A mí las redes sociales me han servido para hacer el idiota, pasármelo bien y saber qué quiere la gente. Con el fútbol, por ejemplo, esto último es facilísimo. Es tan fácil saber qué quiere cada aficionado que le cuenten que quizá mi futuro sea ese. Utilizar varios seudónimos y escribir varios artículos cada día, uno para los del Madrid, otro para los del Barça, otro para los del Atlético… y así hasta donde haga falta, asegurando sin esfuerzo un mínimo de visitas y aplausos.
Esta fórmula chaquetera tendría un éxito múltiple y asegurado. Carecería de límites, por descontado: cuando me aburriera con el fútbol, podría hacer lo mismo con la música, el cine o la política, aunque quizá ya lo hagan demasiados. A todos nos gusta leer o escuchar palabras bonitas que confirmen lo que previamente pensábamos. Resultados garantizados.
Aunque igual sería más rentable optar incluso por el efecto contrario, por el veneno, e intoxicarnos. Porque también es facilísimo saber qué tipo de artículo indignaría a cada cual, qué titular provocaría miles de iracundas respuestas, qué enlace sería compartido hasta el infinito y sembraría de emoción la jornada laboral de los que mandan. Cambiar de parecer cada media hora no me supondría ningún esfuerzo. Total, no considero ninguna de mis opiniones futbolísticas lo suficientemente importante como para estar perdiendo dinero.
Así que acepto propuestas en mi bandeja de entrada. Por un módico precio escribo lo que sea, cuando sea, donde sea y sobre lo que sea. La clave es «estar» a favor o en contra, esconder la duda y el matiz, y dibujar un paisaje de buenos y malos. Lo fundamental es que eso quede bien claro. La premisa es hacer a los lectores tontos, idiotizarlos, o tenerlos muy enfadados. Que en la primera frase ya sepan si soy de los suyos o de los contrarios.
Cuanto más lo pienso, más ventajas le veo. No solo ganaría dinero, también ganaría tiempo. Das una vuelta por las redes sociales o echas un vistazo a un par de grupos de WhatsApp y sales con el artículo hecho. Solo quedaría ponerle un lazo y firmarlo. Si nos sentimos culpables en un momento dado, recomiendo pensar que hay comentaristas que llevan años sin aportar una idea propia, y no pasa nada. Es fútbol, somos idiotas, no pasa nada. A masturbar o a cabrear al hincha, y a seguir facturando.
Tendría un montón de nichos de mercados. Los días pares sería Enric Ballester y los impares Enrique del Ballesto. Después llegarían los seudónimos complementarios. Mi verdadero nombre lo utilizaría para hablar bien de aficiones que apenas conozco, que eso siempre ha funcionado. Enric podría escribir lo que Xavi quiere que escriban, para que no se nos enfade el muchacho.
Transcribiría con rigor sus mensajes de audio. También podría comparar a Beckenbauer con Cubarsí, culpar a Españita de la desgracia de Pedri y cosas así. Del Ballesto, por su parte, tendría material de sobra esta semana: Brahim esto, Brahim lo otro, el penalti a Osimhen y algo que ahora no me acuerdo pero enseguida lo encontramos.
El artículo sobre las bolas calientes del sorteo de los cuartos de final de la Champions lo guardaría en borradores y, dependiendo de los emparejamientos, se lo firmaría a uno u otro. O a ambos.
Divertido. Enhorabuena. ¿De que equipo sería Aldous?