El home run o jonrón es la acción del béisbol más emocionante. Consiste en batear la pelota con tanta fuerza que esta sale del terreno de juego, de forma que el bateador puede recorrer todas las bases. El año pasado salió la feliz noticia de que en las Grandes de Ligas de Estados Unidos, en los últimos años, estaba aumentando de forma desproporcional los home run o jonrones. En 2022, de hecho, Aaron Judge hizo una marca de 62. El récord lo tiene Barry Bonds con 73 en 2001, aunque estuvo en entredicho por las sospechas de que el jugador podría haber usado esteroides, denuncia que finalmente fue archivada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Se han barajado múltiples factores para el aumento de los jonrones. Uno es el cambio de materiales en la pelota, que ahora presenta menos resistencia. También pueden haber influido las nuevas técnicas de bateo. Se considera que 1999 y 2001 fue la época en la que los citados esteroides se estaban consumiendo sin control, pero las temporadas con mayor cantidad de toda la historia son las posteriores a 2015.
Sin embargo, un estudio publicado en abril de 2023, trabajado por Scientific American, encontró probado que el aumento se debía al aumento de la temperatura global. Cuando el aire es cálido, las moléculas que lo forman se mueven más rápido y dejan más espacio entre ellas. Si el aire ofrece menor resistencia, las bolas bateadas pueden llegar más lejos.
Según los primeros estudios sobre el tema, una bola que puede ser home run o jonrón, es decir, que sale a 165 kilómetros por hora en un ángulo de 28 grados, cada medio grado Celsius más de temperatura que hay, puede llegar 10 centímetros más lejos.
Otra investigación posterior, publicada en el Boletín de la Sociedad de Meteorología Estadounidense procesó los datos de 100.000 partidos y 200.000 pelotas bateadas y los contrastó con las temperaturas de cada día. El resultado indicaba que entre 1962 y 2019, un partido con 10 grados Celsius superior a la media, tenía un 20% más de probabilidades de que se produjeran jonrones o home run.
Es más, empleando cámaras de alta velocidad, se compararon los golpeos de pelotas que habían salido del bateador con el mismo ángulo, pero en días de diferente temperatura. Los datos mostraron que 500 jonrones conseguidos desde 2010 podían tener relación con el aumento de las temperaturas. Si bien que los resultados de partidos de beisbol se alteren es una banalidad, al fin y al cabo, lo que muestran este tipo de detalles es la magnitud de lo que está ocurriendo.
Y mucho más grave aún es el problema de la contaminación. En 2021 la UEFA ya lanzó una campaña, Cleaner air, better game, que pretendía reducir las emisiones que ocasionan sus competiciones. El estudio que se adjuntaba mencionaba que la contaminación afecta a los jugadores. En Alemania, tras una investigación, se había encontrado que un 7% de los partidos se había jugado por encima del límite de PM10 (partículas dispersas en la atmósfera, como hollín, cenizas, metal, cemento) que marca la regulación europea.
Además de efectos nocivos para la salud, también afectaba al rendimiento. Si un jugador realiza entre 26 y 34 pases por partido con una precisión media con una precisión del 77%, la contaminación podía hacerle reducir el acierto hasta un 16% según la calidad del aire. Además, a mayor contaminación, aumentaban los pases largos, que es un recurso que puede interpretarse como quitarse el balón de encima.
En China, poco después, otro estudio confirmó estos resultados. En los partidos jugados en la Super Liga (CSL) de ese país, se encontró con que los jugadores sufrían más las consecuencias de la contaminación si viajaban a un lugar más contaminado que en el que vivían. Los visitantes podían ver reducido su rendimiento entre un 7,1 y un 7,8%. Mientras que el aumento de la contaminación afectaba a todos con un descenso de la precisión en los pases descendía un 3,1% y la participación en el juego un 2%.
Las conclusiones más graves llegaron de Holanda. Un estudio realizado allí en torneos de ajedrez, encontró que, cuanta más contaminación había, más partidas acababan en tablas. Se asumían menos riesgos, lo que guarda relación con el aumento de pases largos en fútbol. Además, la posibilidad de un movimiento erróneo llegaba hasta el 26,3% en los torneos jugados con mayores índices de PM2.5, las partículas contaminantes más pequeñas, que son las que aparecen en los espacios cerrados.
El deporte enseña muchas facetas de la sociedad. Continuamente, y por desgracia, nos obliga a reflexionar sobre violencia o racismo. Estos datos muestran que también nos puede dar una lección sobre el ecosistema.