Corra a tope alrededor de una vuelta a una pista de atletismo. Son cuatrocientos metros. Si ha tardado un minuto y veinticuatro segundos está usted en buena forma. Ahora imagine correr a ese ritmo durante cuarenta y dos kilómetros. Durante nueve años en el maratón de élite, ese es el castigo al organismo al que se sometía Alessandra Aguilar (Lugo, 1978). Juegos Olímpicos, Mundiales, Europeos, medallas y algún desmayo mediante, Aless fue la mejor corredora de maratón española entre 2008 y 2015. Alessandra nos cita en una cafetería en Las Rozas donde nadie la reconoce. Salvo para los aficionados al atletismo, en ninguna cafetería del país saben que ese rostro delgado y su risa expansiva pertenece a una maratoniana respetada por adversarias y organizadores de todo el mundo. Para ellos sólo es una mujer a la que fotografían y entrevistan. Una entrevista de sábado, imaginan…
Me gustaría que esta entrevista sirviera de orientación a esa atleta joven que está destacando y se piensa si dar o no el salto al atletismo de alto nivel, con lo que comporta: irse a otra ciudad a progresar, a entrar en otro grupo de entrenamiento…
Perfecto. Porque yo creo que merece mucho la pena.
Que a lo mejor no se puede llegar a todo porque el atletismo es un mundo ingrato.
No se puede llegar, no. Ahora están las cosas algo mejor para las mujeres en el deporte que cuando nosotras competíamos. Yo lo volvería hacer. La única cosa de la que me arrepiento, fíjate, es cuando se me dio la oportunidad de irme a Estados Unidos con una beca de atletismo, no haberme ido.
Así que tú decides ser deportista de élite y compaginarlo con estudios. Y, con 18 años,
viniste a estudiar a Madrid.
En el año 1996. Lo de Estados Unidos es lo único de lo que me arrepiento. Ya te digo que fue porque teníamos la idea de que te ibas allí y te quemabas. Que tu etapa deportiva igual no llegaba a conseguir tu tope potencial en el atletismo. Se está demostrando ahora que no es así. Yo ahora, en la misma situación, lo volvería a hacer porque las experiencias que te aporta el atletismo no se pagan con dinero. Mis amistades, lo que he viajado y conocido, lo que he crecido como persona, todo esto es gracias a lo vivido en el atletismo. Si no, no sé si hubiera llegado a ser la persona que soy y de lo que estoy orgullosa. De ser la mujer que soy y los valores que tengo. Lo recomiendo no sólo por los triunfos deportivos sino por todo.
Siendo un deporte individual, para ti correr es mucho más que correr tú; para ti el atletismo es un deporte de equipo.
Es que tú solo no llegas. Sí que es un deporte que, como no te guste, como no te apasione, va a llegar un momento en que te canses de él. El atletismo es muy duro porque las lesiones siempre están ahí; porque dos y dos no siempre son cuatro; porque puedes estar muy bien y no salirte las cosas como tenías calculado; puedes tener la oportunidad y las marcas exigidas para clasificarte para un evento internacional y quedarte en casa fuera de la selección. Al final hay muchísimas cosas que juegan en tu contra. A Chema Martínez y a mí por ejemplo, nos gustaba crear ambiente; ambos somos personas muy alegres y vivas que siempre veíamos el lado positivo de entrenar. Que llueve, pues bueno, se entrena, por lo menos no nos nieva. Y tirábamos con ello porque para eso estábamos. También es un deporte de equipo porque, sin tu entorno, sin tu entrenador, tu fisio, tu mánager, la familia, esa pareja apoyándote, sin eso es completamente imposible llegar. Corres tú sola pero las personas en el grupo de entreno son más que compañeros. Están a las siete de la mañana en agosto acompañándote para que no entrenes sola una tirada o un festivo, aunque diluvie.
Ayudar para correr que, a vuestro nivel y vuestros ritmos, es difícil encontrar gente que pueda seguiros: necesitas la ayuda de atletas casi de élite o gente en bicicleta
O compañeros que se turnan para correr contigo por partes. Por eso, siendo un deporte individual, aprendes mucho de un equipo porque necesitas de todo ese entorno para llegar.
Te vas incorporando a diferentes entrenadores de élite: Luis Miguel Landa, Guillermo Ferrero, Fernando Lozano, Antonio Serrano. Cada uno introduce sus cambios. ¿Tanto hace un entrenador reconocido o un grupo de entrenamiento de prestigio, que su campo gravitatorio llama a talentos?
Landa fue un error. Pero era el nombre al que todo te dirigía en aquellos momentos. Lo conocíamos, sí, pero yo venía de Lugo, y al final no llegué a estar un año con él. Aguanté más porque no sabía con quién ir. Una vez asentada en Madrid me fui con Guillermo Ferrero, a quien le estoy eternamente agradecida porque hizo un trabajo de base conmigo que yo entonces no tenía. Al final hubo un punto en que sigues buscando más progreso. Veía a Guillermo como entrenador de base y dejarle fue una decisión súper dura porque es una persona maravillosa. Para dar ese paso de más, Chema me presentó a su entrenador, Fernando Lozano. Porque mi planteamiento era acudir a unos Juegos Olímpicos. Y no sólo ir , sino ir hasta el más allá. Fernando tenía un grupo pequeñito en Madrid con Chema, María Abel, Roger Roca y yo. Los conocía de entrenar ya mucho con ellos. Hubo un momento en que me quedé sola con Fernando y entrenar a diario con la misma persona, cara a cara, al final era muy duro. Me moví a buscar otro grupo de élite por Madrid. Y encontré el grupo de Antonio Serrano, al que ya conocía prácticamente de toda la vida y con cuyo grupo entrenaba porque era muy duro entrenar sola.
Ponnos en contexto lo de entrenar. ¿Qué pone en el plan de un miércoles en el que, por narices, tengas que buscar compañía?
Un entreno de maratón de mi plan podía consistir hacer siete series de dos mil metros. Sola. O treinta kilómetros. Imagina ese tute yo sola. O que diga dos de seis mil, dos de ocho mil, todo eso es muy duro. Y además pone entrenar por la mañana y por la tarde. Claro, las series son a ritmos vivos (risas). Al final Antonio tenía un grupo con el que yo me llevaba muy bien. Estaban, por ejemplo, Juan Carlos de la Ossa, muchas chicas, aquello era otra cosa. El grupo te ayudaba. Anteriormente también le pedíamos asesoramiento de vez en cuando así que fue un paso natural.
¿Esto es ya en 2008?
Justo después de los Juegos de Pekín.
¿Qué notas que empieza a ir mejor para que en 2007 des un salto así en la ruta? Eres
tercera en los 10k de Dublín, brillas en el cross en el Europeo en Toro, y ganas medios
maratones como Azkoitia y Alcalá.
Estaba entrenando con Fernando Lozano y todo el mundo ya me decía que lo mío era la maratón [Alessandra siempre utilizará el femenino para referirse a la prueba. N de la R]. Yo era la que no confiaba en ello. Si ya me cuesta tanto aguantar entrenos de cross y de 10.000, pensaba, ¿cómo voy a aguantar una carga de maratón? Pero Fernando lo hizo muy bien. Muy livianamente y poco a poco me fue adaptando a esta carrera. Siempre me dijeron que era maratoniana y, sin que yo lo fuera percibiendo, en 2007 me diseñó una preparación de cine. Cuando yo veía las mínimas clasificatorias para los Juegos de Pekín para 10.000 no me veía capacitada para correr a esos ritmos. A lo mejor era 31:45 para la pista [su mejor marca es casi un minuto más lenta]. Pero de 3:25 el kilómetro para arriba sí los tenía dominados.
Debutas en Rotterdam, siendo tercera en un maratón al que la Historia ha mimado. ¿Cómo contar a la gente que Rotterdam no es un sitio fácil para correr?
Rotterdam tiene un muy buen circuito salvo el día que sale el viento. A ver, yo quería ir a unos Juegos Olímpicos y sabía que objetivamente en maratón era donde tenía posibilidades de hacer la mínima. Podía salir bien o no. Pero lo claro es que en 5.000 y 10.000 era imposible. Apostamos por correr en Rotterdam. Fernando me hizo un entrenamiento que me quitó el miedo a no aguantar. Y yo traía muchísimo miedo. La anemia siempre había sido un problema para mí. Teníamos que controlar todo y él supo escuchar mis ritmos. Hacíamos un día 2×8.000 y, si en vez de dos días de descanso intermedio necesitaba tres, él me los daba. Sabía que los entrenos sobre distancias largas los soportaría bien. De hecho fue una de las cosas que hubo que cambiar con Antonio Serrano. Le dije que, con sus planes, yo reventaría. Y él los adaptó de un modo genial. Pero, para aquel debut de Rotterdam, yo tenía un tope semanal de 180 kilómetros de entrenamiento. También es verdad que estaba muy bien situada en la temporada: yo quería seguir mi ciclo con el cross en invierno, un maratón en Abril e intentar la mínima olímpica.
Esas avenidas donde puede dar el aire y donde el peralte machaca tu zancada. El giro al
parque del Kralingse Bos con diez kilómetros terribles hasta la meta…
Fue maravilloso porque aquella maratón de Rotterdam fue un debut soñado. Salimos a ritmo de mínima, yo iba sin reloj, solo siguiendo a mi liebre, Marc Roig. Mi idea era agachar la cabeza y apretar al ritmo de la mínima para los Juegos Olímpicos, que era 2h32:30. Me decía Fernando que yo estaba para correr en mucho menos, pero yo no quería arriesgar. Tenía miedo a lo que me encontraría en el famoso muro, no quería estropearlo arriesgando. Pero fue todo perfecto, corriendo en 2h29, pero quizá podría haber corrido ya en menos aún. No lo sabremos nunca.
En declaraciones previas al maratón olímpico en Pekín 2008 comentabas que las condiciones meteorológicas podrían ser malas o espantosas. Fue una carrera horrible. Apenas se pudo bajar de 2h30 para hacer top 15. Paula Radcliffe totalmente acalambrada, en fin.
Pekín fue horrible. Madre mía qué mal lo pasé. Fue la antítesis a Rotterdam. Era mi debut olímpico y habíamos entrenado bien. Yo no sé qué pasó, sinceramente te lo digo. Creo que no me adapté, a pesar de que Chema y yo nos fuimos a China mucho antes, a aclimatarnos. Creí que estaba adaptaba pero lo pasé muy mal [finaliza en 2h39. N de la R].
Una contaminación tremenda…
Mucha contaminación sí, pero aún así yo no estuve bien. ¿Sabes qué es salir el primer kilómetro y ver que no vas? Ir corriendo a 3:55 el kilómetro y no entras. Piensas que ya entrarás pero no entras, no entras y en el 15 piensas “me muero”. Pero no era yo la única. Iba corriendo con Inés Monteiro, una portuguesa campeona de Europa de 10.000, y que me decía que nada, que ella se paraba. Yo le decía «Inés, sigue y cállate porque o corremos o reventamos». Impotencia y dolor del nivel de tener ganas de llorar y no poder porque entonces sí que me paraba. Dolerme todo y tener en la cabeza solamente llegar a meta. Fue horrible. Estaba mi familia animando y yo no podía ni levantar la zancada. Veía que se me iba a romper algo.
¡Corriste junto a Catherine Ndereba!
Pero ni la vi. No recuerdo ni verla. Me acuerdo de la australiana Benita Johnson, de Paula Radcliffe, de los chalecos de frío. Pero en esos Juegos estábamos superadas, tanto Yesenia Centeno como Maria José Pueyo como yo. Eran nuestros primeros Juegos Olímpicos. Con los grandes atletas es cierto que ya venía de coincidir en los Campeonatos Mundiales de Cross. Ahí vivías desde dentro el ambiente que generaban Haile Gebresselasie, Paul Tergat, o Kenenisa Bekele. Pero en los Juegos de Pekín estábamos alerta constantemente ¡que hace mucho calor, no calientes, no te muevas!
Viéndolo desde fuera, acostumbrados a los maratones como Londres, Nueva York, pruebas con una participación tan masiva y tanto ambiente, en los grandes campeonatos os sueltan a la peor hora del mundo y os reunís apenas ciento y pico corredoras. Y os arrojan a los peores recorridos posibles.
Nos tiran a correr a la hora de prime time. En Moscú 2013 eran las tres de la tarde, en agosto, a treinta y pico grados, y se celebra a esa hora para coincidir con el prime time de Japón. Está montado al espectáculo del que paga. Yo creo que otro error, por ejemplo, ha sido sacar la entrada del estadio olímpico. Quitando el circuito olímpico de Londres 2012, porque es una ciudad donde la gente se vuelca en las calles, los eventos de Moscú y Río fueron tristes. Londres fue lo más espectacular que he visto en mi vida. Pero ya son países con una cultura deportiva general. Aunque sea un circuito cerrado de varias vueltas, hay que entrar en un estadio. Las grandes imágenes de los mitos olímpicos que me vienen a la cabeza se dan entrando en estadios.
Claro. Estás corriendo la carrera de tus sueños como atleta y ves el estadio de fondo. Yo he entrado y no he entrado, y es totalmente diferente. En Pekín, aun tras la tortura de correr fatal, ver el estadio de fondo y ver la puerta… Nunca vas a olvidar esos trescientos metros de los estadios olímpicos.
Y qué bien se corre por Hamburgo. Vences el maratón en 2009. Ya estás convirtiendo en rutina los ritmos y eres un nombre a tener en cuenta para ganar maratones comerciales importantes.
También en Hamburgo había 25º y no me encontré bien en ningún momento. Serrano iba en un coche con dirección de carrera vigilándome. Yo iba con Marc y Alex Van der Meer como liebres y me acuerdo de que salíamos a más pero no iba, no entraba al ritmo. Iba marcándoles yo el ritmo pero me sorprendió porque me fui en cabeza desde el principio. Hamburgo es una maratón muy amena, la gente se vuelca. De nuevo lo de la cultura deportiva del norte de Europa. Es que es otra cosa.
Donde se volcaron también fue en el de los Campeonatos de Europa de 2010, en Barcelona.
¡Ay madre! De nuevo nos pusieron un horario que vaya. Once de la mañana un 31 de julio. Pero corres en casa. Esto quiere decir que todo el mundo se puede acercar a verte: los amigos, gente de grupos de entrenamiento de aquí que van a Barcelona. Y el transcurrir de la carrera ayudó; salí sobre la 30ª y llegué quinta, pero abrasadísima. Recuerdo coger las botellas a pares en los avituallamientos que habían colocado a la mitad de la distancia normal. Y rezar porque ese agua me durara otros 2,5km. Fue un evento en el que podría haber cazado a las tres que llevaba delante pero, de nuevo, no llegamos arriba, al estadio olímpico. Yo iba entera y las demás no. Me habría favorecido. Había visto además la entrada en el estadio de Abel Antón como campeón del mundo en Sevilla 1999 y quería algo así para mí.
Mi madre decía en esa época que os estabais quedando chupaditas.
El maratón iba tomando peaje, sí. Te pasa factura. Y en verano ya ni te cuento, aunque ya nos quedamos chupadas en invierno. Hay que entender que en Madrid yo me quedaba entrenando el verano. Mucha gente se iba a entrenar en altitud pero en nuestro caso primaba estar cómoda con el grupo de entreno, tener mi fisio cerca, mi casa. Y entrenar en Madrid era mortal. Salir a entrenar 30 kilómetros a las siete de la mañana y tener ya 30 grados. No me olvidaré de mis compañeros ayudándome con el agua, me iban hasta echando el bote por encima. Cómo no, preparar maratón era seguir haciendo 180 kilómetros a la semana, mañana y tarde. Recuerdo irme a la cama y estar todos mis vecinos en la piscina. Yo cerraba todas las persianas de la casa y estaba cenando a lo mejor a las siete de la tarde, para acostarme a las ocho y levantarme a desayunar a las cinco de la madrugada.
Ese ritmo de vida no es igual en un cuerpo de comportamiento lineal como el de un hombre, que en un cuerpo batido por ciclos hormonales, menstruaciones, como la mujer. ¿Cómo afecta un entrenamiento de fondo de élite?
A mí no me afectó tanto como a otras compañeras que directamente se quedaban sin periodo. Yo no, pero te afecta. Como norma, ya calculabas las reglas con los maratones de los grandes eventos. En Moscú 2013 me vino el día antes. Corrí con mi vendaje en la tripa. No es lo ideal y no quieres correr así porque tienes un desgaste a mayores, te encuentras hinchada, más pesada de piernas. Había entrenamientos que decía a mi entrenador “Antonio, olvídate de las series, no puedo con mis piernas. Mándame un entrenamiento controlado”. Te notabas embotada. Subías al fisio de la federación y programabas los masajes, porque me toca regla para Nueva York, etcétera. Me tocó para los Juegos de Río y quizá esa fuera parte de la razón del desvanecimiento que sufrí en carrera.
Al menos ya hay entrenadores sensatos. Al final ese cuerpo de mujer es el material con el que tienen que trabajar a diario.
Ellos mismos lo ven. No les queda otra. Es que sencillamente no vas. Antonio lo sabía. Yo bajaba a entrenar, esto era mi trabajo. Algunas compañeras lloraban, o se escaqueaban o atajaban en algún punto de la sesión, pero yo hago esto porque quiero. Si yo le decía que estaba que no me podía mover, él mismo decía que probáramos y, a la primera, me mandaba parar. ¿En qué día estás?, preguntaba. Con esa información los entrenadores ya saben que en dos días ya estabas normal y podías continuar. Hormonalmente es que somos diferentes a los hombres y es mejor que el entrenador lo sepa de primeras. Aprender a convivir con ello te permite gestionarlo mejor.
No tiene sentido un entrenador ogro como se cuenta en las películas.
Dicen por ahí que entrenar a las chicas es complicado. No es que sea complicado sino que somos diferentes. Tienen que entender que nuestra psicología no es la misma. La confianza y el diálogo entre atleta y entrenador es fundamental. O tienes una plena confianza mutua o la cosa no funciona. Cuando he tenido problemas personales graves, la familia y el entrenador fueron los primeros en conocerlos. Me separé y Antonio me veía llegar a entrenar y arrancar algunos entrenamientos y me decía que me fuese a casa. Al final eran más sesiones de terapia con un amigo.
¿Tan grande es la confianza que se pone en tu entrenador?
Es la persona que mejor entiende mi cabeza. Si no duermes él tiene que saberlo. Si mentalmente no estás bien, tiene que saber todo lo que está pasando para entender y adaptar tus entrenos. He pasado la noche con 39 de fiebre, pues me dice que no venga.
Dos cafés con leche de soja y unas tostadas llenas de glamour más tarde, el barullo escala hasta un nivel infernal. La niebla de mañana ha levantado y la cara de Alessandra resplandece con un sol que afila sus rasgos. Aunque corrió su último maratón de élite en Nagoya (Japón) en 2017, el rostro de un corredor de fondo mantiene las huellas del esfuerzo. Son los surcos de un sufrimiento que unas veces lleva a la gloria y, otras, a un hospital. Es una de las cosas que, sin querer, Alessandra, hoy profesora de inglés en enseñanza infantil y primaria, enseñará día a día a sus estudiantes. Me quedo con las ganas de preguntarle si también les mostrará que los poderosos consiguen que las federaciones internacionales y los comités olímpicos les regalen los grandes eventos. Algo de ello mencionamos en la segunda parte de la entrevista, tras una pequeña pausa. Aless, mientras, sigue mencionando a la maratón en femenino. En privado, muchos lo hacemos también.
En 2011 ¿te acercas a tu mejor versión? Haces tercera y mejor marca de nuevo en el maratón de Rotterdam, pero no cae el récord de España.
Veías las preparaciones y las recuperaciones y en general tenía más dominada la maratón. Veía que tenía no solo el récord sino que podría bajar hasta un 2h25 largo. Un minuto entero al récord de España.
Y estar más delante en grandes maratones y también en podios de grandes competiciones.
Claro, pero todo eso tiene que salir. Las cosas, para una maratón, tenían que alinearse. Por un lado todo lo que tienes que hacer de tu mano, y por otro veinte mil factores más. En Rotterdam 2013 debería haber salido el marcón del siglo. Pero, el día anterior, la organización avisa que mañana no se saldrá a récord del mundo masculino y me piden que no saliera a ritmo de 2h26. La climatología nos había regalado un vendaval que soplaría en contra durante los últimos diez kilómetros. Nos llovió durante la carrera. Luego salió el sol de golpe y había una humedad sofocante. Mi liebre se paró en el km 30, y peleé sola para aún así hacer 2h27:00. Mira, el organizador fue tan honesto que mantuvo sus bonos económicos por récord. Y ojo que si has hecho un segundo más de lo pactado en ningún lado te lo pagan. Pero ese día me lo pagaron porque todo el entorno falló. Lo tenía y no salió pero a cambio salieron cosas más importantes muy al poco tiempo.
¿Por ejemplo?
El Mundial en Moscú. Ese día no lo cambio por nada del mundo.
Terminas quinta del mundo y abres los telediarios.
Fue una carrera durísima bajo unas condiciones durísimas. Yo en la salida pensaba «vamos a morir todas».
En Moscú os echan a competir a las dos de la tarde de un 10 de agosto por una autovía al lado del río Moscova.
Treinta grados y un ochenta y pico de humedad. Salieron fuerte, aquello era un suicidio. Valeria Straneo salió a reventar a Edna Kiplagat. Yo dije que, mira, después de entrenar en Madrid en verano, total… y termino quinta. De nuevo, esos últimos metros entrando al estadio Luzhniki no se me olvidarán jamás.
¿Hay un momento para la introspección en esas avenidas, en mitad de la batalla? ¿Ves que en algún momento aquello es un ambiente fatal para competir?
No lo piensas porque, si no, no sales. Una vez metida en harina, bueno. Te dedicas a gestionar cada momento del ritual. En el Telediario dijeron que en el kilómetro 39 estuve a punto de abandonar. Lo cierto es que no lo pensé nunca y menos yendo quinta del mundo. Yo tenía de aguadores a Jose Quintana y José Antonio Carrillo, entrenadores de los marchadores Álvaro Martín y Miguel Ángel López, que luego sería subcampeón mundial allí. Me gritaban que lo estaba bordando, que si enganchaba a la cuarta. ¿A la cuarta? Hubo un momento en que yo sólo pedía que mi cuerpo aguantase para entrar en el estadio porque, era tal el sol, que no sabía si aguantaba un solo rayo más. Mi miedo en el último avituallamiento era no saber si el cuerpo aguantaría, si no colapsaría. Como nos íbamos cruzando, veía en el circuito a gente caerse redonda literalmente al suelo.
¿Los eventos mundiales se otorgan a santo de qué intereses? Os meten a correr maratones en sitios que vaya tela. Mundiales en Doha, la fantástica playa de Ipanema en Río en verano…
Los juegos de Río no debieron celebrarse allí. Debieron ser en Madrid o Tokio o cualquier otra. Me da igual. No pasó nada, no sé por qué. Fue un desastre. De hecho casi no llegan a celebrar los Juegos Paralímpicos porque no estaban a la altura a nivel organizativo, financiero, a todos los niveles. En el maratón olímpico de Río yo me desplomo en mitad del circuito y tardan una hora en traer una ambulancia para trasladarme a un hospital de campaña que habían instalado en la salida del sambódromo.
Tienes entonces 38 años. Y le das caña a tu cuerpo pero con una visión muy amplia de la vida, de hasta dónde arriesgar, afinar entrenando. ¿Qué te proporciona la edad?
Te hace más sabia. Te conoces mejor. Mi sueño era ir a unos Juegos. Crecí con el recuerdo de Fermín Cacho en 1992. Fui a tres y ya me parecía demasiado. Con las rodillas muy tocadas ya llegué a los Campeonatos Mundiales de Pekín 2015 entre algodones. Paso el año sin poder doblar las sesiones y sin poder doblar las rodillas. Me estoy quedando sin cartílagos y no puedo ni hacer 90º levantando las rodillas. Llegaba con fortalecimientos específicos, con una sola sesión, y con esos mimbres termino la dieciséis cuando ¡las quince primeras tenían plaza fija para los Juegos Olímpicos de Río! Me preguntaban por qué lloraba y yo les decía que porque no sabía si podría aguantar otro ciclo de un maratón para lograr la mínima a los juegos de Río y luego llegar. Lo bueno es que ese año conseguí la mínima en el maratón de Londres [fue 15ª con 2h29:40] y pude recuperar para después preparar los Juegos. Con la veteranía conoces mejor tu cuerpo, hasta dónde puedes estirar la cuerda. De tal modo que, a la vuelta de Río, Angel Basas, uno de los fisioterapeutas de la federación, confesaba que no sabían cómo había completado el año entero. Pude hacer todo, el cross, la ruta, con mucho mimo y con entrenamientos casi llanos. Busca tú en Madrid o en Torrelodones sitios sin cuestas. Por entonces no podía ni subir ni bajar grandes rampas. A base de protocolos de fortalecimiento con electroestimulación, de inventarnos Antonio y yo circuitos por Madrid Río, di un millón de vueltas a la pista sintética de INEF, pero era la única manera de llegar a los Juegos.
Hablabas antes de un deporte de equipo. A ver a quién convences para hacer 12-14 kilómetros dando vueltas a una pista.
He tenido la suerte que nunca he tenido que convencerles. He tenido grandes grupos, gente como Odone, mi Rafita Ballesteros, los dos Carlos, Brendan, siempre dispuestos a bajar a echarme una mano. Rafa se iba al Pardo conmigo a las ocho de la mañana a hacer rodajes de 1h50, veinticinco, veintisiete kilómetros, montando ex profeso un circuito sin cuestas para mí. No eran profesionales pero sí gente que ha hecho maratones, ironman, que entendían el mundo del maratón. Llegaron a ir a Pekín para verme correr el maratón. Saben lo que cuesta todo esto y sin ellos te aseguro que no llegas. Claro que lo puedes hacer sola pero ¡cómo se agradece! Yo sudaba muy poco pero si hacía falta llevarme agua, ahí lo llevaban.
¿Va por ahí el denominado sueño olímpico? Esto es lo que hay que explicar a un atleta joven, entonces.
Es poner de tu parte todo lo que tienes y todo lo que compartes. Hay que insistir en que los Juegos son lo máximo. Mi anécdota de los Juegos es, Pekín, Villa Olímpica. Chema Martínez y uno de los judocas del equipo masculino estamos haciendo tiempo para cenar. Se acerca Rafa Nadal. «Hola, buenas, soy Rafa Nadal. Encantado de conoceros, Alessandra, Chema». Recién conseguido ser el número uno del mundo, que acaba de llegar y nos dice que si nos importa que se siente a cenar con nosotros. Como si fuera un compañero de entreno de toda la vida. El pobre Nadal no podía ni comer porque constantemente estaban haciéndole fotos. El espíritu olímpico es que te pregunten constantemente cuando compites. Los internacionales de balonmano que han estado compartiendo Villa contigo y que van todos a verte correr el maratón. Que saben que no estás contenta y te están esperando fuera para darte un abrazo. Que medallistas olímpicos te vean en tus siguientes juegos y Pau Gasol y Rafa Nadal te digan «hombre, qué bien han ido las cosas que estás otra vez aquí». Que un deportista mundial te vea y te recuerde y pregunte qué tal todo el ciclo. Todo deportista sabe qué es la cita. Mira, en campeonatos europeos o mundiales muchas veces he ido sola pero cuando es año olímpico todo el mundo quiere ir. Sale gente hasta debajo de las piedras. Las mínimas se consiguen porque se valora estar ahí. Es una familia en la que todos saben cuánto cuesta estar.
Tu último gran intento, del que dudaste poder ir, fue el maratón olímpico de Río 2016. De nuevo se os lanza a correr al sol. De salida vas con el gancho y en la retransmisión se te ve ir casi en tierra de nadie.
Yo sabía que iba a ser una maratón muy dura. Mi objetivo era que fuera mi última maratón, mi despedida en el mejor escenario posible. Habíamos entrenado muy bien.
Ese año habías mejorado tu marca en medio maratón en Copenhague con 38 años: ¡1h10:55!
Conseguí doblar sesiones a pesar de todo. Íbamos muy bien. El objetivo era terminar con una gran sonrisa. Despedirme feliz. No iba con la idea de ser finalista olímpica. Podía mejorar mi puesto de Londres 2012, claro. Aquella carrera iba a ser dura y Antonio me dio una pauta a seguir de 3:33-35/km y a ese ritmo salí. En mi cabeza solo tenía ese pensamiento. Iba fenomenal. Controlando, bebiendo. No era una maratón bonita, no había gente. Concentrada, otra vuelta más, al paso por el kilómetro treinta aquello ya estaba, pensaba yo. Llevaba delante una japonesa y pensé que la japonesa caía. La que caí fui yo. Cuando me despierto estoy en una camilla con suero. Me dicen que me habían tenido en el suelo sin que llegara una ambulancia a socorrerme. Sólo una hora después ingreso en un hospital de campaña. Yo sencillamente perdí el conocimiento. No sabemos por qué, si por el periodo, deshidratación, las dos cosas, por qué. Los últimos entrenamientos allí habían sido espectaculares, estaba descansada, pero…
Cuando estás en la camilla con el suero en vena y evalúas que tu principal fuerza de trabajo falla más de lo que debería…
Ya lo tenía claro. La marchadora María Vasco tenía una frase que era «estoy cansada de estar cansada». Yo estaba cansada de levantarme con dolores, estaba cansada de levantarme coja. De no poder bajar las escaleras sin tener que apoyarme. La decisión ya la tenía. Cuando soy consciente que durante hora y pico no recuerdo nada me pregunto si merece la pena arriesgar. Cuando lo he conseguido todo, para qué. Toda la familia estaba preocupada de que me pudiera haber pasado algo.
¿Esas dudas te las comes tú o se las cuentas a tu entrenador, tu fisio, tu médico…?
Antonio es uno de mis mejores amigos, es más que un entrenador. Mi mánager, Jesús Oliván, y su pareja son unas personas con las que hemos compartido todo. No porque fueran entrenador o mánager, eran amigos. Mi marido, todos lo sabían ya. Queríamos formar una familia. Eran los pasos previos y, con todo lo que llevaba ya encima desde 2015…
Perdona, pero es desde hace nueve años al más alto nivel.
Pero especialmente los difíciles fueron 2015 y 2016. El palo de Río fue monumental. Un palo porque no pude terminarla, no pude despedirme de los Juegos. No es justo, joder. Recuerdo que después de la maratón me había quedado en la Villa Olímpica. Las otras maratonianas del equipo, Azucena Díaz y Estela Navascués, se habían ido por ahí. Y yo, con Miguel Ángel López, en la puerta de la villa, consolándonos mutuamente.
Así que tocó buscar otra manera de despedirte…
Me llamó Oliván. Salió la invitación desde el maratón de Nagoya y llegó esa oportunidad de despedirme de mi prueba favorita. Qué mejor manera, en Japón, en la maratón de las mujeres, en un país donde adoran la maratón y donde somos diosas. Me dijeron la oferta y allá que fui sola; allí me despedí. No hice un gran registro [es 17ª, 2h34:42, N de la R] pero el objetivo era terminar.
Tras todas esas horas trabajadas y peleadas, ¿el atletismo da dinero?
Da dinero según. Yo todavía viví una época buena. Aún así este deporte se mueve por impulsos de románticos excepcionales. A un grupo de fondistas como Irene Sánchez Escribano, Sonia Bejarano, Marta Pérez o yo, que existiera alguien como Fernando Seoane supuso la llegada de un ángel. Cuando los patrocinadores empezaron a salir por piernas, él organizó un club para tirar del carro en el atletismo femenino. De su bolsillo todo. Los seis años que estuve en su club (el Seoane Pampín) subimos de manera sistemática a los podios. En resumen, el atletismo da dinero si estás arriba pero también es cierto que no da para que vivas el resto de tu vida. Es indudable que hay que tener algo preparado. Esto no es el tenis o cualquier otro donde, si comparas nuestro nivel con un futbolista, tenista, no hace falta más. Con el atletismo no, lo haces porque te gusta, por todo lo que te aporta. En España. En otros países…
¿Atleta, en España, y siendo mujer?
Pues fíjate, yo de hecho intenté el récord de España en un maratón de aquí. Había una carrera interesada según ellos. Nos venía bien por fechas y, cuando llegó la oferta económica, bueno, es de risa; me dicen que claro que soy mujer. ¿Qué? Quieres el récord de España, la repercusión, pero no quieres invertir. Cuando me pasaron la oferta vi que me tomaban por tonta y por ahí no pasé. Quieren que vayas por tu cara bonita pero me fui a correr donde me valoraban. Me llamaron de la mejor de Londres y me valoraron como luego lo han hecho en Nueva York, como me han valorado toda la vida los británicos. He de decir que el circuito de cross en España se ha portado fantástico pero, aquí, en carreras en ruta, no todas, pero por ser mujer, porque no va a tener repercusión mediática… ¿Perdona? No la tendrá porque no la queréis vender.
Todo merece la pena, de todas maneras.
Yo recomiendo a esa persona que está a punto de decidirse por dar el salto, que lo dé. Yo volvería a hacerlo, sin siquiera imaginar que aquello iba a ser así de atractivo. Mi primera internacionalidad fue en el Campeonato del Mundo de cross en Sudáfrica (Stellenbosch, 1996). Lo que hizo que hablara con mis padres y convencerles de que querer irme a Madrid era lo que había vivido en ese campeonato. Una semana en Sudáfrica, donde conocí a mis mejores amigas, todos de la generación del 78. Jesús España y yo decíamos que fuimos la mejor generación: Rosa Morató, Judith Pla, Juan Carlos Higuero, Jesús España, Silvia Montaner, etcétera. La piña que hicimos fue tan sumamente increíble que dije que yo no quería que aquello se quedara ahí. Me iría a Madrid y después ya vino todo lo demás. El atletismo es lo más, te aporta todo. Y volvería una y otra vez porque de todos aprendí.
La trapisonda de la cafetería se va disipando al mismo ritmo que los madrileños terminan de comprar el pan y devoran sus croissants camino de unos brillantes vehículos. Nuestra charla con Alessandra deriva hacia cómo algunas liebres desbarataban ritmos de récord, los Juegos de la pandemia o de qué ha vivido cada uno en la época que le ha tocado. El discurso de la corredora que hoy reside en Torrelodones pivota sobre un saldo ganador: cuántas y qué buenas relaciones han surgido más allá del deporte. Alessandra sigue teniendo un trato excepcional con mánagers y atletas que preguntan por ella cuando viajan a España. Hablamos de las reinas del atletismo que le abrazaban en la zona mixta porque sabían cuánto les ha costado todo a todas; del récord de España que unos días atrás ha batido la tarraconense Marta Galimany; de la envidia que despiertan las retransmisiones de otros deporte; de la importancia de los profesionales de la información y su papel como guía ante los jóvenes. Y de presentarse siempre en las carreras con una sonrisa prendida.
Que bonita entrevista Alex ,un orgullo el haberte conocido y como no haber entrenado contigo y poder ayudarnos mutuamente en esas grandes tiradas,etc que nos mandaba nuestro entrenador Antonio Serrano.
Ay mi Ales!!! Sin duda un de la mejores personas que conozco. Sin duda una de las mejores atletas que hemos tenido en España, pero lo
Mejor la gran persona que es
The Boss, para mi la jefa del maratón Español y una persona excepcional. Gracias Aless por como trasmites y tu eterna sonrisa y buenos consejos.
Que gran deportista. Que gran profesional. Que gran persona! Eres GRANDE Alex!!!
Jamás olvidaré nuestras tiradas del Pardo, nuestras vueltas en Navalcarbon, esas infinitas vueltas al sintético del INEF…. Pero sobre todo, daré gracias al cielo por haberlos disfrutado metro a metro, segundo a segundo contigo Aless.
Gran entrevista, alguien en quien fijarse.
Esta gran deportista de élite si se merece una pensión vitalicia por representar a España con tanto orgullo y esfuerzo al máximo nivel, y no la pensión vitalicia que cobran los políticos… Que injusto es el reconocimiento económico de los deportes «minoritarios» en este país, ojalá cambie algún día.
Pd: Entrañable entrevista.
¿Ninguna mención a su positivo por dopaje y su ligerísima sanción en una entrevista tan extensa?
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