Tenemos bastante asumida una verdad: el deporte profesional al más alto nivel no es bueno para la salud, sino para el dolor. Aquí y ahora, abogo por asumir desde ya otra certeza: el seguimiento exhaustivo del fútbol profesional tampoco es bueno para la salud. Es peor que fumar. No se puede aguantar.
Lo he estado pensando y quizá sea una trampa para que queramos trabajar. La semana pasada, por una azarosa casualidad, enlacé cuatro días de «descanso». Del jueves hasta el domingo no tuve que ir a trabajar. Esta circunstancia a priori feliz aumentó mi tiempo libre. Lejos de incrementar mi productividad, empleé esos momentos de asueto en no hacer nada, pero no hacer nada al final es hacer algo: pasé más horas de las habituales en lo que seguimos llamando Twitter y visité con frecuencia páginas web de diarios deportivos.
Las consecuencias fueron desastrosas. Cuando llegué al domingo por la noche, me di cuenta. Estaba absolutamente asqueado después de tanta rueda de prensa, tanta polémica forzada y tanta información banal inyectada en mi cabeza. No podía más, me sentía sucio. Estuve a punto de abrir la ducha y sentarme bajo el agua a llorar un rato. La sobredosis me había producido una agonía vital. Tanto, que hasta me pareció una buena idea ir el lunes a trabajar.
De alguna manera, con el fútbol ya ocurre lo mismo que con la exposición continuada a determinados elementos tóxicos. Quizá no pase nada si un día comes un yogur caducado, pero si lo tomas por costumbre lo acabarás pagando. Desde que la información política se futbolizó, el asunto se aprecia de manera más clara. En pequeñas dosis salimos indemnes, pero día tras día y noche tras noche la consecuencia última son unas sociedades enfermas.
En lo intangible y lo tangible, ojalá un documental como el de aquel tipo que estuvo un tiempo comiendo únicamente en el McDonalds, pero viendo y escuchando tertulias todo el rato. ¿Es el fútbol y todo lo que le rodea el nuevo amianto? ¿Es esta -la discusión infinita, el alimento para las conspiraciones- la peor característica del VAR? Algunos dicen que no es para tanto.
El caso es que hemos convertido algo feliz en algo tóxico. Al menos para mí es así, y sé que tiene difícil solución porque lo que no me gusta es lo que da visitas, lo que da dinero y lo que da tráfico. Si al retirarte del deporte profesional siempre te duele algo, al terminar un fin de semana de seguimiento futbolístico siempre te habrás envilecido un poquito por algo.
Igual esto me deja pronto sin trabajo, pero cada vez estoy más convencido de que lo mejor es saber lo mínimo sobre tu equipo. Hay que acudir al estadio sabiendo solo lo necesario, disfrutar del partido y aprender a desconectar al rato. Las últimas veces que he ido con mi hijo, por ejemplo, lo pasé tan bien que ni siquiera hice fotos. En esos casos el fútbol no fue una carga sino un bálsamo, aunque no sé si consigo explicarlo. No es fácil, porque nos han educado en lo contrario, pero hay que encarar el fútbol sin dejar que saquen lo peor de nuestro interior, huyendo del mal. Sabiendo que lo importante somos nosotros.
La ilustración (sin firmar) huele un poquitín a AI. Yo creo que ya.
Vaya horror
¡Qué maravilla!