Análisis táctico

Mourinho revela cómo consiguió ganar el partido del que más orgulloso está de toda su carrera

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José Mourinho (Foto: Cordon Press)

El fútbol portugués había brillado en los 80 en Europa, pero en los 90 desaparecieron del mapa. El resurgimiento se produjo a manos de un entrenador local, José Mourinho. Tenía 38 años cuando cogió al Oporto en la jornada 20 de la 2001-02 y logró ganar 11 partidos de 15. Acabó la liga, de hecho, con seis victorias consecutivas, algunas por resultados abultados. Acabaron terceros y eso le supuso un voto de confianza. En la siguiente temporada, se vio que fue un acierto. Ganaron liga y UEFA. La victoria frente al Celtic en Sevilla volvió a poner el fútbol portugués en órbita en un momento muy especial, un año después se disputaba la Eurocopa en su país.

Todo eso eran buenas noticias, pero estaban dentro de lo posible. Lo que pasó a continuación en la 2003-04 fue lo imposible. En una temporada en la que solo perdieron dos partidos en liga y dejaron el Benfica a ocho puntos, lograron ganar la Champions. Los espectadores españoles no se lo perdieron, la semifinales fueron contra el Deportivo de la Coruña, donde todavía se están preguntando qué pudo suceder. Y en la final, vencieron al Mónaco de Morientes y Giuly, que se había cargado al Real Madrid galáctico.

La victoria fue inapelable. El Real Madrid había hecho la inversión más importante de toda su historia para estar donde había llegado un joven entrenador con poca experiencia previa y una plantilla bastante alejada de la galáctica. Incluso de la del Deportivo. Los dos mejores jugadores con los que contó Mourinho, Deco y Carvalho, tuvieron una carrera posterior brillante. Costinha y Maniche, sin embargo, que fueron al Atlético de Madrid, tuvieron un rendimiento más bien irregular. Ese desenlace de la Champions fue una sorpresa para todos y no se tardaría mucho en despejar la incógnita de la ecuación: el responsable era Mourinho.

Mourinho junto a Antonie Allen

De esa Champions, por supuesto, el entrenador portugués no valora de forma extraordinaria su victoria frente al Deportivo ni la final, que ganó fácil por 3-0. El partido clave, que es del que más orgulloso está de toda su carrera, fue el de octavos ante el Manchester United. En un encuentro con el periodista británico, Antonie Allen, ha explicado los secretos de esa cita.

Antes de desplegar cualquier táctica en el campo, Mourinho subraya que su primer objetivo fue forjar una mentalidad fuerte y positiva en el grupo. Sabía que enfrentaba a un equipo con jugadores de talla mundial y un entrenador legendario como Sir Alex Ferguson. A pesar de ello, el Oporto no tenía que sentirse inferior ni tener miedo. En lugar de dejar que la reputación del Manchester United intimidara a su equipo, Mourinho trabajó en cambiar el enfoque de sus jugadores hacia una mentalidad de confianza y autoestima.

Mourinho menciona que, en la temporada anterior, cuando Oporto ganó la Copa de la UEFA esa victoria les proporcionó parte de la confianza necesaria y una experiencia que les permitió competir en la Liga de Campeones con seguridad: «La experiencia del año anterior fue clave», dice. Transformó al equipo en uno que no solo tenía talento, sino también una mentalidad ganadora. Ese éxito les permitió creer en su capacidad para competir incluso contra los gigantes del fútbol europeo. Pero si hubo un punto fuerte de esa mentalidad, fue la creencia en el nivel del colectivo, no en el individual.

Mourinho celebra el empate de la vuelta en Old Trafford que le daba el pase al Oporto frente al Manchester United (Foto: Cordon Press)
Mourinho celebra el empate de la vuelta en Old Trafford que le daba el pase al Oporto frente al Manchester United (Foto: Cordon Press)

Mourinho reconoce que el equipo era consciente de que sus posibilidades de victoria no eran elevadas, pero en lugar de preocuparse, los jugadores estaban emocionados de poder medirse contra uno de los mejores equipos del mundo. «Antes de configurar el equipo, configuramos la mentalidad, la mentalidad correcta», explica. Este entusiasmo por el reto que se les venía encima, fue clave para mantener la calma y la determinación en momentos difíciles durante el partido. Pero, por su parte, él se desvinculó del reto. «Nunca sentí que estaba jugando contra Sir Alex Ferguson», reconoce. No se dejó amedrentar. «Por el punto de vista mental, estábamos listos para el desafío», subraya. Eso sí, luego se ríe por un detalle. Sobre el césped estaba Cristiano Ronaldo, pero reconoce que no era el que fue posteriormente: «Cristiano no estaba jugando aún en este equipo (risas)».

Le dijo a sus jugadores: «No tengáis miedo. No tengáis miedo de conceder goles. Aunque nos pase, no os obsesionéis con los goles, la ida y la vuelta». De hecho, ocurrió nada más empezar. El Manchester United se adelantó por medio de Fortune al cuarto de hora. «Esperábamos que nos metieran uno», reconoce el técnico, pero el equipo, en lugar de hundirse a las primeras de cambio, mantuvo la compostura y siguió con su idea de juego.

Tácticamente, Mourinho explica que su equipo tenía dos formas de jugar: una para las competiciones domésticas y otra para la Liga de Campeones. Para este partido en concreto, el técnico optó por fortalecer la media: «Jugábamos con un rombo en el centro del campo. Lo hacíamos de esta manera porque no quería jugar con tres arriba». Esto les permitió controlar el juego y ofrecer una mayor solidez defensiva contra talentosos como Van Nistelrooy, Scholes o Giggs.

Deco intenta parar a Ryan Giggs en el partido de vuelta en Old Trafford (Foto: Cordon Press)

Otra idea clave fue liberar completamente a su jugador favorito de esa plantilla, Deco, para que pudiera moverse con fluidez y crear oportunidades de ataque. Deco, que más tarde jugaría en el Barcelona, era el encargado de organizar el juego ofensivo del equipo. «Tenía la libertad de moverse por todas partes, era un jugador increíblemente talentoso», señala. Para permitirle esta libertad, Mourinho configuró el equipo de manera que otros jugadores cubrieran sus responsabilidades defensivas.

Atrás, el equipo se organizaba con una defensa de cuatro jugadores en zona. «Estábamos jugando con cuatro atrás, muy zonales, y esto nos permitió jugar siempre con dos delanteros». Mourinho trató que los delanteros del Manchester no tuvieran ni un solo espacio para moverse. Además, sus extremos, como Ryan Giggs, también representaban una amenaza letal, por lo que Mourinho entrenó de forma específica situaciones de dos contra uno en las bandas.

Sus dos delanteros fueron Carlos Alberto y McCarthy. «Los dos delanteros tenían un espíritu de equipo fantástico, no solo en sus posiciones, sino también haciendo desmarques en profundidad». A lo largo del partido, no cambió de táctica. Solo se limitó a meter un delantero por otro, Ricardo Fernandes por Carlos Alberto, y dar entrada a Jankauskas, otro delantero, para mantener ocupada a la defensa inglesa y abrir más espacios «Sacamos a un delantero más físico para fijar a sus centrales». Fue el único riesgo que corrió y funcionó: «Empezamos a atacar con más fluidez y, tanto en la banda izquierda como en la derecha, nuestros laterales fueron teniendo más confianza porque ellos empezaron a retroceder».

José Mourinho, campeón de la Champions en 2004 ante el Monaco (Foto: Cordon Press)
José Mourinho, campeón de la Champions en 2004 ante el Monaco (Foto: Cordon Press)

Pero lo más importante fue que el Oporto logró mantener el bloque: «El equipo siempre era muy compacto, y ellos no tuvieron grandes oportunidades de marcar». El United pudo desesperarse y confiarse a la vez, pensando en arreglar adversi en la vuelta. Era un caramelo envenenado. Mourinho con ese resultado ya lo veía todo de cara: «Teníamos el 2-1, estábamos contentos con una victoria que nos permitía irnos sin necesidad de ganar el partido de vuelta».

Al final, Mounrinho explica que, tanto en Inter como en Oporto, con los que logró la Champions, siempre aplicó mucho trabajo táctico desde el inicio de la temporada. La idea era que sus equipos se pudieran adaptar a estilos de juego muy diferentes: «Lo que teníamos era una forma concreta de jugar las eliminatorias, donde lo más importante era la mentalidad, el espíritu de equipo y la capacidad para adaptarse». De hecho, se considera un precursor. Cree que en la actualidad se están siguiendo premisas como las que él apuntaba hace dos décadas: «La verdadera tendencia ahora es la capacidad de los equipos para cambiar durante los partidos». El tiempo juzgará (si no lo ha hecho ya).

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