Como estrategia empresarial, querer comprar un equipo de fútbol de tercera y auparlo hasta la Premier League con el dinero ganado en las apuestas parece una decisión abocada al fracaso. Hasta que se profundiza en la historia de Tony Bloom, actual propietario de la mayoría de acciones del club inglés, un joven que aún recordaba sus tardes con las maquinitas Arcade de los recreativos cuando empezó a emplear un sistema de apuestas poco conocido en Europa, el handicap asiático. Detrás de lo que parece el éxito de un jugador afortunado hay una estrategia empresarial de gran calado, que tiene en las apuestas su fuente de ingresos.
El dato de los juegos de Arcade, que parece trivial, tiene una importancia vital para entender cómo Bloom acabó reuniendo dinero suficiente para comprar el Brighton. Porque como integrante de la generación que vio aparecer los Spectrum, Amstrad, y en general aquellos ordenadores personales usados principalmente para videojuegos, entendió plenamente qué era internet cuando se popularizó en los noventa. Y sobre todo entendió su capacidad para acercarte a lugares del mundo muy alejados, y de los que podías obtener información, incluso provecho, sin haber estado nunca en ellos.
Además, y aunque la mayoría de usuarios de la primera internet eran estadounidenses, y en menor medida de personas del Reino Unido, hubo un importante núcleo de personas que se conectaron desde la zona de Asia-Pacífico. Es el área del planeta donde más prohibiciones pesan sobre los juegos de azar y apuestas, pero también donde más virulentamente existe esa afición, practicada de forma clandestina. China es un buen ejemplo, el propio fundador de su actual sistema comunista, Mao Zedong, persiguió las apuestas como un defecto más de las sociedades capitalistas y burguesas, a erradicar. Pero no logró impedir que su propio Ejército Rojo estableciera un sistema clandestino de juego de apuestas entre militares en los populares campeonatos de ping pong, fomentados por el partido comunista chino. Lo mismo sucedió en Indonesia, donde el juego también está sometido a fuertes prohibiciones desde la misma época, la de la independencia de sus colonizadores holandeses y de Japón. Es allí donde se supone que tuvo su origen el hándicap asiático, como sistema de apuestas simplificado y promovido por pequeños empresarios que deseaban trasladar el juego al online, y aprovechar ese grupo de incipientes usuarios de la web en Asia. No querían sino seguir la estela de Macao, región administrada por China pero con regulaciones independientes, que por la misma época había creado una ciudad de los casinos equiparable a Las Vegas. Apoyados por el juego y el turismo que atrajo, se convirtió en una de las regiones más prósperas de Asia. Para los pequeños emprendedores trasladar ese modelo a internet, donde había menos competencia, resultaba posible imitar a Macao.
Por resumir muy brevemente en qué consiste este hándicap, hay que decir que está pensado sobre todo para juegos donde hay dos contendientes y uno parte como favorito. El éxito consiste en saber por cuántos puntos perderá el rival peor valorado. Parece ni más ni menos que una quiniela. Pero a diferencia de ella, puedes elegir resultados con décimas, un cuarto de punto, medio punto, ocho décimas, a tu elección. Y como reduce el resultado a dos, eliminando el empate, da a cada posibilidad un cincuenta por ciento de posibilidades de salir. Al menos esa es la teoría. No es que haga más difícil perder, pero sí el perderlo todo. Casi parece un modelo de apuestas pensado para el fútbol europeo, y si no fue así, Tony Bloom lo hizo suyo para aplicarlo a las competiciones europeas. Pero no para competir con las casas de apuestas británicas, sino para dar servicio a los corredores de apuestas asiáticos. Un nicho de mercado vacío que le llevó al éxito.
Además de inspirado por las páginas de internet asiáticas, se fijó en un artículo que hizo el periodista británico Joe Saumarez Smith, uno de esos reporteros especializados en juego y apuestas que resultan insólitos en la prensa del resto del mundo. En su pieza explicaba en qué consistía el método del «hang cheng», nombre original, que reducía las apuestas de tres posibilidades a dos. Lo bautizó como hándicap asiático en 1998, y a partir de esa publicación, y de ese año, y con ese nombre, comenzó a ganar popularidad como forma de apostar. Por entonces Tony Bloom ya se dedicaba a las apuestas e iba iniciando su carrera como jugador de póker profesional. Aunque su salto a la riqueza se produjo justo en el período de los siguientes diez años, cuando reuniría dinero suficiente para comprar el Brighton. Lo hizo apostando, pero no como la mayor parte de nosotros imaginaríamos. No jugando de forma personal, sino trasladando el sistema del handicap unido al modelo de los mercados bursátiles a una compañía de apuestas donde los jugadores profesionales contratados actúan como analistas y corredores de bolsa. Y que combina análisis de datos sobre fútbol y cálculo de posibilidades en porcentajes, con la aplicación del hándicap asiático a las competiciones de fútbol europeas, pero para los mercados de apuestas de Asia.
La empresa se llama Starlizard, y su método de trabajo fue desvelado en una investigación del Business Insider, cuando el interés por saber quién era aquel desconocido nuevo dueño de un club inglés de tercera estaba en auge. Aquello reveló dos claves, una sobre los contratos que Bloom establece con sus trabajadores, y otra sobre la influencia del «hang cheng» en sus apuestas. Quien trabaja en Starlizard percibe parte de lo que gana apostando, y puede tener ingresos anuales de hasta medio millón de libras. Pero si falla deberá cubrir las pérdidas de su propio bolsillo. Parece demasiado arriesgado, para el trabajador y para el empresario. Pero no lo es tanto, o se habría quedado sin empleados. Puede que la razón sea que no apuesta a un ganador o un perdedor, sino que lo reparte entre los dos resultados más probables, mediante aproximaciones. De esa forma se gana mucho menos por apuesta, pero teniendo en cuenta la cantidad de personas que trabajan para él, durante todo el año, comprenderemos que el montante final es muy alto. La investigación del Insider estimó que solo en ingresos por comisiones de sus clientes asiáticos ingresa más de trece millones de libras al año.
Así que en definitiva el sistema para hacerse millonario de Tony Bloom no era tan descabellado, porque no consiste solo en apostar. Su historia, en todo caso, no dejaría de ser otra de esas curiosidades sobre dueños de clubs de fútbol, que por alguna razón siempre son gente muy singular. Es un tipo reservado, que jamás ha concedido entrevistas sobre su empresa de apuestas, y que lleva una vida de perfil bajo, sin ostentaciones, centrada en la vida familiar. A veces acceder a reunirse con la prensa local inglesa pero solo para hablar del Brighton. Lo que le hace diferente son los fichajes de su club, que presentan un patrón que también parece inspirado en el hándicap. Apostar por el resultado futuro de jugadores, y librarse de ellos con un buen precio de reventa a la mayor velocidad posible.
Fichar a Marc Cucurella le costó 18 millones, y se lo vendió al Chelsea por 65, convirtiéndole en el tercer jugador más caro de la historia. A Ben White, que aupó al equipo a la Premier, lo pasó al Arsenal por 58 millones. Alexis Macallister costó 8 millones pagados al Argentinos Junior, y tras su cesión al Boca Juniors su valor de mercado ha subido a 45 millones. Suele pescar en el mercado latinoamericano, y es la expectativa que se espera para el paraguayo Julio Enciso, que costó 11 millones, y para el argentino Facundo Buonanotte, ocho, porque lo raro en el Brighton es jugar con más de 26 años sin haber sido cedido. Bloom continúa incansable tratando de recuperar los 200 millones que invirtió en el Brighton, renovación de estadio incluida, y siguiendo un camino con el que desea llegar a la Europa League. Quizá le salga bien la apuesta, porque en el fútbol de hoy las gestas se hacen apostando, ¿deberíamos decir invirtiendo? grandes cantidades de dinero.