A Xavi en cambio siempre le ha parecido que iban a por él, que íbamos a por él. Una queja recurrente en sus ruedas de prensa es que el Barça tiene el entorno más difícil del mundo mundial y ayer especificó que por entorno se refiere a los medios de comunicación, a los que en otros momentos ha pedido que sumen, que era necesario que todos remáramos, como si fuera parte de nuestra labor. Además, circulan ya rumores en Barcelona sobre charlas más o menos informales de su círculo con periodistas con cargo en las que se aconseja, como quien no quiere la cosa, que prescindan de colaboradores cuya opinión consideran nociva para los intereses del equipo.
A los disidentes se les señala desde el club y desde el banquillo. Laporta se sacó de la manga lo del «madridismo sociológico» justo antes de la visita del Real Madrid, cuando arreciaban nuevas informaciones sobre el caso Negreira y su imputación. Funcionó: se dejó de hablar de Negreira, de que él estaba investigado y comenzaron las listas sobre quién es quién con carnet madridista. Incluido Javier Tebas, por cierto, que por muy blanco que tenga el corazoncito se las tiene día sí y día también con Florentino Pérez.
Por su parte, Xavi se alineó sin fisuras a la tesis del «madridismo sociológico» de Laporta mientras seguía desplegando su ramillete de excusas para tapar lo obvio: que su Barça, salvo los dos partidos ante el Betis y el Amberes, no jugaba bien. Las ausencias, los lesionados, la mala definición, mecanismos por encajar… detallitos, en fin, que había que pulir. Nada grave porque el equipo estaba creciendo, siempre creciendo y además contaba con que los resultados no eran malos. Y a día de hoy siguen sin serlo porque está a dos puntos del equipo de Ancelotti y a cuatro del Girona. ¿Qué falla entonces?
El gesto de Lewandowski
El problema es que el discurso ya no cuela después de perder el Clásico, ganar de milagro en Anoeta y caer en Hamburgo ante un Shakhtar exiliado que les dejó retratados. Xavi admitió que habían mostrado una imagen horrible en los dos últimos encuentros, pero los primeros silbidos en Montjüic -que afirmó no escuchar- han propiciado un ataque abierto a los medios como culpables de la situación: «Las críticas de la prensa afectan a los futbolistas y por eso no jugamos tan bien, les he dicho en el descanso que tranquilos, que aquí no se comen a nadie».
Recordó también que a él le decían «que era el cáncer del equipo y aquí estoy, los jugadores estaban más tensos de lo normal por lo que se genera alrededor de ellos y es injusto, esto no suma y genera nerviosismo en el futbolista, que no sale liberado». Por si fuera poco, terminó añadiendo que los jóvenes son los más perjudicados por la presión antes de que las cámaras de Movistar+ emitieran unas imágenes en las que Lewandowski abronca primero a Lamine Yamal y después le niega la mano cuando el chaval, 16 años, se la tiende en el terreno de juego.
Las sensaciones que transmite el Barça, las señales, no son nada buenas ni tampoco lo es el relato con el que se intenta disfrazar, cuando no esconder, lo que a la vista está. La función de los medios es señalar lo evidente, hacer preguntas y buscar respuestas. Lo demás son excusas que la gente, su gente, comienza a dejar de tragar y de ahí los pitos en casa. Y más les vale, al club y a Xavi, darse cuenta, reaccionar y poner soluciones antes de que sea demasiado tarde.
Se llama Lamine Yamal, no Yamine Lamal 😀
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