Cuando la NASA anuncia que los norteamericanos vuelven a mandar astronautas a la Luna, tras cincuenta años, como «comienzo de una nueva era», en la víspera de un Clásico se filtra a la prensa española que Florentino quiere prescindir de Ancelotti, que gano el doblete anteayer, porque acaba una era. Aunque puedan parecer noticias hermanas, a fin de cuentas ambas son la palabra del poder, la diferencia entre ellas es que solo una importa a la gente.
Que se vaya Ancelotti es una faena para el fútbol español, ya podían irse Tebas y Rubiales. Como el presidente madridista no suele ir de farol, el Clásico, ya de por sí un asunto bien serio, tomó especial relevancia. Dice Touré en Marca que «en Europa todos tienen miedo al Madrid, pero el Madrid teme al Barça». Quizá en referencia a que los de Xavi han ganado los últimos tres Clásicos, uno de ellos la final de la Supercopa. «Llegan heridos y son peligrosos», apuntó el de Terrassa. El orgullo de Florentino llegaba tocado al Camp Nou, por lo que eliminar y acaso golear al Barça en su estadio podría cambiar cualquier cosa, incluso sus caprichos y las consideradas eras. «Queremos una alegría doble: llegar a una final y vencer al Madrid», dice Xavi, con la Liga en el bolsillo, reflejando una realidad sentimental. Pues lo mismo piensan en Madrid, pero del revés y con urgencias.
En mitad del rumor, el curtido Ancelotti reacciona dándose a valer: «la selección brasileña me quiere, eso me encanta, es emocionante». Pero Brasil no es su prioridad, dice. Poco después, Ancelotti le aseguró en abierto a Guti que quiere al Madrid tanto como él, algo que a estas alturas no se duda. Ancelotti ansía la Copa porque quiere quedarse y es el tablón a mano del naufragio. La Champions no se gana todos los días, aunque el Madrid parezca empeñado en desmentirlo, y la Copa puede salvar al entrenador. Hay precedentes y están para enterarnos de cómo funciona el razonamiento humano: se diga o no, en 1993, ganar la Copa salvó a Floro, cuando tras eliminar al Barça en el Camp Nou, voló la primera Liga de Tenerife y todo apuntó al drama.
La historia está llena de ejemplos que indican que las victorias de prestigio rigen más que las sensaciones. De hecho, las quiebran. Y no hay mayor victoria esta temporada que quitarle un título al máximo rival, que se muestra intratable. Lo sabe Ancelotti y también, en su fuero interno, lo sabe Florentino. Entonces, entre tanto ruido, en la final espera Osasuna y empezó la vuelta de la segunda semi, donde solo importan los futbolistas elegidos y el balón.
Los mejores suelen ganar; los muy mejores, golear
En rueda de prensa, dijo Xavi que «el Madrid es favorito. Es más veterano y experimentado en esta clase de partidos. No le tenemos tomada la medida, para nada lo pienso». Lo piense o no, en cualquier caso, la experiencia o comerle la moral a un equipo son asuntos relacionados con el fútbol, pero jugar sin Pedri, De Jong, Christensen y Dembélé contra un Madrid sin ausencias destacadas es el fútbol mismo. Por ello, con esas bajas culés, remontar el 0-1 no parecía empresa demasiado difícil para el Madrid. Lo fue solo media parte y gracias a la mano táctica jugada por Xavi, ya que, como dijo Valverde, «hay muchas similitudes entre el fútbol y el ajedrez».
Para sustituir a futbolistas del todo insustituibles en el actual Barça, Xavi optó por Alonso, Kessié, Sergi Roberto y Raphinha. Excepto en el ataque, lo cierto es que no tiene más. En la previa, el técnico insistió en que quiere la posesión, por lo que volvió a los cuatro medios para tener ventaja desde lo posicional, con Sergio Roberto en el mismo rol que De Jong, auxiliando en la salida a Busquets. Lo consiguió ligeramente, pero no marcó en las dos ocasiones que tuvo al inicio y entonces, sin el descontrol rival que hubiese podido generar el gol, ya no pudo sostenerla. El nivel de la alineación azulgrana es el que es y las jugadas, sin Pedri y Dembélé, difícilmente llegan a la orilla. En la segunda mitad, el Madrid igualó la posesión y el partido fue suyo.
Por su parte, sobre la alineación de los merengues, avisaba Ancelotti en la previa de que «sí, cambiar es una opción (…) tenemos desventaja y algo hay que hacer». Por aquello de culpar a la edad de todos los males, quienes parecen no conocer a Ancelotti esperaban que Kroos o Modric se quedasen fuera del once. Por supuesto, como son los mejores futbolistas, ambos jugaron y el cambio destacado fue la introducción de Rodrygo desde la derecha, prescindiéndose de Tchouameni en el pivote, que ocupó Kroos.
Con Rodrygo y Valverde cargando la banda tanto desde la habilidad como desde la velocidad y potencia, el técnico italiano pretendía dañar la zona débil del Barça, previsiblemente ocupada por Alonso como central y Balde como lateral. Jugaron ambos y el Madrid lo castigó con la mayoría de ocasiones y goles. En el minuto 10, Araujo salvó bajo palos un pase de la muerte de Rodrygo desde la derecha, quien previamente había recibido en profundidad ante la ausencia de Balde. Justo antes del descanso, una oportunidad clara de Lewandowski a pase del lateral español rechazada por Courtois se convirtió en el 0-1. El contragolpe del Madrid fue letal por el costado vaciado y Vinicius marcó la asistencia de Benzema. Del mismo modo, el gol que daba el pase empezó con una jugada combinativa en la derecha, pero se desentrañó con un desmarque de aclarado diagonal que solo futbolistas como Rodrygo pueden hacer.
Y en lo referente a grandes futbolistas, en el perfil izquierdo estuvo el Balón de Oro Modric, a fin de potenciar ese costado y conseguir que Vinicius tuviera el mejor compañero posible para superar a Araujo, su más duro oponente hasta la fecha. Entonces, como era de esperar, Vinicius fue mejor que el uruguayo, que en muchas ocasiones hubo de esperarlo muy retrasado, lo que limita su eficacia defensiva. Entre las jugadas de Vinicius estuvo la que provocó el penalti de Kessie que acabó en el 0-3 y el contraataque conducido por él que, ya con un Barça a la desesperada, finalizó en una asistencia magistral a Benzema.
Jaque mate de Benzema
Xavi dice en el post partido que «sonaría a excusa culpar a las bajas». No sé. Benzema también es Balón de Oro, por cierto. De hecho, es el vigente. Y es de suponer que la categoría de los futbolistas cuenta.
Benzema y Lewandowski habían goleado el fin de semana y el gol es lo dicta el fútbol. Llegaban por ello dispuestos a reinar el Clásico, con el polaco en franquicia al ser también Pichichi.
En Los astronautas, novela de Laura Ferrero publicada la semana pasada por Alfaguara, se habla de la NASA y también de ajedrez. A propósito del juego, se lee que «Un rey solo, a pesar de su poder, no puede hacer nada. Un rey solitario no puede dar jaque, mucho menos jaque mate. Sigue siendo rey, pero un rey inútil y avejentado. De su poder solo queda el nombre».
Sin Pedri, Dembélé y De Jong, Lewandowski fue un rey inútil. Mientras Benzema, asistido por Modric, Vinicius y compañía, elevó las almas de los madridistas con su segundo hattrick en cuatro días, sin necesidad de usar más traje espacial que su talento. El 0-4 es la venganza que los poderosos orgulloheridos disfrutan como pocos. Florentino sonríe y Ancelotti está más cerca de continuar en el Madrid.
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Bastante pobre la crónica. Parece hecha dos días antes. No digna de aquí.
Muy de acuerdo con su crónica, Roldán. El Barça estaba en un estado precario y era más susto que muerte. A Ancelotti le ha bastado con poner lo que sabe que funciona. Un trabajo sencillo para alguien con experiencia que no necesita demostrar que es muy listo.
«se desentrañó con un desmarque de aclarado diagonal que solo futbolistas como Rodrygo pueden hacer»
Pienso en Raúl o Butragueño. La suerte de Rodrygo es que todas las miradas están en la banda izquierda y no tiene la presión que soportaron los anteriores cuando hacían estas cosas.
pues me ha encantado la crónica, el barça ahora mismo es un decorado. este no va a ser el único golpe que traspase el cartón y se vea que detrás no hay nada. Mi miedo es que estamos viendo los últimos días del club.