Hay motivos para creer. Tras una docena de años de sequía continental, la Selección Española de Fútbol vuelve a colocarse como una de las favoritas para levantar la Eurocopa el próximo 14 de julio en Berlín. Si bien es cierto que el equipo venía manteniendo un perfil discreto antes de afrontar la fase de grupos, su progresión a lo largo del torneo está trufada de éxitos, y no sólo desde una óptica resultadista. Los de Luis de la Fuente, que suman tres victorias en tres partidos y un cómputo de cinco goles a favor y ninguno en contra, están luciendo un estilo de juego renovado que gusta, que convence, que trenza ocasiones y que además es fruto de una hermandad grupal que aporta una extrema solidez al proyecto.
Desde estas coordenadas, el siguiente desafío pasa por doblegar a Georgia en octavos, una victoria que abriría un camino hacia la final en el que acecha la posibilidad de medirse a gigantes como Alemania, Francia o Portugal, que no están mostrando su mejor cara en lo que llevamos de competición. En cualquier caso, tal y como puede verse en https://time2play.com/es/apuestas-deportivas/futbol/eurocopa/ —donde las diferentes casas de apuestas coinciden en vaticinar un buen pronóstico para La Roja—, no faltan razones para ceder al optimismo y confiar en una nueva hazaña europea.
Un fútbol que ha cambiado de guion
Con la llegada de Luis de la Fuente al banquillo, el equipo ha terminado asumiendo una disposición táctica que difiere en algunos aspectos de la identidad futbolística con la que España conquistó el Mundial de Sudáfrica y las Eurocopas de 2008 y 2012. A grandes rasgos, aunque la renuncia al toque no se contempla, sí es cierto que el técnico riojano ha dejado claro sobre el césped que está dispuesto a ceder la posesión si así lo exige el rumbo del encuentro. Como muestra, un dato: en el último duelo frente a Croacia, el combinado patrio tuvo la pelota menos tiempo que su rival, algo que no sucedía desde hace una década.
De la Fuente comprende las limitaciones del fútbol moderno y busca una fórmula versátil que produzca resultados. Con este enfoque flexible de posesión, ha añadido otros elementos que, combinados, destacan en tres aspectos: la verticalidad y el vértigo (ya no es necesario elaborar cada jugada infinitamente para ser incisivos en el área), la presión alta heredada de la era de Luis Enrique y la idea de no obsesionarse con sacar el balón jugado desde atrás. Hasta ahora, este engranaje ha tenido éxito.
Williams y Yamal, perfiles en extinción
Otro de los atractivos que maneja España de cara a conseguir un tono de líder en esta Eurocopa es sin duda el descaro que reparte por ambos extremos. Tanto Nico Williams por la izquierda como Lamine Yamal por la derecha están demostrando un altísimo nivel a la hora del desborde. Ambos pueden presumir de velocidad punta y regate afilado, de sembrar la alarma entre los laterales cada vez que pisan zona sensible, sobre todo cuando estos asumen el duelo en solitario. Dimarco y Di Lorenzo pueden dar fe de ello, que en el partido de la fase de grupos que los enfrentó a España se vieron superadísimos en todo momento por la fantasía de la joven pareja de atacantes.
De la Fuente tiene en estos dos extremos de manual el recurso preciso para ensanchar el campo peligrosamente frente a zagas de cuatro jugadores. La maquinaria funciona incluso cuando intervienen cinco defensas, y es que tanto el del Barça como el del Athletic saben meterse por dentro para comprometer a los centrales y dejar así las bandas a disposición de laterales con llegada como Cucurella y Carvajal. Del resto se ocupan un ariete puro y el merodeo frecuente de atacantes en segunda línea.
El poderío físico de un conjunto que aporta sacrificio
Más allá de las cualidades que ofrece desde la pizarra, la selección absoluta incorpora entre sus puntos fuertes un alarde físico que le permite resistir a un nivel muy alto durante noventa minutos. La preparación del cuerpo técnico en este sentido está consiguiendo cierto efecto de intimidación sobre los rivales, especialmente en las fases de presión alta y en la recuperación de balones. No en vano, el equipo lleva en este torneo más de 120 duelos ganados, la mayoría de ellos en campo contrario, lo que casi siempre da opciones de lanzar transiciones rápidas en zona de tres cuartos.
El entrenador ha logrado inculcar a todos los jugadores esta manera de participar en un terreno de juego, por lo que se acaba dando un esfuerzo colectivo, un esfuerzo de grupo bien armado, que no entorpece la movilidad del once en ninguna faceta del juego. Cuando toca salir en tareas ofensivas, todos lo hacen como un bloque, y lo mismo sucede cuando llega el turno del repliegue, que suele efectuarse a golpe de sincronía. De hecho, la efectividad en este tipo de sacrificios ha permitido a La Roja mantener la portería a cero en toda la fase de grupos. La consigna de no bajar el ritmo parece evidente, como pudimos ver incluso en el partido contra Albania, cuando el pase a octavos ya estaba asegurado.
Un vestuario en calma
Por último, cabe poner el foco en un aspecto extrafutbolístico que posiblemente sirva como casilla de salida para darle forma a todo lo demás: la unidad del vestuario. El trabajo psicológico de De la Fuente ha servido para que la falta de egos y la primacía del colectivo por encima de las individualidades reinen en el transcurso de los acontecimientos.
Es evidente que la plantilla cuenta con algunas figuras titulares, pero incluso estas pueden verse relegadas al banquillo si la ocasión lo requiere, y no por ello surgen enfados de puertas para adentro. Ya hemos visto algunos casos sorpresivos (la prioridad por Cucurella y no por Grimaldo, por Fabián y no por Merino, por Pedri —con más de un año de ausencia— y no por Olmo) que no han levantado ampollas entre los implicados. El técnico de este combinado ha sabido transmitir que el rol de los suplentes es tan crucial como el de aquellos jugadores que salen de inicio. El sentimiento de unidad está consagrado; también sabemos jugar al fútbol.