El deporte español está repleto de episodios gloriosos protagonizados por pequeñas ciudades y por equipos paridos de la nada que alcanzaron la gloria de manera inesperada. Justa. Y que, igual que coparon portadas de periódicos, minutos de radio y televisión, se fueron sin hacer ruido, pero dejando para la posteridad una hazaña que, en la mayoría de las ocasiones, todos tienen muy fresca en la memoria. Recordamos el hito del asturiano Chocolates Cibeles y su Copa del Rey de Hockey Sobre Patines ganada en 1980 en Salamanca al todopoderoso FC Barcelona de, entre otras estrellas, Carles Trullols. El ascenso a Primera división del Extremadura de Almedralejo. Los logros en Vóley del Son Amar balear cuando hasta el Real Madrid tenía una sección de voleibol. Los títulos europeos en Baloncesto del Dorna Godella levantino. El mitiquísimo equipo de atletismo Larios… Tantos y tantos grupos de deportistas que siempre podrán presumir de ser los mejores por un tiempo. Como le ocurriera a un conjunto situado en nuestra cornisa cantábrica, a finales del siglo pasado: El Teka, un equipo de balonmano que lo ganó todo en España y en Europa.
La pregunta es tan sencilla como lógica ¿Cómo se pasa de ser un club que no existía a mediados de los 70 del siglo anterior a ganarlo todo? Lógicamente, haciendo muy bien las cosas en los despachos y en la cancha, y gozando del favor económico de una empresa sin la que posiblemente no nos estaríamos acordando de esta entidad desaparecido en 2008 y fundada en 1975 por José Antonio Revilla.
Si Teka no hubiera ejercido de mecenas, las buenas decisiones no hubieran bastado para haber contado con jugadores nacionales y extranjeros de máximo nivel. Tomen buena nota de algunos de ellos: Mateo Garralda, Talant Dujshebaev, Jakimovich, Jota Hombrados, Julián Ruiz, Mats Olsson, Rodrigo Reñones, Chechu Villaldea, Chechu Fernández, Juan Domínguez, Luisón García, Juan Muñoz Melo y Javier Cabanas. Lo mejor de lo mejor para los Javier García Cuesta, Manolo Cadenas, Emilio Alonso, Julián Ruiz tras su retirada… (los entrenadores que fueron capaces de sacarle el máximo rédito a todos los anteriores). Un atacante impredecible (Jakimovich). El mejor jugador del mundo del momento (Dujshebaev). Un portero más que sobresaliente (Olsson) y nacionales a los que se pudo reclutar con contratos inviables en actual contexto del balonmano patrio. El cocktail perfecto para que la Copa de Europa perdida ante el Zagreb croata un año antes de la ganada ante el Braga no pasara factura. La suma de muchos factores, dinero al margen, para tocar la gloria con la palma de la mano.
Porque nunca se sabe qué habría sucedido, pero igual si la URSS no se hubiera desintegrado muy posiblemente no habríamos visto por estos lares al genial Talant Dujshebaev, uno de los mejores centrales que se haya visto sobre una pista de balonmano. Nacido en Kirguistán, su calidad y el proceder soviético explica que acabara en las filas del CSKA de Moscú. El equipo que abandonara en 1992 para unirse al proyecto cántabro. Un Teka que le sirvió para nacionalizarse español en 1995. «Siempre había proyectado acabar mis días en Moscú. Ese plan se acabó cuando desapareció la Unión Soviética. Desintegrada la URSS, opté por hacerme ruso. Pero en aquel país suceden hechos muy preocupantes. Temo a la mafia y prefiero centrar mi vida en España», explicaba para justificar la petición de su nuevo pasaporte. Tenía sobrados motivos para temer a la mafia rusa y hacerse español, no en vano un hermano suyo murió en un sospechoso accidente de coche y otro fue asesinado en plenos fastos del 92, coincidiendo con su llegada a Cantabria. Temores al margen, fundamentó su solicitud en el hecho de tener un hijo, Alex, nacido en la capital cántabra. Su condición de español abrió la puerta a la llegaba de un nuevo extranjero al liberar la que ocupaba.
Si Dujshebaev era, entre comillas, una apuesta cara y segura, distinto fue el caso de Mats Olsson. Un buen guardameta que cambió su Suecia natal en 1988 por Santander cuando los éxitos del cuadro de la cornisa cantábrica estaban todavía muy lejanos. «El Teka desapareció por problemas con Hacienda, el dueño que en este momento era un alemán que había comprado el Teka y estaba dispuesto a continuar, a apostar por el balonmano, pero de repente hubo un problema con Hacienda que costó mucho dinero al club, por lo que se decidió no continuar con el balonmano. Se pagó la deuda a Hacienda y luego se formó el club de balonmano de Cantabria, y ahí los problemas eran más financieros y el por ello el club se extinguió.
El problema que ha sufrido el balonmano en general, no solo el Teka, es que hemos vivido mucho de dinero público, de ayuntamientos, de gobiernos regionales y en algunos casos de otras cajas, de los bancos, de Caja Cantabria aquí, por ejemplo. Cuando estalló la crisis no había dinero público, en aquellos momentos, lógicamente era prioritario para el estado pagar los colegios, la salud, los hospitales y el deporte en ese sentido es un lujo. Entiendo perfectamente que los ayuntamientos y los gobiernos regionales y demás, no pueden patrocinar el deporte profesional y me parece correcto, no había un mercado para el patrocinio privado y todavía está muy mal el patrocinio privado de empresas al deporte que no sea el fútbol», aseguraba hace algunos años al ser preguntado por el adiós de un club que contó con algún que otro aliado para ser el mejor en el ecuador de la década de los 90 del siglo pasado.
«Para muchos era terrible venir a jugar a Santander. Para nosotros era algo positivo, pero también hay que reconocer que nuestra afición era muy reconocida. Nunca había peleas, ni enfrentamientos que luego se fueran de las manos… Siempre había mucha presión para el rival, porque el pabellón es como es, la gente estaba muy cerca y claro… Muchos árbitros sufrieron muchos comentarios también», remarcaba Olsson sobre una pista tan molesta para el contrario de turno.
Sí que era duro medirse al Teka en Santander. Lo era por las peculiaridades de su terreno de juego, La Albericia. Una cancha de no más de 3200 localidades. En la que el humo de los presentes generaba una atmósfera que para el visitante se convertía en un enemigo más. Igual que su superficie. Tan particular, tan noventera, tan alejada de las actuales. Canchas iguales para casi todos en la elite. En las que ni el humo es un elemento que ayude al anfitrión.
Una pista talismán, mucho dinero para contar con los mejores… y una lesión que para muchos se convirtió en el principio del fin. La de Mateo Garralda en los albores de 1994. Relatan las hemerotecas que el Teka se negaba a sufragar el coste de la intervención quirúrgica del mencionado Garralda. ¿Razones? La directiva del equipo santanderino le había expedientado porque, a su juicio, la lesión (rotura total del ligamento cruzado) se la produjo disputando un partido de fútbol sala durante las vacaciones de Navidad. No, como argumentaba el deportista, consecuencia de una caída en su domicilio. Un expediente que iba a más. Porque en su momento se investigaron las posibles salidas nocturnas del internacional con España, al tiempo que se le ofrecía la rescisión del contrato. Al final, fue la Federación Española la que corrió con los gastos de la operación del jugador mejor pagado de nuestro balonmano. Un Mateo Garralda que acabaría en las filas del FC Barcelona (el navarro estuvo en activo hasta 2012, cuando tenía 42 años).
Garralda era uno de los muchos internacionales patrios que militaron en el Teka. Los Cabanas, Hombrados, Melo… lo mejor de lo mejor de un balonmano que vivía de los éxitos de sus clubs (todavía faltaban algunos años para que los actuales Hispanos sumaran medallas en Europeos, Mundiales y Olimpiadas). Uno de ellos, el burgalés Javier Cabanas, se dio a conocer en el seno de un equipo que protagonizó en los 70 años algo parecido a lo vivido por el Teka años más tarde (el Calpisa). Proyecto sostenido por el dinero, sin capacidad para sobrevivir cuando desapareció. «En el Teka desarrollé mi mejor etapa como jugador. Llegué con la madurez del jugador ya consolidado y con el gran equipo que había conseguí ganar todos los títulos tanto a nivel nacional como internacional. Santander es mi segunda casa», recalcaba no hace mucho un jugador con una calidad tremenda, zurdo, pero con una irregularidad que le impidió ser todavía mejor jugador de lo que fue.
Lo mejor de lo mejor que había disponible en el mercado y una relación de entrenadores que fueron capaces de sacarle el máximo partido a un vestuario que conjugó a la perfección la capacidad individual de todos ellos para conformar un grupo poco menos que invencible. Julián Ruiz tuvo la suerte de ser el técnico del equipo que ganara la Copa de Europa en 1994.
En el declive, incluso tuvieron que recurrir al Racing de Santander (en los tiempos del irrepetible Piterman) para seguir manteniéndose en la ASOBAL cuando las deudas y la falta de dinero (sobre todo, privado) Tuvieron que echar la persiana para siempre tras haber logrado la salvación en la pista y perderla en los despachos. Un gol del danés Bo Spellerberg a falta de unos pocos segundos para la finalización del encuentro ante el Ademar León se convirtió en el punto final de una historia que comenzó con modestas pretensiones, que creció de manera exponencial y que terminó víctima de los errores de los que viven por encima de sus posibilidades por querer mantener un status alcance de muy pocos. Muy bonito, único para alcanzar la gloria, pero insostenible si se depende de un dinero con fecha de caducidad.
Un dato habla por sí mismo del nivel alcanzado por este club al que eso de perder no le sentaba nada bien: El Teka de Santander se convirtió, tras derrotar en la final de la Copa de Europa al ABC Braga portugués, en el primer equipo español que conseguía anotar su nombre en el palmarés de tres competiciones europeas y el segundo continental (sólo el Gummersbach lo había logrado hasta 1994). Como el Calpisa, el At. Madrid, el Balonmano Ciudad, el Portland San Antonio o Elgorriaga Bidasosa, la falta de dinero pudo con clubs que tanto se añoran ahora que el FC Barcelona gana la Asobal por aplastamiento, la gran mayoría de Los Hispanos se ganan la vida fuera de nuestras fronteras y Europa le ha ganado el pulso definitivamente a una Liga sin apenas repercusión mediática…
Ni es Jakomovich ni el que lanza en la última imagen es Puig (que es el bloqueador)
Javier Cabanas el lanzador.
Yo creo que es Javier Cabanas quien lanza y bloquea Puig, años después entrenador.
Años inolvidables, contando, además de los referidos, con muchos otros como Jaume Fort, Christian Arason, Laszlo Sotonyi, Musa Mladenovic, Rasic, Reino…etc…etc.
Fetahagic, Batinovic y sus bigotes, coincidió en división de honor con otro equipo santanderino Clubasa
Hoy en día estamos trabajando todos , afición, directiva , jugadores y cantera , para volver a llevar al balonmano de Santander a las máximas cotas posibles como ocurrió con el ya extinguido TEKA solo que hoy somos SINFIN.
EL ORGULLO QUE SENTIMOS POR ESTE DEPORTE NOS HACE ILUSIONARNOS Y PENSAR QUE ESTO LLEGARA.
Veo la última foto y la nostalgia que me embarga es mayúscula. ¡Qué pena lo de nuestra liga! Por una vez, aquella frase de que «cualquier tiempo pasado no fue mejor» no se cumple en este caso. Sueño con volver a ver a todos los equipos históricos del balonmano español de nuevo en las canchas. Muchas gracias por el artículo. «Recordar es volver a vivir».
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