Tengo grabado en la mente el Mundial de Italia 90. Cuando España se enfrentó a Corea del Sur después de un mal partido contra Uruguay, como recordaba Pardeza en estas páginas, prácticamente sin pasar del centro del campo, la victoria fue una gran alegría pese a la debilidad supuesta del rival. Sin embargo, en casa de mis vecinos a mí, un niño, me estaba pareciendo escuchar a esquizofrénicos. A cada gol de España, gritaban gol y añadían «hijo de puta», «cerdo», «maricón». Resulta que los goles eran de Michel y ellos eran del Atlético de Madrid.
En esa época, cuando se presionaba a un niño para ver si era del Atlético o del Real Madrid, muchas veces solía contestar «de España». A nadie le entraba en la cabeza que ningún español no fuese con España. Evidentemente, en el País Vasco y Catalunya, la gente que no se siente española no es que no vaya con España, sino que va contra España, pues la consideran el origen de todas sus pesadillas, pero ahí hay un problema político por medio.
En el último partido de la selección, en el Bernabeu se ha pitado a Morata y se ha aplaudido al próximo fichaje del Real Madrid, un brasileño, Endrick. Son unos pitos que hay que entenderlos en el contexto del madridismo, donde hay sectores con cierto desapego con la selección española, fundamentalmente, porque los once jugadores convocados no son del Real Madrid.
Cuando el Madrid volvió a ganar copas de Europa, entre la gente que vivió eso con una edad en torno a los veinte años ya se pudo apreciar el desarrollo de cierta alergia a la adversidad. Como todo el mundo que no sea del Real Madrid sabe, ser aficionado al fútbol consiste en ser aficionado a la derrota.
Todos los caminos que emprende un equipo al comenzar el año acaban en nada. Lo mejor, clasificarse para Europa, acaba en nada al año siguiente. Es muy raro ganar algo. La mayoría de los equipos nunca lo hacen. Sin embargo, el Madrid pasó en esos años del cero a todo y de todo al cero muy rápido, en cuestión de cinco años. Fue nefasto para las psiques.
Eso creó una generación de nuevos ricos que se habían arruinado muy pronto –lejos quedaba todavía el gol de Ramos- y entre esas gentes no era extraño escuchar que ellos no iban con España –quien entonces no daba pie con bolo, era un hazmerreír- en torneos de selecciones iban con Brasil.
Eran muchos y, de hecho, por aquel entonces, la canarinha venía inflada por los medios y su fútbol rácano para la calidad que ponía sobre el campo no estaba exento de ayudas arbitrales. Era fácil subirse al carro y muchos patriotas de reconocido y sin complejos pensamiento de extrema derecha, te decían que ellos iban con Brasil de toda la vida ¡Hala Madrid!
También parece que se nos ha olvidado con la brillante victoria en la Eurocopa de 2008, de la que nadie quiso quedarse al margen una vez que tomó color tras derrotar a Italia, de la letanía con Raúl. Aquí hay que admitir que fue doble. Antes de que Luis le dejara fuera, había que escuchar la matraca de que el delantero del Real Madrid era el origen de todos los males, que no valía nada, que estaba ahí por lo que estaba y, luego, cuando sí que era obvio que tenía que dejar paso a otros y así se hizo, fue al revés.
Por toda España había madridistas que se desplazaban para insultar al seleccionador y a la selección pidiendo a Raúl. La campaña que aguantó el Sabio de Hortaleza no tuvo nombre de dios, pero como ganó, todo el mundo, todos los medios y sus opinadores de combate, hicieron mutis por el foro y se dieron patrióticas palmaditas en el pecho.
El problema más adelante vino con Del Bosque. Para muchos, si había acabado tarifando con Florentino, ya era un enemigo. La victoria en un mundial, nada menos, hizo que muchos recularan. Pero luego cuando Mourinho trazó una línea en el suelo y exigió que se estuviera con él o contra él, a lo que el madridismo entró en tropel, hubo que tachar el fútbol que jugaba España, parecido al de Barça y orquestado por sus centrocampistas, de parabrisas aburrido.
Ahí hubo madridistas que se reconocían como fans del fútbol inglés de toda la vida, del «fútbol directo», significara lo que significase, porque en realidad si alguien ha hecho «fútbol inglés» en España han sido los clubes vascos, el Madrid no se ha caracterizado por rifar balones al área –salvo los centros laterales de Figo en la época galáctica.
Es una pena, porque es cierto que suena naive tener que recordar en un país como este, tan intoxicado por la lucha de nacionalismos en su interior, que la selección es la de todos, pero así debería ser. Así nos educaron cuando éramos pequeños.
Durante la liga se compite y, luego, se juntan los superamigos para enfrentarse a otros países y las rivalidades entre nuestros equipos no tienen importancia, porque todos llevamos la roja de España. Parece uno un pobre hombre recordando esto, que no es otra cosa que decir quea las tres de la tarde es de día, frente al egoísmo supremo, mezquino y sucio de los que anteponen las polémicas de sus equipos al apoyo al equipo que debería estar por encima de todos los equipos en España.
Y por qué pitan con la selección a Morata en perros campos como en Sevilla o el propio Metropolitano? Por qué es afición tan «equipista» ovaciona en pie a Lamine Yamal, estrella emergente del Barça? Eso partiendo de la absurda prisa de que por ser en el Bernabéu todos los aficionados fueran del Madrid.
Creo que es un ejercicio de tratar de retorcer la realidad y buscar un culpable que no sea Morata y su bajo nivel para la selección de todos.
Mucho mejor pitar el himno español con sala y odio, dónde va a parar.
Saña
Bien explicao
El otro día se pitó a Morata porque hizo un partido pobre, siendo generosos, y lleva así ya varios seguidos. No hace poco, en el Metropolitano y jugando con la selección se le cantó «¡Malo, malo…!».
Pero el error está en pretender que el otro día el Bernabéu estaba lleno de madridistas (de hecho, las informaciones que se dieron era que únicamente habían retirado entradas socios del Real Madrid equivalentes a un 10% del aforo). Casi con total seguridad en el Metropolitano sucedió lo mismo cuando jugó la selección, no todos serían socios del Atleti, ni mucho menos.
Para rematar lo absurdo del artículo, la ovación a Lamine Yamal por parte de esa supuesta panda de vikingos que llenaron el Bernabéu fue atronadora, todo el mundo en pie. Resulta extraño, viniendo de una multitud de enfervorizados espectadores madridistas, que supuestamente odian todo lo que huela ligeramente a culé.
El artículo, raro en este medio, es completamente absurdo y carece de sentido. Como si fuera la primera vez que en un campo se pita a un jugador del equipo de casa que está jugando de manera lamentable…; eso sucede en todas partes, sobre todo en nuestra querida España.