Para el común de los mortales, septiembre tiene principalmente tres cosas malas: guardar la ropa de playa, el pago del material escolar de los críos y volver a ver la cara del jefe. Para el aficionado al fútbol femenino, a poco que hayan prestado atención a las columnas anteriores, entenderán que se suma a todo esto la vuelta de las movidas. No teníamos bastante con el Picogate que hoy, primer lunes de septiembre, los periodistas y creadores de contenido de este país tienen que estar pendientes del móvil esperando al mensaje que anuncie que, como dijo Ainhoa Tirapu en su día, «efectivamente, vamos a la huelga».
Me duele nombrarla. A Tirapu, digo, no a la huelga. Echo de menos el tiempo en el que se hacían las cosas bien en el plano comunicativo. También el tiempo en el que muchos se quejaban del convenio que se consiguió, y ahora están viendo lo difícil que es conseguir uno. Echo de menos la imagen de las futbolistas unidas en aquella rueda de prensa, explicando todos los motivos por los que, efectivamente, íbamos a la huelga. Ahora, en el bombardeo de información extradeportiva que se produce sobre el fútbol femenino, a nadie le queda claro por qué.
Si usted es de los que llegaron el 20 de agosto con el gol de Olga Carmona a este deporte, permítame, lo primero, darle la bienvenida. Me gustaría decirle que no somos lo que ha visto estas semanas, pero en realidad sí. Somos la doble cara de una moneda, la del éxito deportivo y la del fracaso institucional. Créame, merece la pena quedarse, aunque le pase lo mismo que a los que llevamos años en esto y haya momentos en los que todos queramos apagar el teléfono y no saber nada más. No se aleje del campo o de la pantalla, porque septiembre es el inicio de las moviditas pero también del fútbol, de una Liga que no sabemos si es F o no, de la Copa de la Reina a la que la Reina no suele venir, de la Supercopa —joder, qué bien nos iba cuando las medallas se ponían en una mesa de picnic, viendo los últimos acontecimientos de entrega— y de la Champions, que además este año tiene la final en Bilbao.
Si usted, que se acaba de asomar, quiere saber por qué se ha anunciado una huelga para las dos primeras jornadas de competición, voy a intentar darle los motivos: nuestro convenio se firmó en 2020 y caducó también en 2020. Llevamos 3 años de lo que se llama ultraactividad, así que sí o sí hay que firmar otro. Teniendo en cuenta que los ingresos de la liga profesional son superiores a la liga amateur que teníamos entonces, uno de los temas a tratar en la negociación de ese convenio es subir los sueldos (que están ahora mismo en 16.000 euros al año), eliminar la parcialidad (que está en el 75%, por lo que el salario queda en 12.000 euros al año), y aumentar la duración para que no nos tengamos que pillar los dedos para próximas reuniones. También está el tema de ampliar derechos, crear un protocolo de acoso sexual mejor, para que nadie lo reviente como pasó con el Alhama, proteger más a nuestras futbolistas en cuanto a lesiones e incluso crear un protocolo que también cuide su salud mental. Por eso hacemos huelga, porque la patronal y los sindicatos —a saber: Futpro, AFE, Futbolistas On, CCOO y UGT— no se ponen de acuerdo y arranca una nueva temporada sin un marco legal que regule las relaciones laborales entre futbolistas, clubes y liga. Por eso, no por Jenni, no porque estas feminazis quieran cobrar lo mismo que Vinicius, no por nada de lo que han leído en redes sociales, solamente porque hay que empezar la liga con un convenio, y no se da.
Quisiera también explicarle, en caso que venga usted de otros deportes, que no, no somos unas inconformistas que nos guste estar todo el día peleándonos con el mundo. Es que nos ha tocado serlo. Ya quisiéramos que los deseos de Alexia en la entrevista realizada por el canal mexicano TUDN, en los que expresaba que las futbolistas de hoy quieren dejar un legado a las siguientes en el que solo se tengan que preocupar por jugar al fútbol, se cumplan. Que este septiembre no sea uno más, si no el último. Que sentemos las bases de lo que es la verdadera profesionalidad, y que eso ataña también a que nos dirijan personas competentes, respetuosas y que tengan un sentido de pertenencia al fútbol femenino, que no lo miren desde arriba, que no lo desprecien en privado y público, que sean capaces de entender que tienen delante a deportistas profesionales y no a niñas a las que se les permite jugar a cosas de hombres. En definitiva, que cuando llegue el septiembre del año que viene, lo único que nos duela sea dejar la playa, mirar la cuenta del banco, tener que compartir café en la máquina con el jefe.
Generan 3 y quieren 5. Esto se arregla con subvenciones a cargo del estado.
No hace falta que digas más
Sublime. Ojalá avancemos. Siento que los que llevamos en esto desde que nacimos vivimos en un constante estado de duda o desconfianza que nos impide celebrar lo bueno por esperar que venga seguido de algo peor. No me puedo ni imaginar lo que sienten ellas.
Tus artículos son refugio y dan claridad. Abrazo.
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