Iraia Iturregi Sustatxa, Loiu, 24 de abril de 1985, 15 temporadas en el Athletic Club con 402 partidos (28 de Copa de la Reina, 17 UEFA Women’s Champions League) y 64 goles, también jugó un año en el Florida State University (2006-2007) , y antes de jugar en Lezama, jugó una temporada en el Sondika y dos en la SD Leioa, equipo que acabaría siendo el primer equipo rojiblanco desde la temporada 2002-2003, encadenando 3 ligas consecutivas hasta 2005 y volviendo a ser campeonas en su penúltima temporada, la 2015-2016.
¿Cuál es tu primer recuerdo del fútbol?
En casa, teníamos una campa que ya no existe con una portería de madera, jugaba con mi primo que tiene 6 años más que yo y con sus amigos, echábamos horas, ahí di mis primeros pasos en el fútbol y luego ya en la ikastola.
¿Cómo te trataban sus amigos? ¿Había algún tipo de condicionante o eras una más?
Pues no me acuerdo mucho, yo me metía y ellos jugaban conmigo. Lo que recuerdo, de más mayor, es algún comentario de por qué quería jugar a fútbol. Tampoco me afectaban esas preguntas, pero no estarían bien vistas ahora, entonces eran normales. Poco a poco te vas ganando la aceptación. Yo era la típica niña que en los partidos de mi primo que jugaba en Loiu echaba el balón al suelo en el descanso y me ponía a echar unos tiros, o iba corriendo a toda leche a cambiar el marcador manual cada vez que se metía un gol.
¿Qué sueños tenías de pequeña, dónde te veías, tenía algo que ver con el fútbol?
Ser futbolista profesional, que, aunque no era posible, yo no era consciente de que no existía. De txiki sueñas con cualquier cosa, con lo máximo, con el Athletic, con San Mamés algún día… Era imposible porque no existía ni el equipo femenino, ni la liga profesional, pero la ignorancia y la inocencia hacían que pudieras verlo, porque me gustaba y me apasionaba, con ese sueño lejos inalcanzable, pero con la motivación de jugar seis horas al día al fútbol mejorando las habilidades, luego con la selección vasca y la española y ya, en 2002, se acaba haciendo realidad.
¿Qué habrías sido si no hubieras sido futbolista antes y entrenadora ahora?
Seguramente abogada, en bachiller mi primera opción no eran Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, lo fueron Derecho y Administración y Dirección de Empresas, y luego ya CAFyD. Mi madre me preguntó: «¿qué es lo que más te gusta?» Por entonces ya se crea el Athletic Club femenino. Y como entrenadora ni lo valoras porque no había entrenadoras, no había referentes y las que había no vivían de ello. Me veía en el alto rendimiento, no me veía de profesora en una ikastola, me motivaba más la salida de la carrera de la gestión, la salud y el rendimiento. Si no existiera el fútbol hubiera tirado a hacer Derecho.
¿Cómo vivías el Athletic Club antes de ser su jugadora?
Tengo recuerdos vagos, de entrar en las bocas del antiguo San Mamés con mi aita, mi tío y mi primo que eran socios, yo no, pero de vez en cuando me llevaban. Lo solía ver en casa, y el mejor recuerdo que tengo es del sábado a la noche, que nos juntábamos toda la familia a cenar, mi tía hacía tortilla de patata y veíamos el partido. Era la unión de Athletic, familia, fútbol…
¿Y ahora?
Ahora lo vivo como una forma de vida, que está en medio, y todo lo demás gira en torno a ello, calendario por ejemplo, y a nivel emocional que lo condiciona todo, si las cosas te van mejor o peor. La pasión es la misma que la de txiki y ahora se le añade que es una forma de vida. Me he formado como jugadora y como entrenadora, son veinte años en el club, que es más de media vida.
¿Cómo vives los partidos, los sientes, los disfrutas, los sufres, te abstraes de sentirlos para poder ver más o mejor? ¿Se pueden conjugar las emociones y el análisis durante el partido?
Hay de todo. Como jugadora disfrutaba más de joven desde la inconsciencia, y de mayor ya sabes lo que te juegas y lo disfrutas menos. A pesar de la experiencia eres más consciente de lo que supone ganar y no ganar y de la importancia que tiene que el Athletic gane una liga, y no por el aspecto deportivo, porque ganar cuatro o cinco ligas no hay diferencias, pero sí importa a nivel social que se celebre y que las niñas tengan referentes, de ayudar al empoderamiento de la mujer en Bizkaia y en Euskal Herria. Eres más consciente de lo que supone llegar a la excelencia y lo disfrutas menos, ahí disfrutas más a posteriori de lo logrado. El «sal y disfruta» no es nada fácil, hemos sido un grupo con éxito y mentalmente muy fuerte al haber tardado en ganar una liga 9 años después de muchos batacazos.
Como entrenadora en el filial disfrutaba más porque acompañaba a las jugadoras a dar el salto al primer equipo, ahí hay menos ruido y el objetivo claro es la formación de la jugadora. En el primer equipo se sufre más al, además, ser de la casa, porque me importa más lo que le pase al Athletic que a cualquier otro equipo. Por un lado, pones todo y te dejas todo lo que tienes, y por otro lado, sufres más cuando las cosas no van bien en lo deportivo y en lo emocional.
¿Qué echas de menos o qué te sobra del fútbol de ahora?
Me sobra el exceso de información, estás obligada a hacer caso, está todo más estudiado y hay menos sorpresas. Como el pinganillo en el ciclismo, no puedes salir sin él porque ya saldrías con desventaja competitiva. Se ha perdido cierta esencia, y no es sólo en el fútbol, también en la sociedad. Tampoco me gusta todo el ruido, los preparadores personales y su gestión, la nutrición, los representantes… La jugadora tiene que atender tantos estímulos externos que al final se olvida de priorizar lo importante. Existen jugadoras capaces de centrarse sólo en jugar a fútbol y otras que no.
Y de ahora me gustan los medios económicos que tienen, nosotras entrenábamos a las siete de la tarde después de jornadas completas, no se podía entrenar con calidad, controlar las cargas… Y ahora hay fisios, nutricionistas, preparadores físicos, analistas… que también viven de ello. Todo eso nos hubiera dado la oportunidad de ser mejores jugadoras.
¿Cómo vivía una niña jugadora con tu carácter y tu personalidad en el patio del colegio? ¿Eras la única que jugaba?
Yo empecé a jugar, se unió unas de mis mejores amigas y acabamos jugando con los chicos. Luego se fueron apuntando más chicas en la ikastola y se sacaron equipos de chicas. Cuando yo llegué con Arrate Orueta de Lauro, con Jone Guarrotxena al Athletic fue un boom en la ikastola, porque ya tenían referentes, y si encima tienen éxito, más. También recuerdo que teníamos una compañera que necesitaba de otros padres para poder ir a los partidos porque los suyos no la querían llevar, no les debía hacer gracia. No le prohibían jugar a fútbol pero tampoco se lo facilitaban y no le iban a ayudar. O eres una apasionada que sobrevive o lo terminas dejando, le das más prioridad a los estudios que al fútbol, algo que es perfectamente compatible, pero yo he tenido compañeras en primera división que se han sacado licenciaturas o el MIR. Cuando te machacan con ese mensaje al final te lo acabas creyendo, pero no llegar tampoco es un fracaso. El hecho de pertenecer a un equipo ya hace, es una manera de hacer deporte y de socializar, haces amistades para el futuro, haces deporte porque te gusta, porque a la élite llegan muy pocos. Espero que en este asunto se haya avanzado, que aunque no le haga gracia a tus padres que te ayuden y te faciliten.
¿De qué te sientes orgullosa de tu carrera como jugadora? ¿Y en lo personal?
Como jugadora sólo quieres ganar. Ahora tengo otra perspectiva, de querer normalizar el fútbol femenino, que demos pasos para que cualquier niña pueda jugar sin tener que ser una superviviente, abrir puertas, y también para las entrenadoras. No es fácil que te acepten en un colectivo predominantemente masculino. Te sientas con veinte entrenadores y sientes que te juzgan, pero con ellos ya se da por hecho que saben de fútbol. Pero empiezas a hablar de fútbol y todos acaban dándose cuenta de que se habla el mismo idioma. Cuando he dado alguna formación me han llegado a decir: «al final has hablado de fútbol», y se van de la charla viendo que el fútbol femenino es fútbol. Me siento orgullosa de estar en esos foros para facilitar a las siguientes entrenadoras.
¿Cuándo dejaremos de hablar de fútbol o deporte femenino para hablar de fútbol o deporte a secas? ¿Es necesario etiquetarlo y ponerle el adjetivo?
El fútbol es fútbol. El Athletic no son ellos y el Athletic femenino son ellas. A la hora de aspectos tácticos hay algunas diferencias por lo condicional, el posicionamiento cambia o tiene matices por la capacidad de golpeo de una jugadora. Dentro del fútbol puede haber muchas diferencias. Igual que no es lo mismo entrenar al Barcelona que al Sevilla, pero no se ha nacido o te has formado para entrenar a uno u otro, depende de tus capacidades y de tu adaptación. Entiendo que hay diferencias entre gestionar un vestuario femenino y uno masculino, pero las diferencias están en cómo nos han educado y no en los genes. Qué regalos se les dan a unos y a otras, juegos competitivos o juegos de cuidados. Es igual que las jugadoras que se han criado en ambientes menos favorecidos o con más dificultades con respecto a las que han crecido en familias más estructuradas.
¿Cómo se manifiesta el machismo en el fútbol? ¿Qué aspectos hay que nos señalen que todavía haya pasos que dar? Comentarios típicos: defendemos como madres, juegas como una niña…
Vocabulario hay mucho, hasta corrijo a algunas jugadoras porque es algo que hay que cuidar. «Eres como una madre» se dice con tono despectivo, como que eres blanda, cuando yo tenía compañeras de equipo que eran de tener el cuchillo entre los dientes y que ahora son madres. Y muchas veces, de hecho, en las familias la madre es la más exigente. Son comentarios que se dicen con un «no lo digo para mal», ya, pero hay que eliminarlos del vocabulario. El machismo está más en eso que en hablar en masculino o en femenino. Yo intento hablar tanto en masculino como en femenino, y muchas veces hablo en masculino, me parecen más graves los micromachismos que eso. En el día a día hay muchos comentarios con comparaciones: «es que la velocidad de juego del femenino, es que los cadetes juegan más rápido…». Es comparar para tratar de hacer ver que ellos tienen más privilegios que tú. Se quejan algunos de que las chicas juegan en San Mamés y el Bilbao Athletic no, cuando las chicas son un primer equipo y el Bilbao Athletic no lo es.
Y ahí sí tenemos que ser conscientes de que hay una diferencia fisiológica que no depende de nosotras el mejorarlo. Nosotras entrenamos las mismas horas que el primer equipo masculino y nunca vamos a tener la fuerza de un chico, entonces las comparaciones hay que hacerlas con las capacidades de cada uno. No vale con que los chicos ganarían a las chicas para que ellas no se puedan quejar de lo que tienen, hay en el día a día gente a la que le cuesta entender estas cosas. En el tenis yo creo que está mucho más normalizado, porque hay diferencias pero disfrutas del juego. En el fútbol femenino, la circulación es más lenta porque la potencia para golpear el balón no es la misma ni corremos a la misma velocidad, entonces el juego sí es más lento, pero por ejemplo se ven más algunas acciones técnicas que en el fútbol masculino cuesta más de apreciar.
Y con el tema económico es lo mismo: «es que no generan ellas lo mismo que los chicos, entonces que no pidan cobrar». Me gustaría muchas veces ver cuánta gente genera… Lo importante en una sociedad es la igualdad de oportunidades y, en este caso, lo que queremos es tener las mismas herramientas para poder generar también. Además, esto va unido a que los que pagan su carnet de socio, cuando los jugadores cobran mucho, sienten el derecho a insultarlos.
Si lo llevamos a otros sectores, ¿por qué hay tan pocas mujeres en puestos de responsabilidad? No creo que se jueguen el puesto en un pulso. Se trata de dar la oportunidad a las mujeres competentes, y los cupos lo que hacen es ayudar a darlas para que se den cuenta de que ellas también son válidas. Yo creo que la igualdad va a llegar cuando no hagan falta los cupos, pero hasta entonces van a hacer falta para que las mujeres puedan tener sus oportunidades. Me cuesta creer que no haya mujeres válidas para estar en un staff de un equipo masculino de primera o segunda división, una preparadora física, una analista, una segunda entrenadora…
Todavía hay que derribar muchas barreras que son más culturales y sociales que otra cosa.
Las crónicas de los mundiales de 1970 y 1971 de Italia y México, en las que las mexicanas terminan como subcampeonas en el 71 después de llenar el Estadio Azteca con más de cien mil espectadores, hablan de una «invasión» de las mujeres en el fútbol. Y seguramente esos comentarios pudieran ser inocentes, pero no dejó de usarse un lenguaje bélico. ¿Crees que habéis «invadido»?
Mucha gente ve una pelea de hombres contra mujeres, pero es porque no entienden nada. Hay muchos hombres que han abierto muchas puertas para que las mujeres hayan tenido oportunidades. Pero cuando entras a un sitio desconocido, donde no están acostumbrados a la presencia de mujeres, lo primero que notas es que estás invadiendo, las miradas y la forma en la que te acogen es de «vienes a invadir y vienes a quitarme a mí derechos».
Tú vas a jugar en el campo de hierba natural, yo voy a tener menos opciones, y muchos lo ven como que vienen las mujeres a quitarles su espacio. Y para nada es así, las mujeres vienen para intentar hacer que ese club sea mejor, vienen a trabajar contigo. Es curioso, no sé si a veces tienen miedo. Algo que, por otro lado, si tienen miedo es positivo porque quizá es que te ven como una amenaza, porque te ven capaz de hacer el trabajo que hay que hacer tan bien o mejor que ellos. Pero sí, lo percibo como que ven que alguien de fuera viene a quitarles algo. Creo que es lo de siempre, intentas en el día a día ganarte la confianza de esa gente para hacerles ver que no vienes a quitar nada a nadie, que vienes a aportar. Es algo que hay que derribar poco a poco.
A mi me ha pasado que, habiendo una reunión de preparadores físicos o de entrenadores de formación interna, no se ha contado con la estructura del femenino. Yo un día di el paso y pedí permiso para unirme a esas reuniones. «Claro, Ira, ¿cómo no vas a venir?», y es que muchas veces tienes que dar tú el paso porque ni siquiera se valora la posibilidad de invitarlas a ellas. A veces da vergüenza hacerlo, pero hay que hacerlo: «oye, ¿me podéis invitar, por favor?». Tienes que tener mucho carácter y mucha personalidad para hacerlo, pero a raíz de eso te invitan a las reuniones y cuentan contigo, y en esas formaciones se dan cuenta de que aportas y ahí es cuando te aceptan. Son pasos que hemos ido derribando, ahora en Lezama hay entrenadoras, preparadoras, etc., pero yo me acuerdo de que cuando entramos no te hablaban de fútbol, ni te preguntaban, pensarían «a ver de qué me va a hablar, ¿de fútbol femenino?» y hoy en día te encuentras con el entrenador del juvenil o el del Bilbao Athletic y hablas de fútbol. Hablas de las presiones, de situaciones de juego que son fútbol, y esto que puede parecer una chorrada es muy importante porque al final lo normalizas.
¿Crees que nuestra generación verá el final del machismo o todavía está lejos?
No, no lo veremos, yo creo que está lejos, porque aunque en unas culturas estén más cerca que en otras, fíjate cómo están en Afganistán las mujeres. Al final hay hombres que ven que las mujeres invaden, es como con la pobreza, que no se va a terminar porque para que unos sean ricos otros tienen que ser pobres, entonces mientras haya gente que quiera ser rica, seguirá habiendo pobres. En el machismo siempre va a haber un sector o unas personas que van a tener más poder o más oportunidades que otras, entonces hasta que el ser humano no deje de ser egoísta no creo que se vaya a acabar, porque siempre va a haber gente a la que no le interese que se acabe. Igual que el racismo, hay gente a la que no le interesa que desaparezca porque eso le da privilegios y más poder, habría que hacer un lavado de cerebro a todo el mundo.
Y volvemos a la educación, porque tú no naces siendo machista o racista, ves a los niños y les da igual con quién jugar, de otro color de piel, de otro sexo… Los prejuicios empiezan a aparecer cuando somos más mayores. Está claro que es un tema de educación y complicado de cambiar, porque depende de las personas, y si las personas son machistas da igual que la educación en el colegio te forme en esos valores si quien tiene que impartir la clase es machista. Siempre van a salir comentarios o vas a tener conductas que van a ser replicadas por el alumnado. Hace falta gente sin prejuicios y sin estereotipos.
¿Crees que la homofobia está más normalizada o «permitida» en el femenino que en masculino? ¿Pasa algo porque alguien diga qué orientación sexual tiene?
Yo creo que pasa menos en el femenino que en el masculino.
¿Puede ser motor el femenino para contagiar al masculino?
Todo depende de la sociedad en la que estés. Yo estuve en Tallahassee en Florida, un estado que por lo menos era conservador cuando yo estuve, y en el vestuario cuando se hablaba sobre la homosexualidad entre mujeres se hacía en tono despectivo . Cosas que quizá en una sociedad como la nuestra está mucho más normalizado y aceptado. Hablas de vestuarios femeninos, pero en un país o en un estado conservador estaba mal visto, y se escondía. Aquí yo creo que se ve más normal en el sentido de que si hay una compañera que públicamente lo dice no pasa nada, que no tiene por qué decirlo, cada uno hace lo que le dé la gana, y si quiere decirlo lo dice y si no quiere no lo dice, no hace falta publicar en redes quién es tu pareja. Sí creo que está más aceptado que en el fútbol masculino, porque se cree que el hecho de ser homosexual se ve como más débil, y como se asume que el fútbol es de fuerza, de casta, de potencia, todos los atributos que se le adjudican a los homosexuales no son buenos para jugar a fútbol.
Sin embargo, en el femenino también está asociado a todo lo que sea más macho y te dará más rendimiento. Incluso ya no es que esté más aceptado dentro del vestuario, que te da igual la orientación sexual que tenga una compañera, es que incluso de cara a la galería, para los aficionados, está mejor visto. Yo tengo amigos que decían: «pero en mi equipo, ¿cómo va a haber un homosexual? Yo no me ducho con él». Son gente que se ha criado en la misma ikastola que tú y en la misma sociedad y mira qué concepto tienen, porque tampoco tienes el concepto de una mujer echándose encima de otra en el vestuario. Es un tema de que a tu alrededor tengas alguien que te haga ver que es normal, volvemos a los referentes, ya sean cercanos o famosos o conocidos. Cuando conoces a una amiga o una prima o una pareja que es entrenadora entiendo que lo ves con normalidad, y ahí está la referencia.
En referencia a lo que hablábamos antes, quizá quien elige su staff técnico nunca ha tenido a ninguna mujer cerca que sea preparadora, entrenadora o analista, entonces ni han valorado el hecho de incorporar a una mujer. El día que un primer entrenador tenga en su entorno cercano a una entrenadora y vea las capacidad que tiene quizá se dé ese paso.
Pingback: Una despedida que jamás estará a la altura de Iraia Iturregi: Crecer es ir quedándose cada día un poco más huérfanos