Se enfrentan España y Francia en las semis de Alemania ‘24. La última vez que la Selección española ganó la Eurocopa se llevó por delante a Francia en una eliminatoria. Fue en 2012, cuartos jugados sobre el césped del Donbass Arena, en Donestk. No le había ganado nunca en partido oficial y lo hizo para acabar llevándose el título porque aquella selección dirigida por Del Bosque, campeona del mundo en curso, no invertía fútbol en vano.
Una España de toque y una Francia sin Nasri
Como en otras ocasiones, el equipo de Del Bosque salió sin delanteros natos. En el banquillo esperaron Torres, Negredo, Llorente y Pedro. Fueron todo mediocampistas de pedirla al pie, con Cesc como más adelantado.
La idea era encerrar a Francia en su mitad de campo a través de superioridad tanto numérica como cualitativa. Tratar de ganarles desde la combinación y los movimientos en espacios reducidos, cualidades adecuadas a Busquets, Xavi, Silva e Iniesta.
Fue una propuesta sin demasiadas alternativas, quizá sólo sostenible si tienes a seis de los mejores medios del mundo en sintonía. España los tenía y ganó el partido de ese modo. Porque «lo más importante es la superioridad numérica, pero la superioridad de la cantidad de jugadores buenos que tengamos nosotros con respecto al contrario», que diría Lillo.
Por parte de Francia, Blanc varió su planteamiento habitual para intentar contrarrestar la evidente superioridad española. Era un equipo de calidad limitada, bien reflejado en que alcanzaron las eliminatorias como segundos y tras caer ante Suecia.
Para vencer a España necesitaban libreta y rezo. En un ejercicio cuasi fundamentalista, Blanc prescindió del genial Nasri. Y decidió esperar en un 4-4-2 de bloque medio que pasaba a 5-4-1 si el oponente superaba la primera línea. Aunque no tener rivales arriba que vayan al espacio hace a priori adecuada una presión alta, la propuesta de Blanc tuvo su sentido.
Sin presionar el inicio español, los de Blanc trataban de estrecharse para enjaular a sus centrocampistas, evitando que recibieran o que lo hiciesen con espacio. Que creasen lo menos posible. Formó un triple volante donde Malouda y Cabaye atendían el fuera-dentro de Iniesta y Silva en fase de repliegue, toda vez que el físico M’Vila cubría la delicada zona central ocupándose frontalmente de Xavi.
A partir de ahí, la zaga se adelantaba a fin de, presionando hacia delante, conseguir recuperar el balón en el sector alto de su campo, de manera acompasada. Cuando lo consiguieron, lanzaron contragolpes conducidos por la izquierda. Allí se juntaban Malouda, Ribery y Benzema, los tres futbolistas de mayor nivel técnico de la alineación.
La Selección española controla el partido
Era aquella Selección española del todo identificable, por eso Blanc conocía que en ese sector estaba su mayor debilidad. Su juego posicional basado en tener el balón exigía que los laterales subieran para que se generasen espacios interiores desde su amplitud. Sobre todo en una España sin extremos naturales y a pie cambiado.
Durante el partido, los de Del Bosque intentaron respetar el concepto general del juego que indica: sube un lateral y queda el otro, para asegurar las ayudas ante posibles contraataques. Sin embargo, tal fue el flujo de pases en la mitad rival que, acaso por inercia, en algunas ocasiones acabaron los dos laterales más cerca de la portería contraria que de la propia. La zaga se confió entonces a los inmensos Piqué y Ramos, con Alonso como retenedor. Ninguno pasaba los 25 años, su plenitud pudo con todo.
No obstante, en esta fase se daba el principal defecto de España: la inadecuación ofensiva de Arbeloa. Central de origen, el del Madrid era un excelente defensor, pero carecía de virtud para combinar, centrar o llegar al área.
En primer lugar, con los grandes pasadores en largo Ramos y Alonso como iniciadores en la izquierda, la complementariedad con el alejado Arbeloa era mala. El lateral protagonizó varias jugadas a lo largo del partido sin incidencia en el desenlace.
Mientras lo que trató de aprovechar Blanc es que Arbeloa subía tanto como Alba pero con más tendencia al error y menos capacidad para la transición defensiva. Alba, extremo de origen, era más rápido, dotado para el ida y vuelta y preciso con balón.
Si aprovechar las subidas de Arbeloa para atacar la espalda con los mejores futbolistas franceses era una maniobra ofensiva, Alba provocó que el sector derecho fuera pensado estrictamente desde lo defensivo. Blanc alineó doble lateral en la derecha, con Debuchy por delante de Reveiller, para frenar la conexión entre Alba e Iniesta. Francia, por descontado, no produjo nada por la derecha y además tampoco pudo evitar que le dañaran en su mejor defensa.
Alba rompe la libreta
Sobre el papel todo parece claro, pero el nivel de los futbolistas es un tachador incansable. Por eso Alba, en el sector fuerte defensivo francés, dio la asistencia del primer gol.
Fue en el minuto 18 y llegó desde la bota de Alba pero gracias a la desposicionalidad del inteligente Silva. El fútbol es un juego de imprevisibles. Con España en fase de posesión, Silva apareció en la otra banda, toda vez que Iniesta se retrasaba y Alba ganaba altura. Con Cesc fijando al central Koscielny y a un Clichy basculado, Silva atrajo la atención de Rami y Revellier cuando el balón lo tomaba Iniesta.
Eliminó así la ayuda a Debuchy, que ya hacía de lateral en línea de cinco. La precisión de Iniesta en el pase filtrado y el tempo de Alba para atacar la espalda de su par permitieron ganar línea de fondo. Alba centró y apareció Xabi Alonso en el segundo palo para batir a Lloris de cabeza. Lo hizo de manera indetectable, al estar la zaga girada hacia el centrador y Clichy confiado por la poca amenaza de Arbeloa a su espalda.
El 1-0 era ideal para aquella España. Como Francia, los rivales solían encerrársele y, sin delanteros, su capacidad anotadora desde lo individual era muy reducida. Las cifras así lo expresan. En aquella Eurocopa empató a uno con Italia, ganó uno a cero a Croacia y, en semis, no hubo goles ante Portugal. Las dos goleadas llegaron ante EIRE, con Torres como 9 y un gol a los cinco minutos, y en la final contra Italia, cuando también se abrió el marcador al cuarto de hora. Siempre adelantarse traía el sosiego a aquel equipo.
Ingresa Nasri: España compensa y sentencia
Detrás en el marcador y sin generar ocasiones, Blanc hubo de cerrar la libreta para dar paso al talento. Ingresó a Nasri en el 64’. También lo hizo Ménez, otro delantero, este de potencia, velocidad y gol. Salieron Debuchy y Malouda. Francia pasó a formar en 4-2-3-1 de mayor ímpetu ofensivo.
El movimiento fue compensado inmediatamente por Del Bosque, con Pedro y Torres. Si Francia pretendía arriesgar, ellos les castigarían la espalda. Las cosas de los grandes entrenadores.
El extremo del Barça debutaba y firmó una media hora magnífica. Torres tuvo una clara a diez minutos del final desmarcándose en ruptura, pero fue anulada por fuera de juego dudoso. No eran tiempos de VAR. Y Pedro, tras asistencia de Cazorla, provocaría el penalti del definitivo 2-0.
La Selección española dejó salir a Les Bleus, esperando entre el bloque medio y el bajo. Esto benefició la labores defensivas de sus laterales, toda vez que el doble volante compuesto por Busquets y Alonso consiguió mantener a raya a Nasri.
Los de Blanc no chutaron a portería en toda la segunda mitad debido a su inferior nivel. Ni siquiera con el ingreso de Giroud, que liberó a Benzema en zona de aceleración y provocó juego directo bien solventado por Piqué en el aéreo. El gol de Alonso en el 90 cerró una buena partida de ajedrez que, como siempre, decidieron los grandes jugadores.
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