Gora Euskadi Ta Askatasuna, dice Eddy.
Eddy es Eddy Merckx. El mejor ciclista de siempre, el mayor deportista que jamás hubo.
Lo otro… ya saben.
Ah, España, 1974. El chascarrillo… España, 1974. Él ni siquiera comprende, porque…
Miren, ¿sabe qué? Mejor les cuento. Todo empieza hace cincuenta años. Sí, el medio siglo, cómo pasan décadas. Sean ustedes bienvenidos a la sexagésima primera edición de la Grande Boucle.
Un belga, muchos españoles y le Vieux Gallois
Para 1974 Eddy Merckx no era, ya, el «gran» Eddy Merckx. Temporada discretita, casi gris. Doblete con Giro, también Campeonato del Mundo. Sumen Suiza, que se zampa Eddy, entre el 16 de mayo y el 21 de julio, Corsa Rosa, Helvecia y Grande Boucle sin hacer stop.
Victoria en las tres. Dejen echar cuentas… sesenta y seis días; de los cuales fue líder en cuarenta etapas (contando sectores); ganando trece parciales; más regularidad y montaña en Suiza; más combinada y combatividad en Francia. Premio Stajánov para el caballero. Ah, también fue, en 1974, tercero por Niza, segundo en Lombardía, cuarto en De Ronde y París-Roubaix.
Eso, decadencia.
No lo digo bromeando, júrolo. Aquel era un Merckx débil en picos, un Merckx al que se le notaban costuras. Quedaba, aun, ambición, igual que quedaba endurance, resistencia, savoir faire. Quedaba, sí, aquella primavera loquísima de 1975, otra maratón con tres Monumentos, un segundo en el Velódromo tras pinchar mil veces, la Amstel y cajón por Flecha o Zúrich. El trimestre más dominador que jamás hayan visto ojillos ciclistas.
Decadencia, les dije.
Tiró de clase en el Giro, contra un Tarangu incontenible (salvo por el propio Tarangu… ay, San Remo), contra un Gimondi crepuscular, contra el empuje juvenil de Baronchelli. Tiró de clase y experiencia, e igualó a Coppi, igualó a Binda. Luego, en el Tour… parecido. Picotazos aquí y allá, el Kas que desarbola sin desarbolar completamente, Gonzalo Aja metiendo manucas a Eddy cada vez que hay cuestas en el rutómetro.
Mont du Chat, Mont Ventoux, Galibier. Ataques y ataques. Eddy, impasible, espera. Eddy, veterano, deja hacer. Ya vienen, sí, los descensos. Ya remató, sí, con mi rush. Poco a poco. Paradoja de paradojas, nunca nadie ganó más etapas en la misma Grande Boucle que Eddy este 1974. Ah, y con exhibición final parisina.
Decadencia, oigan.
Lo cierto es que aquel fue un Tour… funcionarial. Todo lo funcionarial que puede ser algo con Eddy, el tipo más ambicioso que jamás practicó deporte alguno. Pero… Pasaron por Bélgica, por Inglaterra, por España, por Francia, claro. Todos esos países trincaron (López Carril, Hoban, Genet, Poulidor, Danguillaume y Campaner… por los belgas hasta catorce parciales), y la cosa anduvo para reconocimientos y descubrires.
Los antiguos… pues le Vieux Gallois. A ver, Christophe llevaba casi un lustro muerto, pero bien vale un Pou-Pou para relevarlo. Venciendo las tentaciones de llamarlo «abuelo de Mathieu» (que es lo que hacen quienes desprecian a una leyenda de este asunto), podemos decir que Raymond firmó aquí su más bonita gesta. Victoria no, victoria na, porque para Poulidor las victorias valían menos que los abrazos, o eso nos hizo creer. Pero, en fin, mejoró el puesto de su debut… segundo por aquel tercero. Doce años lo separan, aun restarían otras dos Grande Boucle.
Estuvo, además, especialmente combativo en 1974, con estreno victorioso en el Pla d´Adet. Casi dos minutos a Eddy aquel día. Luego vino el doble de Danguillaume, inauguración de Tourmalet como meta (qué poco me gusta, a mí, el Tourmalet como meta), aquel numerito incomprensible de Eddy camino de Orleans, cuando escapó por puro gusto, cuando sacó el minutejo a todo el pelotón. Etapa llana, llanita. Ese era Édouard, y por eso es el puto mejor de siempre.
Ah, y novedades. Ahí, los españoles. Vicente López-Carril, que trincó etapa el día de Cucheron y Galibier norte, que estuvo tras Eddy desde Pirineos hasta la contrarreloj última. Cero opciones frente al ogro, pero mérito. Era buen ciclista, López-Carril, escalador de raza, pieza en aquel Kas setentero de multipresencias y locuras. Fue top ten en todas las Grandes, aunque nunca estuvo cerca de ganar. Época de precios altísimos, entre belgas y… bueno, sobre todo belgas. Años más tarde, recién retirado, falleció Vicente. Estaba jugando al fútbol, en la playuca…
Pero, sobre todo, Aja. Gonzalo Aja, que era de Matienzo, y si eres de Matienzo solo puedes salir escalador. Matienzo es un valle cántabro, uno rodeado de montes allá donde mires. Fuente las Varas norte, Cruz de Usaño sur. No hay más sendas, así que toca subirse puertos. Tienen, en Matienzo, un poljé (es, Matienzo, un poljé), un poljé con cuevas insidiosas, cuevas que se retuercen, que cuentan historietas, que nadie sabe, nadie, hasta dónde terminan. Igual llegan al mar, igual tiran hasta el Asón o Soba.
Y allí nace Gonzalo Aja.
Gonzalo Aja se hizo grimpeur, como decíamos, y destacaba mogollón en aquellos setenta de patilla y fleco largo. Etapas aquí y allá, puestos, actuación epatante en la Suiza que domeñó Merckx. Inmejorable ante el Tour, esperanzas. Pero superó todo.
Porque Gonzalo vuela, vuela cuando la pendiente mira al cielo. Vuela en el inédito Mont du Chat, vuela en el Ventoux recordando a Tom Simpson. Termina Alpes segundo, tras Eddy, a solo dos minutos. Lo de «solo» va entre comillas, claro, porque dos minutos son dos minutos, y un Merckx es mucho Merckx.
Pero… Queda llegar a la Seu por Envalira, queda que miren St-Lary-Soulan desde lo alto, queda Tourmalet en partida doble, queda Soulor. Segundo y tercero, Gonzalo y Vicente, visten idéntico maillot, pecho azul, manga amarilla, el jaune no se imita, olviden moderneces. Idéntico maillot, juegos en horizonte. Así que… quién sabe.
Hasta Pla d´Adet. Un descenso, una caída. Un belga. No era gregario de Eddy, pero… Gonzalo siempre tuvo dudas. No sé si me caí o quisieron tirarme. Qué importa, ya, medio siglo. Él, que había escalado más rápido que nadie hasta entonces, pierde dos minutos arriba de St-Lary. Apoteosis poulidoriana, a Eddy le duele una pierna. Cae Aja hasta el cuarto puesto, sube López-Carril al segundo. Pero está solo, y no puedes, solo, contra Merckx. Quizá no sea posible aunque sumes guerrilleros. Y allí acaba, sí, el Tour de 1974.
Allí acaba aquel Tour por el que cortaron la cabeza a un Borbón, un Tour donde un flamenco grito «Gora Euskadi Ta Askatasuna».
¿Cómo? Ah, esperen, esperen, que les cuento.
¿Qué me dice usted de una dictadura?
Me lo cuenta el buen Ramón Usall en Un siglo cuesta arriba. Historia popular y política del ciclismo, libro recién editado por Altamarea donde hace un recorrer (vuelapluma, anécdotas, mucho dato, mucha idea para que tires) sobre cómo las dos ruedas trenzaron revoluciones, protestares y simbolismos en el vetusto XX. Me lo cuenta, digo, Ramón Usall. Que si ese Tour de 1974 tuvo chicha también fuera del asfalto.
Porque aquella Grande Boucle entraba en España. Etapa quince, final en la Seu d´Urgell; la siguiente toma dirección St-Lary. Ahora el Tour pasea por el sur de los Pirineos en más ocasiones, pero entonces no era… Vamos, que 1949, cuando anduvieron Coppi, Bartali y Caput por Donosti; luego sendas llegadas a Barcelona, años 57 y 65 (en la segunda, victoria y apoteosis de José Pérez Francés, cántabro de Peñacastillo, guapo y clase, mala hostia ara regalar) y otra a la Seu en 1968, triunfo de Herman van Springel.
Novedad, escaparate al mundo, celebración. Se cuidaba mucho el Tour de asuntos políticos, y entrar en el país franquista era algo que podías hacer, vimos, pero a cuentagotas. Déficit de imagen. Y, más aun, peligros. Peligros de algaradas, manifestaciones, usar ese símbolo galo como altavoz. Ay, no, eso ni de coña.
Pero en 1974 ocurre.
Pongamos contexto. Septiembre de 1973, detenciones, Movimiento Ibérico de Liberación (MIL… ojo, que habrá sopa de siglas). Uno de ellos, Salvador Puig Antich, es condenado a muerte, y posteriormente pasado por el garrote en marzo de 1974, meses antes del Tour. Para llamar la atención sobre este hecho (Puig Antich es mártir, otros dos MIL continúan a la espera de juicio) se producen acciones de los GARI. Los GARI son los Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista, y van a tener protagonismo en aquella Grande Boucle como si un gregario bueno se tratara.
Estos GARI aprovechan el espejo del Tour para reivindicar sucesos, ideas y otros asuntos. La noche del 15 de julio, mientras la caravana ciclista duerme en La Seu d´Urgell, los GARI hacen explotar cuatro artefactos en la villa. Ninguna víctima mortal, daños materiales en coches del Kas y La Casera, los dos únicos equipos hispanos que corren aquella edición.
Digamos que no era primera vez, porque algunos ciclistas, Aja entre ellos, habían encontrado cartas en las habitaciones de sus hoteles. Que no sigan compitiendo, porque eso se hace en connivencia con el régimen franquista. Y etcéteras.
Ninguno hizo caso a las presiones, que sepamos. La reivindicación correspondiente en prensa hablaba de alienaciones deportivas, de cómo el deporte despolitiza al individuo y de cómo la mayoría de pros están tratados en régimen de casi esclavitud… Ah, los Gari cruzaron también algunos troncos en la subida al Tourmalet por Baréges, que debía afrontarse dos etapas más tarde. En contexto ciclista… algo así como cantar La Salchipapa en el crucero de Chartres.
Digamos que la Grande Boucle terminó sin mayores contratiempos, pero los GARI siguieron durante julio y agosto con sus cosas. Hasta el consulado español en Toulouse, llegaron a atacar. Sucede que la gendarmerie se puso pilas y empezó a detener paisanos del GARI. Y, para protestar por esas detenciones, surgió el Garot (por «garrote», en francés), o Grupo de Acción Revolucionaria Ocasionalmente Terrorista. Nombre con poco gancho, sí, pero algunas acciones destacables.
Enviar los dedos cortados de un Borbón a France Soir, oigan. Y que ese Borbón fuese Juancar, aun no Primero, aun no «Campechano». Bueno, sí, no eran los dedos-dedos, sino los dedos del maniquí en cera que representaba al egregio borbónico en el Museo Grévin de París, que no estaba ya Francia como para decapitar reyes, oigan.
Porque también lo decapitaron. Y sacaron foto. Y enviaron foto a France Presse, para la publi. Y enviaron foto, antes, al Palacio de El Pardo, para no dejar dudas. Que consideramos a Juan Carlos heredero de Franco. Si hasta ese mes de julio, año 1974, asumió jefatura del estado español por estar Paquito enfermo (tardaba en morirse, el tío).
Los miembros del GARI detenidos por todos estos asuntos de 1974 tuvieron juicio mucho más tarde, en 1981. Sendos, enero y marzo. Absueltos de cualquier acusación, en su mayoría. Amnistiados, todos, cuando accedió a la Presidencia de la República François Miterrand, en mayo de ese 1981.
Una coda… Lo de Eddy Merckx. Igual es apócrifo, pero se non è vero… Me pasa lo mismo que con aquel sprint bajo la pancarta del Partido Comunista, anécdota tan jugosa que, por fuerza, debe ser falsa. Y eso, el Tour. Pues se dice, se comenta, se rumorea… que un ciclista vasco, un ciclista del Kas (cuyo nombre omitimos, por pudor) quiso hacer broma con Eddy durante una de las etapas que pasaron al sur de los Pirineos.
Mira, Eddy, cuando pasemos por la frontera habrá allí unos guardias civiles… tú saluda, en voz muy alta, y hazles honores, es costumbre aquí. Verás, lo que tienes que decir es «Gora Euskadi Ta Askatasuna». Y, cuentan, Eddy hizo. Vete a saber. Yo no lo trago del todo, pero…
Vete a saber.
Epílogos, prólogos
Decíamos que este Tour de 1974 fue epílogo para Merckx. Epílogo al modo del belga… o sea, epílogo pero aun faltan victorias como para entrar, por sí solas, en leyenda. Más Monumentos, más Mundiales. Y ese Tour de 1975, el que debió ser sexto, cuando atacó en cuatro de las cinco primeras etapas, cuando hizo infierno en Francia, cuando le pegaron el puñetazo por Auvernia. Eddy y el ataque asesino, el ataque-sprint, el ataque de romper músculos, arriba de Allos. Eddy y la bajada de todas las bajadas, Eddy y los dos minutos, Eddy y fringale camino Pra-Loup. Pasa Felice, Pasa Thévenet.
Se termina un Imperio.
La relación entre terrorismo y bicis, desafortunadamente, continuó. En 1968 ya suspendieron etapa de la Vuelta entre Vitoria y Pamplona. Hubo cambios, también, en 1976. En 1977, incluso, tuvo línea final en Miranda de Ebro, de forma totalmente improvisada, para evitar el paso por Guipúzcoa, plena Semana Pro Amnistía. Y así hasta 1978, con aquel final accidentado, aquel final que casi se lleva por delante el asunto.
Bernard Hinault que arrasa, Bernard Hinault que no puede concluir en condiciones la última crono. Arena, chinchetas, obstáculos, ciclistas agarraos, empujones. La organización que dice «basta». Nunca más, dice El Diario Vasco. Fue, casi, el fin de aquella carrera, salvada in extremis doce meses más tarde. Años, sí, hasta treinta tres, estuvo la Vuelta sin pasar por el País Vasco.
Pero esa es otra historia.
Imposible leer diez líneas seguidas sin perder el hilo por obra y gracia del ego del autor. Terrible. De verdad, terrible.
Pues no me he enterado de nada, oiga.
Suscribo. Qué historia tan interesante, que el escritor no deja descubrir. Qué emplasto!!!
Entiendo que el estilo del narrador es ese, pero con una historia tan buena como la que se está describiendo, tanto artificio verbal creo que no aporta absolutamente nada.
Pues a mi me gusta el estilo de Marcos Pereda. Yo se de uno que dijo a otro que se iba a Alemania, que «buenos días» se decía «sieg heil».