El muro de la maratón es una sensación de agotamiento físico y mental que muchos corredores de larga distancia se encuentran cuando llevan más de treinta, treinta y cinco o cuarenta kilómetros en carrera. Con entrenamiento y preparación, ese muro cae y tú sigues, llegas al final, atraviesas la meta. Has entrenado cada día, te preparas para la competición física y psicológicamente, logras la victoria. Lo has conseguido: quedas la primera. Pero hay otro muro que no puedes derribar, uno mucho más fuerte que nada tiene que ver con el depósito de glucógeno ni el agotamiento físico: la brecha salarial. Ganas, sí, pero tu victoria vale menos. Porque eres mujer.
No importa cuánto entrenes, las veces que ganes y el palmarés que llenas torneo tras torneo en la Wikipedia (si es que la tienes) porque tú, mujer, ganas menos. Ganas mucho menos. Ganas menos aunque hagas el revés perfecto a una mano, aunque tus voleas sean imparables, aunque levantes cada año el trofeo de mejor jugadora.
La diferencia entre lo que ganan un hombre y una mujer por el mismo trabajo y la misma victoria es abismal. Ocurre en el tenis. Los torneos en Roma son un ejemplo de esto: el Masters 1000 de Roma y el WTA 1000 de la misma ciudad. Los premios en 2022 en la categoría masculina eran, según el portal francés We Love Tennis, de 836.000 euros para el ganador. En el mismo deporte y en la misma ciudad, ser mujer vale medio millón de euros menos: el premio para ellas ronda los 332.000 euros.
Ser mujer no es solo ganar menos que un hombre en el mismo deporte y con el mismo esfuerzo. Ser mujer es también ganar menos que un enorme león blandito y de peluche que da palmas, hace acrobacias, finge tocar la guitarra, salta y anima al público mientras otros juegan. Pasa en América y lo denunciaba la jugadora Angel McCoughtry en Twitter. Jugadora de las Minnesota Lynx y cinco veces All Star de la WNBA, McCoughtry cobra menos que una mascota. Cobran menos todas sus compañeras.
I can learn to be a mascot ✋🏾 pic.twitter.com/8wZlQNbJqP
— McCoughtry (@angel_35) October 5, 2022
El león Rocky, mascota de Denver Nuggets, recibe unos 625.000 euros al año. Una cifra muy inferior ve en su cuenta bancaria, cada año, la jugadora Diana Taurasi de Phoenix Mercury… Taurasi ha sido tres veces ganadora de la WNBA, cinco veces ha ganado unos Juegos Olímpicos y es la jugadora mejor pagada de la competición de baloncesto americana: 228.094 dólares al año. Todas las demás, menos. Sin importar los triples, las asistencias, las victorias, los minutos, los entrenamientos. Menos que un adorable león de mascota y muy lejos de los más de cuarenta millones de dólares de sus compañeros varones. Con la misma bola, la misma canasta, en el mismo estadio.
Pero el fútbol es el deporte rey. El rey en diferencias, en desigualdad, en cifras. Alexia Putellas es una de las estrellas del fútbol español, del fútbol mundial. Su nombre luce ya en camisetas de niñas de todo el mundo que sueñan con un referente que necesitaban, que ahora tienen y del que pueden presumir. Ganadora dos veces del Balón de Oro, el sueldo anual de Putellas es de 155.000 euros anuales. Los mismos 155.000 euros anuales que ofreció su club a Dani Alves como “salario simbólico” cuando el brasileño quería jugar en el FC Barcelona. El salario mínimo ofrecido, por convenio, a jugadores en LaLiga Santander en España. Ser la mejor futbolista del mundo si eres mujer tiene un precio. Sí, el mismo precio de quien dice jugar “casi gratis” en tu mismo club. Pero siendo hombre. El precio mínimo de cualquier jugador de cualquier equipo de fútbol en la primera división en España. Marque o no, gane o no, juegue o no, venda o no una sola camiseta, sepas o no su nombre. Como sí te sabes el de Alexia Putellas.
La Federación de Fútbol igualaba en junio de 2022, tras meses de negociación, las primas entre quienes juegan en la selección femenina o masculina. Pero el dinero está lejos de ser el mismo. Los porcentajes que recibirán unos y otras son los mismos en España pero no la cantidad recibida en cada premio: la UEFA distribuyó en premios dieciséis millones para las mujeres en la Euro Femenina de 2022. La Europa masculina de 2021 tuvo una dotación total de 371 millones en premios. Que antes del símbolo del porcentaje sean similares las cifras no se traduce, otra vez, en reducir la brecha salarial como resultado final de la operación.
Hay quien derriba el muro de verdad. El equal pay se cumple en Noruega. Noruega daba uno de los primeros pasos para cerrar la brecha en el fútbol. La igualdad entre las selecciones masculina y femenina es real desde 2017, con la firma de un acuerdo en el que el dinero destinado a ambas es exactamente el mismo. Las niñas noruegas saben hoy que llevar la camiseta de su selección y el escudo en el pecho es representar a un país que, a diferencia de tantos otros, las toma en serio.
Leemos los aplausos: Rafa Nadal «es el único» en conseguir veintiún Grand Slams en su carrera. Antes lo hicieron Steffi Graf o Serena Williams. La historia que nunca nos cuentan es la historia de mujeres invisibles que lograron tanto o más, que levantaron mas veces un trofeo y que deben, hoy, hacer muchas veces scroll hasta encontrar su nombre entre las más valoradas, entre las mejor pagadas. Triunfos y palmarés que valen mucho menos. Nadar entre los datos de la lista Forbes lo corrobora. De los cincuenta deportistas mejor pagados de todo el mundo hay solo dos mujeres: Naomi Osaka y Serena Williams ocupan los puestos decimonoveno y trigesimoprimero de este top. Ni rastro de Sam Kerr, de Alex Morgan, de Megan Rapinoe, de Diana Taurasi, de Alexia Putellas.
El deporte profesional es solo quedarse en la superficie. Sacarlo todo es bucear en submarino en un abismo de culpa, de responsables, de excusas repetidas y mal formuladas que hablan del mérito, de los nombres, de la visibilidad, del esfuerzo, de la popularidad. De lo que vende, de lo que importa. Pero la brecha salarial en el deporte está en el deporte profesional y en la publicidad, pero también en tu barrio. De los estadios a las carreras populares de tu ciudad. Todos diferencian, todos menosprecian el esfuerzo y el entrenamiento premio. Las victorias siempre valen menos. Las carreras populares refuerzan ese muro imposible de saltar para muchas mujeres sin importar cuánto hayan entrenado antes, sin importar quiénes sean o cómo se llamen.
La maratón de Bruselas ofrecía hace solo unos años un premio de trescientos euros para ellas; mil euros para ellos. Cuarenta y dos kilómetros que valen menos de la mitad cuando consigues llegar la primera a la meta. Una maratón en una capital europea o una media maratón sin nombre en el paseo marítimo de las palmeras de tu ciudad, de tu pueblo, de tu barrio ¿La recompensa? El aplauso, las bebidas isotónicas, las bolsas rosas para ir a la compra, los desinfectantes. Y una casilla en el formulario de inscripción, la de género, que decidirá que tu esfuerzo vale mucho menos.
Pingback: Equals: la serie documental de la UEFA que pone a tiritar los prejuicios en torno al fútbol femenino
Pingback: Andre Agassi y la ciudad de los casinos - Jot Down Sport