Hace exactamente veintiún años, Carlos Queiroz se enfrentaba al dilema de que dos de los mejores futbolistas del Real Madrid jugaban en la misma posición y no tenían una versatilidad extraordinaria precisamente para moverse por otras zonas del campo. Uno era una pica en Flandes, arrebatarle a Figo al FC Barcelona fue como sacarle las tripas al máximo rival. Un golpe durísimo que estuvo directamente relacionado con los cuatro años en blanco que siguieron al fichaje. El otro, Beckham, era el fichaje galáctico de los galácticos, un tiburón mediático y un capricho de lujo en ese once.
La prensa habló del «problema de lujo» que era tener dos astros para una misma posición, pero Queiroz no entró en el debate, manifestó de primeras que jugarían los dos juntos: «Es evidente que tendrán que jugar en posiciones distintas. No sacrificaré el talento ni la calidad de ninguno de los dos. Beckham será muy útil. Tiene la mentalidad del fútbol británico y el valor, la determinación y el coraje para adaptarse a las necesidades de este club».
También se adornó, con frases muy poéticas, tan en boga entonces, antes de que la intellitgentsia futbolera tirara por los datos: «Los buenos futbolistas siempre son compatibles. El día que Pavarotti, Plácido Domingo y Carreras no puedan cantar juntos, ese día se acabará la música».
Para lirismo, el de Segurola. Analizaba bien el problema, «Florentino ficha y el entrenador suda», pero después añadía metafísica «Beckham es un futbolista muy particular: un medio centro que opera desde la banda derecha. Es decir, alguien que convierte lo periférico en troncal. Así de singular es».
Luego, cuando se desplazó a Figo al centro, se dijo que era un gran cambio, porque «con los años ha perdido regate, velocidad y desborde en la banda, pero ha ganado en sacrificio, visión de juego y pase vertical». Sin embargo, el invento del siglo no se llevó a cabo. Fue Beckham el que más pasó al centro y, un año después, el balance era este: «Beckham todavía no encuentra su sitio, pero si falta los entrenadores ya no saben qué hacer con las alineaciones. Le ocurrió a Queiroz, a Camacho, y ahora, a García Remón. Como la titularidad del inglés viene sugerida por la alta política del club, su ausencia genera dudas porque nunca se considera».
Al final, hasta el propio Florentino hizo propósito de enmienda y salió del club a ver si servía «como revulsivo». El cuento de hadas duró hasta que se fue Makelele, el hombre al que nadie tenía en cuenta y resulta que, como en la canción, era el que «lo hace todo», y el ejecutor, Ronaldo Nazario, que tras una lesión suya en Santander el equipo cayó en barrena. Todo lo que siguió fue una pesadilla de varios años de sequía hasta la llegada de Capello que en dos frases hizo el diagnóstico de esa era: «Cuando llegué pensaban que eran galácticos, pero no ganaban títulos» y la más contundente «el vestuario olía a alcohol».
El Real Madrid tenía posiblemente al mejor extremo izquierdo del mundo en Vinicius. Un jugador con el que se tuvo una paciencia infinita y una confianza ciega que se han cobrado sus frutos. Todo el mundo se olvidó rápido de Cristiano Ronaldo y de alguien más, del deseado Mbappe, que cuando llegó a Madrid este verano no tenía a su alrededor la expectación que hubiera tenido si lo hubiese hecho dos años atrás.
Y ahora se vuelve a repetir la historia. El Madrid tiene todos los cromos. Tiene saturación sobre el césped con dos cracks únicos en su puesto –a Luis Enrique le salió regular poner a Mbappe de 9- por no mencionar la del banquillo con Güler, Brahim y Endrick, mientras que los analistas tácticos han señalado que la pieza que faltaba este verano era un recambio de Kroos. Posiblemente, solo esa.
Queda mucho, pero por el momento la impresión de los dos primeros partidos oficiales es que Vinicius se ha adaptado mejor a los cambios de posición que Mbappe, pero la sospecha que recae sobre ambos es que, juntos, están ambos a menos del cien por cien que bien situados, como dios manda, en su sitio.
Es curioso, porque el Madrid de las últimas temporadas ha destacado por enmendar muchos errores que se cometieron en la era galáctica. En aquellos años, se mantenía contra viento y marea a ciertas vacas sagradas del vestuario, se fichaba de forma populista, como la llegada de Gravesen, o la de Pablo García posando con dos balones en una yuxtaposición que representaba unos testículos gigantes, lo que se entendía que demandaba el aficionado medio, y hubo grandes lucimientos como el de dejar escapar a Gaby Milito. Valdano se consagró en pocos días como director deportivo con la salida de Makelele, la «lesión» del argentino y dejar que Eto’o acabara en el Barça.
Sin embargo, en su segunda etapa la línea fue la contraria. Llevó una política de fichajes conservadora y no ha habido contemplaciones con la salida de vacas sagradas, Cristiano Ronaldo y Casemiro pusieron rumbo a otras latitudes, cada uno por sus motivos, pero sin resistencias por parte del club. Los fichajes se hicieron a largo plazo, Vinicius y Rodrygo, con la esperanza de convertir promesas en cracks y no arruinarse fichando cracks en un mercado absolutamente ido de madre por los petrodólares.
El overbooking de jugadores ofensivos actual, en cambio, ha roto esta dinámica que tan buenos resultados ha dado. Por otro lado, el Madrid el año pasado contra los equipos españoles era una torrija permanente. No fue una exhibición de ideas y le costaba mucho derribar muros de diez hombres atrás. Lo que se vio en Son Moix fue tres cuartos de lo mismo. Eso con Ancelotti no ha cambiado y luego los títulos han llegado como fruta madura con tantos y tantos analistas frotándose los ojos.
Fue hace 21 años (no 11 como cita el artículo)