Tengo la radio conectada mientras comienzo este artículo y escucho a enviados especiales que están en Qatar comentando la extraordinaria seguridad que hay en Doha –«puedes caminar por la calle tranquilamente sin mirar para atrás» afirma una, a la pregunta de qué destacaría del Mundial. Otro apunta a lo cerca que están todos los estadios los unos de los otros y a la amabilidad de los voluntarios «que están de día y de noche sin moverse del sitio y ayudándote». Me cabreo yo sola un momento y al rato intento que se me pase porque de amargada ni quiero, ni sirvo. Todos tenemos nuestras contradicciones, me digo, hasta que oigo a la periodista en cuestión afirmar antes de despedirse: «Menos dar lecciones desde fuera y más respetar otras culturas porque yo he hablado con mujeres qataríes, que estudian en la Universidad, y están encantadas con la vida que llevan».
Las mujeres qataríes se quedarán allí cuando ella vuelva y si quieren salir del país tendrán que pedir permiso a su tutor. Si las violan o agreden es muy posible que se callen porque la violencia de género no está tipificada como delito y hay sentencias incluso que las castigan a ellas, con cárcel y latigazos, por mantener (ojo con la palabra mantener porque implica necesariamente deseo y consentimiento) relaciones sexuales fuera del matrimonio. Esto le sucedió a la mexicana Paola Schietekat Sedas, que trabajaba desde el 2020 para la organización del Mundial y que pudo huir de Qatar justo a tiempo de que se hiciera efectiva su condena a siete años de cárcel y 100 latigazos. ¿Que qué había hecho para merecer ese castigo? Denunciar haber sido violada. El 6 de junio de 2021 un hombre se coló en su apartamento en Doha mientras ella dormía y la agredió sexualmente, pero en el juicio el agresor quedó libre y ella sentenciada a un castigo ejemplar por mantener una «relación extramarital». Son ciudadanas de segunda, pero a nuestra intrépida reportera aventurera en Qatar todo en general le parece fetén y la ausencia de derechos fundamentales en particular, un invento occidental.
Supongo que no habrá hablado con homosexuales, porque en teoría no existen o están en prisión. Son considerados además como enfermos mentales. La frase la pronunció, tal cual, el embajador del Mundial, Khalid Salman, en una entrevista a la televisión pública alemana ZDF días antes del comienzo: «Es haram –prohibido– porque daña la mente», soltó. Los alrededor de seis mil muertos (que se sepa) en la construcción de los magníficos estadios que ahora albergan los partidos de fútbol tampoco deben sonarle de nada.
Afortunadamente, no todos los periodistas deportivos son tan simples ni están tan ciegos y son muchos los que han declarado su incomodidad –cuando no claro disgusto– por la sede, los tejemanejes de la FIFA o apuntado al discurso de Gianni Infantino el día antes de la inauguración calificándolo como vergonzoso cuando afirmó sentirse gay o africano siendo blanco, suizo y prohibiendo al día después a las selecciones llevar un brazalete con el lema One Love en apoyo al colectivo LGTBI. Una cosa es que la pelota ruede y se informe de lo que pasa en el terreno de juego y otra tragar con lo que sucede fuera.
Eso sí, del boicot que se anunciaba, nada de nada. Las audiencias de televisión en todo el mundo así lo indican y, quien más, quien menos, está al tanto de lo que está sucediendo. Que no es poco.
La sorpresa histórica de Marruecos
Marruecos está en semifinales y se enfrentará el miércoles a Francia. Es la primera vez que una selección africana logra tal hazaña. Por lo tanto, es un hecho histórico y tiene además múltiples lecturas –todas apasionantes– que merece la pena atender. En lo deportivo y en lo político y social. Marruecos no es solamente la representante de África, sino también del mundo árabe y de una diáspora de 4,3 millones de personas que emigraron, principalmente, a Europa.
De los veintiséis integrantes de la selección, catorce han nacido lejos de Marruecos incluyendo a su seleccionador, Walid Regragui, francés de Corbeil-Essones, que veraneaba de niño en el país de sus padres y jugó después en el Racing de Santander. Entre ellos está Achraf Hakimi, que marcó el penalti definitivo que eliminó a España que es de Getafe y amigo del alma de Killian Mbappé en su club, el PSG, o Sofiane Boufal, nacido en París y cuya imagen bailando con su madre en el césped después de derrotar a Portugal se ha hecho viral.
La identidad se construye, no viene escrita en un papel. Y en la selección marroquí está no solo la historia de un país, ni de dos continentes, sino la particular de cada uno de los descendientes que ahora vibran, lógicamente emocionados, felices y contentos y celebran eufóricos en las calles de Barcelona, Terrassa, la Puerta del Sol en Madrid o Almería la marcha triunfal de los que consideran los suyos. Y ni un disturbio pese a la alarma creada y generada, interesada, por la ultraderecha. En París y Bruselas sí que los ha habido y será interesante lo que suceda el miércoles, día en que se enfrentarán Francia y Marruecos.
Desde el terreno puramente deportivo, futbolístico, el seleccionador Walid Regragui es fan del Cholo Simeone, al que elogió y reivindicó tras la histórica clasificación a semifinales. Marruecos sólo ha encajado un gol en cinco partidos y se ha enfrentado a la también semifinalista Croacia y a Bélgica, a la que eliminó igual que a España y Portugal. El mérito es enorme, aunque haya quien arrugue la nariz porque no es habitual verles cruzar la línea del centro del campo. Extremadamente sólidos y disciplinados en defensa cuentan con el plus de la motivación emocional, una especie de rabia que procede también de la identificación, además de la confianza que proporciona saber que su plan está funcionando. Y con Sofyan Amrabat, claro. Nacido en Huizen (Países Bajos) y lo más parecido a Terminator por indestructible, seguro y fiable.
En un planeta justo el Mundial no se estaría disputando en Qatar. En uno lógico, Francia y Argentina –Mbappé y Messi– tienen toda la pinta de disputar la final el próximo domingo 18, pero el fútbol también dicta sus propias normas y ya llevamos sorpresas suficientes como para que la cura de humildad nos haya servido para saber que a lo mejor no sabemos nada.
francia por lo k veo tambien es un ekipo africano
¡¡¡¡Vivan las cadenas!!!
¿Y el Sahara ni se menciona?
Un artículo estupendo
El comienzo del artículo y su desarrollo me ha parecido buenísimo. Al final, parece que se olvida que en Marruecos la homosexualidad está castigada penalmente y en la sociedad la mujer ha de estar vinculada al hombre para formar parte de la sociedad. Ya que menciona aspectos interesantes del equipo que van más allá de lo deportivo, me falta una referencia, aunque sea mínima, al país que representan que tiene mucho que ver con el fondo del artículo.
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