Ustedes habrían necesitado este artículo hace un par de semanas, cuando las quinielas para el que tantos denominan El Clásico venían endulzadas por los siete goles que le endosó el Real Madrid a la Real Sociedad y en Can Barça se iban sucediendo los comunicats mèdics. Era entonces cuando se esperaba algún artículo que hablara de que este año la liga se podría apretar. No fue así, y lo que se vivió en Montjuïc fue una goleada con baile de la que queda el poso de que Toril tiene equipo para más, pero quizá Toril no da para más en ese equipo.
La asignatura pendiente de la Liga F sigue siendo buscar un rival que tumbe al FC Barcelona, que ya gana hasta aburrir, y entiéndase bien esto: a mi no me aburre ver al Barça jugar, porque me gusta el fútbol y a lo que juegan es a embellecerlo, pero sí me aburre la cantinela de cada año de que solo ellas compiten, cuando debajo de su escalón hay un embotellamiento y un salto de números en el que cualquiera es candidato al descenso y a la vez cualquiera lo es a Europa.
No es una liga soporífera esta, como dicen las malas lenguas —generalmente en inglés—, ni muchísimo menos. Pero la distancia del primero al último se mide en mucho más que puntos.
Se mide en que quien graba y emite los partidos tenga 12 cámaras en un estadio y una cámara de tiro fijo en otro. No, no soy idiota, sé perfectamente que un Real Madrid – FC Barcelona vende hasta en petanca, que es el partido que eligen ver los espectadores ocasionales y que por supuesto que tiene que existir un despliegue de medios que acompañe.
Pero también sé que el Consejo Superior de Deportes repartió 16 millones de los Fondos Europeos para mejorar las infraestructuras de los clubes de fútbol femenino, infraestructuras sitas en ciudades deportivas y campos municipales y de las que se beneficiarán también el fútbol base y masculino que por allí pasen, y que entre los requisitos de esas ayudas estaba, precisamente, mejorar la imagen televisiva.
Ahora, como repito porque alguien tiene que repetírmelo, no soy idiota, y sé que muchos de esos euros se han ido a mejorar el césped, aunque sigamos viendo en esa imagen fija que algunos siguen sin estar a la altura de una liga profesional. Lo del césped es prioritario porque, ahora que todo el mundo en España sabe lo que es un cruzado roto, reducir el rosario de lesiones de cada año parece el caballo de batalla definitivo.
No se alcanzará, porque el césped es uno más de los factores que intervienen y sigue habiendo uno por encima: el desgaste que produce en las rodillas de las futbolistas el haber pasado toda su vida deportiva en condiciones de mierda, pero sí que entiendo que antes de que en la tele se vea bonito es más importante que en la imagen no salga una camilla cada partido.
Otro de los asuntos a mejorar en esta liga, y en el que no van a faltar billetes sobre la mesa, es el dichoso VAR, que se pide con ahínco cada jornada por los errores clamorosos de arbitraje. A mí esa discusión sí que me aburre. ¿De qué nos sirve el VAR si el problema es la interpretación o desconocimiento del reglamento?
¿No será más efectivo formar en condiciones a las árbitras antes que ponerles una herramienta que tampoco van a saber usar? ¿Para qué gastar decenas de miles de euros en algo que tampoco va a ser útil, porque si la imagen de televisión es mala, su análisis no va a poder ser bueno? ¿Estamos, una vez más, intentando esprintar nada más levantarnos de gatear?
Por mucho que les disguste a los que suelen entrar en esta página a comentar lo que escribe la columnista, a la que tachan de soberbia y feminazi —ambas a mucha honra— esto que nos atañe es una liga profesional que debe aspirar, ante todo, a ser autosuficiente en el mismo proceso que llevó al fútbol practicado por hombres a serlo: una inversión inicial, aprovechamiento de recursos, innovación deportiva e imagen, mucha imagen.
El problema no es que el club que ha invertido en esos cuatro puntos gane la liga de forma holgada, el problema es que los que van detrás sigan sin apretar el culo hasta conseguir llegar a ese nivel. Y esto, como siempre, no es culpa de las jugadoras. Necesitamos dirigentes a la altura del reto.