Disculpen la ausencia, he estado muy ocupada haciendo el activismo de salón. Son necesarios los activistas de salón en las revoluciones, no se crean que somos un adorno. Somos los que cuando estudiamos la carrera creíamos que servíamos para hacer periodismo bélico, saltar entre trincheras y esquivar balas, pero que al llegar a una redacción vimos que el café de la máquina no sabía tan mal, el hilo musical es bastante soportable y que no hay nada en este país que no puedas consultar por teléfono. Tal vez por eso algunos odiamos la palabra periodista, porque la asociamos a no hacer nada y esperar a que hagan otros. El periodista de verdad es el que se metió el 19 de septiembre 20 horas de seguimiento de la noticia, frío y hambre en la puerta de un hotel en Madrid y más tarde en Oliva, yo no tengo excusa para haber dejado esta columna aparcada todo este tiempo mientras vociferaba en stream y me pedía un sandwich para cenar.
El fútbol cambió en Oliva. Es importante también saber la sede de la revolución. La Real Federación Española de Fútbol tuvo el antojo de que fuese allí, puesto que Víctor Francos estaba en Valencia para una ponencia sobre Espacios seguros en el Deporte. La escenografía es impresionante. Francos I, El Salvador, se reunió con las 23 futbolistas convocadas por Montse Tomé a la fuerza. Convocatoria en la que reconocimos la firma de Camps, solo a él, que llevaba secuestrando el fútbol español tanto tiempo, se le podría ocurrir un plan a esta altura. Convocó hasta a las no convocables. Mintió al hacerlo. Y queda la duda de si lo hizo como Caballo de Troya o como cómplice. De no haber pasado esto, nada habría pasado, y ahora la perspectiva con la que miramos estas últimas horas es distinta.
El fútbol femenino gana una batalla por todo el fútbol español, y aún así las voces que no entienden nada gritan delante de un micrófono que qué quieren, que por qué lo hacen, que no entienden nada. Entiende el que quiere entender, el que se ha preocupado estos últimos cinco años en saber qué pasaba en Las Rozas, al que le han dado igual los beneficios de tener a un amigo con traje y corbata en los palcos, el que se ha preocupado por hacer el periodismo bélico y no el de máquina de café. Entiende el que sabe lo que es un espacio seguro para las mujeres, y sabe que no pasa por un vasallaje de directivos que sonríen y dan palmadas en la espalda al que arruina la celebración de un Mundial. Entender esto no es tan difícil si se busca en la hemeroteca de las páginas olvidadas, las que hablan de deporte femenino, y encuentra las amenazas de Andreu Camps a los clubes de fútbol femenino por el Plan Élite, el decretazo del robo de derechos audiovisuales, Matallanas y Cuervo filtrándole a Alcalá que había un vídeo de Irene Paredes llorando, la mesa de picnic de las medallas, los 25 millones de la Supercopa que no eran para un chalet y nunca llegaron al fútbol femenino, los despidos de dos Campeones del Mundo, la marcha forzada de dos Presidentas del Consejo Superior de Deportes después de enfrentarse al Presidente de la RFEF, la cantidad de dinero malgastado en denuncias para amedrentar a periodistas, los vetos.
Quien no lo ha sufrido, y ha mirado a otro lado cuando otras lo sufrían, no lo sabe, pero la Real Federación Española de Fútbol tenía secuestrado al fútbol español, igual que secuestró a 23 jugadoras este fin de semana. No le quedaba otra al fútbol, como no le quedaba otra a ellas, que aguantar a esta caterva de impresentables que habían hecho su cortijo en Las Rozas mientras aquí todos callaban, aplaudían y comían un cubierto de 250 euros en Qatar. Siempre es fácil ir contra el débil, contra 23 tías que solo quieren jugar a fútbol y a las que se amenaza con no volver a hacerlo más. Lo difícil es pararse a pensar por qué se llegó a esta situación, quién lo consintió y quién iba haciendo más grande la bola dándole poder a unos directivos que hoy en día algunos lamentan que se vayan, porque hay que pagarles la indemnización de un contrato blindado y con muchos ceros, pero que nadie se pregunta por qué tenían un contrato así, cuánto poder ostentaban, cómo manejaban los hilos del deporte español y, sobre todo, por qué nadie les paró antes.
La revolución de las 23 cambia el destino del fútbol español, y no lo hace como lo están vendiendo algunos. Si el fanatismo no les cegara, serían capaces de ver en este último gesto de la mano férrea federativa lo que han sufrido durante estos años. Si son incapaces de verlo en ellas, piensen en la que no está ahí, la que está sola ahora en Lisboa mientras sus compañeras se reúnen hasta las cinco de la mañana tratando de limpiar el fútbol. A la que humillaron a otro nivel, llevándola a la sub23, porque tú ni siquiera estás tan buena. Una sub23 donde selecciona una que ni siquiera firmó el mismo escrito que el resto del cuerpo técnico, pidiendo perdón por los aplausos en la asamblea y poniendo su cargo a disposición. Piensen en Claudia Pina, sola, porque esa es la imagen del fútbol femenino español durante cinco años. Si son incapaces de ponerse en la piel de 23 porque las ven -como bien dijo García Cuervo en modo ventrílocuo a través de Alcalá- «niñatas demasiado empoderadas», piensen en ella.
Volviendo al fútbol, que es a lo que deberíamos volver siempre, el viernes nos jugamos el pase a los Juegos Olímpicos con una convocatoria de lujo, un cuerpo técnico bastante decente, una Suecia que no sabe por dónde vamos a salir y una estrella en el pecho. Ojalá haber podido centrarnos solo en eso durante este último mes. Pero no, en el deporte femenino es imposible separar la revolución de la cancha. Den las gracias a que estamos aquí, que si fuera por otros aún tendrían que aguantar a quienes ven en la pelota un negocio y cada día se alejan más de nosotros.
Estamos viendo el canto del cisne del futbol femenino español, y ellas ni se dan cuenta. Y el mensaje de las jugadoras cada día que pasa (desde mucho antes del Mundial con lo de querer echar al actual entrenador campeón del mundo, que no tenía el nivel, decían las engreídas) su inconsistencia canta más. Y la política ha acabado con lo poco que había de margen de salvación.
Lo suyo es más de lo mismo: unas niñatas consentidas y desagradecidas.
Pues eso, que no se ha enterado de nada, el viento de cambio de la historia arrastrará las hojas muertas y en el páramo surgirán nuevos brotes.
Ya hay que ser miserables para vertir comentarios así. Incels patéticos, que además os alegraréis cuando pierdan algún partido, los típicos patriotas que en realidad sois todo lo contrario.
Que os den, y vivan ellas, que tienen muchos más c*j*n*s que vosotros y toda la jarfia de la Federación.
Veo que no ha detectado el modo ON de la ironía.
Pues que el viento no sople muy fuerte que al final no quedarán ni las porterías.
El que no quedará serás tú (ni nadie, pasado el debido tiempo) pero a ti no te echarán de menos.
Pues este es el nivel, gente…
Cállate incel
A quién hay que dar las gracias por estar aquí? Son limpios los que vendrán? Ya dejó de ser el fútbol un negocio?
Gracias por todo Andrea, ojalá un día se pueda apreciar el verdadero significado de estos acontecimientos.
Gracias Andrea por ir aclarando cosas
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