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Mendilibar lleva mucho tiempo nadando en el fango en que ahora vive el Sevilla

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Cinco meses y un puñado de días después, Monchi ficha al tercer entrenador de la temporada. Un fracaso mayúsculo. En sus últimos años al frente de la planificación deportiva del Sevilla Fútbol Club, el de San Fernando había confiado en dos nombres: Unai Emery y Julen Lopetegui. La última etapa inestable del Sevilla, aquella en que llegaron Berizzo, Montella, Caparrós por partida doble y Pablo Machín, se la «comieron» otros. Esta vez es la primera que Monchi tiene que contratar a tres entrenadores en un mismo curso. Ahora, José Luis Mendilibar.

Ningún aficionado al juego de pelota podía imaginar que, a doce jornadas de acabar LaLiga, el Sevilla podía estar a dos puntos de Segunda División y en Cuartos de Final de la UEFA Europa League. Una coyuntura digna de cámara oculta que, además, trae las psicofonías de José María del Nido.

El primer problema que acusa el club nervionense en esta broma de mal gusto son los fichajes de verano. A Monchi, que en durante la pretemporada ilusionaba a los sevillistas presumiendo de un cuadro que estaba pintando –en sentido figurado, naturalmente– y que en los últimos días de mercado le había quedado de lo más completo y bonito, le ha quedado un lienzo con paisajes con tonos grises, personajes desdibujados, si no abstractos, y poco atractivo para lucir en las mejores galerías de arte.

Solo por repasar nombres cuyos recuerdos todavía producen desagrado: Adnan Januzaj, Kasper Dolberg, Isco Alarcón (finalmente fue a parar al Betis) o Marcao. Dolores de cabeza. A esto sumamos la extrañísima operación de Lucas Ocampos y las manifiestas meteduras de pata que cometió Monchi regalando a De Jong y Munir. Este articulista no sabe qué etiqueta adjudicar a la operación de Alex Telles.

Echó al que menos culpa tiene; Monchi no quería

En octubre, el Sevilla cesó a Julen Lopetegui entre tiras y afloja porque Monchi era el único de la directiva que quería aguantarlo. Un puñado de semanas después, ya se le echaba de menos. Trajeron a Sampaoli, un entrenador que ya había dejado tirado a varios clubes, entre ellos al Sevilla, y cuyo juego anárquico no venía bien al equipo. El nuevo estilo, que en realidad no era nuevo y tampoco se le podía catalogar como «estilo», seguía sin dar resultados. A los recientes y desafortunados fichajes de verano de Monchi hay que añadirle la nómina de futbolistas que han decidido no aportar nada en esta temporada 22/23. Ahí están los Papu Gómez, Lamela, Montiel, Rekik, Jordán, Rafa Mir o, en menor medida, Suso; y otros que no han podido participar por lesiones largas como Tecatito, Marcao y Fernando con intermitencias.

Ahora hagamos memoria. Lopetegui consiguió poner a funcionar el mejor Sevilla de la historia y en la 2021/2022 llegó a asustar, de verdad, con la posibilidad de que el Sánchez-Pizjuán levantara un título de liga, aunque las lesiones se lo cargaron todo. Este año no había una plaga sospechosa –de ser brujería– de lesiones tan alarmante como la del curso pasado, tampoco un entrenador que hubiera bajado mucho el nivel o que hubiera cambiado por completo su forma de entender el balompié. Aun contando con los mejores registros históricos del Sevilla y la confianza de los jugadores importantes, se le abrió la puerta.

De seguro, entregar el finiquito a Lopetegui haya sido la decisión más torpe y precipitada de la temporada. Gracias a Sampaoli, hemos podido ver que la responsabilidad de los males que acusa el Sevilla no está sentada en el banquillo. Sin embargo, es más sencillo cambiar de entrenador que de plantilla, dirección deportiva, presidente, directivos y hasta de mascota. El problema del Sevilla es que, por dentro, huele a podrido. Hay pesos pesados que no han querido vestirse de corto esta temporada y a los que no solo es complicado dar salida sino que, además, tienen fichas altas.

Sampaoli, que nunca fue considerado el mejor técnico de la historia reciente del Sevilla, aunque sí el que más ha divertido al aficionado –el inicio de la 16/17 fue para guardarla en vídeo–, es la segunda baja de esta nefasta planificación. Lo primero que se le encargó al argentino cuando asumió el cargo era intentar una imposible clasificación a la fase final de la Champions, hacer un papel destacado en Copa del Rey y acabar entre los cuatro primeros equipos de Liga. Pero ¿es que nadie en el palco vio la evolución del Sevilla en los últimos meses? Esto no lo levantaba ni Arrigo Sacchi.

La segunda etapa de Sampaoli en el Sevilla solo ha durado cinco meses

Los datos del relevo de Lopetegui son mediocres: de treinta y un partidos totales al frente del banquillo, solo ha ganado trece; doce derrotas. Hizo algo por la Copa del Rey –a punto de entrar en semifinales– y en Europa League ha avanzado con sufrimiento hasta los Cuartos de Final, pero en liga pierde partidos que solo firman equipos que van derechos hacia Segunda División. A Sampaoli no lo echan por errores de bulto, falta de sintonía o nulo planteamiento para levantar el equipo, sino porque el ánimo de los jugadores y el cuerpo técnico está mermado por completo. Para no ahondar en la herida del aficionado, nos reservaremos la millonada con que han tenido que indemnizar al argentino. Dinero que se merece, vaya por delante.

El club está frustrado

Cualquier aficionado que asista un partido en el Sánchez-Pizjuán por estas semanas puede volver a casa muy sorprendido. ¿Dónde está ese espectáculo, ese ambiente de Sevilla grande?, se preguntará. Hace poco que se fue. Ahora, en la parroquia sevillista se ha asentado la desidia y la desesperación. Ira y fuego. Lo normal es ver a la gente gritando, alterada, meneando la cabeza, con las manos cubriéndole la cabeza o atiborrándose de pipas, cigarrillos y lo que tenga a mano para no perder los papeles por un equipo desesperante. Hace pocas semanas, escuché a un niño decir a su padre, «me aburro, la semana que viene no venimos» a pocos asientos de mí. Ni para seducir a los infantes está este equipo.

Algunas derrotas han sido especialmente dolorosas. De la era Sampaoli, las últimas de Osasuna, Atlético y Getafe han demostrado que el problema está en la pizarra psicológica. Aunque nadie quiera hablar de ello, que tire la primera piedra el sevillista que, por un momento en el salón de casa o sobre su asiento del estadio, no haya pensado que, quizás, la próxima temporada verá a los suyos en La Romareda, El Sardinero o Butarque. El problema está en todos los estamentos del Sevilla, afición incluida. En otra pieza firmada en Jot Down Sports, recordamos la trama judicial y el juego de tronos en el antepalco del club como argumentos que han agravado esta epidemia que ha infectado al Sevilla.

Un tipo normal para una situación anormal

José Luis Mendilibar ha sido el nombre escogido por Monchi para salvar los muebles y la categoría. También para intentar obrar el milagro más inesperado e inverosímil de la historia reciente del fútbol europeo; que el Sevilla gane la Europa League mientras se juega la vida por quedarse en Primera hasta la última jornada. Por historia y bagaje en la competición, el equipo debería ir a ganar su séptima UEFA. Y por el amor incondicional que los sevillistas tienen a esta competición.

José Luis Mendilibar será el encargado de salvar los muebles

Las «gargantas profundas» del periodismo deportivo de la capital andaluza aseguran que Mendilibar no era el plan A. Sí el B. El vasco se ajustaba a las pretensiones de Monchi, que quería firmar a su tercer técnico de la temporada solo por lo que restaba y negociar para la siguiente. El candidato preferido quería esta y otra más, exigencias imposibles por ahora. A pesar de la literatura que lleva meses volcándose, que dicen que Bordalás tiene seducido al director deportivo del Sevilla, esta vez no le han contactado. El argumento que más se ajusta a este rumor es que el club ha preferido que esta situación la salve un técnico guiado por el sosiego, el sentido común y con currículum en situaciones extremas.

No es que Bordalás carezca de capacidad suficiente para salvar al Sevilla del descenso y, si hay suerte, ganar la Europa League, pero Mendilibar lleva mucho tiempo nadando en el fango en que ahora vive el Sevilla. Lo de la competición europea es un añadido, un caramelo, pero muy pocos mejor que «Mendi» para alejar al Sevilla del abismo. ¿Y qué ocurre Caparrós? Sus últimas estancias en el banquillo sevillista han sido para meter al equipo en Europa in extremis, no para quedarse en Primera. Hay que verse en la situación en que lo que quema no es la UEFA o la Conference sino bajar.

Además, Mendilibar ha dejado un inmejorable recuerdo personal por los clubes que ha pasado. Tiene el talento suficiente para conseguir el objetivo, solo necesita desatacar las mentes con los jugadores, hacer vestuario y normalizar una atmósfera anómala que tiene noqueado al sevillismo. Si recordamos sus últimos descensos, Eibar y Alavés, y comparamos plantillas, la diferencia entre ambos clubes y el Sevilla es abismal. Lo puede hacer.

El entrenador vasco consiguió poner a tono al Joan Jordán que fichó el Sevilla en la 19/20 y al Bryan Gil por el que el Tottenham Hotspur pagó veinticinco millones de euros más Erik Lamela. Ahora vuelve a dirigirlos. Para mayor ilusión, Bryan es el atacante más importante que hay en la plantilla y Mendilibar le dio mucha confianza en su etapa en Ipurúa. Si además recupera a parte de la defensa, las cosas se le podrían poner de cara.

La salvación no tapa el problema

La ilusión que pueda dejar el nuevo entrenador no esconde, en absoluto, los miedos que existen en la dirección deportiva. Especialmente en Monchi. Si el Sevilla no juega competición europea la temporada que viene, este verano tendrán que vender jugadores a precios muy bajos. Para este año, el club planificó para pasar de Fase de Grupos en Champions y generar unos ingresos que, en absoluto, ha conseguido.

Alcanzar de nuevo la Liga de Campeones pasa por ganar la Europa League. Aunque sea hiperbólico marcarse ese objetivo por nivel actual, el Sevilla está obligado a intentarlo si no quiere sufrir horrores con la planificación deportiva este verano. La afición no se lo va a exigir, pero tanto jugadores como Monchi si debieran tenerlo en mente. Mendilibar no, a él le han pedido salvar los muebles. Aunque a un entrenador de su trayectoria se le espera ir a por todo lo que le queda, más aún cuando la vuelta de la eliminatoria contra el Manchester United será en casa y a las puertas de la Feria de Abril. Es decir, que, si consigue un resultado aceptable en la ida, Nervión será una caldera para llegar a la semifinal.

Monchi tiene que pensar en la temporada que viene un club como el Sevilla no puede conformarse con salvar la categoría, es lo mínimo. Lo único que puede tapar los gravísimos errores de planificación y decisiones que se han tomado desde el mes de julio solo pueden verse maquillados con plata. Mendilibar, Monchi y la plantilla ya han cruzado el Rubicón. Alea iacta est.

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