Ser viejo es preguntar desde cuándo empieza la liga tan pronto en agosto y que te contesten que desde hace ya bastantes años. Es normal, los veranos de vida lánguida e interminables se me acabaron muchos años antes de que menguaran las pretemporadas. El asunto tiene su importancia. Decía Pep Guardiola que en su primera pretemporada tuvo 24 días para preparar el inicio de la temproada, ahora son cuatro días. Como resultado, la lesión de su Kevin de Bruyne, y las de Thibaut Courtois y Éder Militão.
Hay una literatura científica amplia sobre las consecuencias del aumento de la carga externa de los futbolistas (minutos jugados, distancia recorrida, ejercicios de los entrenamientos) y es evidente que con el calendario actual, es muy difícil introducir entre cada fecha sesiones de recuperación y entrenamientos de mayor intensidad. La primera consecuencia del exceso de partidos es un aumento de las lesiones musculares y tendinosas. Por mucho que se cuide el jugador, no hay ninguna estrategia preventiva que soporte tres partidos a la semana. Un fenómeno similar se vio en la NBA cuando se comprimió el calendario por la pandemia.
Si hay que hacer giras estadounidenses y asiáticas o ambas a la vez, jugar Clásicos de garrafón y empezar la competición regular un mes antes de lo normal, la respuesta de las empresas, anteriormente conocidas como clubes, según Guardiola, es que «show must go on y, si Courtois no está, pues ya habrá otro». Contingencias profesionales asumibles por la organización. Si se comentaba recientemente en Jot Down Sport que el fútbol, en la vorágine económica en la que está sumido, tuvo que recurrir a fuentes de financiación de origen éticamente dudoso, aquí tenemos la otra cara de las necesidades financieras, que se puede convertir en una picadora de carne.
Lo cierto es que si echamos la vista atrás, cuando todo esto era campo, lo bonito de las pretemporadas era su inicio gradual. Aquellos partidos que se jugaban contra sparrings locales del lugar de concentración. Encuentros que acababan 23-0 y en los que algún canterano podía meter 7 goles y colarse en la memoria colectiva. Eran los preparativos para empezar no la liga, sino los amistosos y torneos veraniegos.
Los periódicos, como se puede observar en la imagen, ofrecían el calendario de citas veraniegas. El número de encuentros era generoso y el fútbol de agosto permitía ver la presentación de los fichajes de múltiples equipos variados. O al menos seguir su rendimiento por la prensa, porque no se televisaba tanto como ahora y muchos de estos torneos solo se emitían por las autonómicas. Como por ejemplo, el Emma Cuervo, donde quien esto escribe tuvo el lujo de estar en una ocasión al lado de Viti, portero del Oviedo, y comprobar que los gemelos de Kiriakov tenían forma de melones en posición vertical. Recuerdos que me acompañaron muchos años, con eso nos conformábamos.
Para el recuerdo, las astracanadas que podían verse aquellos días. Por ejemplo, Cruyff cambiando a diez jugadores en el minuto 20 contra el temido SV Zupthe al que acabó ganando 0-15. Tampoco era extraño que el Real Madrid se plantase en sus compromisos con sus suplentes, como Tendillo, Chendo, Solana, Esteban, Losada, Llorente y Aldana para disputar el partido de inauguración del nuevo estadio del Jerez Deportivo en 1988. Eran años en los que las plantillas del Atlético de Madrid se denominaban por el número del «proyecto», como cuando el segundo cayó ante un Werder Bremen con siete suplentes en el Trofeo Villa de Madrid. José María Maguregui declaró a la prensa «va a funcionar» y fue destituido en la jornada 5. Fue una temporada muy de Gil, les siguieron Briones, jornadas 6 y 7, luego Ronald Atkinson, de la 8 a la 19, después Colin Addison, de la 20 a la 36, y finalizó de nuevo Briones la 37 y la 38. Era como una carrera de relevos.
Fundamentalmente, la gracia del fútbol de agosto era evaluar los fichajes. La locura por Ronaldo Nazario empezó en pretemporada. También la de Prosinecki, que la lió ante el Austria Klagenfurt y luego firmó un partido estelar ante el Colo-Colo, que acabó 6-1, para desaparecer lesionado en la sexta jornada -en la que le marcó al Barça- y no volver nunca, porque lo que reapareció podía ser la misma persona, pero no el mismo futbolista.
Teníamos pachangas a las que los equipos extranjeros no era extraño que viniesen a medio gas, para cumplir con lo firmado y cobrar, y aun así podían ganar a los caóticos equipos españoles aún por definir. Sin embargo, nada de eso quería decir que la prensa deportiva no estuviese igual de animada. Solo ojeando un poco a lo loco te puedes encontrar a Cruyff diciendo el 10 de agosto del 94 «La ley me impide castigar a Romario como quisiera», Hiddink expulsando de la concentración el 6 de agosto del 92 a Penev por haber sido visto de madrugada en un bar de Arnhem «en compañía de una joven» cuando estaba de convalecencia de una hernia inguinal.
Futre fue multado el 15 de agosto del 92 por «quedarse dormido» y no llegar al entrenamiento, sobre lo que Luis Aragonés, su entrenador, opinó «no me vale, para eso están los despertadores». El año antes, el propio Luis Aragonés se perdía el Trofeo Colombino por un «proceso de ansiedad fóbica». Por no mencionar la gravedad del caso del verano del 88, cuando Alexanko fue detenido acusado de violación a una empleada del hotel holandés en el que se concentraba el equipo.
Ciertamente, escándalos similares a los citados no nos faltan hoy, por desgracia, pero ese tanteo con tu club a ver cómo va a ir el año, ese escrutinio a los fichajes -de los cuales apenas habíamos visto nada antes o absolutamente nada- y esa cocción a fuego lento con el más que probable asco que te esperaba todo el año -las buenas actuaciones veraniegas no eran la norma- han desaparecido. Para empezar, porque ya ha empezado la liga y las plantillas son provisionales. Ni siquiera sabes cuál va a ser tu equipo. Ese es el riesgo del aumento de partidos, que al final las competiciones se atropellan a sí mismas y lo único que queda es el caos, que en fútbol se traduce en garrafón.