Después de quince minutos de charla con Isi Palazón (Cieza, 1994) te apetece darle un abrazo y tomarte dos cañas con él. A sus 28 años, el extremo es un auténtico working class hero y después de unos primeros pasos complicados en el mundo del fútbol cuando Real Madrid y Villarreal decidieron echarlo de sus canteras, se ha convertido en una de las sensaciones de nuestra Liga. Te mira a los ojos, responde sin ambages y los regates los deja para el verde. Porque hablar ahora de Isinho es hacerlo de uno de los referentes de un barrio, Vallecas, que ha llegado a soñar con un Rayo-Liverpool y cada fin de semana pide su presencia en la selección española.
Tu padre era conserje en un colegio cuando tú eras un niño ¿Cómo recuerdas esos momentos?
Eran días de mucha diversión. Siempre lo he dicho: la gran suerte de mi vida ha sido vivir en un colegio, tanto para lo bueno, en lo que respecta a la diversión, como en lo malo, pues en el caso de los estudios, si sacaba malas notas mi familia era la primera en enterarse. Esto ha sido una de las cosas más importantes que me han pasado e incluso me ha ayudado a ir un poco más rápido en el tema muscular que otros chavales de mi edad. Estar todo el día en el patio corriendo, saltando y jugando al fútbol con chicos mayores me hizo destacar muscularmente desde muy chiquitito.
Si te pregunto por fútbol, ¿cuál es la primera imagen que viene a tu cabeza?
La de la pista de fútbol sala del colegio, con la portería al fondo y yo jugando con la pierna escayolada. Tendría seis o siete años, semanas antes me había caído desde un muro de algo más de un metro de alto, me partí la tibia y el peroné, pero seguía jugando. Me acuerdo perfectamente.
¿Tu familia era muy futbolera? Tu hermana Julia llegó a jugar de lateral izquierdo en la selección de Murcia.
Sí, mi familia es bastante futbolera. Mi abuelo fue delegado, vicepresidente y presidente del Club Deportivo Cieza y mi padre, futbolista de equipos como el Cieza y el Abarán y llegó a jugar en Segunda División B. Él era mediocentro posicional y actuaba por delante de la defensa.
Tu padre también fue entrenador.
A mi padre nunca le ha gustado el tema de entrenador, sino más la faceta de director deportivo, coordinador de cantera y demás. Pero sí que entrenó a un equipo de Cieza que fue creado el mismo año que él estuvo al frente, el Ciudad de Cieza. Yo iba con él a todos los lados, veía los entrenamientos, los partidos… fue antes de que me marchara a Madrid y por esa época sería alevín o infantil.
¿Fue ahí cuando te empezaron a llamar Rooney?
Antes, todos los veranos me rapaba la cabeza. Ahora lo hago por otro tema (risas), pero antes, en verano, siempre iba rapado y uno de los jugadores del equipo de mi padre empezó a llamarme: «¡Wayne, Wayne!» y ya me quedé con el Wayne Rooney.
Juegas durante un año en la cantera del Real Madrid. ¿Cómo surge la oportunidad?
En Cieza, la generación del 94 ha tenido un buen nivel futbolístico y siempre quedábamos en los primeros puestos en las distintas categorías en las que hemos jugado. Esto hacía que un compañero y yo siempre fuéramos a la selección murciana. Fui convocado para el campeonato de España de selecciones autonómicas que se celebró en La Unión, donde había muchos ojeadores de distintos equipos. Acabé el torneo como máximo goleador y me ofrecieron la posibilidad de hacer una prueba con el Real Madrid en Valdebebas para estar en el cadete la temporada siguiente. Recuerdo que me desperté un lunes por la mañana y llegó mi padre junto a un amigo para decirme: «Haz la maleta que vas a Madrid a hacer la prueba con el Real Madrid».
¿Quién era el compañero que también iba contigo a aquella selección de Murcia?
Era Sergio Camacho, un compañero de toda la vida que sigue siendo amigo mío.
Creo que te pasó algo con él hace un par de años en Torrevieja…
¡Hostia! (risas). De siempre he sido muy cabroncete y en el grupo de mis amigos somos dos o tres que siempre la estamos liando y pensando cosas que hacer. En aquellas vacaciones me llevé mi maquinilla para cortarme el pelo, empecé a hacerlo, le vi, que además tenía un pelazo, y pensé: «tú te vas a enterar». Con esas, le pasé la máquina al cero por detrás, le hice un trasquilón y le dejé sin pelo. Él luego decía que se iba para Cieza, que no quería estar más por allí, tuve que convencerle para que no lo hiciera, intenté arreglárselo y al final acabó saliendo con una gorra. Un desastre.
¿Cómo recuerdas aquella prueba con el Real Madrid?
Estuve de lunes a sábado. El primer día llegué tarde al entrenamiento y lo hice casi sin comer, pues esa mañana habíamos salido desde Cieza y fue prácticamente nada más llegar después de todo el viaje. El recuerdo que tengo es el de una semana dura, porque era la primera vez que salía de mi pueblo y el martes estaba llamando a mis padres para decirles: «O venís a por mí, o aquí no me quedo». Soy del mes de diciembre, por lo que en esos días todavía tenía doce años. El miércoles ya subieron mis padres con un amigo suyo, que siempre iba a visitarme a todos los sitios en los que estuve, y allí estuvieron hasta el sábado que bajamos a Cieza de vuelta.
¿Cómo gestiona un niño una semana en la que por la mañana se juega fichar por el Real Madrid y por la noche está llorando porque echa de menos a sus padres?
Mentalmente era muy complicado y los días se me hacían muy largos. Era pretemporada, entrenábamos por las mañanas y luego ya teníamos todo el día de descanso, ir al centro comercial, etc. Yo no quería salir a ningún sitio y al final, cuando pasa esto y no haces nada, estás todo el día dándole vueltas a la cabeza y fue una semana bastante larga.
¿Cómo era la comunicación con tus padres?
En esa época no existían las tecnologías de ahora. Las videollamadas no eran por wifi como puede pasar ahora por Skype, sino que tenían un coste. Estuvimos todos los días hablando de este modo e imagina la factura que nos llegó luego al final del mes. También hablábamos mucho por Messenger, pero al final no es lo mismo. Fue una semana de aprendizaje y de sentimientos encontrados.
Y después de esa semana, se hace el fichaje.
Durante aquella semana de prueba estaba deseando volver a mi casa. Fíjate cómo me sentía, que ya de vuelta en Cieza estaba deseando que no me llamasen, no quería fichar por el Madrid y deseaba quedarme en mi pueblo debido a lo mal que lo pasé esa semana. De repente, llega un martes, se me acerca mi padre y dice: «Isi, te han llamado del Madrid, quieren que firmes allí». Me metí a la habitación a llorar, pero sabía la decisión que, por mucho que me costase, tenía que tomar. Por suerte, mi familia fue de gran ayuda en esos momentos. Desde el primer momento mi padre me dijo que, tomara la decisión que tomara, ellos iban a ir conmigo a muerte: «si vas a Madrid vamos a ayudarte porque los primeros meses van a ser complicados. Si dices que no y te quedas en Cieza, seguro que surge otra oportunidad».
¿Qué es Cieza para ti?
Es lo más importante que tengo y algo de lo que estoy muy orgulloso. Soy de Cieza, lo digo allí por donde voy, estoy muy contento de ser de donde soy y me ha dado mucho de lo que soy: mi familia, mi gente, mis amigos, el lugar donde empecé a jugar al fútbol…
Después de escuchar cómo te fue en esa semana de prueba, imagino que la adaptación no sería fácil.
Hasta Navidad lo pasé francamente mal. Los tres o cuatro primeros meses fueron complicados. Estaba en una residencia del Real Madrid que tenía en el Colegio Internacional SEK-El Castillo, cerca de Majadahonda en Villafranca del Castillo. Me costó, y aunque soy un chico cercano y que se adapta, no fue fácil. Era mi primera experiencia fuera de casa, también fue en Madrid y se me hizo un poco largo. Es cierto que hubo compañeros que me ayudaron mucho y todavía tengo contacto con ellos, pero me costó.
Por ahí estaba Raúl de Tomás. Se han publicado algunas fotos de esa época.
Sí, todavía hay algunas por ahí en el Santiago Bernabéu, en la clase del colegio… Al ser de Madrid, estábamos juntos solo entre semana. Aquellos eran días de colegio, entrenar, llegar cansadísimos, comer, estudiar un poco y a descansar, aunque hay anécdotas muy buenas por ahí que mejor no contarlas. Alguna hemos liado y sí que nos hemos llevado algún castigo.
¿Cómo fue ese reencuentro con él en Vallecas después de tantos años?
Muy bonito. De vez en cuando teníamos contacto, hablamos cuando le di la enhorabuena por ir a la selección, también cuando nos enfrentábamos al Espanyol… siempre hemos tenido relación, aunque no era de continuo. Cuando fichó por el Rayo Vallecano fue un gusto impresionante.
Si hablas con él, te das cuenta que es una persona muy distinta a lo que dicen de él.
Siempre lo digo. A él lo tachan por la primera impresión que tiene la gente, pero a Raúl hay que conocerlo porque es un ser humano de primera.
De esa generación también era Gonzalo Melero.
Sí, también estaba él, Alfonso Herrero de portero, y no sé si habrá algún otro que también haya llegado a la elite.
En tu año en el cadete del Real Madrid juegas como lateral izquierdo…
Firmé allí siendo extremo izquierdo, pero la adaptación al comienzo no fue buena, pues tuve una lesión de tobillo, dolores lumbares de crecimiento, problemas de rodilla… Casualmente, en el equipo tan solo había un lateral izquierdo, se lesionó en un entrenamiento y me pusieron a mí. Lo hice bien y a partir de ahí lo jugué todo en esa posición.
Te han llamado el Robben de Vallecas. ¿Era un jugador que te llamase la atención en aquellos años?
Sí, posiblemente era uno de los jugadores que más destacaba en el primer equipo cuando yo estaba en la cantera del Real Madrid en aquella época. Es verdad que en ese momento en el que estuve fue una transición complicada en el club, pero Robben era uno de los jugadores que más brillaba y me fijaba en él, si bien en esa época no tenía una posición tan marcada como la que tengo ahora.
Sin embargo, el que siempre te gustó fue Zinedine Zidane…
Es cierto que siempre me fijé en su juego. Era un jugador que le gustaba mucho a mi padre y sí que estaba muy atento cuando jugaba. Aquella volea en Glasgow en la final de la Champions…
Después de un año, el Real Madrid te comunica que no cuenta contigo ¿Cómo lo vives?
Fue un momento muy duro. Eres un niño, no terminas de asimilarlo bien y es el club de tu vida, por así decirlo. Ya después de hacer la pretemporada del que iba a ser mi segundo año, estábamos entrenando una tarde y vi a alguien de la dirección deportiva de las bases en un banquillo anotando cosas. Una vez acabado el entrenamiento entró al vestuario y nos llamó a seis o siete jugadores para que fuéramos a verle a las oficinas. Entré de los últimos, pero ya sabía lo que iba a pasar porque todos los que salían de ahí lo hacían llorando. Cuando me tocó a mí, me comentó que no contaban conmigo, así que imagínate cómo salí. Llamé a mi padre y me dijo que ya venían de camino para buscarme y bajar a Cieza. Al fin y al cabo es un golpe bastante doloroso a nivel personal.
A diferencia de lo que me pasó después en Villarreal, que fue más pensando en lo deportivo y diciendo «me han echado de dos canteras, ya no valgo», en esta ocasión fue más el «¿qué dirán?». Algo más personal. Fueron un par de semanas bastante dolorosas y no sé la razón, pero no recuerdo muy bien cómo fueron ni cómo las gestionamos ni yo ni los que estaban a mi alrededor. Mi mayor preocupación era si alguna vez iba a tener otra oportunidad como la que había tenido y lo que quería, por todos los medios, era jugar. No sabía dónde, pero quería volver a hacerlo. Y tuve la oportunidad en mi pueblo: siendo cadete de segundo año jugué con los juveniles y logramos el ascenso, fui de nuevo con la selección murciana al campeonato de España y quedamos subcampeones, debuté con el Club Deportivo Cieza en Tercera División y llegó la oportunidad del Villarreal.
La forma de llegar al Villarreal fue distinta…
El Villarreal no hacía semanas de prueba, sino que organizaba torneos de captación. Yo ya había ido a entrenamientos en los que, poco a poco, iban descartando a los que no convencían. Al principio fuimos sesenta niños, jugamos un partido en la ciudad deportiva del equipo y a la siguiente semana nos llamaron a todos excepto a unos cuantos. Así, semana a semana, se fue reduciendo el número y me convocaron para un torneo en Zaragoza junto a otros veintiún chicos. Ese fin de semana lo hice muy bien, fuimos subcampeones, me nombraron mejor jugador y ya firmé un contrato por tres años, los tres de juvenil.
¿De qué equipo era la familia cuando eras pequeño?
Solíamos tirarle al Real Madrid. Cuando el Real Madrid jugaba la Champions siempre quería que ganara. Sin embargo, después, cuando ya me fui de allí y llegué al Villarreal, me hice más del Villarreal. La forma que tenía de jugar el equipo, aquella época tan brillante con Giuseppe Rossi, Borja Valero, Bruno, Marcos Senna, Diego López… había jugadores de mucha calidad.
Llegas al Villarreal como juvenil ¿Había relación entre vosotros y los jugadores del primer equipo?
Sí que es verdad que había más cercanía que en mi etapa en el Real Madrid, pues en la residencia estábamos todos juntos, la zona de entrenamiento del primer equipo estaba ahí y sí que eran majos con nosotros, nos cruzábamos y siempre había un «hola, adiós». Sin embargo, a los del Real Madrid no los veía nunca. Además, en Villarreal, conforme fui creciendo, iba viendo a gente de la residencia que entrenaba con ellos o jugaba unos minutos en un partido de Liga, había oportunidades… y tú decías: «Ese quiero ser yo dentro de un par de años».
Pero, de repente, el club te dice que no cuenta contigo…
Estuve los tres años de juveniles y después medio en el Villarreal C, en Tercera División. El grupo de la Comunidad Valenciana es muy fuerte. Hay muy buenos jugadores, abarca mucho territorio y hace que sea una categoría muy dura. Ese año subimos todos los del juvenil A al Villarreal C, cuando generalmente dejaban a unos cuantos del año anterior para facilitar la adaptación de los más jóvenes a la categoría y, al final, aunque éramos muy buenos, no competíamos. Íbamos a campos donde te decían de todo, con gente de mucha edad como rivales y nos costó mucho. El primer técnico al que echaron fue a Tito García Sanjuán y decidieron subir al que habíamos tenido nosotros en el juvenil A el año anterior: Eder Sarabia, que ahora está en el Andorra y llegó junto a Nihat. Sin embargo, todo continuó igual, seguimos perdiendo, echaron a Eder, a ocho o nueve futbolistas y entre ellos me tocó a mí la tómbola. No me lo esperaba, pues en esos momentos estaba siendo significativo, jugando y aunque no estaban llegando los resultados yo era importante. Fueron cercanos, pero las formas con las que nos echaron no fueron las mejores. Estamos hablando aproximadamente del mes de octubre, por lo que me pagaron el finiquito y hasta el mercado de invierno no pude firmar con ningún equipo.
¿Cómo es la vuelta a Cieza?
En ese momento ya no pensaba «¿qué dirán de mí?», sino en que «ya es la segunda cantera en que no valgo y a lo mejor no estoy capacitado para ser futbolista profesional». Había madurado un poco más, había pasado más tiempo fuera de casa y lo afronté de otra manera.
Dos decepciones muy duras ¿Pensaste en dejar el fútbol?
En algunos momentos posteriores, sí. Cuando ya empiezo a entrenarme con el equipo de mi pueblo, para no quedarme parado aunque no tenía ficha, y veo que no sale nada que pueda llamarme la atención sí que es verdad que hay un momento en el que pienso «Isi, gánate la vida en otro sitio o tómatelo como una segunda opción, porque…» Sí que hubo momentos de debilidad.
La prensa te ha preguntado mucho sobre el momento de tu regreso a Cieza y que estuviste recogiendo melocotones ¿No te cansa que siempre se hable de lo mismo?
Me cansa en el sentido de que es algo normal en Cieza. Cuando lo dije en la primera entrevista en que me preguntaron, no lo hice porque fuera algo heroico o fuera de lo común, pero la gente se lo tomó así. Es como un compañero mío que va a Jaén y varea las olivas. ¿Por qué? Porque lo hace todo el mundo. Pues en Cieza igual: llega verano y todo el mundo hace lo mismo. No solamente yo, también lo hace el profesor, que tiene vacaciones y la vida solucionada, si tiene tierras. El mecánico que coge vacaciones una semana para ayudar a su colega, el que es albañil… es algo común. Personalmente lo hice, más que nada, para tener la cabeza despistada.
¿Fue un punto de inflexión para ti? ¿De reseteo?
He cambiado mucho. En muchos aspectos, sobre todo a nivel mental. Para llegar donde estoy, he tenido que cambiar muchas cosas que antes no hacía bien. Y un factor que me ayudó a darme cuenta fue ese poco tiempo que estuve trabajando y me hizo ver la realidad de las cosas, lo que le cuesta a la gente llevar el pan a su casa y que no resulta tan fácil conseguir las cosas que uno se propone. Eso fue algo que me hizo madurar.
Estas situaciones forjan el carácter…
Cuando te bajas de un tren, te bajas de otro, ves que el embudo se hace cada vez más pequeño, que cada vez llegan menos futbolistas… pero también hay algunos compañeros que lo van consiguiendo, te dices «¿por qué no?» y te vas enganchando de las hojas de las ramas que salen. Soy una persona que tanto a nivel futbolístico como personal nunca se he dado por vencido: siempre he intentado luchar y pelear. Cuando la vida te da palos, intentas que el siguiente sea menos doloroso o que no te pase. Al final, llegar es difícil, pero mantenerse es muchísimo más difícil. Por eso debes ser muy constante en tu trabajo diario a la hora de descansar, la alimentación, etcétera.
Pero el sueño seguía ahí…
Una de las cosas más bonitas que tiene el fútbol es que te permite soñar. Vivo de los sueños. Sueño mucho y soy una persona que se considera ambiciosa, que se pone retos difíciles. La gente me lo dice: «¿Te imaginabas tú en Primera?», pues sí que lo hacía. Es verdad que era sueño que no sabía si iba a cumplir, pero que lo he luchado y peleado hasta que ha llegado.
¿Este Isi con el que hablo ahora sería el mismo si fuera un jugador del Real Madrid que hubiese pasado por todos los escalones de la cantera?
No. Pienso que ni yo, ni nadie. Son momentos que te hacen aprender y vivencias para el futuro. Al final, en este vestuario se demuestra, pues mis compañeros también son gente a la que le ha costado llegar al fútbol profesional. No solo a Primera, sino incluso a Segunda. Y precisamente por eso estamos ahí cogidos bien fuerte para intentar no perder esta categoría, dar todo entrenamiento a entrenamiento, partido a partido, porque es lo más importante: mantener ese hambre y no olvidar lo que nos ha costado llegar a este punto.
Eres una persona muy accesible. No es algo normal para un futbolista de elite.
Me gusta hacer el bien a las personas y ayudar en todo lo que puedo, pero tampoco me gusta que se aprovechen de mí. Es decir, cuando veo que una persona hace algo que no me entra por la mirilla o que creo que va por otro lado, intento cortar por lo sano. Pero sí, soy una persona accesible, que suele mirar los mensajes de mi Instagram y responder habitualmente, sobre todo a la gente que tiene problemas. También lo soy para la gente del pueblo: ¡No sé cuántos vídeos para comuniones llevo ya este año! (risas).
¿Cómo son esos meses tras la salida del Villarreal?
Estuve entrenando hasta enero y como no salió nada en ningún equipo decidí terminar la temporada en el Cieza. Al año siguiente me marché para el Murcia Imperial (filial del Real Murcia, ndr), jugué media temporada ahí y luego ascendí al primer equipo. Pese a estar en Primera RFEF, el Murcia es un equipo con mucha presión mediática. El club es un histórico que ha estado en Primera y Segunda División, la gente es muy futbolera y exigente, sobre todo con los de casa. El primer año, en la mitad de temporada que me subieron al primer equipo fui máximo goleador, hicimos playoff de ascenso y nos eliminó el Hércules. El segundo tuve algunas lesiones y en el tercero la salida fue un poco fea porque llegaron otros dirigentes y al final me fui de allí no muy bien parado, no por mí, sino por ellos. Pero también fueron vivencias con las que uno aprende y de las que tienes que extraer que tienes que quererte a ti mismo, porque si no te quieres tú, cuando ya no sirves te dan una patada en cualquier sitio.
Y llega la Ponferradina, etapa de la que siempre hablas maravillas.
Venía de estar recién operado en Murcia, que es por lo que salgo, llegué a Ponferrada con Carlos Terrazas como entrenador y no hicimos un buen primer año. De hecho, estuvimos a punto de descender. Sin embargo, el segundo año llegó Jon Pérez Bolo y ya el día después de que se hiciera oficial su fichaje me llamó para decirme que quería contar conmigo y que íbamos a hacer un gran año. Yo en ese momento no tenía contrato, pero quería seguir a pesar de todo, renové, me quedé y pasó lo que pasó: logramos el ascenso a Segunda División. A Bolo lo considero un técnico que me hizo ver en su momento que podía dar mucho más, me enseñó a creer en mí y pensar que tenía un margen muy grande de mejora. Él me hizo confiar en mí mismo.
¿Cómo recuerdas esos años en Ponferrada?
La gran suerte que he tenido, y es algo que no puede decir todo el mundo, es que tanto los dos últimos años de Ponferrada como estos últimos en Madrid he estado en vestuarios muy sanos, humildes y trabajadores. Y esto es fundamental para conseguir los objetivos. También hay que tener suerte y no todos los vestuarios son iguales, pero lo que se consiguió en Ponferrada fue por el gran grupo que había. Cuando puedo y tengo libre me gusta seguir yendo allí con mi pareja, pues tenemos grandes amistades y mantengo también buena relación con el presidente.
Me ha comentado algún compañero que te gusta hacer de DJ en el vestuario…
De vez en cuando (risas). Pongo de todo, desde reguetón hasta flamenco… menos rap, que no suelo poner, cualquier cosa.
Llegas al Rayo Vallecano en enero de 2020.
Nosotros vinimos a jugar aquí a Vallecas a finales de octubre un partido que acabamos ganando 1-3 y en el que se lesionó Bebé para varios meses. A la semana siguiente ya contactaron conmigo porque al tener un jugador lesionado de larga duración se podía ocupar la ficha sin necesidad de esperar a que se abriera el mercado de fichajes en enero, pero creí que ese no era el momento de fichar por el Rayo. Pasaron unos meses, en enero se marchó Embarba, el club apostó un poco más por mí y pensé que ese mercado de invierno sí era un buen momento.
Estabas muy cómodo en Ponferrada, ¿dudaste?
Tanto mi pareja como yo somos personas muy tranquilas. Sí que me costó, lógicamente, pues estábamos haciendo muy buena temporada en Segunda División después del ascenso, el grupo era perfecto y también me sentía un poco en deuda con ellos por dejarlos a mitad de temporada. Quería acabar el proyecto, pero las circunstancias se dieron así y llegué a Madrid.
Esos primeros meses no eres indiscutible.
Lo cierto es que me costó un poco la adaptación con Paco (Jémez). No había estado en un equipo profesional, sólo en la Ponferradina, un club donde me sentía importante, con el que acababa de ascender a Segunda División, estaba adaptado y lo tenía todo más o menos controlado. Además, la presión era distinta, pues de dónde venía con salvarnos en la última jornada estaba todo bien y en el Rayo Vallecano había que subir sí o sí, o al menos entrar en los playoffs. Eran objetivos diferentes, mentalmente había que hacer un cambio de chip, adaptarte rápido, porque con los fichajes de invierno es así, y fue un momento difícil. Sin embargo, le agradezco a Paco que apostara por mí, pues fue el que realmente me trajo.
¿Qué me dirías de Paco Jémez?
Paco, como entrenador, es puro carácter. Así lo definiría yo.
Después de ese medio año que se cierra sin ascenso, llega Iraola, vivís una temporada en dientes de sierra pero acabáis ascendiendo en los playoffs. ¿Qué te viene a la cabeza?
Es justo como tú dices. Fue una temporada en la que éramos capaces de ganar al Espanyol, que era el líder invicto, y después perder algunos puntos que no debíamos. Así, de golpe y porrazo nos plantamos en la última jornada con la necesidad de ganar al Lugo en casa. Perdimos, pero se dio la carambola de que el Sporting también lo hizo y nos metimos en playoffs. Pese a cómo fue, a esas alturas teníamos claro -y esto te lo digo de corazón- que si nos metíamos ahí íbamos a ser un equipo difícil, pues el que llega desde atrás y menos tiene que perder, es el que más gana. La gente que menos jugaba, los lesionados, los que sí jugaban…Todos estábamos completamente convencidos, teníamos un plus de mentalidad y positividad.
Me hablas del Espanyol: Esa temporada del ascenso le marcas dos goles a Diego López, que esta temporada ha sido compañero tuyo.
El primer día que vino me lo dijo. Salió la conversación, me comentó algo y dije: «Bueno, ahora te los tendré que meter entrenando» (risas).
Después de eliminar al Leganés, perdéis en la ida de la final ante el Girona en Vallecas. ¿Seguíais pensando que el ascenso era posible?
Estábamos convencidísimos. Por suerte, soy una persona que toma con calma esos momentos de presión, estoy tranquilo y confío mucho en mis posibilidades. Si ves mi entrevista a pie de campo después de perder en casa contra el Girona, lo digo. Luego durante la semana en una entrevista en la radio, cuando me preguntaron, también dije que el domingo íbamos a estar celebrando el ascenso. La verdad es que me gustaría volver a escuchar esa grabación.
¿Notaste mucho el salto a Primera División?
Sí. Mental, físicamente… se nota muchísimo a todos los niveles. Mucha gente dice que entre Segunda y Primera no hay mucha diferencia, pero yo sí lo note. Todo tiene una repercusión mucho mayor, pues tú en Segunda puedes hacer un partido malo y nadie se entera, pero en Primera siempre están mirándote al dedillo, observando qué haces bien, qué haces mal y eso provoca que durante toda la semana estés al cien por cien mentalmente. Además, también hay diferencias a nivel físico y de calidad, aunque esto no quiere decir que muchos jugadores de Segunda no tengan cualidades para jugar en Primera, pues también hay muchísima calidad.
Este segundo año ha sido distinto. Me he visto con más protagonismo dentro del campo. La temporada pasada fui más intermitente, no era un ritmo constante durante noventa minutos, sino que tenía apariciones chisposas. Este año he sido más firme a nivel de juego, con mayor participación y más contacto con el balón. Esto también lo provoca la experiencia, pues el año pasado era un novato en la categoría, ahora tengo más confianza y eso se nota en el terreno de juego. Con el paso del tiempo me he ido adaptando al nivel de la Liga. Sé cuáles son mis virtudes e intento aprovecharlas al máximo: no soy un jugador de banda pegado a la línea, de encarar e ir al espacio como Alvarito (García), sino que soy más de participar, tocar con el compañero, asociarme por dentro y driblar.
¿Influyó mucho tu paso por la cantera del Villarreal para mejorar estas cualidades?
Sin ninguna duda. A nivel deportivo, en Villarreal aprendí muchísimo. El funcionamiento es el mismo en toda la cantera hasta el primer equipo, la metodología era similar y todos los equipos jugaban igual. Además, otro factor muy positivo es que allí no son tan solo entrenadores, sino también educadores y formadores. Villarreal, a nivel estructural y deportivo, para mí por mi forma de jugar por dentro, me ayudó muchísimo.
Ahora eres un ídolo en Vallecas. ¿Qué destacas de este estadio?
Es espectacular. Algo que siempre he destacado es que si te dejas todo lo que tienes en el campo, la gente te lo va a agradecer independientemente de que ganes o pierdas. Esto te da una motivación especial, un plus para dar un esfuerzo extra en esos momentos en los que estas muerto, porque hoy en día el mundo de fútbol es tremendamente resultadista. Vallecas es diferente porque el público siempre está animando y lo tienes detrás aunque el resultado no esté siendo bueno.
En el regreso a Primera, después de una primera vuelta muy buena el equipo se desconectó. Sin embargo, paralelamente se llega a semifinales de Copa del Rey. ¿Hubo demasiado foco en esta competición?
Eso creo que fue un error. Después de la primera vuelta que habíamos hecho, con la salvación medio asegurada… ¿dónde te centras? Al final teníamos que haberlo hecho en las dos competiciones, porque creo que al no estar centrado en una, te hace no estar centrado en la otra y al final tampoco compites en esa. Pienso que hubiésemos llegado mejor a esa semifinal si hubiéramos tenido también la cabeza al cien por cien en la Liga. Sin embargo, inconscientemente y aunque no quieras, estás pensando en la semifinal.
En la ida de semifinales contra el Real Betis perdéis 1-2 en Vallecas. ¿Pensaste que era posible llegar a la final?
Sí, por supuesto. Yo, por experiencias anteriores, siempre había visto que las vueltas en casa del rival se nos habían dado bien, como ya había pasado en los casos que habíamos hablado antes de Leganés y Girona. Sí que es cierto que a nivel físico el equipo no estaba en un buen momento, por lo menos yo individualmente me veía con las fuerzas un poco así después de tantos partidos.
En la vuelta llegáis a soñar con la prórroga durante once minutos gracias al gol de Bebé. El Villamarín se quedó mudo.
A pesar de no haber logrado la clasificación, silenciar a este estadio, con todas esas personas que caben dentro, durante los minutos que logramos igualar la eliminatoria, fue algo histórico para el club y una sensación irrepetible. Aquel gol de Bebé fue uno de los más importantes de la entidad en los últimos años. Sólo por haber hecho soñar a tantos rayistas, merece la pena.
El equipo ha dado un gran salto en estos tres años con Andoni Iraola al frente.
Lo suelo decir mucho: Andoni ha hecho un Rayo reconocible, da igual el rival que tengamos enfrente. Somos un equipo del que tú pones cualquier partido y sabes que vas a ver a un conjunto atrevido, que va a apretar arriba, a ser protagonista con el balón y va a intentar ganar sea quien sea al que tenga enfrente. Pierda o gane, el Rayo Vallecano compite en el 99% de los partidos, y eso en esta categoría es muy importante para conseguir los objetivos.
Tu padre es un hombre de fútbol. ¿Te da su opinión sobre detalles de tu juego?
El día del penalti indirecto con Trejo ante el Girona sí me comentó que no era la situación más adecuada para hacerlo, pero no suele decirme ni para lo bueno ni para lo malo. Él sabe cuándo hago las cosas bien y cuando las hago mal.
¿Cómo surge la idea de aquel penalti?
Ya venía hablado desde hacía mucho tiempo y surgió así. Veníamos de hacer él un golazo, yo otro y teníamos exceso de valentía, como yo digo.
Háblame de Óscar Trejo.
Es una persona que mira muchísimo por la felicidad de los demás. Y por los trabajadores del club, ya ni te digo. Más que un capitán, es todo un emblema en la entidad. Él ha hecho cosas que nadie sabe, por el bien tanto del club como de sus trabajadores… y eso no lo hace todo el mundo y es digno de alabar. En el campo, nos entendemos muy bien. Él me dice en algunas oportunidades: «En este momento intenta buscarme» o «Yo te encuentro», nos gusta buscarnos mutuamente y asociarnos.
En aquel partido contra el Girona, antes del penalti indirecto, marcas un golazo para hacer el 1-0 y todo el campo comenzó a corear: «Isi, selección». ¿Esperas la llamada?
No es una cosa en la que esté pensando. Obviamente, es otro sueño por el que luchamos todos los jugadores españoles, pero no es una cosa con la que esté obsesionado.
Eres el segundo jugador que más faltas recibe de la Liga tras Vinicius. ¿Entiendes su frustración ante tanta patada?
Sí la entiendo, y más de un chaval de veintidós años. Lógicamente, al final te frustras. Pero es algo con lo que tienes que convivir. Al final, a mí también me dan y sí que es verdad que lo suyo tiene mucha más repercusión porque es uno de los mejores jugadores del mundo y juega en el Real Madrid, disputa la Champions… Al final, creo que es más lo mediático que verdaderamente lo que pasa dentro del campo.
No te gusta perder ni los partidillos.
Sí, ahora he aprendido un poco más, pero me cuesta mucho perder. Soy ambicioso, quiero ganar hasta en los entrenamientos, pero también creo que esto me ha ayudado a llegar donde estoy.
Se ha rozado Europa con la punta de los dedos. ¿Puede malacostumbrarse la afición?
Gran parte de la afición del Rayo sabe quiénes somos y de dónde venimos, pero sí que hay otro porcentaje que es demasiado optimista. Hay que ver la realidad y a pesar de todo estar satisfechos con la temporada que hemos hecho.
Son las 14:00. ¿Cómo es un día para Isi Palazón cuando acaba el entrenamiento, se ducha y habla con la prensa?
Ahora mi mujer está trabajando, voy a casa, como y descanso un rato. Para mí, la siesta es algo que no perdono. Después, espero que venga mi mujer, nos damos una vuelta por el Ensanche y enseguida a cenar y para la cama. Vivo cerca de la ciudad deportiva, pero vengo en coche. Me compré una bicicleta eléctrica y algunas veces también vengo de ese modo. Andando no, porque me pilla un poco peor.
Se lio una buena en Mercadona un día que fuiste a comprar.
Al final, jugar en Primera División tiene mucha repercusión. Y ganar al Real Madrid o al FC Barcelona, más todavía. Eso sucedió precisamente en la semana en que ganamos al Real Madrid en casa y fui al Mercadona como cualquier otra tarde más, pues voy muchas veces junto a mi mujer, al igual que es habitual que haga las tareas de la casa. Estaba allí cuando de repente se me acercó un chaval, y creo que estaba esperando el resto para acercase también, pero para mí no fue ninguna molestia.
En Vallecas se ha instalado la Isimanía, ¿Te sientes muy querido?
Sí, me siento un tío querido, aunque intento tomármelo con mucha naturalidad, porque ya se sabe que en este mundo del fútbol las cosas cambian muy rápido y puedes pasar de estar muy arriba a muy abajo en poco tiempo. Ahora intento disfrutar del momento, que está siendo muy bonito.
Tú correspondes al cariño. Vi un video en el que, al salir del estadio después de un partido, te pasas firmando autógrafos media hora. No es algo habitual…
Al fin y al cabo, todos somos personas. Yo he sido niño, he tenido a mis ídolos y me gustaba que se pararan, se quedasen conmigo y firmasen. Al final son veinte minutos cada dos semanas que vienes a estar con tu gente y no cuesta nada quedarse un rato con cada niño. No lo hago para que la gente diga «¡Qué majo Isi!», sino porque me sale así y si no me siento mal. Cada uno tiene su personalidad y su forma de pensar. A lo mejor hay jugadores que pasan de firmar porque tienen sus problemas o, simplemente, un día malo. Hay que entender a todas las personas, tanto a los que se paran como a los que no lo hacen.
También habrá algún hater, las redes están llenas…
No me dejo llevar por los mensajes negativos. Tampoco por los positivos. Sí que es verdad que escucho y leo, pero lo negativo lo leo hasta cierto punto y con lo positivo me pasa igual. Lo positivo también te hace creer algo que no eres y, al final, lo importante es el día a día y seguir trabajando. El halago debilita.
¿Y lees lo que dice la prensa de ti?
Sí, de vez en cuanto lo hago. Cuando me hacen algún reportaje o sale alguna estadística mía por ahí, está mi madre y ella me lo pasa.
Veo esa pierna llena de tatuajes. ¿Recuerdos de fútbol?
Tengo tatuado el ascenso a Segunda División con la Ponferradina. (Se sube el pantalón corto y señala). Son tres imágenes con las tres eliminatorias: la primera contra el Cornellà, en la que meto un gol y estoy aquí celebrando con mi amigos Son y Ríos Reina, que ahora están en el Levante y en el Eibar; la segunda contra el Cartagena, que marco en el Toralín, y este es el gol contra el Hércules en la final. También tengo este con el mapa del Bierzo y yo encima del banquillo celebrándolo con la afición de la Ponfe. Aquí, encima de la rodilla, la frase «El sueño continúa» y en la parte de atrás «Dreams come true» (Los sueños se hacen realidad) junto a un rayo y la fecha del 20 de junio de 2021 por el ascenso a Primera División con el Rayo Vallecano.
¿Ves mucho fútbol?
A no ser que sea un partido como la final de la Europa League que jugó el otro día el Sevilla, un Real Madrid – FC Barcelona, un derbi, un partido de esos de la zona de abajo o España en el Mundial, no suelo ver mucho. El Girona me gusta mucho como juega y sí es verdad que alguna vez me lo he puesto, pero no soy de estar en casa y decir: voy a ponerme el fútbol. Intento desconectar.
Nuevo entrenador, salida de piezas clave como Fran García, Comesaña, Catena… ¿cambio de ciclo?
Para mí, este año el ciclo termina totalmente. Hay que ser sincero. Hay un cambio de ciclo, algo que acaba porque se va el capitán del barco, Andoni, que ha conseguido tantas cosas aquí con nosotros, y también jugadores muy importantes. Ojalá que vengan muchos y aporten tanto como lo han hecho los que se van, como seguro que pasará, pero acaba un ciclo muy bonito. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el año que viene vaya a ser una debacle, pues nos quedamos jugadores que creemos que podemos hacer grandes cosas con la gente que venga y por los que apueste la dirección deportiva.
Y la temporada que viene, el centenario.
Es un año bonito para el club, pero no hay que obsesionarse. Escucho mucho por ahí: «centenario, hay que optar por Europa», pero el objetivo del Rayo es la permanencia, dejar al equipo un año más en Primera División. Luego, lo que tenga que venir, vendrá. Eso ha sido exactamente lo que hemos hecho estos años. Si ya cambiamos la mentalidad, empezamos mal. Ganar en Primera División es muy difícil.
Antes de acabar la temporada se confirmó tu renovación, aunque se había hablado de ofertas millonarias de la Premier League. ¿No te tentó la posibilidad de marcharte a ganar más dinero?
Lo primero, no ha llegado ninguna oferta de fuera. Al menos, a mí no se me ha comunicado. Y lo segundo, valoro mucho la felicidad que tengo hoy en día. Al final, firmar tanto tiempo aquí también me ha dado una estabilidad económica y estoy en Madrid, que es una de las mejores ciudades del mundo. Estoy cerca de mi casa, Murcia, continuamente tengo aquí a gente de mi pueblo y mi familia, mi mujer que es maestra de educación infantil tiene trabajo aquí y estamos estables. Al final hay que valorar muchas cosas, pues lógicamente el dinero es importante, y más en la vida en que vivimos hoy, pero no lo es todo.
¿Qué significaría jugar competición europea?
A nivel personal, sería un sueño cumplido más en mi carrera. Y para el Rayo, un paso muy importante a nivel de institución. Después de tantos años sin jugar en Europa, que el equipo lograra disputar competición europea sería algo muy importante para la entidad.
¿Piensas en el futuro? ¿Qué habrá tras el fútbol?
No pienso más allá. Mucha gente me ha preguntado qué voy a hacer cuando llegue el momento, pero la verdad es que nunca me lo he planteado. Estoy en un momento muy bueno de mi vida y quiero aprovechar al máximo el día a día. Para mí, lo fundamental es disfrutar cada momento y con las cosas que hago. Ahora estoy hablando aquí contigo, disfrutando, luego cuando llegue al vestuario me reiré con algún compañero. Estoy intentando disfrutar de los pequeños momentos, aprovechar esos pequeños detalles que son los que realmente tienen importancia, desde mi punto de vista. La verdad es que hoy por hoy no tengo nada de lo que pueda quejarme.
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Lo que cuesta lograr, se disfruta más.
Desconocía su trayectoria, gracias por mostrarla tan bien, Iván.
Un grande, Isi. Y todo apunta a que un buen tipo, mejor que su zurda, incluso.
Muchas gracias, Carlos :))
Chapó, que gran entrevista, y que grande es Isi.
Me alegra que te haya gustado, Ismael :))
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Qué maravilla de entrevista. Es una pasada ver cómo un buen periodismo consigue ahondar en la personalidad de un deportista, y mostrarnos a la persona que hay detras, con su historia, sus anécdotas, sus virtudes y defectos, con una honestidad intachable.
Parece un muy buen tipo, y un ejemplo de superación. Me ha encantado cuando cuenta cómo tras echarle del primer filial (Real Madrid) piensa en el qué dirán, y tras el segundo fracaso, piensa si de verdad valía para el fútbol. Ya lo creo que vale, Isi Palason, una de las mejores zurdas de primera y queda claro que uno de los jugadores más honestos, centrados y «normales» en el mejor sentieo de la palabra, con los pies en la tierra.
Enhorabuena Iván, la he disfrutado mucho
¡Muchísimas gracias, Hernandez!
Preciosas palabras. Así da gusto hacer una entrevista 🙂
…el método puede ser tan complejo como transitar por un camino sinuoso y plagado de obstáculos, pero recorrerlo con el apoyo incondicional de la familia, te permite ir dando pasos cortos pero seguros…
…alcanzar un objetivo, no significa llegar a la meta, simplemente es el estímulo para acometer el siguiente…
…la vida puede ser tan increíblemente maravillosa como uno desee, los imponderables siempre estarán ahí, si bien actuar con naturalidad y desde el respeto a los demás y vivir siempre con la conciencia tranquila, te permite llegar a esos objetivos más veces y con mayor motivación…
…pensamos que hay trenes que pasan una sola vez y no es así, sencillamente es que volvemos la cara hacia otro lado y dejamos de seguir teniendo la visión de esa vía por la que pasa el tren de la verdadera felicidad…
…que sea lo que Dios quiera y Dios quiera que la felicidad de ese patio del Colegio, te siga alimentando tanto como para mantener la ilusión de esos días…
…La Siesta es Sagrada
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Gran entrevista,poco que decir de lo gran persona que es tanto en lo profesional como en lo personal y el trato del tu a tu,lo conozco como cliente y e mantenido alguna conversación,de su trayectoria y de su entorno personal, cercano y amable ojalá te tengamos muchos años por el barrio y este año pueda contar para ser parte de esta gran selección , Gracias por tan poco Isi
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Un comienzo difícil aquí en Ponferrada que luego solventó con creces en las siguientes temporadas despertando todo su potencial. Un crack dentro y fuera del campo. Saludos