Ideal para los desmarques de ruptura y las presiones continuas, deficiente para todo lo demás. Jugando en la izquierda se reducen sus ganas de desbordar, ya que tiende a hacerlo hacia dentro, algo que por el otro costado intentaba mucho y rara vez conseguía.
Mientras que la incidencia saltando al primer poseedor y ofreciendo a sus compañeros opciones en profundidad se mantienen. Sin ser un goleador, alcanza cifras decentes. Raphinha es el encargado, finalmente, de hundir la zaga rival cuando los interiores necesitan espacio.
Por su parte, Lamine Yamal tiene 17 años y aún es tiempo de mantener las ganas de comerse el campo hasta ganar títulos y ser Balón de Oro. Esto también lo hacía Messi en sus inicios. Presiona mucho porque quiere y bien porque si algo tiene La Masía es el machaque de conceptos. Lamine está recuperando balones que aprovechan los centrocampistas o que él mismo manda a gol, dada la proximidad del área, como el día del Girona.
Por sistema, Lewandowski se mantiene con el primer volante o cierra líneas de pase, mientras sus enérgicos compañeros saltan y el Barça acaba por recuperar el balón más pronto que tarde. Es una buena idea.
Pero Raphinha y Lamine Yamal son sólo parte de un funcionamiento exigente que lleva, detrás, mucho de divertido juego.
El cuadrado mágico desde una zaga de Xavis
Porque el Barça 24/25 está elaborando un fútbol armónico que se origina en la base. Para encontrarle el sentido hay que observar un cuadrado mágico que, como dijera su benefactor Luxemburgo, está hecho con los ángulos mágicos. Un cuadrado donde centrales e interiores ganan peso en detrimento del mediocentro.
En el actual Barça de Flick, el pivote no es el organizador. No existe un 4 a lo Milla, Guardiola o incluso Busquets. Si juega Casadó, el pivote toca más el balón, debido a su viveza. Si juega Bernal, por su pausa, lo toca menos. Y si juega ahí Eric García, probablemente no se entienda con Ter Stegen y el Barça pierda el partido. Es, en cualquier caso, secundario. De momento, el pivote es sobre todo un apoyo de cara y un sostén posicional que permite la movilidad de los interiores, el vuelo de Balde y la gestión inicial de los centrales. Veremos cuando regrese De Jong.
El cuadrado está compuesto por dos grandes pasadores atrás y dos grandes futbolistas en mitad de campo. Los interiores se ofrecen a la salida y se activan desde las botas de los centrales. Parece sencillo pero no lo es.
La clave del sistema pasa por tener a Cubarsí e Íñigo Martínez como centrales. Jugadores con destreza asociativa. Ambos actúan a pie dominante, un plus en forma de milésimas necesario para bordar el modelo combinativo.
Cubarsí juega el balón desde la zaga como un Xavi. Supera la primera línea de presión con naturalidad, una y otra vez. No vacila, sólo detecta y ejecuta con precisión. Eso no se aprende, se lleva y se desarrolla.
Aun sin la virtud de su acompañante, Iñigo Martínez también es notable en la salida y además es capaz de encontrar la diagonal con Lamine y Olmo, los jugadores determinantes en la zona de aceleración. El fútbol va de complementariedades entre cercanos y también con los alejados. Dicen las estadísticas que la pareja dobla en pases a los centrocampistas y que ninguno baja del 90% de acierto.
En estos menesteres emerge Ter Stegen, cuyo dominio del pase medio y largo no se ve en Cataluña desde tiempos de Márquez. Sus envíos al pecho de Lewandowski cuando la presión rival es insuperable son el desahogo necesario. El polaco cae, Ter Stegen lo encuentra y aquel conecta a un tercer hombre, mientras el culer aplaude una acción con la que se siente identificado.
Un Olmo para el mejor Pedri
El tercer hombre sucede mucho en este Barça. Sin embargo, el cuadrado es lo prioritario y los interiores son los verdaderos ángulos mágicos.
Pedri y Olmo se cuentan entre los mejores centrocampistas del mundo. Comparten sensibilidad y se complementan a la perfección. Por eso el plan funciona. Son capaces de girar en circunstancias inverosímiles dando paso a inventar fútbol, sobre todo Pedri.
El canario es un gestor de jugada, siguiente escalón al pivote que ve claridad en noche cerrada. Va de atrás hacia delante marcando el ritmo del juego, primero, para asistir después. Balde le abre espacio, pegándose a la cal: aparece allí otra complementariedad adecuada.
Mientras Olmo es más mediapunta que enganche. Su hábitat son los tres cuartos, supera rivales con habilidad y se asocia con finura, pero su ser le pide área. Es además otro punto de gol claro en un equipo al que, con Lewandowski como estandarte, no le faltan alternativas. Cuando Olmo se adelanta demasiado y la jugada no le encuentra, ahí está Koundé para echar un cable.
El francés es un central reconvertido, mediocre socio de Lamine Yamal en fase ofensiva pero buen extrapass -que diría Guardiola- en el sector derecho cuando se mantiene a baja altura. Una complementariedad a medias, sin embargo necesaria, habida cuenta de que Koundé también posibilita la salida de fondo a tres, útil según la estructura de algunos rivales.
El Barça mueve el balón rápido desde atrás y en vertical, encuentra a sus interiores y adelanta líneas. Nunca duerme la jugada, imprime un ritmo frenético que favorece a la juventud del equipo y dificulta la reestructuración oponente. Todo se estrecha en la mitad rival mientras los grandes centrocampistas hacen lo suyo. Al perder el balón, está cerca y agrupado para presionar, lo que beneficia a naturalezas técnicas como Pedri.
Así está ganando los partidos a equipos con alineaciones inferiores a la suya. Ha derrotado a todos, a excepción del Monaco, donde no jugó Olmo y se expulsó Eric a los diez minutos, por lo que se entiende. Pero eso no será suficiente.
Prescindir de Araújo es perder ante Haaland
Porque el Barcelona es un club que, por dimensión, siempre aspira a la Champions. El problema de este plan es que prescinde de los únicos zagueros dominantes a nivel mundial con los que cuenta el equipo. La trayectoria de Iñigo se corresponde con su nivel defensivo, mientras Cubarsí es un adolescente que aún pierde duelos y comete penaltis ingenuos.
Quién sabe si Cubarsí acabará por ser Piqué o si, por el contrario, será un Bartra con más inteligencia futbolística y mejor pie, que no está mal pero ya hablamos de otra cosa. Araújo y Christensen son los zagueros del Barça con verdadera virtud defensiva. Los mejores en el cuerpo a cuerpo y corrigiendo la espalda. Concretamente Araujo es el mayor duelista del mundo, ya lo demostró contra Vinicius jugando fuera de zona.
Pero con Araújo en la alineación mantener la fluidez de balón es inviable. Y en el funcionamiento del Barça actual hay una cosa clara: si se enturbia la salida, no hay presión eficaz ni dominio metros adelante.
Así las cosas, si al Barça le respetan las lesiones y mantiene la dinámica actual podrá conseguir la Liga a la manera que la consiguió el primer proyecto de Xavi, rozando la perfección ante rivales inferiores y rascando algo a los aspirantes serios. Pero en las grandes citas europeas, para cuando lleguen el City de Haaland, el Bayern de Kane o el Madrid de Mbappé, el entrenador alemán tendrá que reinventarlo. Y ahí no todos tienen la fortuna de poder elegir entre Dias, Stones y Akanji.
«Prescindir de Araújo es perder ante Haaland» cuando el Barça se quedó sin semis de Champions (y posiblemente sin la final) por culpa de un error garrafal del uruguayo me parece un atrevimiento mayúsculo. Obviamente Íñigo Martínez parece el eslabón más débil del centro de la zaga, y que Christiansen vuelva a su nivel tras la lesión, o conseguir que Araújo no sea un lastre en salida de balón y vuelva al nivel de la 22/23 y no al de la 23/24, le darán más opciones a los de Flick que si el vasco es titular junto a Cubarsí.
Luego, aventurarse, a 21-S, a decir lo que va a ser la temporada… pues tampoco. El Barça de Flick ya ha conseguido algo que el Barça de Xavi nunca consiguió, que es jugar bien a fútbol desde los cánones del club (presión muy alta y muy intensa, búsqueda del tercer hombre, juntar por dentro para luego ir fuera, etc). Por eso, decir que podrá ganar la Liga si «roza la perfección ante los inferiores y rasca algo ante los serios» es otra frase bastante… no sé, condescendiente. Este Barça puede tener un techo bastante mayor que ser un Barça de mínimos (y el de la 22/23, por cierto, hizo algo más que ‘rascar algo’ ante los serios: 1V-1D vs Madrid, 2V ante el Atleti si no recuerdo mal) si le respetan las lesiones, que es el mayor dolor de cabeza al que van a enfrentar.
Tiempo. El tiempo pondrá a cada uno en su lugar. El Madrid tiene el balón de oro. De este año al meno. Una defensa, quizá la mejor del mundo. Una delantera, la mejor del mundo. Ya veremos a final de temporada. Si los arbitros lo permiten
Los árbitros dice, prfzjaj, te tienes que reír.