La extraordinaria rapidez con la que los medios de comunicación montan y desmontan altares será objeto de estudio algún día y saldremos todos retratados, no sólo los medios. Ávidos de nuevos héroes que consumimos con la velocidad y devoción con la que devoramos una bolsa de pipas -sin que nos importe, vamos- nos montamos unas pelis con unos agujeros de guion importantísimos que no se sostienen por ningún lado excepto por la emoción del momento. Todo este rollo viene a cuento por Fermín López, un chaval andaluz de 20 años que juega de mediocentro y que después de marcar un gol y dar una asistencia en el partido contra el Real Madrid acapara titulares mientras Xavi, su entrenador, sigue pidiendo fichajes porque con lo que tiene, incluido Fermín, no le parece que haya suficiente.
Así que por un lado está el relato que tanto nos mola del joven desconocido que hace unos meses estaba en el Linares, con el que no se contaba para la pretemporada con el primer equipo del Barça y que se emociona lógicamente mogollón por un chicharrazo que supone el 2-0 en un amistoso a finales del mes de julio en Dallas contra el Real Madrid y por el otro la pegajosa realidad con la figura de un técnico al que le parece muy bien Fermín para este ratito, pero que no pierde ocasión de presionar al club para que le fichen más y mejor. Porque la elite es otra cosa y él será el primero que deba rendir cuentas cuando la pelota ruede en serio.
El tiempo nos dirá si lo del andaluz ha sido, o no, tan solo el sueño de una noche de verano. Los minutos, la paciencia, la fe, la constancia en la apuesta es lo que tiene toda la pinta que no perdurará. Las prisas con las que exigimos resultados inmediatos serán contraproducentes porque no habrá tiempo para mantenerle por muy bien que lo haya hecho en un Clásico de pachanga y se buscarán seguridades por otros lares. Futbolistas con más nombre, más caché, experiencia y agentes con carteras y agendas que lo mismo te venden un lateral derecho que te montan un evento con youtubers o una fiesta en un yate gigante en Ibiza.
Con la calor por todo lo alto y las pulsaciones por lo bajo compramos a Fermín y el culebrón de Mbappé sudando la gota gorda y con la misma pasión que nos plantamos en el chiringuito en la playa: buscando un descanso, un ratito de aire fresco, una ilusión. Mejor hablar de esto, o de Barbie o Oppenheimer, que de una posible repetición de las elecciones generales.
La cultura deportiva tampoco nos da para más. El Tour ya se ha acabado, Alcaraz ya ganó Wimblendon, el Mundial de fútbol femenino no ha entrado aún en la fase de eliminatorias, el de Natación sólo le ha importado a los muy cafeteros y Fernando Alonso sigue encadenando desgracias da igual cuando leas esto, así que bajo la sombrilla resulta muy cómodo debatir sobre si el Barça debería jugar con cuatro centrocampistas, si el Madrid pagar un dineral por Mbappé, hacer cábalas con los fichajes del Betis o admirar el himno de C. Tangana del Celta. Un pasatiempo como otro cualquiera.
Para eso está el verano, para desconectar de ansiedades y no para crearnos otras nuevas sin venir a cuento. Por eso lo de Fermín López resulta ideal. Es comer pipas a la fresca.
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