Entrevistas

Luis Miguel Martín Berlanas: «En el deporte hay nacionalizaciones y nacionalizaciones, hay gente que lleva en España la tira de años y no consiguen una nacionalización»

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Una vez coincidimos en la feria medieval de Ávila. Al irse, me preguntaron quién era. En su momento, les expliqué, Luismi fue el único atleta blanco que podía seguir a los kenianos en su dominio natural. También dije que, de haber sido ciclista, habría ganado varios Tours de Francia. Cuando Luis Miguel Martin Berlanas (Madrid, 1972) llegó a la élite del mediofondo, tocó un cruel relevo generacional y desaparecieron los imperiales atletas británicos y buena parte del telón de acero.

Habían sido sustituidos por una nueva hornada, un pelotón global, inmenso e inabarcable. África oriental había lanzado a sus chicos de pierna fina para arrasar con el botín. Aún así, a Luismi le dio tiempo a ser medallista europeo, a poseer el récord de España de 3.000 metros obstáculos. Una prueba que nos desgrana y cuya belleza y exigencia saldrán constantemente a colación mientras charlamos.

Hoy, tras haber brillado en Juegos Olímpicos y Campeonatos de Europa, del Mundo y grandes meetings; hoy prepara a otros atletas que, si las cosas se dan bien, serán olímpicos como él lo fue. Viene de gris marengo, metido en un abrigo de talla juvenil, de entrenarse a sí mismo y a otros atletas que se curten en el semillero de élite que hay en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.

Se presenta a la cita con un aspecto inmortal. No se irá sin que le preguntemos si todavía podría dar caña a alguno de los veinteañeros a los que entrena. Pide un primero vegetariano, rechaza compartir postre y nos sentamos a hablar. A este atleta se le queda grabado el mínimo nombre, el detalle de un resultado, una marca. Hemos acordado antes de darle al REC que habrá que acomodar la entrevista a lectores que quizá se indigesten con detalles técnicos. Hemos hecho lo que hemos podido. Les presento a Luismi, alias «kenia».

Cuando éramos niños daban la salida y los lentos del pelotón siempre os perdíamos de vista. En los crosses salíais como cohetes. De aquellas quintas eran Fabián Roncero, Chema Martínez, Jose Luis Chuvieco, tú…

Yo ya destacaba en mi pueblo (San Martín de Valdeiglesias) de pequeño y ganaba carreras en Madrid, como dices. Pero, al venir luego a vivir a Madrid, a pesar de llegar a ser internacional junior, sub 20, luego tuve unos años de estancamiento haciendo siempre las mismas marcas.

Estaba empecinado en hacer 1.500 metros y sí, estuve en finales absolutas con Fermín Cacho, Manuel Pancorbo, Isaac Viciosa, pero no lograba dar un salto cualitativo. Y ahí, tener una afición desde pequeño te ayudaba a superar los momentos malos. Si tú tienes afición por lo que haces, cuando lleguen mal dadas, que a todo el mundo le llegan, vas a tener más posibilidades de atravesar ese desierto y que no lo dejes por el camino.

Todos conocíamos a un talento local, pero luego se desvanecen. Antes de comer hablabas de que hay un clima que no es beneficioso de generar expectativas demasiado altas.

Todos tenemos en mente gente que lo deja, del que decíamos qué bueno era este chico, esta chica. Pero luego, si al llegar el primer problema gordo que tienes, que no tiene que ser un problema de lesiones, sino que puede ser personal, que te trasladas a vivir a otro sitio, o que te quedas estancado, te desconectas del atletismo, pues se acabó.

De crío dijiste en casa que lo que te gustaba era correr.

Sí, cuando mi padre me preguntó con nueve años y yo dije «es que a mí me gusta correr». También fue un arranque de responsabilidad por mi parte. En mi casa tampoco éramos de poder hacer mucho dispendio económico. Claro, me gustaba mucho la bicicleta, pero para montar, primero hace falta comprarla. En mi pueblo lo que más se hacía era jugar al fútbol.

Pero es que me gustaba correr, y eso de ver algunos trofeos de mi padre por casa siempre me había llamado la atención. Tuve también la suerte que mis tres hermanas corrieran y de hecho siguen haciéndolo. Por eso siempre me apoyaron cuando fueron bien las cosas y cuando fueron mal. He corrido un montón de carreras en mi vida en las que había alguien de mi familia animando. Y me considero afortunado.

Se lo dijiste a un padre que había hecho mucho atletismo.

Mi padre coincidió con Javier Álvarez Salgado y con Mariano Haro. Es de esa época. Pero no estuvo nunca en un club competitivo. En esa época eran carreras locales y carreras del servicio militar. Ahí coincidió con gente que estuvo en los Juegos de Munich 1972 y Montreal 1976. De hecho, mi padre me hablaba de Haro, de Álvarez Salgado, y de un chico joven que se llamaba Fernando Cerrada que luego fue un dominador total.

Es una de las grandes marcas del atletismo: la referencia constante de años atrás a grandes nombres. Me pregunto si está bien que se siga enseñando a los jóvenes que empiezan a despuntar.

Desde mi punto de vista es imprescindible. Igual que te digo que aficionarse te va a dar un poso de fuerza para los momentos malos, dentro de esa afición está en conocer los nombres, las marcas, tener un poco de cultura de tu deporte. Honestamente, creo que se ha perdido eso.

Quizá por exceso de información, porque todo es muy inmediato, ese conocimiento se diluye mucho. Del mismo modo que nosotros, que ya somos mayores, nos acordamos mejor de lo que vimos en los Juegos de Los Ángeles 1984 mejor que de Tokio 2021, pues se diluye tanta información. Yo tenía dos o tres libros de atletismo que estaban absolutamente devorados de ver las fotos de Said Aouita, Sebastian Coe, Steve Ovett, Sergéi Bubka, Carl Lewis, que son los que hicieron que nos aficionaramos a esto a la gente en los 80.

Creo que es inevitable. Con los chicos que entreno no quiero ser un abuelo cebolleta, pero sí que, de vez en cuando, hacemos alguna referencia histórica. Incluso invitamos a que saquen el teléfono y busquen ese nombre y miren el historial o las marcas.

O incluso pequeños videos. De Mariano Haro, Lasse Viren o Steve Prefontaine hay unas películas preciosas en Youtube de los 10.000 metros de los JJ.OO. de Munich. Los atletas ofrecen unas imágenes y una planta speractual.

Yo trato de hacerles llegar esas referencias. Sin ir más lejos, en el club donde entreno, en Las Rozas, ha venido un chico nuevo, es uno más. Resulta que su padre es Javier Benet. Récord de España de decatlón, atleta olímpico, mundialista, y está por la grada a veces. Un día, tras estar charlando con el padre, les dije a mis compañeros entrenadores, a los chicos, mirad, este señor que está allí ha pasado de 8.000 puntos en decatlón.

Y les invito a que investiguen un poco porque hay algunos que no saben qué es superar los 8.000 puntos. Y así nos puede pasar con grandes ex atletas que son ahora entrenadores y están por las pistas, discretamente, como Antonio Corgos, Alberto Ruiz, Antonio Serrano, Antonio Prieto o Natalia Rodríguez. El propio Isaac Viciosa, que ahora además es más visible porque tiene varios hijos que son atletas internacionales y además dirige un club muy castellano él; pues que sepan quién es Isaac Viciosa.

Se habla poco del récord de España cadete de 1.000 metros que tuviste. Hablemos de ello ahora.

Pero ese 1.000 ya desapareció hace tiempo (carcajadas). Es más, como hubo un cambio en la denominación de las categorías, incluso luego se tomaría como juvenil. Está en un limbo extraño, es como sub-18.

En cifras mondas y lirondas, y para gente no experta en atletismo…

Era un chico de dieciséis años que hizo 2:29.1 en un mil. ¿Sabes cuando le di importancia real a ese récord? Empecé a darme cuenta cuando ya no podía hacer 2:29, ya hace unos años. Luego no sé si lo batió Roberto Parra, Manuel Olmedo también lo tuvo, pero ahora no sé quién lo tiene, pero debe andar por 2:26. Pero sí, fue una cosa… claro, como no había redes sociales. Pero mejor, mira, a los chavales de aquella edad que tenía yo mejor dejarles tranquilos que ya tendrán tiempo de dar notoriedad para los medios.

Luego te incrustas en la parte delantera del 1.500 español. ¿Una responsabilidad, ya desde juvenil, no, el legado de José Manuel Abascal, Jose Luis González?

Fijate lo que hay ahí en nombres. En el primer campeonato de España que corrí en 1991, yo, con 19 años, corrí en un previo que se hizo antes del mundial de Sevilla de pista cubierta del 91. Se hizo en las pistas aquellas de la avenida de Kansas City, que eran tan desmontables que ahora ya no se sabe ni donde están. Quedé tercero después de Fermin Cacho y Victor Rojas.

Fue una prueba en la que hubo un percance: Angel Fariña se rompió una clavícula en una caída, así que entré en el podio de una manera un poco circunstancial. Seguro que alteraría el resultado, pero esa fue mi primera aparición ahí delante. Una medalla de bronce que a la postre fue mi única medalla en 1.500 absoluto.

Y durante un periodo te estancas. Bajar de 3:40 es una tarea mucho más exigente.

Sí, yo creo que es una barrera subjetiva: es como subir un ocho mil. Era una especie de cambio de categoría. Entras en la alta sociedad del mediofondo. Cuando te preguntan ¿qué marca tienes en el milqui? Y empiezas a responder tres cuarenta y… ya da igual que digas cuarenta y nueve o cuarenta y uno. No te están escuchando. Pero si es treinta y lo que sea ya te quitas un peso de encima.

Lo conseguí en la difunta Peineta (nota: hoy Estadio Metropolitano en Canillejas, Madrid). Lo cierto es que ya entras en un grupo que, vale, habrá cientos de atletas dentro de él, pero es una de esas fronteras que no están escritas, pero todos los atletas la conocemos.

Entre 1990 y 1993 viviste la experiencia de residir becado en un centro de alto rendimiento: estabas en la Residencia Blume de Madrid.

De ahí luego me echaron por decisión técnica. Entendieron que no iba a ser yo un atleta competitivo en 1.500 y luego volví a la residencia becado, ya compitiendo en obstáculos.

¿Qué aprovecha un joven atleta y de qué no se da cuenta cuando se está en esa burbuja de juventud y élite deportiva? Habrá quien estudie, quien lea, y quien no.

Para mí, que acababa de venir a Madrid con una mano delante y otra detrás, con dinero para tres meses y que se me estaba terminando ya, y que tuve la suerte que me dieran la beca empezado el año porque hubo una baja, pues lo acogí con un abrazo de oso. Como decía yo, es que «fuera hacía mucho frío».

Allí, de pronto, te hacen la comida, lavan tu ropa, te hacen la cama. Y luego resulta que el jardín de casa son la pista de atletismo, el gimnasio y la Casa de Campo. Es sentirse un privilegiado. Por contra, empecé a darme cuenta que allí había gente que no se sentía igual que yo. Que no aprovechaban bien la oportunidad de estar en un sitio así.

Evidentemente hay gente que, por su personalidad, o circunstancias personales, no acababan de adaptarse a vivir en una residencia. Pero yo me sentía, después de mi casa, en el mejor sitio que podía estar. Podía aprender mucho de otros deportes, de otros deportistas y eso te viene muy bien para la vida. Mientras he estado en el gimnasio he disfrutado y aprendido de, por ejemplo, los deportistas de karate, cómo entrenaban ejercicios específicos dificilísimos para la especialidad de katas.

Viviste el lujo de trabajar con dos mitos del entrenamiento español. ¿Cómo se trabajaba con Julio Bravo y cómo es con Manuel Pascua?

Con Julio era todo muy recto, él era una persona muy recta. Le tratábamos de usted. Ahora cuando se lo cuento a los chicos les suena un poco raro. Pero las cosas eran en ese contexto. Éramos un grupo de compañeros que son desde entonces grandes amigos, Anacleto Jimenez, Luis Javier González, Toni Franco, Mateo Cañellas, gente muy notable que eran referentes en el entrenamiento.

Don Julio Bravo nos trataba como profesionales, mis primeras dobles sesiones las empecé a hacer con él y me sentía un auténtico profesional. Nos sugería que, oye, si hay algún día que no tenéis clase, puedes aprovechar a meter esta sesión por la tarde. Mis primeras concentraciones de Navidad las hice con él.

Con Pascua era un entrenamiento más variado, más buscando soluciones a los problemas. Cuando se jubiló Julio Bravo, varios nos quedamos sin entrenador, unos cuantos se fueron con Pascua, así que me vino un poco dado. Pasadas dos semanas entrenando con él, me dice «tú tienes que dejar el 1.500 porque vas a mejorar, pero, si empiezas a correr 3.000 obstáculos, por tus características, ahí sí vas a llegar a destacar más».

Tres mil obstáculos. «Lo de la ría». Explica a los lectores en qué consiste esta prueba, que no es simplemente correr el doble de distancia que en el 1.500.

El reglamento ya te propone saltar 35 troncos, 7 de los cuales tienen agua al otro lado. Eso ya hace que sea una prueba muy diferente a una que se haga corriendo en liso. Para que se entienda, es una prueba con cambios de ritmo constantes. A nivel de esfuerzo, cada vez que saltas un obstáculo es un pequeño cambio de ritmo.

Ahí está luego el trabajo de cada atleta minimizando ese cambio. Porque eso supone un quebranto físico y un atleta que tenga un franqueo eficiente tendrá ventaja sobre quien tenga más desgaste. Todo esto discurre relativamente rápido, en un entorno de 8 o 9 minutos. Cada kilómetro, en atletismo a alto nivel, lo corres a un ritmo de 2:40, que es un ritmo ya muy rápido. Si la carrera no está siendo rápida, como alguna de las finales mundiales que he corrido, tienes que estar preparado para hacer el último kilómetro en 2:35. Su entrenamiento, entonces, es muy diferente a las pruebas en liso.

¿Crees que es la especialidad más parecida al deporte más natural del mundo?

Podríamos decir que sí. De hecho, las pruebas de campo a través comenzaron así, corriendo por la campiña, por donde te vas encontrando con vallas que delimitan que el ganado se salga y las saltas. O una zanja o un arroyo; al final es una manera de traer al estadio el correr natural por el campo.

Es una distancia que tú te encuentras hecha un erial. Desde el final de los 80 de Domingo Ramón y Paco Sánchez Vargas, los 90 habían dado a Jordi Bello, Benito Nogales, luego aparece Ramiro Morán…

Habíamos tenido entre medias una gran figura en ciernes que era Jose Luis Rodríguez Chuvieco que, en el Mundial de 1995 en Goteborg y siendo muy joven, aún había pasado a la final. Debería tener entonces apenas 19 o 20 años, y parecía que iba a ser el futuro, y lo habría sido sin la penalización de las lesiones. Llegamos nosotros aprovechando el puente generacional de Ramiro Morán, fundamentalmente Eliseo Martín y yo. Y pusimos la prueba en el mapa atlético internacional.

En los Europeos de Budapest 1998 ya eres cuarto. Desde los años 80 no se veía en España nada parecido.

Sí, tres finalistas. Eso no se había visto nunca. De hecho, fui cuarto, Ramiro y Eliseo sexto y sétimo. A partir de ahí ya empezamos a enlazar campeonatos con buenos resultados. En 1999 ya cae el viejo récord de España de Domingo Ramón, que databa de la magnífica final olímpica de Moscú 1980, detrás de Bronislaw Malinowski, lo batimos tanto Eliseo como yo. Domingo me localizó y posteriormente me llamó para felicitarme, lo cual era para mí una alegría porque es un enorme referente histórico.

Con Eliseo Martín has construido una relación de amistad después de tantos años.

Eliseo para mí ha sido el rival más duro que he tenido siempre. Y a pesar de ello, somos buenos amigos. Le tengo mucha admiración porque siempre me ha puesto las cosas muy difíciles. Tanto si he ganado yo como él, nos hemos dado un apretón de manos siempre. Y eso que en competición estás metido en que quieres ganar, pero es un tipo estupendo y un gran atleta.

Fíjate, cuando consiguió medalla en los Mundiales de París 2003, que incluso algunos me decían que esa medalla llevaba mi nombre, pero lo cierto es que estoy contento porque se la llevó un Martín. Hizo una carrera magnífica. Fue más inteligente que yo en carrera, no estaría más fuerte que yo, pero ese Mundial yo me dejé llevar por ser impulsivo y él corrió mejor, no cabe duda.

No se te ve muy de tomarte a la tremenda los reveses de la vida.

La vida te va enseñando. Mi carácter se fue apaciguando según iba viendo atletismo y a otra gente, cómo se tomaban las cosas, los reveses. Nunca he sido una persona indolente, claro que me picaba, pero intentaba sacar una lectura positiva, aprender de los errores.

Estoy pensando inevitablemente que te presentas en tu primer ciclo olímpico, a los Juegos de Sidney 2000, con la idea de resarcirte del regusto amargo de unos Mundiales de Sevilla del año anterior que no te salieron muy allá.

Sí, ahí fue cuando empecé a notar los primeros síntomas del síndrome de Haglund (Nota: alteración ósea del calcáneo) que me machacó muchos años. Había empezado el año 1999 en el meeting de Sevilla, contra todo pronóstico batiendo el récord de España en la primera carrera del año; luego hice quinto en el meeting de Oslo, que para mí fue una experiencia inolvidable por correrlo en el antiguo estadio Bislett que es una de la catedrales del atletismo.

Imagina, con sólo seis calles, abarrotado de un público pegado al corredor. Luego gané en la Copa de Europa de selecciones y ahí ya me dolía el talón. Y todo esto con un Mundial ese verano que se corría en casa.

Me pasé gran parte del verano subido en la elíptica para no dañar el talón. Gastando mucho tiempo, así llegué al Campeonato del Mundo. En semifinales tuve uno de esos momentos amargos que nunca vas a olvidar. El sistema de clasificación de las tres semifinales era muy duro: me tocó correr en la del medio. Solo pasaban los dos primeros por puestos de cada semifinal y luego seis por tiempos.

Así beneficias a una serie, claro. En la primera salió un corredor rumano a todo trapo y muchos de esa serie hicieron marca personal y entraron. En mi serie corrían el campeón del mundo y el que tenía el récord del mundo, además de otros dos con una marca personal equivalente a la mía. No se me ocurrió otra cosa que dar hachazos.

Me quedé solo con el dúo de favoritos mundiales y un argelino que tenía mi misma mejor marca. Pasaron ellos y yo me quedé en la lista de espera. Eliseo Martín precisamente remontó en su serie para entrar segundo y dejarme fuera por apenas unas décimas. Luego hizo una gran final, pero yo tuve que verlo desde la grada. Aquello me picó mucho. Además, fue la primera y última vez que hicieron ese sistema de calificación tan demencial.

Ese síndrome hace que te hayas operado cuatro veces del talón. Solemos leer «tal jugador pasó por el quirófano» sin darle más relevancia. Pero son cuatro veces que te lo has machacado corriendo y saltando.

Es un síndrome que ha sufrido mucha gente, incluso amigos como Jesús España, Fabián Roncero, ahora se ha operado Fernando Carro, además de otros como Jesús Ramos. Es algo habitual que no tiene que ver con cómo entrenes, sino más con la genética. Hay gente que lo tiene, pero que no les duele porque no corren.

Se manifiesta a medida que corres y saltas entrenando, acumulando mucha carga de trabajo. Yo siempre he sido buen paciente, que sorprendía porque nunca perdía entrenamientos por lesiones, contracturas, hasta que tuve eso. No me ponía ni malo en invierno ni cogía nunca la gripe. Hice lo que me dijeron el cirujano y el fisio, que era el gran Jose Antonio Bodoque, de los servicios médicos de la RFEA, que mantenía siempre un cariño especial con el atleta (el concepto ahora llamado bodoquismo), a Angel Basas, a Manuel Rafael, y ellos me han salvado.

Hay que resaltar que no son fisioterapeutas normales. Su entorno es trabajar al más alto nivel. Saben lo importante que es una recuperación de la que depende que un profesional pueda mantener becas, contratos…

Porque en un parón, de un año a otro, pueden cambiar tantas cosas como poder ser campeón del mundo un año y ser quinto en un par de años después porque acceden a la prueba atletas de otros continentes. Tu has vivido la globalización absoluta en el mediofondo en tiempos de expansión del mediofondo.

Además, tú puedes tener un buen equipo a tu lado, médicos, entrenador, fisios, pero lo que no hagas por ti no lo va a hacer nadie. Te van a ayudar, pero nadie regala nada en el alto nivel. Cuando yo tuve estos procesos con el talón tuve claro que si no podía correr, podía andar. Lo que pasa es que ese andar puede ser hacer bici, esquí de fondo, máquina elíptica…

La elíptica famosa.

Hubo sesiones esos años en las que estaba recuperando dos horas por la mañana y dos por la tarde. Llegué a hacer tres horas treinta y cinco minutos en la elíptica, lo que llegó a ser récord del mundo oficioso, por hacer la cabezonería. O me subía cuando había nieve en la explanada del Puerto de Cotos: llamaba al teléfono del Club Peñalara, preguntaba cómo estaba la nieve a los que se encargaban de hacer la huella del circuito de esquí.

Pues si estaba despejado cogía el coche por la mañana y a las nueve estaba allí hasta por la tarde. Si tenía fisio por la tarde podía esquiar durante tres horas, me paraba en una piedra al sol y me comía un plátano, una manzana, y bebía un poco de agua para ponerme otra vez a esquiar otras tres horas.

Claro, eso queda ahí como trabajo de fondo. No puedes estar lamentándote. En cuanto podía correr, con o sin dolores, en dos semanas ya estaba de nuevo con mi grupo de entrenamiento. Si quieres seguir en esto, en deporte de alto nivel, tienes que mantenerte así.

Habiendo una competencia tan feroz como que tienes que incrustarse entre atletas que han pasado por todo. En la selección previa a unos mundiales o JJ. OO., quizá hasta lo de comer un plátano entre seis horas de esquí tampoco es nada. Vas a estar entre los treinta mejores atletas del mundo.

Claro. Eso no es nada. Tú vas a una competición, y el juez no te pregunta qué tal has dormido, o si tienes hijos, cómo van de los cólicos, como han pasado la noche, o si en los estudios te han suspendido. No hay un handicap donde te bonifican con equis segundos. En la salida todos van desde cero y dan igual tus circunstancias. Si eres de una familia acomodada, o si de otro extracto, o si has hecho la mínima de una manera muy fácil, o te ha costado horrores. Es la vida misma. Aquí se viene llorado, como nos decían de pequeños.

¿Esa dureza ha jugado en favor o en contra del que se considera el deporte más universal?

Sí, favor. Por eso es el deporte más global de todos. En otros deportes no todo el mundo tiene acceso a su práctica. En cambio, el atletismo es universal: se trata de desarrollar a nivel de competición habilidades básicas del ser humano, como son correr, que lo hemos hecho desde nuestros ancestros, y luego lanzar y saltar. Todo el mundo sabe correr o saltar. Por eso nuestro deporte es además la base de todos los demás deportes.

Y en la salida de un campeonato puedes estar con gente que ha pasado hambre en el pasado. Esto ha ocurrido y está ocurriendo. Y ya puedes aplicarte porque, de salida, ese atleta ya tiene una ventaja de varios segundos sobre ti. O puede ser un atleta de una situación económica normal pero que tiene un talento innato para correr. Es universal, incluso democrático, si quieres.

Aquí si corres mucho y el cronómetro te trata bien, no hay nadie que venga a decirte que no entras en una selección, salvo matices, evidentemente, porque, por ejemplo, a unos Juegos Olímpicos van tres de un país y por prueba.

Depende de la mala suerte que en tu país no seáis tres buenos sino treinta…

Mira lo que ocurre en Kenia. Los años que corría yo, el cuarto, quinto o sexto de sus países podían luchar por las medallas y ganarlas. Y no iban seleccionados. Hemos tenido casos en que el recordman mundial no iba a los Juegos porque sus pruebas de selección son unos trials de una dureza tremenda, totalmente asépticos. Quedas cuarto y te quedas fuera.

Volvamos al año 2000. Durante toda la temporada los marroquíes Ali Ezzine y Brahim Boulami habían añadido pimienta al dominio de Bernard Barmasai y Boit Kipketer. ¿Fue quizá la última gran final de muchas en las que hubo una cierta igualdad táctica? Ganar unos Juegos con 8:20 suena naíf hoy día.

Yo lo que pensaba en aquellos momentos era, joder, vale, vamos 8:20, pero ellos tienen más colchón de seguridad. Yo llegaba con una mejor marca de 8:09 y había gente con ocho y poco o menos. Así que llevan más energía que tú para el final. En la final de Sidney hice una carrera mala tácticamente: me quedé encerrado en un momento clave y no fui capaz de salir.

Éramos muchos a ese ritmo, iba encerrado. A falta de 300 metros vi un hueco y aproveché para salir a la calle 3 dando un cambio de ritmo que era el que me haría falta después para pelear por las medallas. Recuerdo apretar, entrar segundo a saltar la última ría, pero, sin saber cómo, salí de la ría cuarto. Y eso que salté una de las mejores rías de mi vida: rápido, sin dudar, cayendo casi fuera del agua. Era de locos aquello. Simplemente ellos eran más rápidos.

Luego hice una cosa que se puede ver en los videos. Podía haber cerrado a Barmasai que a la postre fue cuarto, perdiendo la medalla en el último suspiro con Ezzine. Pero no lo hice porque nunca he tenido ese punto de mala leche de meter el codo. Y yo tenía la posición, y le podía haber cerrado, pero tampoco me arrepiento de ello. Hay que ganar bien, en buena lid, y en la recta de meta ya vi que Ezzine nos quitó hasta las pegatinas.

Otro año y otro tiro al palo. Eres cuarto en los Mundiales de Edmonton en 2001. Los inalcanzables son esta vez Ruben Kosgei, Ezzine y Barmasai.

Ahí Ruben Kosgei que era el joven, el que venía pujando fuerte en esa cantera inagotable, ya había dejado fuera a Boit Kipketer, junto con Raymond Jator, que había sido campeón del mundo junior, pero que se cayó en la última ría porque llegaba ya muy justito. Yo ahí corrí muy sólido en cabeza tras ellos, aguantando sus cambios.

Al toque de última vuelta quise adelantar y me choqué con Ruben Kosgei, que a la postre ganó. ¿Qué hubiera pasado si hubiera adelantado y hubiese empezado la última vuelta en cabeza? Nunca se sabrá. Pero me dio con un codo en el pecho y esto me frenó un poco hacia atrás, justo cuando daban el cambio de ritmo para saltar el primer obstáculo de esa vuelta.

Yo ya lo salté con menos velocidad. En el deporte de alto nivel todo son matices, detalles, y para recuperar la velocidad tuve que desgastar muchas de las escasas posibilidades que tenía de ganar medalla. Pero quedé muy satisfecho de esa prueba, de lo cerca que estuve.

Cuando estás en el primer grupo de los de detrás, ¿se piensa en eso que se ha dicho tantas veces sobre tener mala suerte y nacer en una época de grandes dominadores? Haber nacido con Miguel Indurain o Eddy Merckx.

La generación que vivió corriendo frente a Hicham El Gerrouj, que los dominó a todos con mano de hierro…

O Jakob Ingebritsen en la década actual.

Yo estoy muy satisfecho con aquellos resultados. Hombre, con el tiempo le vas dando más importancia, pero no es algo que tenga presente. Aprendí y disfruté muchísimo. Hice más de lo que pensé que podía pedir de niño, cuando lógicamente el sueño era correr unos Juegos Olímpicos.

Veías ondear los aros de colores en la bandera, veías libros, y lo conseguí dos veces. Quizá sea lo más cercano a eso de realizarse como persona o deportista. Y en aquel entonces quieres una medalla pero quedas cuarto; hombre, te vienen con lo de la medalla de chocolate, pero yo decía que bueno, el chocolate le gusta a todo el mundo.

No significaba que me conformase y de hecho, el Mundial de París 2003 yo salí a todo, a por medalla. Como tonto, de hecho, al verme perder medallas medio regalé dos puestos en la recta final, cosa que no se debe hacer. Ambición tenía pero no es mala suerte por haber nacido con aquellos monstruos.

Es más, me habría encantado poder correr con otros monstruos como Bronislaw Malinowski, con Moses Kiptanui, con quien había corrido en un mundial junior, Domingo Ramón, con Henry Rono que hizo aquellos diez o quince días mágicos de 1978 batiendo cuatro récords del mundo. No, no es mala suerte. Encima en esos años luego yo tenía la suerte de sentarme en la grada y ver a El Gerrouj intentar batir un récord del mundo, o a Kenenisa Bekele, Haile Gebrselasie o Paul Tergat.

Es como ser parte de un espectáculo que ves en primera fila. Como el duelo de Danny Harris y Edwin Moses en 400 vallas en el estadio Vallehermoso

Esa carrera histórica de 1986. Yo corrí el 1.000 infantil que hubo. ¿Tu corriste ese?

¿Yo? ¡Que va!

Había un 1.000 patrocinado por ColaCao, ese lo gané yo. Hice 2:40 o por ahí. En aquel tartán desgastado que tenia, de color rosa. Desgastado y que en verano te quemaba los pies del calor que cogía. Es uno de los momentos álgidos. ¡Cómo se llenaban los estadios!.

¿Fue el campeonato de Europa de Múnich en 2002 otro punto álgido de la generación de oro de los obstáculos?.

Ahí ya éramos un referente en Europa. A ese campeonato venía de hacer récord de Europa el neerlandés Simon Vroemen, un récord de Joseph Mahmoud que había hecho 8.07 y llevaba décadas en vigor. Vroemen lo dejó en 8.06.91, si no me equivoco. Luego hice yo récord de España en el Memorial Van Damme en Bruselas y también me quedé a medio segundo del récord que había batido Vroemen. Y con esa vitola se presentó como uno de los favoritos junto con Antonio Jimenez «Penti».

Eres bronce rodeado de una generación de viejos amigos del contingente europeo. Simon Vroemen, Bouabdellah Tahri…

Al francés Tahri lo había conocido en el Europeo de Budapest de 1998 y era muy joven. Debía tener unos 20 años pero poseía una clase tremenda. Un crack. Muy alto, pasaba el obstáculo con una facilidad tremenda. Nosotros decimos que ellos, Tahri y Vroemen, miraban el de arriba abajo, mientras que los demás lo miramos de abajo arriba.

En esa carrera yo no quería que se fuera lento y en un momento di un cambio de ritmo en el primer kilómetro y me di cuenta que no iba del todo bien. Tenía ganas de hacer algo diferente pero no llegaba con toda la confianza. Había sido tercero en el Campeonato de España, ese año me había operado y empecé a entrenar bien en abril. Y el Europeo era en agosto. Iba justito, llegué un poco mejor a la final pero no estaba tan súper como el mes siguiente en el que hice récord de España y también mi mejor marca de 1.500. Iba de menos a más.

En Bruselas dejas el récord a las puertas de los 8:05. Una marca que yo creo que hoy da de comer muy bien.

Además una carrera que no fue ideal. Había muchas pruebas esa noche y los corredores de Kenia ese día tampoco tenían muchas ganas de salir a tope. Y cogí la manija de la prueba a falta de 800 metros y sólo pudo ganarme el gran Ezequiel Kemboi que ahí se daba a conocer. Me pasó en la última ría y en seguida vi el crono suyo, que me dejaba fuera del tope europeo.

Y un poco después se disputó la copa del mundo por continentes, que se celebró en el difunto estadio de la Peineta, y yo representaba a España como anfitrión. Estaba ya muy bien de forma. Había hecho una gran marca en 2.000 obstáculos en Canarias sin liebre ni nada. Ahí solo me ganó Wilson Boit Kipketer que era un tipo que tenía 7:56 y que era ya viejo conocido mío de mundiales y Juegos. Terminé el año con muchas ganas pero la única certeza era que tenía que operarme después otra vez.

Pero a los Juegos de Atenas 2004, entonces, ¿llegas con tres operaciones seguidas en el talón?.

Eso es.

Para poner en contexto a los lectores. Te recuperas de una operación, pero no para hacer vida normal o jugar unos partidos de liga, ¿sino para estar corriendo con los mejores del planeta treinta semanas después?.

Y encima recuperar con prisas. Porque tienes que recuperar para estar ahí, para cumplir compromisos deportivos, con el club, para renovar la beca con la propia federación, estás jugándote no renovar contratos de patrocinadores, es una rehabilitación acuciante. Te repites que tengo que llegar, pero por otro lado también tienes que hacerlo bien, no puedes saltarte pasos en esa recuperación quirúrgica.

O sea, tu proceso de maduración como atleta se produce dando un paso adelante y dos atrás. No hay otra pero me imagino que tu evolución podría haber sido mejor hacia marcas cercanas a los ocho minutos. A tus dos mejores carreras, Atenas 2004 y los Mundiales de Helsinki 2005, según has defendido siempre.

Si, pero yo creo que estas vicisitudes me han hecho mejor atleta. Fui no sé si inteligente o que supe tomármelo de buen talante y dar la vuelta a la tortilla. Decirme «esto es lo que me ha venido y tengo que sacar algo positivo de toda la historia: aprender y hacerme más duro, más fuerte». Después de las recuperaciones de las cirugías, que además se extendían en el tiempo más de lo debido, me presentaba en la salida de una prueba internacional, miraba a un lado y otro y decía «ya podéis correr».

Porque yo soy fuerte como todos pero mentalmente lo soy todavía más. Intentaba sacar ventaja de una desgracia. Hombre, no era una de esas tragedias que te marcan la vida pero, para un deportista, perderse cinco temporadas de cross, entrenar subido en la elíptica mientras los demás están compitiendo, es un drama laboral.

¿No puede ser que lo veas ahora así como una herramienta de defensa mental, pero que sea pura ilusión?

Dicho de otra manera, valoraba más lo que tenía cuando lo tenía. Es como lo de no darte cuenta de la importancia de algo hasta que te falta. Cuando a un atleta todo le va bien, sale a entrenar, jijijaja con los compañeros, se toma los tiempos y todo sale bien, eso parece ser la situación normal.

Cuando tienes una lesión larga, te das cuenta que lo otro debería ser lo normal pero es un escenario que a todo el mundo le ocurre tarde o temprano. No es que yo en este caso haya tenido más desgracias que nadie. Pero al menos sí fui bueno tomándome las cosas de ese modo. Como paciente y también a nivel mental.

En las últimas décadas, tú has vivido cómo la pobreza ha nutrido el pelotón de obstaculistas de segundas nacionalidades: Catar, a base de talonario, incorporó kenianos como Khamis Abdullah Saifeldin, Musa Amer Obaid, Saif Saaeed Shaheen. Contra tal cantera ya era imposible luchar.

Había momentos en que había seis kenianos en una final. Iba el campeón del mundo, que podía correr invitado con una wild card, más otros tres que acudían seleccionados mediante los trials y los nacionalizados por Catar. Ya eran seis que además dominaban la prueba, en una final de quince atletas.

No podemos luchar contra eso. Es un tema político con el que puedes estar de acuerdo o no. Yo creo que, a veces, se es un poco injusto con los que se buscan la vida, que es lo que haríamos todos si estuviéramos en esa situación. Si te dan un mejor futuro para ti y tu familia en otro país, pues lo coges. Y es así.

En el mundo del deporte hay nacionalizaciones y nacionalizaciones. Porque hay gente que lleva en España la tira de años y no consiguen una nacionalización. Y están perfectamente integrados en la sociedad, estudian aquí…. Nadie debería quejarse de esa globalización porque es ley de vida.

¿La rabia de la derrota, de perder una hegemonía conduce cíclicamente al racismo entre algunos atletas? Pero es una reacción muy humana.

Por eso es muy crudo cuando se produce una nacionalización exprés, porque es claramente por intereses deportivos, se gestiona de un día para otro. Mientras tanto, hay otro deportista que tiene su expediente encima de un montón de papeles en una oficina y ese expediente no avanza. Y es un chaval que lleva aquí desde que tiene seis años y este otro sí ha pasado todos esos filtros. Esas cosas son las que duelen. Es normal que se hagan comentarios de ese corte.

Estos grandes supervivientes de la vida son los que están demostrando que se puede correr en ocho minutos y en menos. Y debemos felicitarnos porque han tenido medios para progresar como atletas para una especialidad que es de las más bellas y estéticas.

Es que el atletismo da momentos que a nivel estético son casi insuperables. Es un deporte muy plástico. Además nos vemos reflejados en ello porque engloba todas las habilidades humanas. Una fot de un lanzador de jabalina, justo en el momento antes de lanzar, que está haciendo el arco tenso, pues te puedes tirar mirándolo horas. ¡Y el discóbolo!

Que amas el atletismo no es ningún secreto. Todos cuentan que terminabas de competir y te quedabas a ver cada minuto de atletismo que había. Otros se van a la ducha y al fisio.

Pues sí, me gusta mucho. De hecho, ahora cuando las goteras no me dejan correr estoy peor a nivel personal. Me noto más inquieto, con desasosiego. Correr me ordena mucho. El dicho ese de que lo consultaré con la almohada, bueno, yo a la almohada voy a dormir.

Mis cosas las reordeno corriendo por el campo, de esos días tranquilos en que no vas pensando en el ritmo que llevas. Pero sí que me gustaría, aunque suene un poco egoísta, tener influencia en la gente que está a mi alrededor, tanto en atletas aficionados que entreno como los que quieren ser de alto nivel.

Te formaste como entrenador. Fuiste responsable de la federación española de atletismo del área de fondo. Y pasado el tiempo te juntas con otro sabio, Juan del Campo, con el que estás llevando una hornada ilusionante.

Puedo influir pero me gustaría que fuera de manera efectiva. Quiero pensar que sí. No que sean tan apasionados como yo o el propio Juan del Campo, pero que sí quede un poso de pasión. Lo veo con el grupo de los mayores. Están muy receptivos a que, si están preparando un maratón me preguntan, «¿te vienes a echarnos una mano, tengo no se cuantos de mil, tu puedes tirarnos algunos quinientos?».

A ver, qué necesidad tengo yo de hacer eso cuando estoy sano. Pero escuchar de cerca cómo respira un atleta, o las caras que pone cuando se para a recuperar, eso me da información para cuando me siento después a comprender sus rutinas, a planificar el entrenamiento. Y eso es un plus verlo de cerca. Porque yo he estado ahí. Todo eso va dentro del círculo de pasión por practicar, ver y hablar de atletismo.

¿Qué se trabaja con atletas de élite que ya tienen tanto trabajo hecho, para que suban ese escalón más? ¿Es un cambio de enfoque o al final es afinar físicamente?

Lo principal es afinar físicamente, pero sí que puede haber casos de un atleta que ya está formado de sobra, que tú le tienes que aportar algo que no trae en su modo de correr de donde viene, o que veo que algún aspecto se le ha agotado. Ese atleta necesita un cambio y tienes que darle esa otra cosa. Dárselo generosamente porque los atletas no pertenecen al entrenador.

Son libres de acompañarse de quien quieran o puedan, y a veces los entrenadores se toman demasiado mal cuando los atletas dejan un grupo de trabajo. Al final el deportista de alto nivel tiene una vida deportiva muy reducida dentro del contexto general y tiene que optimizar su tiempo. El tiempo se acaba. Con unos cuantos años es muy difícil empezar a mejorar. A lo sumo, mantener. Y ahí intentas darles un plus de confianza, no es que tengas un truco pero puedes ver un tema técnico a mejorar, algo de zancada, frecuencia, qué se yo.

Y eso se ve mejor dentro del pelotón que con la mano en el cronómetro en la calle ocho. Tampoco es muy normal que un entrenador de cincuenta años esté haciendo series para un atleta de elite de 25.

No (risas). Muy normal no es.

No menos de tres corredores de vuestro grupo podrían estar en maratón en los Juegos de París 2024: Tariku Novales, Laura Luengo y Yago Rojo. ¿Tú nunca adaptaste tus entrenamientos para maratón como hizo Eliseo Martín?

Bueno, yo corrí maratón ya cuando me había retirado. Hice 2h17 parándome tres veces en los últimos dos kilómetros. Lo corrí porque yo quería aprender. Dentro de esta pasión, el maratón es como lo máximo, tiene un aura de épica, es literario. Durante mis años de atleta compartí viajes y mesa con Abel Antón, Martín Fiz, Fabián Roncero, Alejandro Gómez, Chema Martinez, Rocío Ríos, Ana Isabel Alonso, Mónica Pont.

Estuve en el circuito animando a Alessandra Aguilar el día que fue quinta en el Mundial de Moscú, con María Abel, con muchos de los mejores del mundo. Y escuchaba cosas de cómo entrenaban. Al fallecido Diego García una vez le vi hacer siete dosmiles en la pista de Segovia y creía que aquello era ciencia ficción. Yo era junior, imaginate yo pensando qué estaba haciendo aquel tipo en una pista de atletismo.

Quería ver qué se siente y primero hice el de Sevilla en 2011 sin prepararlo. Esto no debería decirlo porque soy entrenador y siempre digo que hay que ir con respeto pero con los deberes hechos.

En febrero de 2011 tenías casi cuarenta años. Pero también un bagaje de conocer cómo funciona tu organismo muy completo.

Sí, salía a correr sin entrenamiento pautado. Corría seis días a la semana y ya. De todos modos yo tenía en la cabeza la idea. Y dos semanas antes de la carrera, en el entrenamiento de los domingos, pensé una cosa. Como mi hija tenía cinco años, mi mujer me preguntaba siempre cuánto iba a tardar. Siempre tardaba 45 minutos o así. Y dije, dos horas.

Mi mujer me vio con dos botellas en la mano y se quedó mirando como que yo tramaba algo. Mi idea era hacer 30 kilómetros a ver si los hacía dignamente antes de apuntarme. Tenía pensado hacerlo en progresión desde cuatro minutos el kilómetro en adelante. Pero ya de salida empecé a meter kilómetros mucho más deprisa.

Escondí las botellas para probar lo de beber un poco, que era temporada de setas y me las podían quitar. Cuando llegué a casa dije a mi mujer que encendiese rápido el ordenador y que comprara tres billetes de AVE porque nos íbamos a Sevilla. Y así me presenté para ser tercero en el campeonato de España detrás de Pablo Villalobos y Asier Cuevas.

Así hice 2h20 y me quedé pensando en que ahí había cosas interesantes. Y empecé a preparar el de Castellón para meses después. Y ahí quedé cuarto. Hice una preparación jugando a ser entrenador. Adaptaba cosas de medio fondo a fondo a ver qué pasaba.

Algunas cosas las hacemos ahora, incluso. Entrenamientos tirando de grasas, correr sin cenar, sin desayunar, cosas que había leído y aprendí bastante. Me lo pasé muy bien y cogí un buen nivel. Iba para hacer 2h15 aunque empezaron a darme unos trallazos los isquios y tuve que pararme a estirar al final como el gran Fabián Roncero cuando iba a ritmo de récord del mundo en Rotterdam.

Esto es vox populi: a tus espaldas muchos decimos que tenías cuerpo para haber sido un gran ciclista profesional. ¿Te imaginas que en vez de San Martín de Valdeiglesias tu familia se hubiera ido a vivir a El Barraco?

Pues fíjate: la referencia en el pueblo era Angel Arroyo, como luego salió Pablo Lastras por allí. Siempre ha habido mucha afición en la zona y a mí me gustó siempre mucho seguir el ciclismo en la televisión, mi padre me hablaba de Ocaña, Merkx, Van Looy, de Fuente, no sé si hubiera sido ciclista.

De hecho, hace unas semanas he estado corriendo con algunos ex profesionales en un Criterium que organiza Dani Clavero, que fue ciclista profesional, y he ido con la banda con Pavel Tonkov, Igor Astarloa, Óscar Freire, etc. Es una maravilla ver cómo se mueven en la bici. Nunca lo he pensado. A raíz del Haglund empecé a montar en bici ya con treinta y tantos años.

Competiste en duatlón hasta hace nada en la élite.

Tengo licencia pero llevo dos años sin hacer nada, sí. Pero he hecho tres Campeonatos del Mundo y tres de Europa con la élite pero siendo el más viejo de largo, claro. De hecho, en el último que hice en 2019 fui séptimo, uno que acabó ganando Benjamin Choquert, que acaba de hacer 2h07 en maratón. A falta de 500 metros todavía iba yo en posición de medalla, pero, al final se nota; era muy viejo, tenía 47 años.

Luego, justo corrí otro en Punta Umbría, todavía en elite, fue justo pre pandemia, uno que se celebró la semana antes de encerrarnos. Es que en la bici duelen menos cosas. Si tienes algún problema de gemelo, tendón de aquiles, etc., en la bici no molesta.

¿Entonces nunca has curioseado con quién habrías competido? Lo malo es que entre, pongamos, 1998 y 2005, no hay más que ciclismo del oscuro.

No. Nunca. Yo estaba centrado en lo mío. Disfruto de la bici y es un refugio muy bueno para los atletas cuando no puedes correr. Decimos que mejor sillín que sillón.

¿Cual es el último libro que has leído y el último libro que has empezado y has dejado por imposible?

El ultimo es uno llamado Padre rico, padre pobre, que va sobre consejos de inversión pero de un modo algo literario. Por imposible tengo pendiente el de Wild wild N*ke, de Raúl Fernández.

¿El último plan de entrenamiento que has mirado y has pensado que ojalá hubieran inventado esto cuando tú competías?

He mirado uno que tenía guardado de cuando era sub 23 y vi cosas que me gustaban mucho, que no me importaría implementar en los atletas que tenemos ahora. Una cosa que me ha sorprendido es lo que han escrito sobre Kelvin Kiptum sobre el volumen exageradisimo de kilómetros y, al contrario, lo de Joshua Cheptegei, que me parecía muy escaso.

No te voy a negar que he visto cosas que me gustaría haber hecho a mi. Por ejemplo, entrenamientos de atletas de EEUU, ahora que se publican muchas cosas en redes sociales y videos, basadas en ritmos controlados, tempo run como lo llaman, que no es que no lo hayamos hecho tradicionalmente pero que, en determinadas épocas del año, se puede explorar más sobre ese trabajo .

Pero en esto de entrenar tiene que ver mucho el ensayo y error. Evidentemente detrás está la ciencia, la fisiología, pero no confío mucho en un sistema de entrenamiento cerrado. Cualquier idea te puede encender la luz, no se trata de copiar el entrenamiento de unos para otros. Se lo decimos constantemente a los corredores populares: no copies lo que hace un profesional, hay que ver todas las cosas en su contexto. Insisto en que hay mucho de ensayo y error. Correr es una ciencia bastante imperfecta.

Un comentario

  1. Curiosa entrevista, realizada por un periodista amigo, ya que ni una sola mención al dopaje sistemático en esa ÉPOca en el atletismo español. Atletas como Pentinel y entrenadores como Pascua Piqueras, a la sazón entrenador del entrevistado, y que por supuesto nunca vio nada sospechoso.
    No merece más la pena seguir escribiendo.

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