Tyrese Haliburton no era un desconocido cuando comenzó la temporada 2022-2023. Su habilidad a la hora de dirigir el ataque de los Indiana Pacers ya había atraído la atención de los aficionados a la NBA y de la prensa. Sin embargo, todavía le faltaba una actuación estelar en los momentos importantes —es decir, en una eliminatoria—para alcanzar el estatus de superestrella.
Esto sucedió durante la edición inaugural del In-Season Tournament, un evento que hizo que su número de seguidores en Instagram creciera en más de un cuarenta por ciento y sus videos en las redes sociales de la NBA alcanzaran ciento veintidós millones de visitas. Porque, más allá de los puntos que anota o los partidos que gana, una superestrella se mide por su conexión con el público e impacto en las redes sociales.
No es de extrañar que un base de su envergadura, con esa precisión en los pases y esa efectividad en el tiro, sea objeto de highlights y likes. Haliburton es el hombre que no se arruga en los momentos clave de los partidos. El que saca de la chistera una asistencia sin despeinarse. El que asume el lanzamiento en el clutch, incluso a riesgo de cometer errores.
Lo que en un principio parecían malas decisiones—algunos triples a la desesperada en el final de un partido apretado—se han convertido, con el paso del tiempo, en aciertos. La madurez que ha alcanzado a costa de tomar responsabilidades no ha sido de la noche a la mañana, pero tampoco se ha cocido a fuego lento. Asumir el liderazgo de los Pacers le ha sentado muy bien a este jugador nacido en el año 2000 en Wisconsin.
Haliburton, el «tapado»
Tyrese Haliburton permaneció dos temporadas en Iowa State antes de declararse elegible al draft de la NBA en 2020. Sus promedios como sophomore (15.2 puntos, 5.9 rebotes y 6,5 asistencias por partido, así como 2.5 robos por partido y un porcentaje de tiro superior al cincuenta por ciento) le hicieron subir en las previsiones hasta las posiciones de lotería.
Según los ojeadores, era un jugador capaz de desempeñar diferentes roles en el perímetro, un sólido lanzador de larga distancia y un gran pasador y facilitador. Con estos informes, porque era el mejor jugador disponible, Sacramento Kings lo escogió en el número doce. La incógnita era cómo podría acoplarse con un base titular de primer nivel como De’Aaron Fox, del que esperaban que fuera capaz de jugar sin balón.
Las costuras se hicieron evidentes desde el principio. Compartir la pista con un iniciador del ataque y anotador de volumen como Fox, no podía potenciar la mayor virtud de Haliburton: la generación absoluta de juego. Se estorbaban mutuamente. No conseguían un balance positivo cuando estaban juntos en la pista, ni tampoco por separado.
Las piezas del equipo, en general, no encajaban. A los Kings se les terminaba la paciencia y sentían la urgencia de realizar un traspaso para encadenar, por fin, una racha ganadora que los devolviera a los playoffs después de diecisiete años de ausencia. El traspaso llegó en febrero de 2022, para recibir a Domantas Sabonis, Justin Holiday, Jeremy Lamb y la segunda ronda del draft de 2023, en una operación que envió a Haliburton, Buddy Hield y Tristan Thompson a Indiana Pacers.
Cuando su agente le llamó para anunciarle que había sido incluido en el intercambio, Haliburton lloró a lágrima viva, como él mismo confesó en un texto publicado en The Players’ Tribune el 14 de febrero de 2022: «Quería convertirme en uno de esos jugadores que fueron reclutados en algún lugar y construyeron un legado, dentro y fuera de la cancha. Quería convertirme en alguien que la gente de Sacramento supiera que estaba de su lado».
Su columna finalizaba con una declaración de intenciones: en Indiana también quería dejar huella, ayudar al equipo a hacer algo especial, crear un legado que enorgulleciera a los aficionados de los Pacers. «Vengo aquí para ser la mejor versión de Tyrese Haliburton», escribió.
Lo consiguió antes de lo esperado.
Ha nacido una superestrella
9 de diciembre de 2023. Un minuto para que concluya el partido de las semifinales del In-Season Tournament. Los Pacers tienen la pelota y cinco puntos de ventaja sobre los Bucks. El partido en el alambre. Está a punto de agotarse la posesión. Tyrese Haliburton bota primero para buscar el pase y, luego, decide lanzar un triple tras un step-back que le permite separarse un metro de Brook Lopez, uno de los mejores taponadores de la liga. Entra limpia.
El público enloquece en Las Vegas. El jugador se mira la muñeca derecha, como si revisara lo que marca un reloj invisible. «¿Qué hora es? ¡Yo sé qué hora es!», grita para burlarse del Dame time de Lillard, su rival en la cancha. No solo es un anotador decisivo, sino además un showman. «¡Estamos viendo la creación de una superestrella en ciernes, y estamos siendo testigos en tiempo real!», exclama Reggie Miller en la televisión.
Al locutor televisivo, antigua figura en Indiana, no le faltaba razón. En los cuartos de final y la semifinal, contra los Celtics y los Bucks, el base de los Pacers había acumulado 28 asistencias y cero pérdidas de balón, con una eficiencia digna de los mejores jugadores de la historia en su posición.
Sus estadísticas e impacto en el juego eran similares a un dos veces ganador del MVP, nada menos, y el titular no tardó en aparecer en la prensa: «Haliburton es el nuevo Steve Nash». Hasta su propio entrenador, Rick Carlise, lo admitía: «Creo que las comparaciones con Nash son acertadas. En gran parte debido a sus habilidades, visión, la capacidad de anotar. Pero, más que eso, es la conexión de Ty con la gente», respondió cuando le preguntaron sobre el tema.
Los paralelismos no se acaban aquí. Ambos habían sido traspasados de las franquicias que los habían escogido en el draft por compartir el puesto con otro base de primer nivel (Jason Kidd, en el caso de Nash), en operaciones que fueron beneficiosas para todos los involucrados. Ambos tuvieron una explosión relativamente tardía, destacando a la hora de implicar en el juego a sus compañeros.
Ambos han terminado brillando en franquicias que se rigen por el sistema del seven seconds or less, que prioriza las posesiones rápidas en demérito de la defensa. «Entiendo por qué la gente ve las comparaciones: pasamos el balón muy bien y nuestros dos equipos juegan a un ritmo muy, muy rápido», declaró Haliburton.
¿Récord a la vista?
El ritmo rápido es uno de los grandes culpables del éxito mediático de estos Pacers, que danzan al son de la varita mágica de su nueva superestrella. En el momento de escribir este artículo, Indiana tiene el mejor rating ofensivo que se ha visto en la historia de la NBA (122.6) y se encuentra en el rango de posiciones de clasificación directa para los playoffs. Haliburton es el líder de la temporada regular en asistencias, con 12.5 por partido.
Ha conseguido que Hield, Turner y Nesmith, así como él mismo, sean los máximos anotadores de la liga en posiciones específicas del perímetro. Sin embargo, su aporte no se limita a la distribución de la pelota. Asimismo, registra 23.6 puntos por partido con excelentes porcentajes: 49.7 % en tiros de campo, 40.3 % desde el triple y 86.8 % en el tiro libre, lo que le acerca al selecto grupo del 50-40-90, con el que en algunas ocasiones se mide el calibre de un MVP.
Algunas cifras son casi inverosímiles. Haliburton pierde el balón 2.5 veces por partido, lo cual es asombroso si se tiene en cuenta que siempre pasa por sus manos, todo el tiempo. Es un pasador de volumen que apenas se equivoca. De hecho, a finales de diciembre, tuvo dos partidos consecutivos de 20+ puntos y 20+ asistencias —el tercer jugador en lograrlo, tras Magic Johnson y John Stockton—, acumulando tan solo dos pérdidas. Además, es el jugador en activo con más partidos de 25+ puntos, 15+ asistencias y cero pérdidas, con un total de cinco. Para medir este hito, basta con mencionar que LeBron James y Nikola Jokic suman cuatro… entre los dos.
Los Pacers están promediando 103.58 posesiones por partido, con el despliegue de uno de los estilos de juego más entretenidos que se recuerdan. Gracias a esta velocidad de ejecución, Tyrese Haliburton podría romper el récord de 30 asistencias en un partido, que firmó Scott Skiles en 1990 y que hoy parece imposible de superar. De todas maneras, si lo hiciera, ya no sería una sorpresa. El mundo ya conoce su mejor versión: la que corresponde a una auténtica superestrella.