Admitámoslo: en el deporte profesional hay pocas cosas tan entretenidas como las meteduras de pata de los clubes. De hecho, algunos equipos, directivos o entrenadores son más recordados por sus errores garrafales que por sus aciertos. Lo cual es a menudo injusto, desde luego, pero… ¡forma parte del espectáculo! Este artículo es una recopilación de algunas de las más embarazosas tomas falsas en la historia de fichajes del draft de la NBA.
Supongo que incluso quienes no estén familiarizados con el baloncesto profesional norteamericano han oído hablar del draft, el sistema de fichajes de nuevos jugadores que emplean allí. Pero por si algún lector no sabe muy bien cómo funciona, lo explicaremos brevemente. Aunque solo sea para comprobar que los estadounidenses, en más ocasiones de las que nos gustaría reconocer, saben hacer las cosas mejor que nosotros.
Cada vez que un jugador debutante va a entrar en la NBA, ya proceda de la liga universitaria (NCAA) o de alguna liga extranjera, no puede sencillamente firmar un contrato con cualquier equipo. Ni tampoco cualquier equipo puede contratar a cualquier jugador. El novato, el rookie, se declara «elegible» y entra a formar parte del draft de ese año. El draft es como el escaparate donde están expuestos los nuevos talentos que aspiran a entrar en la liga, y los equipos, en un estricto orden que se establece cada temporada, van eligiendo al jugador que quieren fichar. ¿Cómo se decide ese orden? Fácil: los equipos que no se clasificaron para la fase final de la temporada anterior, o sea, los que sobre el papel son los más débiles, son los que pueden elegir en primer lugar a los nuevos jugadores del año. Así, el equipo que es agraciado con el puesto #1 del draft, puede seleccionar al jugador debutante más prometedor y llevárselo a su franquicia. No importa que haya un equipo grande que quiera también fichar a ese mismo jugador: nadie puede saltarse el orden. Es una forma de garantizar que no sean siempre los grandes equipos los que fichen a los jugadores más prometedores.
Los equipos más fuertes de la temporada anterior han de esperar su turno y normalmente se quedan con las migajas del draft. Así se explica que, históricamente, muchos jugadores cotizados hayan debutado en equipos más bien flojos. Por poner un ejemplo que conocemos bien en nuestro país: Pau Gasol fue seleccionado en el #3 del draft del año 2001 por un equipo bastante débil, Atlanta Hawks, aunque luego fue traspasado a los Memphis Grizzlies, pero había equipos grandes a los que hubiera gustado contratar al español. Con un sistema de fichaje parecido al del fútbol europeo y dado el prestigio internacional que había atesorado el jugador, Gasol hubiese ido directamente a los Lakers, por ejemplo. Pero el sistema de draft garantizaba que un equipo pequeño como los Grizzlies tuviese la opción de llevárselo y así sucedió. Los Lakers y el propio Gasol tuvieron que aguardar varios años a que Memphis decidiera negociar el traspaso.
Este sistema garantiza que equipos históricamente modestos de ciudades como San Antonio, Portland, Seattle, Orlando o Milwaukee hayan podido competir con grandes metrópolis como New York y Los Angeles, o con equipos con un historial de primer orden como los Boston Celtics. También, y sobre todo, garantiza que los espectadores de esos equipos pequeños puedan ver en sus canchas a algunos jugadores de gran calidad. Es un sistema pensado para beneficiar no a los equipos grandes, sino al espectáculo en sí. Igualito que en el fútbol español, podría decirse.
El draft es un gran sistema de fichajes pero, como todo en esta vida, no siempre funciona como se esperaba. Muchos equipos que tenían posiciones de privilegio para elegir a nuevos valores y que podrían haber contratado a alguno de los mejores debutantes del año, se equivocaron de manera garrafal. Algunos malgastaron un turno de privilegio en el draft para llevarse a jugadores que parecían prometedores y que resultaron ser un desastre. Otros, sencillamente, tuvieron en su mano contratar a algunos de los nombres más grandes de la historia del baloncesto y no supieron aprovechar la ocasión.
Ciertamente, a priori no siempre resulta fácil juzgar qué jugadores jóvenes van a adaptarse mejor a la competición. Algunas grandes promesas que han jugado muy bien en la universidad o en alguna liga extranjera no consiguen adaptarse a la NBA. En tal caso, los equipos que usaron una posición adelantada del draft para ficharlos tienen motivo para lamentarse. En otras ocasiones hubo algún jugador con mucho potencial que parecía una elección evidente, pero el equipo que podía haberlo elegido prefirió dejarlo de lado porque en ese momento necesitaban a otro tipo de jugador, que desempeñase una función distinta en el equipo. Y a la larga se dieron cuenta de que pensando en las necesidades de la temporada, habían permitido que otras escuadras se quedasen con una futura superestrella (el resultadismo y la cortedad de miras también se dan entre directivos y entrenadores de la NBA).
Todo esto conduce a errores históricos en los draft que a veces son graciosos, a veces son inexplicables y casi siempre resultan embarazosos. En todo caso, es algo que en Estados Unidos la gente no suele olvidar. El draft es toda una ceremonia, es un momento que puede determinar y determina el futuro de los jugadores y los equipos. Una buena elección de jugador puede convertir, al menos a medio plazo, a un equipo en campeón. Una mala elección puede convertirlo en el hazmerreír. No resulta extraño, pues, que las grandes meteduras de pata de los draft entren a formar parte de la mitología de la NBA. Además, estos errores sirven para hacer algunas reflexiones sobre el diferente modo en que equipos, periodistas y públicos han ido percibiendo la competición deportiva y a sus protagonistas.
Vamos a citar unos cuantos de estos errores clásicos sin los que, todo hay que decirlo, la historia de la NBA tendría un poco menos de encanto.
1985: Doce equipos dejan pasar la oportunidad de fichar a Karl Malone
Para quien no siga muy de cerca la NBA y se pregunte qué clase de jugador era este tal Karl Malone, podríamos decir que Malone fue una especie de Pau Gasol, pero a lo bestia. Muy a lo bestia. Tanto, que es el tercer jugador en la historia que más puntos ha anotado, sólo por detrás de LeBron, Kareem Abdul-Jabbar y justo por delante de Kobe Bryant y Michael Jordan. Además fue nombrado MVP (mejor jugador de la NBA) en dos temporadas distintas. También fue votado para aparecer en el All Star, el partido donde se reúnen los mejores jugadores del año, en catorce ocasiones. Impresionante currículum, ¿verdad?
Pues bien, cuando Malone terminó la universidad y se presentó en el draft de 1985, no les pareció tan impresionante a los ojeadores de los equipos profesionales. Nadie pensó que podría convertirse en una superestrella. Al parecer, la mentalidad competitiva y la ética de trabajo de Malone —factores que lo ayudaron a convertirse en una potencia deportiva— resultaban menos visibles o menos llamativos que las filigranas de otras promesas, así que no fue elegido ni en el primer, ni en el segundo ni en el tercer lugar. Uno tras otro, doce equipos que tenían las primeras posiciones del draft fueron eligiendo a jugadores inferiores. Por poner un ejemplo ilustrativo: Chicago Bulls, Washington Bullets y Phoenix Suns ficharon a unos jugadores que durante sus carreras obtuvieron menos puntos y rebotes que Karl Malone… ¡entre los tres! El draft de 1985: un año verdaderamente negro para un buen puñado de ojeadores y directivos de la NBA.
1972: Portland Trail Blazers eligen a LaRue Martin en el #1
Es generalmente considerado el peor uso que haya hecho jamás un equipo de la privilegiada primera posición del draft. Muchos equipos se han equivocado usando su #1 para fichar a jugadores que después no dieron el rendimiento esperado, pero no hay otro caso tan sangrante como el de los Portland Trail Blazers y LaRue Martin. Baste un dato: sólo aguantó cuatro temporadas como profesional. Cuatro.
LaRue había despertado bastante revuelo durante su etapa universitaria. Había tenido alguna tarde de gloria, especialmente un partido en el que eclipsó al mismísimo Bill Walton (mejor jugador universitario del año y futuro campeón de la NBA) y en el que deslumbró a los ojeadores de algún que otro equipo. A veces, un partido brillante hace perder el oremus a los cazatalentos. Se generó un cierto bullicio mediático en torno a Martin, algo muy condicionado por la época. América estaba muy predispuesta a dejarse deslumbrar por los nuevos niños prodigio universitarios porque la gloriosa etapa universitaria de Lew «Kareem» Alcindor y «Pistol» Pete Maravich aún estaba muy reciente. La gente quería más estrellas salidas del college, jóvenes con una historia de éxito propia de Hollywood. Y LaRue Martin era perfecto para el papel: había madurado físicamente a una edad temprana y se había dicho incluso que podría haber debutado en la NBA nada más terminar el instituto, sin tan siquiera pasar por la universidad (menos mal que el jugador fue sensato y terminó sus estudios, si no… menudo papelón). Hizo unos buenos números de la NCAA y se le colocó el marchamo de «prodigio» aquel día en que le quitó el protagonismo al propio Walton. Sin embargo, los que tenían que tomar la decisión de ficharle hubiesen debido mirar más allá de toda esta algarabía.
En primer lugar porque la carrera de LaRue Martin en la NBA fue desastrosa. Literalmente, desastrosa. No es que no se le pudiera comparar con Alcindor y Maravich, es que Martin anotó un ridículo promedio de 5 puntos y 5 rebotes por partido. ¡Cinco puntos y cinco rebotes! Un resultado asombrosamente pobre que le condujo a salir de la competición al cabo de sólo cuatro años, cuando los Blazers no renovaron su contrato y ninguna otra franquicia quiso hacerse con sus servicios, dada su absoluta inutilidad. Un jugador que había sido el número uno del draft.
Pero aún hay más. Más y peor. Desperdiciar un #1 del draft eligiendo a un jugador que fracasa estrepitosamente es duro de asimilar, pero ¿qué hay de otros jugadores que los Blazers podrían haber elegido en aquel mismo draft y a los que no ficharon? Bien, aquí es donde llega el auténtico dolor. Los espabilados directivos de Portland dejaron escapar a Bob McAdoo, que en el futuro sería MVP y tres veces máximo anotador de la NBA, y que anotó tantos puntos en su temporada debutante como LaRue Martin durante toda su carrera (ouch!!). Pero… quizá es que McAdoo no les había caído simpático. Pues también habían tenido la opción de elegir a Julius Erving, otro futuro MVP y campeón de la NBA en 1983. Otra vez: ouch.
Me pregunto cuántos ojeadores de Portland conservaban todavía el empleo cuando al finalizar las cuatro temporadas como profesional de LaRue Martin, Bobby McAdoo llevaba tres años seguidos siendo el mejor anotador de la NBA.
1985: Los Dallas Mavericks se boicotean a sí mismos con ahínco
Una de las jornadas más infaustas para los «Mavs» fue el draft de 1985, el día en que pudieron haberse convertido en una dinastía, en un equipo aspirante a todo, y lo echaron por la borda a causa de una particular obsesión de los equipos: fichar a jugadores muy altos, sólo porque no abundan, aunque para ellos hayan de renunciar a otros con más talento. Esta manía por la estatura ha causado no pocos desastres en la historia de los drafts, pero uno de los más abultados —en todos los sentidos— fue la completa debacle de los Dallas Mavericks en 1985. Aquel año, como resultado de diferentes negociaciones y cambalaches, Dallas tenía nada menos que tres puestos en la primera ronda del draft (#8, #16 y #17), ¡tres, nada menos! Lo cual era una oportunidad de oro para reforzar considerablemente el equipo en un año, además, que venía cargado de novatos con un enorme potencial. Un año que también vino cargadísimo de disparates en aquel draft, no en vano fue el año en que media liga dejó escapar a Karl Malone.
Los Mavericks, que al parecer necesitaban cambiar todas las lámparas de sus instalaciones, se dedicaron a fichar jugadores de la mayor estatura posible. En sus tres «picks». Emplearon el #8 para elegir al alemán Detlef Schrempf, aunque en este caso acertaron con el fichaje: Schrempf dio un rendimiento bastante bueno. Así que con la primera de sus tres opciones de primera ronda, ya tenían al poste que necesitaban. Así que, ¿para que seguir eligiendo a jugadores altos sólo porque fuese altos? ¿Qué tal usar los otros dos «picks» para contratar a tipos que sepan jugar?
Pues no. Decididos a que su banquillo pareciese la cordillera del Himalaya, los Mavericks contrataron a otros dos hombres altos: el canadiense Bill Wennington (2’13 m.) y otro alemán, Uwe Blab (2’16 m.). ¿El resultado? Pobre, como era de esperar. Fichar tres jugadores altos en el mismo año y pretender que los tres salgan buenos no es cuestión de suerte, es una idea completamente insensata. Blab, por ejemplo, sólo estuvo cinco años en la NBA. A Wennington, tras varias flojas temporadas en Dallas, lo dejaron ir para que jugase en Italia.
La manía por fichar a gigantones aunque tuviesen tanta técnica como una pinza de madera convirtió aquellas elecciones en uno de los mayores desperdicios en la historia de los drafts. Si los Mavericks hubiesen hecho las cosas con más cabeza y hubiesen dado un uso medianamente acertado de sus tres posibilidades de elección en primera ronda, ¿qué es lo que podrían haber obtenido? ¿A qué jugadores renunciaron para poder montar su muralla de Goliats? Pues bien, cuando llegaron sus turnos renunciaron, además de a Karl Malone, a Joe Dumars (que sería seis veces All Star y dos veces campeón, en una de ellas nombrado mejor jugador de la final) o a A.C. Green (tres veces campeón con los Lakers).
Imaginemos unos Mavericks que se hubiesen llevado, de una sola tacada, a Karl Malone, Dumars y Green. Hubiesen creado un equipo tremebundo desde la nada.
Pero no. Mejor llevarse a Wennington y Blab. Que eran más altos.
1983: Golden State Warriors eligen a Russell Cross en el #6
Una vez más, la obsesión por fichar a un hombre que termina provocando un auténtico destrozo. A menudo, los directivos y entrenadores de los equipos parecen valorar sus jugadores al peso, como si en vez de ficharlos para que jueguen al baloncesto, pretendieran venderlos para fabricar hamburguesas. La estatura (y desde hace un cierto tiempo, también la musculatura) ciegan a muchos entrenadores y equipos, que parecen pensar que el talento es variable pero el tamaño permanece constante.
Aquel año, los Warriors tenían entre ceja y ceja fichar un hombre alto a toda costa. Con Russell Cross tuvieron a su hombre alto… y su hombre alto tuvo su única temporada como profesional en la NBA. Sí, ¡sólo jugó una temporada! Con un apoteósico promedio de 3’7 puntos y 1’8 rebotes por partido. Impresionante.
1975: Los Seattle Supersonics eligen a «Magic» en la primera ronda
Puedo imaginar la expresión de perplejidad del amigo lector: «¿Cómo? ¿Haber elegido a «Magic» Johnson es un error? ¿Está usted loco?». Pero no, no estoy loco. No estamos hablando de ese «Magic». Hubo otro «Magic» antes que él: Frank «Magic» Oleynick. Ya ven, los apodos los carga el diablo.
El caso es que Oleynick fue un buen jugador universitario, e incluso llegó a estar en la selección nacional estadounidense, en aquellos tiempos en que los jugadores profesionales de la NBA no podían participar ni en Campeonatos del Mundo ni en Olimpiadas. Sus virguerías debió de hacer Oleynick, porque se ganó un sobrenombre que no se le otorga a cualquiera. «Magic» tuvo un buen desempeño en la universidad de Seattle, donde dejó un buen recuerdo, y por eso mismo la franquicia NBA de la misma ciudad decidió hacerse con sus servicios. Temporalmente.
Y digo «temporalmente» porque no aguantó demasiado en el equipo. Oleynick, en teoría un escolta anotador, promedió 6 puntos por partido en su primera temporada. Pero bueno, quizá estaba pagando la novatada. En su segundo año en la NBA, cuando los jugadores suelen mejorar sus números, «Magic» obtuvo una media de puntos de… 4. Cuatro por partido. Aquello era lo último: los Sonics no lo renovaron, ningún otro equipo se interesó por él y tras sólo un par de temporadas ya estaba fuera de la NBA. Sólo jugó durante dos años. Mejor, así no tuvo que coincidir con el otro «Magic». ¿Imaginan ustedes la confusión, al no poder distinguir a uno del otro? Aunque claro, quizá hubiese sido fácil discriminarlos si nos hubiésemos fijado en cuál lograba 4 puntos por partido, y en cuál lograba 20 puntos, 10 asistencias, 7 rebotes y 3 robos de balón.
Pero bueno, él también era «Magic», ya tienen algo en común. No hay nada como un sonoro sobrenombre para venderse bien en el draft. En marketing ya está todo inventado.
2002: Denver Nuggets eligen a Nikoloz Tskitishvili en el #6
A veces hay que entender el escepticismo de los aficionados estadounidenses hacia los jugadores que proceden de Europa. Es decir, no todo lo que llega desde nuestro continente es como Nowitzki o Pau Gasol; la transición entre competiciones es complicada y a veces les colamos alguna que otra perlita. De hecho, el impronunciable nombre del jugador georgiano Nikoloz Tskitishvili es usado a menudo por periodistas especializados para ejemplificar el fichaje de jugador europeo que, por decirlo de manera vulgar, le «sale rana» a la liga noerteamericana. Tskitishvili estuvo nada menos que ocho temporadas en la NBA, lo cual parece hablar de una carrera, como mínimo, medianamente decente. Pero no, el que durase ocho años allí es todo un logro considerando que sus estadísticas fueron verdaderamente ridículas y que todas las franquicias NBA por donde pasó terminaron dándole la carta de libertad para quitárselo de encima. En ocasiones al cabo de sólo algunos partidos.
Lo peor para los Nuggets es que malgastaron una sexta posición del draft para contratar al georgiano, y ¿qué dejaron escapar a cambio? Nada… tan sólo a Amar’e Stoudemire, que aquella misma temporada de su debut fue nombrado «Rookie del año», que promedia 21 puntos y 8 rebotes y que es casi un fijo del All Star. Tskitishvili, en cambio promediaba 3 puntos y 2 rebotes por partido. ¡Ups! Tiene que doler.
1987: New Jersey Nets dejan escapar a Scottie Pippen, Kevin Johnson, Horace Grant, Reggie Miller y Mark Jackson, entre otros
Los Nets tenían el #3 del draft y toda una espléndida cosecha de jugadores para elegir, la del 87. Espléndida. Como los jugadores citados, todos ellos futuros All Stars. Gozando de un privilegiado tercer turno, aquellos nombres estaban a su completa disposición. Pero eran los años de «busquemos un nuevo Michael Jordan», una época en que cualquier escolta anotador universitario que tuviese algún movimiento, rasgo físico o manierismo que recordase mínimamente a Jordan deslumbraba a ojeadores y directivos como una lámpara deslumbra a las polillas. Y los Nets vieron a Dennis Hopson, aquel escolta que hacía muchos puntos, y lo tuvieron claro.
Despreciaron a una insólita colección de futuras estrellas y lo ficharon a él. Los resultados fueron decepcionantes. Hopson lesionaba, no se adaptaba al equipo, se quejaba por las condiciones de su contrato… y no, no se convirtió en el nuevo Michael Jordan. En su mejor temporada hizo 15’8 puntos, la mitad de lo que promedió Jordan ese mismo año. Pero eso fue en su mejor temporada, que no volvería a repetirse. De ahí iría a peor. Tras seis flojísimos años en la NBA, Hopson vino a Europa y llegó a jugar incluso en España. Mientras tanto, aquel otro puñado de jugadores de los que los Nets habían hecho caso omiso (Pippen, Grant, Miller) estaban haciendo historia. Moraleja: es mejor intentar buscar un Scottie Pippen original que un «nuevo Jordan». Lo de buscar un «nuevo lo que sea» no suele funcionar.
1995: Golden State Warriors eligen a uno bueno… y dejan que los demás eligen a los mejores
En ocasiones, el draft pone a una franquicia en evidencia aunque hayan elegido a un jugador más o menos aceptable. Esto le sucedió a los Warriors cuando usaron su primer turno para contratar a Joe Smith, un jugador correcto… pero no alguien en quien debería haberse gastado todo un #1. Porque cuando los tres equipos siguientes vieron la elección de Golden State, suspiraron con alivio y eligieron, uno tras otro, a Antonio McDyess, Jerry Stackhouse y Rasheed Wallace. Todos ellos mejores jugadores que Joe Smith, que tuvieron mejores carreras e hicieron mejores números. Eso sí, tampoco estos equipos estuvieron finos y tuvieron que compartir un sonoro «ouch!» con los Golden State. Porque el #5 del draft pertenecía a los Minnessota Timberwolves, quienes debieron de pensar: «Ah, ¿ninguno de ustedes quiere a Kevin Garnett? Pues para mí». ¿Quién es Kevin Garnett? Apenas nadie: MVP en el 2004, catorce veces All Star, cuatro veces máximo reboteador de la liga, unos 20 puntos y 11 rebotes por partido, ganador de un anillo de campeón… minucias.
1998: Los Angeles Clippers comprueban que Hakeem Olajuwon sólo hay uno
Otro #1 malgastado en un jugador que compartía draft con algunas futuras estrellas. Los Clippers, quizá, pensaban en la brillantísima carrera que había tenido el nigeriano Hakeem Olajuwon (que había sido elegido en el #1 del draft de 1984 por los Houston Rockets) cuando decidieron elegir en el primer lugar a otro jugador nacido en Nigeria, aunque de pasaporte británico, Michael Olowokandi.
Sin embargo, la carrera de Olowokandi en la NBA fue, no desastrosa, pero más bien discreta. Y lo más complicado de asimilar para los Clippers fue que teniendo todo un #1 del draft dejaron escapar a futuros All Star como Dirk Nowitzki, Paul Pierce, Vince Carter o Antawn Jamison. Moraleja: que haya nacido en Nigeria no significa necesariamente que vaya a convertirse en una estrella.
2001: Michael Jordan se encapricha de un jugador de instituto… y la lía parda
El jugador más grande de todos los tiempos no se ha lucido precisamente en su faceta como directivo. Jordan se convirtió en presidente de los Washington Wizards, el último equipo en el que jugó como profesional. Los Wizards esperaban que el mundialmente famoso Jordan se convirtiese en toda una imagen de marca al asumir la presidencia. Pero algunos de sus errores como presidente han pasado ya a la historia, muy especialmente la manera en que malgastó el #1 del draft de 2001.
El hoy casi innombrable Kwame Brown había sido designado como mejor jugador de las ligas juveniles cuando jugaba en el instituto. Parecía un jugador prometedor y quizá le hubiese venido bien unos años de formación en la NCAA… pero ni siquiera llegó a pisar la universidad. En el draft del 2001 los Washington Wizards gozaban de la posición de privilegio para elegir nuevo jugador, y Jordan, convencido de que Kwame Brown iba a ser algo grande, usó aquel #1 para hacerse con sus servicios. Era la primera vez en la historia en que un jugador directamente salido del instituto y no de la universidad, era elegido en el primer puesto del draft. Una jugada arriesgada, muy arriesgada, por parte de Michael Jordan.
El presidente de los Wizards seguramente creyó que acertar un fichaje le resultaría tan fácil como encestar en los últimos segundos de un partido. Al principio, la gente le concedió el beneficio de la duda, pese a lo insólito de la decisión. ¿Realmente había visto Jordan en aquel joven jugador de instituto ese Algo Especial? Si hay alguien que sabe de «lo especial» en baloncesto —pensaron muchos— ese alguien tiene que ser Michael Jordan. Hasta Larry Bird dijo en su día que Jordan era Dios disfrazado de jugador de baloncesto, así que vamos a hacerle caso.
Pero la divinidad de Jordan debía de residir en sus zapatillas Nike y calzando zapatos de directivo pareció esfumarse. El «experimento Kwame Brown» no iba a salirle demasiado bien. El rendimiento de Brown en los Wizards fue desastroso. Sus números eran nefastos y su personalidad, tanto en el vestuario como fuera de la cancha, empezó a poner nerviosos a compañeros, periodistas y público. Después de tres sonrojantes temporadas, Kwame Brown era un lastre en el equipo y el prestigio de Jordan como presidente de los Washington Wizards se vino completamente abajo (por esta y otras decisiones igualmente «acertadas») hasta que el dueño mayoritario de la franquicia, Abe Pollin, decidió prescindir de sus servicios, en un episodio que podríamos calificar de verdadero sonrojo nacional. Jordan, un icono mundial el baloncesto, despedido como un vulgar empleado del TelePizza.
Los Wizards estaban deseosos por deshacerse también de Kwame, y finalmente lograron incluirlo en un intercambio de jugadores… nada menos que con Los Angeles Lakers. Kwame Brown no se lo podía creer: de fracasar en los modestos Wizards, a jugar en los todopoderosos Lakers. Claro que… los fans de los Lakers tampoco se lo podían creer. Los fans de los Wizards, en cambio, no sólo se sintieron aliviados sino que lo recibieron con abucheos cuando, militando ya en los Lakers, Kwame regresó como visitante a Washington: tal era el buen recuerdo que había dejado en la ciudad.
Claro que en los Lakers las cosas fueron aún peor. Kwame Brown no se llevaba bien con los compañeros (especialmente con Kobe Bryant) y además empezaron a sucederse incidentes extradeportivos extraños. Como las acusaciones de violación por parte de una chica, de las que fue absuelto y que al parecer son un mal endémico en los Lakers. O episodios tan cómicamente surrealistas como cuando un transeúnte le acusaba de haberle tirado una tarta de chocolate y seguidamente haber huido en su limousine (ya que no generaba titulares por su juego precisamente, ¿qué mejor que una clásica tarta?). El penoso rendimiento deportivo y su tendencia a convertirse en la comidilla de la prensa más insustancial no ayudaron a mejorar las cosas. Resumiendo, en Los Angeles también acabaron hasta las narices de él y prácticamente le encendieron velas a Krishna cuando los Memphis Grizzlies aceptaron a Kwame Brown como uno de los términos de intercambio de otra transacción, la que permitió a los Lakers fichar a Pau Gasol. Casi toda la prensa y desde luego los aficionados consideraron aquel acuerdo como «el robo del siglo». Memphis se estaba llevando a un inútil más famoso por tirar tartas que por tirar a canasta, y en cambio los Lakers se hacían con uno de los mejores jugadores altos de la liga, la pieza que les faltaba para poder ganar dos campeonatos más, cosa que hicieron con Gasol en sus filas.
Tras lo que era casi una clamorosa estafa, los Grizzlies no tardaron en querer deshacerse también de Brown, que fue traspasado a Detroit, donde ha seguido produciendo estadísticas más bien risibles para lo que fue todo un #1 del draft.
Un carrerón tragicómico que no hizo sino seguir poniendo en evidencia el yerro inicial de Michael Jordan. Fue el más grande jugando. Y fue el más grande, cómo no, metiendo la pata hasta el corvejón. Hasta hoy siguen recordándole el asunto Kwame Brown. Y no tiene pinta de que vayan a dejar de recordárselo en el futuro.
1998: Los Milwaukee Bucks renuncian a Dirk Nowitzki por Robert «the tractor» Traylor
Todo empezó bien. El alemán Dirk Nowitzki llegaba a la NBA con el aval de una fantástica reputación en Europa y Milwaukee lo eligió en el #6 del draft. Hasta aquí, todo bastante lógico. Pero a los directivos de los Milwaukee Bucks no les pareció mala idea usar a su nuevo fichaje europeo para efectuar un intercambio de jugadores con los Dallas Mavericks. Los Bucks, siguiendo la más bien irreflexiva tendencia de los tiempos que corren, querían a un jugador más «muscular». Ya se sabe, en la NBA de hoy día no piensan que un jugador está completo hasta que no se le notan los bíceps, aunque no sepa hacer un pase ni poniendo la pelota en un canalón. Así que la franquicia entregó a Nowitzki y a otro jugador, Pat Garrity, a los Mavericks. A cambio, recibían a Robert Traylor… el jugador «muscular» que tanto querían.
Lo cual terminó resultando muy irónico. Traylor era un jugador que había tenido problemas de sobrepeso en la universidad pero que se había puesto en forma durante el último año, justo antes del draft. Algo que daba que pensar y en lo que deberían haber reparado en Milwaukee antes de renunciar a Nowitzki. Pero no; ellos querían a un tipo fuertote. Y tras llegar a los Bucks, Traylor, efectivamente, se puso fuertote. Cada vez más fuertote. Volvió a abandonarse físicamente como en los tiempos universitarios, y tenía problemas de obesidad impropios de un deportista de élite, problemas que ya no le abandonarían nunca. Su gordura se convirtió en un chiste recurrente en la NBA, del que hasta él mismo era partícipe. El empeño de los Bucks por adquirir a un jugador «grande» había tenido un desenlace inesperado. Desgraciadamente, Bob Traylor murió en el 2011 de un infarto, con sólo 34 años de edad (además de su obesidad tenía problemas coronarios).
Pero mientras, ¿qué pasó con Nowitzki en Dallas? Pues bien, nada. Nada excepto que terminaría transformándose en uno de los mejores jugadores de la liga (MVP en el 2007) y ayudaría a los Dallas a ganar su primer y único título de campeones de la NBA. Se mire por donde se mire, un mal negocio para los Bucks.
Nota al margen: para más sonrojo de los Bucks, Don Nelson, entrenador de Dallas, movió sus piezas con la maestría de un auténtico Kasparov. No sólo consiguió a Nowitzki a cambio de deshacerse de Traylor, sino que usó a Garrity —a quien también había adquirido en la misma transacción— para negociar con los Boston Celtics, que estaban muy interesados en él, y así hacerse con los servicios de nada más y nada menos que Steve Nash, uno de los mejores bases de la liga. Los Bucks, de haber tenido algo más de cabeza, no sólo podrían haberse quedado con Nowitzki, sino que podrían haber usado a Garrity para conseguir también a Nash, a uno de los más grandes pasadores de la historia. Nowitzki y Nash podían haber formado una pareja letal en Milwaukee. Pero no, terminaron haciéndolo en Dallas. Ouch, ouch y ouch!!
1984: Portland Trail Blazers eligen a Sam Bowie en el #2
Pobre Bowie. Tuvo que pasarle a él. Y no fue culpa suya. Pero para muchos esta fue la peor elección que jamás haya tenido lugar en un draft. Es auténtica historia negra de la franquicia: supongo que la mejor forma de hacer amigos en Portland es hablándoles de aquel draft.
La primera elección de aquel 1984 para cualquier equipo estaba bastante clara: el nigeriano Hakeem Olajuwon había sido una gran estrella universitaria y nadie discutió (ni discute ahora) la decisión de los Houston Rockets al ficharlo en el #1. De hecho, Olajuwon cumplió las expectativas con creces: ganó dos anillos de campeón, fue nombrado MVP, fue All Star en doce ocasiones… en definitiva, un peso pesado y una dignísima primera elección.
Pero los Portland Trail Brazers —sí, los mismos que doce años antes habían arruinado su #1 eligiendo a LaRue Martin— tenían el #2 y volverían a hacer historia. Y de qué manera. Obsesionados por conseguir un jugador alto (¡otra vez la misma manía!) ficharon a Sam Bowie. Que no era mal jugador, pero debieron haber tenido en cuenta que era muy propenso a las lesiones y que por esa causa se había llegado a perder temporadas en la universidad. No les importó. Hicieron caso omiso de su historial médico y lo ficharon igual, desechando a un joven escolta que parecía bastante prometedor y que sería elegido por otro equipo en el #3. Como en Portland ya tenían un buen escolta joven, Clyde Drexler, prefirieron quedarse con Bowie. Por desgracia para ellos, la jugada no les salió bien: Bowie volvió a sufrir lesiones como era de prever y su rendimiento nunca estuvo a la altura de lo esperado. Mientras, el jugador al que no habían querido elegir estaba, por así decirlo, «consolidándose» en la NBA.
El nombre de ese otro jugador cuyo fichaje los Blazers despreciaron para quedarse con Sam Bowie era… Michael Jordan.
En Portland aún se echan a llorar cuando piensan en ello.
Con toda la razón.
Pau drafteado por Memphis??? Pero qué broma es esta?
Siempre me sorprende que en los repasos a las pifias del draft, nunca se hable del 2009 con un tal Thabeet por delante de Harden, Curry o incluso Ricky
Fran Vázquez drafteado por los Orlando Magic sin cerciorarse de que quería jugar en la NBA tiene mucho de pifia.
Andrea Bargnani también.
El autor debería actualizar sus conocimientos. Karl Malone no es el segundo jugador con más puntos en la historia de la NBA, es el tercero. Y Kareem Abdul-Jabbar no es el primero, le superó LeBron James en febrero de este año.
Karl Malone ya no es el 2º máximo anotador de la NBA, James ya le paso a él y a Abdul-Jabbar
Imprecisiones en el contenido y faltas de ortografía. Una joyita.
Darko Milicic por encima de Anthony, Wade y Bosch en el Draft del año 2003 tampoco está mal como pifia.
¿Por qué no se menciona a Nikola Jokic, reciente ganador de la NBA y que fue drafteado en el puesto 41 en 2014? Hubiera sido un excelente párrafo introductorio al resto de un interesante artículo.
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