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Nacho Vidal: «Al sueño no se le ha dado demasiada importancia en los entrenamientos, Haaland es un loco del sueño y no le va mal»

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Nacho Vidal (El Campello, Alicante, 1995) acumula más de cien partidos en Primera División, lo que es un éxito a todas luces, pero se sincera con Jot Down Sport poniendo por delante que es un pesimista por defecto. O autoexigente, depende de cómo se mire. Cuando profundiza en esa sensación de pesimismo, suena parecido a lo que en su día dijo Carlo Ancelotti de Nacho Fernández: tipos que no se confían en ningún momento.

Empezó como el resto, dice. Si le preguntáramos a sus familiares, todos le recordarían de pequeño en la playa de Campello, yendo y viniendo de la orilla con una pelota o cualquier otro objeto que patear pegado al pie. Siempre estuvo rodeado de balones. O bolas, mejor dicho. Su familia tenía una heladería en el municipio. Ahora no puede echar tanta mano de los helados por las exigentes dietas que siguen los futbolistas de élite como él, pero reconoce que la tentación por descubrir nuevos sabores es permanente.

Los Vidal siempre fueron de fútbol, admite el defensor. La pasión por este deporte le llegó por su hermano, cuatro años mayor que él. Cuando jugaba en el equipo del pueblo, el CD El Campello, solía ir a verle con un balón bajo el brazo. Su deseo era que uno de los compañeros fallara para ser impares y poder sumarse al partidillo del final: «A lo mejor solo eran diez minutos, pero lo esperaba con muchas ganas. Eran mucho más mayores que yo, pero el entrenador me metía. También me volvían loco los torneitos del comedor del colegio que jugábamos durante los recreos».

Más tarde, el propio Nacho ingresó en el equipo del pueblo. Pero por poco tiempo; a los diez años recibió una llamada del Hércules CF para reforzar sus escalafones inferiores y, a los catorce, del Valencia. En edad adolescente, hace las maletas y se va solo a la residencia para canteranos del equipo ché. «Ahora lo pienso y digo: “Ostras, un niño de catorce años marcha solo a Valencia. Qué locura”». Por suerte, en la casa de las promesas valencianistas convivió junto a una treinta de niños que, como él, estaban pertinentemente arropados por los tutores del club. Nacho hace un aparte para las cocineras de la residencia, «sus madres», a quienes tiene que volver a visitar, se dice a sí mismo en la respuesta.

El Campello está dos horas de Valencia, ciento ochenta kilómetros. Sus padres viajaban todos los fines de semana para recogerlo tras los partidos, que normalmente jugaba los sábados a medio día, para pasar el fin de semana a la vera de su playa y la heladería familiar. «No tendré vida suficiente para recompensar a mis padres los esfuerzos que han hecho por mí. En mi primer torneo con el Valencia, en Roma, me tuve que venir a España por unas molestias en la espalda. Me dijeron que, quizás, tenía que dejar el fútbol. Era grave. Durante mi recuperación, mis padres viajaban cualquier día de la semana para acompañarme a las consultas. Siempre se han volcado muchísimo conmigo», reconoce. Aunque también agradece a las familias de muchos compañeros suyos valencianos que, tan jóvenes, apreciaran la necesidad de sentirse arropado por un hogar y le hicieran hueco en sus casas las veces que no podía ir a El Campello. Se acuerda de Fernando Cano y Carlos Carbonell Tropi, a quienes considera amigos de pleno derecho y que militan en el Calahorra y Unionistas de Salamanca, respectivamente.

En la residencia coincidió con muchos futbolistas que han conseguido asentarse en el máximo nivel competitivo como José Luis Gayà, Isco Alarcón o Borja Iglesias. En los momentos más difíciles, Nacho cuenta que salvaba la distancia con llamadas diarias a casa o, cuando sentía que debía centrarse en él, se concentraba en cuánto esfuerzo hacían los suyos para que él estuviera allí. «Un camino difícil, sin duda, pero estaba decidido a luchar por un sueño».

«Aunque a los futbolistas nos cueste reconocerlo, tengo que decir que, desde muy pequeño, he sido culé. Tenía como ídolo a Carles Puyol porque, además de su nivel, me encanta la pasión con la competía, su garra y el respeto que tenía por compañeros, árbitros y rivales». Ahora, Nacho toma de ejemplo al central poblatano para salir al campo con la misma mentalidad de respeto. Esa es su premisa para atarse las botas, insiste.

En la temporada 2017/2018 firmó su primer contrato profesional con el Valencia por tres temporadas. Pregunta obligada: ¿fue en ese momento cuando se dijo que ya había cumplido su sueño de ser futbolista? Negativo, hemos de recordar que el defensa rojillo convive con ese pesimismo particular –o autoexigencia, mejor dicho–: «En ese momento, fui consciente de que estaba más cerca. Pero en ningún caso me relajé. Es cierto que lo tenía al alcance, pero lo más difícil no es llegar a Primera sino mantenerse ahí. Luego vine a Osasuna con la firme idea de ser el mejor y volver al Valencia, pero da la casualidad de que subimos a Primera, estoy muy a gusto, juego casi cuarenta partidos en Segunda y empiezo a valorar la opción de quedarme y ser importante aquí. Esa temporada me hace darme cuenta de que tengo el sueño cumplido, aunque soy pesimista y siempre pienso que hay que ir a más».

Si bien no volvió a la capital del Turia, su año con Marcelino García Toral le vino especialmente bien para mejorar en lo táctico [sic]. Un antes y un después en su carrera, asegura. Con el técnico asturiano aprendió a mirar el fútbol con las gafas del análisis, muy distintas a las que nos ponemos los aficionados medios: «Desde entonces, veo un partido estudiando qué cosas hacen los compañeros para defender bien, por ejemplo; cómo distribuyen las posiciones en el campo, cómo hacen las transiciones o las colocaciones para robar mejor tras pérdida». Las instrucciones de Jagoba Arrasate y su segundo, Bittor Alkiza, le han ayudado a crecer más en ese sentido, «y también como futbolista, porque me ha ayudado a ser más inteligente en el campo».

Nacho Vidal habla de táctica en el vestuario. Mientras convivía en la parroquia rojilla con el mediocampista Íñigo Pérez, ahora segundo de Iraola en el Rayo Vallecano, las conversaciones con su compañero las monopolizaba por completo el análisis de otros partidos: «Muchas veces, cada uno desde su casa, veíamos simultáneamente un partido y los despellejábamos. Auguro a Íñigo un gran futuro como entrenador, se lo he dicho muchas veces».

De entre sus técnicos favoritos, sobresale el nombre de Pep Guardiola. «Aunque suene muy típico, vino a revolucionar el fútbol y es de admirar», resalta. También el Chelsea de Thomas Tuchel: «Me encanta la gente que hace cosas diferentes al resto. Su fútbol con tres centrales, dos carrileros profundos, dos mediocentros muy diferentes, un punta de referencia y dos jugadores muy eléctricos para ir por detrás del delantero; los centrales de fuera podían saltar, de apretar con una buena colocación tras pérdida… ese fútbol me gusta mucho. Tenía los jugadores ideales, pero esos entrenadores que son innovadores me gustan mucho verlo». Un estilo que sirvió al teutón para levantar la Champions en 2021 doblegando a muchos favoritos. Nada mal.

Nacho Vidal reconoce que Marcelino García Toral le hizo crecer mucho en Valencia

Describirse a uno mismo en su profesión puede ser harto complicado, sino pretencioso. Sin embargo, Nacho hace un esfuerzo: «Tiendo a infravalorarme [risas]. Creo que entiendo bien el juego y que lo aprovecho para interpretar bien las distintas situaciones, he crecido mucho aquí. Bittor me ha ayudado mucho para mejorar en los duelos, las disputas y asociarme en la salida de balón. En el juego avanzado, en los últimos metros, soy capaz de atacar bien los espacios con un buen timing para entrar a área. Ahí soy peligroso». Por lo menos, estas características le valen para ser un fijo en las alineaciones titulares de Arrasate en el Osasuna.

Además del fútbol, tiene sus estudios en Fisioterapia. En consonancia con ese pesimismo que le acompaña, Vidal se formó por si lo del balompié no salía. Un plan B, bendita labor de previsión. Su carrera fue consecuencia de su trabajo, admite. Siempre le gustaron las Ciencias de la Salud y, a pesar de que su sueño era ser pediatra, no quería hacer de sus estudios un lastre. Los seis años de carrera, dice, se hubieran podido prolongar ad eternum si los compaginaba con la carrera en Primera División. Lo de fisio es por estar pegado al fútbol de alguna manera.

Para entender a Nacho Vidal, sería recomendable darle un repaso a los postulados del estoicismo: «Me gusta leer filosofía. Un libro que me ha marcado especialmente es El invicto, de Marcos Vázquez (Círculo Rojo, 2021). Habla del éxito y el fracaso desde una perspectiva estoica. Si llego a Primera RFEF y pienso que he fracaso, el fallo está en pensar eso. Si, por el contrario, me hago consciente de lo que cuesta llegar hasta ahí, la impresión será bien distinta. La clave está en la manera en que interpretamos las cosas». El defensor alicantino prefiere ser racional a pasional, darle una vuelta a todo antes de tomar decisiones. Su afición por la lectura pasa también a las novelas, nos recomienda los famosos Pilares de la Tierra de Ken Follet y Los asquerosos de Santiago Lorenzo (Blackie Books, 2018), «sobre la España vaciada».

Con estas recomendaciones, y acostumbrados a leer otro tipo de declaraciones de sus compañeros ante los medios, es imposible no preguntarle si cree que es un futbolista diferente. Rotundo no. Nacho asegura que tiene muchos compañeros que, como él, tienen hobbies e inquietudes: «Somos personas, no lo olvides. Antes que futbolista, Nacho Vidal tiene sus problemas, hobbies e inquietudes. Vernos a través de una pantalla nos robotiza un poco. Parece que primero soy futbolista y luego persona, hijo, amigo y se nos despoja de nuestros sentimientos e inquietudes. Se nos ve con personas con mucho dinero para gastar. Me ha pasado mucho de estar con un amigo, conocer a alguien, darme feedback y decirme que se puede tener una conversación conmigo. ¿Cómo no? Me gusta la gastronomía, los viajes, ir a trabajar por las mañanas y, después, hacer cosas. Estoy al tanto de la actualidad de España, tengo mis problemas y mis sentimientos. Mi trabajo es mediático, pero me siento una persona normal».

Vidal entiende que la sociedad vuelca muchas emociones sobre los futbolistas. Positivas y negativas. Desde muy pequeños, dice, muchos padres ponen una presión desmedida sobre sus hijos cuando ven que empiezan a despuntar en el fútbol base. ¿Qué es el éxito?, se pregunta: «No es fama y dinero, eso creo. Aquí parece que, si no juegas quince años en Primera, has hecho algo mal. Nos estamos olvidando del camino a la meta: las adversidades que superas, las personas que conocemos en el trayecto o los valores que vamos adquiriendo. Hay gente que no llega a Primera, ¿y qué pasa? Tropi, que está en Primera RFEF, siente que el éxito es dar el máximo cada día y subir a Unionistas de categoría. El fútbol es muy mediático y es fácil caer en pensar esto».

Hay que darle normalidad a los procesos y disfrutar del camino, es la conclusión cuando hablamos con Nacho sobre cómo entender las victorias personales. Otro de los campos del conocimiento que han atraído la atención del lateral es la Psicología. Se encuentra a la espera de entrar en un máster de Psicología deportiva y coaching que le ayuden a aplicar conocimientos útiles en su día a día. Reconoce que, además de poder escapar de la vorágine de partidos, estudiar algo tan relacionado con la carrera de los futbolistas le aportará muchas cosas positivas.

Los futbolistas, cada vez, cuentan con más profesionales que le acompañan en su entrenamiento diario. No solo preparadores físicos personales, sino también psicólogos y dietistas que cuidan cada detalle. Para Nacho Vidal, ambas son áreas del conocimiento que ya se han convertido en obligatorias para los profesionales. El cuidado de la mente en particular, de la que él echó mano en un mal momento y que, ahora, le gustaría retomar. «Debo hacer uso de ayuda profesional también en los buenos momentos, para disfrutarlos mejor». Cuando le preguntamos hasta dónde llegará el entrenamiento invisible de los jugadores, abre una puerta por explorar: el sueño: «Una de las cosas a las que no se les ha dado demasiada importancia en nuestros entrenamientos es al sueño. En el futuro se hablará del sueño, seguro, y lo tendremos muy regulado los deportistas de élite. Desde hace poco, de hecho, me lo estoy monitorizando para regularme el sueño. Todo avanzará a los datos, la genética y la individualización. Me inquietan mucho estas cosas del entrenamiento invisible. Haaland es un loco del sueño y mal no le va. La lasaña de su padre le puede hacer volar, también. Desde el punto de vista nutricional no será muy interesante, pero él se siente mejor así y con eso basta».

Nacho Vidal disputa un balón con su excompañero de equipo y residencia José Luis Gayà

La palabra que utiliza para describir su momento en Pamplona es «espectacular». Cuando llegó, un 13 de julio de 2018, no conocía absolutamente nada de la ciudad ni del club. Sin embargo, el día que terminaban los encierros San Fermín, el capitán Roberto Torres lo recogió para tomar algo con el resto de sus compañeros y lo incluyó en el grupo de Whatsapp de la plantilla. Una locura de recibimiento, destaca. A pesar de lo que ha cambiado el grupo desde entonces, Nacho Vidal celebra aliviado que esa esencia familiar sigue intacta: « A todo el mundo le abrimos la puerta de par en par. Esto no pasa en todos los clubes. Gran parte de culpa de que el día a día sea tan bueno, de que no haya problemas internos, lo tiene Jagoba. Él hace muy bien la gestión del grupo y de que los fuegos que se puedan originar no se propaguen».

Cuando leemos entrevistas a jugadores del Osasuna, Real Sociedad, Athletic Club o Eibar, sorprende que siempre salga a escena el aroma familiar de los clubes. No falla. Nacho Vidal no había caído en esto, pero se detiene a pensarlo y coincide: «Hay mucho sentimiento de pertenencia, es cierto. No lo había pensado, pero llevas razón. Las relaciones son muy horizontales. No es extraño en Pamplona, por ejemplo, que el presi o el director deportivo te invite a hablar en su despacho sobre cualquier cosa. En la calle noto mucho respeto, también. La gente es muy amable». Habría que estudiar si esta coincidencia responde a motivos sociales, geográficos o culturales, pero es menos común en equipos del resto de España. Simple sensación de este periodista.

Esta misma normalidad que desprende el defensor lleva a uno a preguntarse cómo será la vida del vestuario rojillo. Sería curioso, cuanto menos, imaginar a Nacho Vidal, el propio Roberto Torres y Aridane hablando, por decir algo, de los Presupuestos Generales del Estado, ¿no? Nuestro protagonista vuelve a lamentar que sí, pero que es por cómo les ve la sociedad. En las redacciones, dice, se hablará de las piezas que sacamos, de un titular mal puesto, pero también de nuestros hobbies, inquietudes y asuntos personales. «Igual que un vestuario»: « Hay compañeros con quienes comparto hobbies y comentamos la gala de la Guía Michelín, por ejemplo. Tratamos temas muy variados. Lucas Torró es súper cocinillas, por ejemplo. En Pamplona hay buena carne, buen pescado, pero no buenos arroces. Y hablamos de esto también. Nos gusta compartir comidas juntos».

El objetivo es salvarse, previene. Luego, todo lo demás. Pero lo primero son los cuarenta y dos puntos: «Hemos arrancado bien, estamos cerca de Europa, pero creo que nos estaríamos equivocando si ponemos el foco en las competiciones internacionales. El objetivo es salvarnos, a partir de ahí lo que venga. El objetivo debe ser mantener el equipo en Primera. Vamos a conseguirlo y, luego, a soñar. Hay quienes miran más hacia arriba, pero los que llevamos aquí más tiempo siempre pedimos calma. En Primera es muy fácil enganchar una mala racha de partidos». Otra vez esa dosis de realismo pesimista. O madurez, depende de cómo se mire.

A sus veintisiete años, a Nacho Vidal le queda muchísimo fútbol en las botas. La gente se está retirando con treinta y siete, le recordamos. Aun así, la temporada pasada realizó un curso de LaLiga Business School en que asesoran a jugadores cómo afrontar este paso. Es muy complicado despegarse por completo cuando se ha sido futbolista, dice. Por eso, pide a su carrera tres cosas: que le respeten las lesiones, muchos años y un «Erasmus futbolístico». Le gustaría salir, conocer otro país y una cultura nueva. Hasta ahora, su carrera se habla completamente en español.

Aprovechando sus conocimientos tácticos, en la parte final de la conversación pedimos que se anime a definir el tipo de compañero con el que mejor se entiende en el carril derecho y los rivales que más les hacen sufrir: «Me siento más cómodo con jugador capaz de meterse dentro, dejarme la banda y capaz de recibir en posiciones interiores para darme el pasillo para ganar en profundidad. Con Roberto Torres o Rubén García me siento muy cómodo, por ejemplo, porque también entienden muy bien el juego defensivo, saber cuándo soltar su marca, dejármela y ayudarme. Sobre los rivales, por supuesto Vinícius. Por salirme de los tópicos, Danjuma. Esos jugadores que te tienen siempre en tensión». Lo de ser entrenador no se lo plantea de momento, pero ya dice que, en el supuesto, caso, se esforzaría más en transmitir una idea a sus jugadores que en diseñar un sistema revolucionario. «Lo importante es que cada jugador entienda lo que tiene que hacer».

Nacho Vidal es un tipo normal, sencillo, de su familia y con multitud de inquietudes demostradas. ¿Dónde encontrarlo? En El Sadar. Si no, en El Campello, con un libro en la mano, disfrutando del sonido del mar y rodeado de gente a la que quiere. Ese es su lugar.

Nacho Vidal

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