La realidad es que si alguien me pidiera que diera una respuesta corta a por qué el Calcio pasó de ser la liga con más estrellas y fama a atravesar un desierto del que solo parece salir hace poquitos años, simplemente diría: dinero. Sigue el curso del dinero, que dicen. O su falta. La burbuja financiera del fútbol italiano empezó a estallar en los años dos mil. Porque el gigante italiano tenía los pies de barro. El caso Parmalat y el caso Cirio fueron dos de las quiebras más mediáticas que afectaron al fútbol italiano. Parmalat era una multinacional láctea que llegó a ser líder de su sector y paradigma del llamado capitalismo familiar italiano, donde grandes empresas eran controladas por familias.
Parmalat fue fundada en 1961 por Calisto Tanzi y dentro de sus innumerables expansiones también se hizo con el control del Parma, un club más bien modesto de la Emilia Romagna que gracias al dinero del imperio lácteo comenzó a codearse con los grandes de Italia y de Europa. El club ganó ocho trofeos desde 1992 a 2002, entre ellos, dos Copas de la UEFA. Pero en 2003 estalló el escándalo y se supo que la compañía, que había obtenido 251 millones de beneficios netos en 2002 y era supuestamente un grupo rentable, llevaba falseando sus cuentas al menos 15 años. La multinacional se declaraba en suspensión de pagos y el expresidente del Parma y fundador de la empresa láctea, Calisto Tanzi, era arrestado.
El escándalo dejó en la ruina al equipo, ya que supuso una deuda de 14.000 millones para el imperio Parmalat. El club es declarado insolvente en 2004. Los días de vino, Uefas, estrellas y rosas se habían acabado. Una vez desvinculados de Parmalat, el club se refundó manteniendo sus símbolos (algo habitual en Italia) y fueron capaces de llegar a una semifinal de UEFA pocos años después. Pero el Calcio es ahora una canción infinita de quiebra e inestabilidad económica. Tiempo después, las deudas del Parma provocaron la disolución del club en 2015.
Como pasa siempre en Italia, el único lugar del mundo donde nadie muere realmente, el club resurgió de sus cenizas, otra vez empezando desde cero. La Societá Sportiva Dilettantistica Parma Calcio 1913 fue subiendo poco a poco desde la serie D de la mano de ex jugadores míticos como Hernán Crespo, que fue vicepresidente y del dinero de un inversor chino; Jiang Lizhang, conocido en España por ser el dueño del Granada y que vendió su participación del sesenta por ciento del club parmesano en 2020. Actualmente, el Parma milita en serie B y cuenta en sus filas con jugadores tan prestigiosos como Franco Vázquez y Gianluigi Buffon.
Algo similar ocurrió con el grupo Cirio, una industria alimenticia que controlaba el 51 por ciento de las acciones de la Lazio. Al estilo de Parmalat, la empresa se declaró insolvente. Sergio Cragnotti, el presidente de Cirio y de la Lazio, fue detenido, al igual que Tanzi. La Lazio había acaparado portadas durante los años gloriosos del Calcio no solo por sus éxitos deportivos, sino también por fichajes multimillonarios como Mendieta (48 millones de euros)o Hernán Crespo (55 millones). Lazio y Parma fueron el paradigma de la burbuja ficticia del fútbol italiano, los nuevos ricos asentados en pies de barro. Pero los problemas financieros iban a ir a más. Cirio y Parmalat fueron los casos más mediáticos, sin embargo otros clubes históricos italianos han tenido que desaparecer y volverse a fundar durante estos años después de múltiples problemas económicos. Como lo hizo la Fiorentina en 2002. El club viola, otro de los grandes nombres que dieron lustre al fútbol italiano, sufrió las consecuencias de la grave crisis financiera que padecía la familia Cecchi Gori.
Vittorio Cecchi Gori era otro típico patriarca italiano que levantó un imperio, en su caso cinematográfico, se rodeó de su familia para su gestión y desarrollo y acabó rindiendo cuentas a la justicia por irregularidades financieras. La Fiorentina tuvo, aquel año, que vender a sus mejores futbolistas (Toldo, Batistuta, Rui Costa) pero aun así no pudo superar la bancarrota y desapareció. En la temporada 2002/2003, una maniobra del entonces alcalde de Florencia, Leonardo Domenici, del consejero de deporte, Eugenio Giani y del empresario dueño de Tods, Diego Della Valle, consiguió salvar el fútbol en la ciudad toscana y se refundó el equipo como Fiorentina 1926 Florentia salvaguardando los colores, el escudo y la historia. Desde 2019 el equipo es propiedad del multimillonario Rocco Comisso, nacido en Italia, y dueño de Mediacom, la quinta compañía de televisión por cable más grande de EE. UU. Cecchi Gori, que llegó a ver una película producida por él, «El Cartero y Pablo Neruda», nominada a cinco Oscars, y fue senador, actualmente acumula procesos judiciales y problemas de salud.
Otro empresario fue el que salvó también al Napoli de la desaparición. El club partenopeo, el que más masa social tiene en el sur, desapareció en 2004 y fue otro productor cinematográfico, Aurelio Di Laurentiis, el que aportó 40 millones de euros para que el equiipo donde se hizo leyenda Maradona no pasara a ser historia. El Napoli tuvo que empezar, desde C1 como la Fiorentina que lo hizo en C2, y no fueron los únicos en tener que comenzar desde cero en la primera década del siglo XXI. Las deudas también ha traído por el camino de la amargura al Torino, que fue refundando en 2005, y multitud de pequeños equipos como Piacenza, Taranto, Arezzo, Messina, Venecia, Triestina, Perugia, Salernitana, Foggia o Pisa, entre otros, han tenido que volverse a fundar y empezar desde las catacumbas del infracalcio.
Hemos visto hasta ahora los casos más graves del estallido de la burbuja, pero las dificultades económicas han afectado en general a todos los equipos italianos. La época de los fichajes millonarios pertenece ya al pasado. El Inter llegó a acumular una deuda de 120 millones de euros, mientras su vecino, el Milan alcanzaba los 60 por temporada. Silvio Berlusconi, el mítico presidente, cortó el grifo y abandonó el club, vendiéndolo. En la temporada 2002-2003, la Roma y la Lazio estuvieron a punto de no poder disputar la liga por haber acumulado deudas por valor de 200 millones de euros.
En cuestión de dinero y por regla general, la Serie A está hoy en día a años luz de los grandes del continente (Madrid, Bayern, Barcelona) y de la Premier League. La epidemia de Covid no ayudó a mejorar la salud financiera, incluso empeoró la de los equipos que mejor habían resistido la época de vacas flacas. La Juventus, a pesar del varapalo económico que supuso el descenso a serie B en 2006 tras el escándalo del Calciopoli, había mejorado notablemente su capacidad económica bajo la presidencia de Andrea Agnelli. Incluso se había atrevido a un fichaje en apariencia imposible para el Calcio, el de Cristiano Ronaldo en 2018.
Deportivamente, el paso del portugués fue un tanto decepcionante para un equipo acostumbrado a dominar en Italia, pero que sigue con su sueño obsesivo de volver a ganar la Champions tras la tristeza de otras dos nuevas finales perdidas, en 2015 y 2017. Visto los acontecimientos que estamos siguiendo estos días, con la investigación sobre falseamiento de balances e irregularidades financieras que provocaron la dimisión de toda la directiva encabezada por Agnelli, quizá nunca se debió pujar por el delantero luso. La Juventus ha reportado en la temporada 2021-2022 unas pérdidas récord de 254 millones, las mayores de su historia. Los pobres resultados en competiciones europeas en los últimos años con eliminaciones muy tempranas en Champions no han ayudado mucho. De hecho, es fácil de sospechar que el no despido de Massimiliano Allegri en momentos pobres del equipo tiene más que ver con ahorrarse el finiquito que con confianza deportiva.
El modelo de dueño de equipo italiano durante la época gloriosa respondía prácticamente siempre al mismo tipo. Los clubes italianos eran propiedad de familias que gestionaban un imperio del cual un equipo de fútbol era la guinda. Lo explicaba durante la quiebra de Parmalat, el profesor de política económica de la Universidad Bocconi de Milán, Francesco Gianazzi: «El capitalismo italiano es todavía un sistema en el que pocas familias controlan grandes porciones de la economía».
Para Calisto Tanzi y otros muchos como él, todo era parte del clan, de la misma olla, por lo que transferencias de miles de millones a su club o a la agencia de viajes de su hija era algo habitual. Berlusconi en Milan, los Moratti en el Inter, los Agnelli en la Juventus, los Sensi en la Roma, los Pozzo en Udinese y otros muchos más son significativos del modelo, con mejores y peores gestiones. Actualmente, hay tres equipos italianos entre los veinte con más ingresos, la Juventus, el Milan y el Inter, pero ninguno está dentro de los diez primeros. La situación económica de la liga italiana es alarmante. Un reportaje de la Gazzetta dello Sport publicado en 2021, hablaba de unas pérdidas tras el Covid de más de 700 millones de euros. Muy pocos equipos presentan una situación equilibrada. Una de las pocas excepciones es la Atalanta, que además de ofrecer un bonito fútbol y de haber obtenido resultados tan meritorios como quedarse a las puertas de una semifinal de Champions, también presume de salud económica. Siete años consecutivos llevaba la DEA sin deudas.
Pero tampoco es todo tan bonito como lo pintan en Bérgamo. La Atalanta se arriesga a una sanción similar a la que ha sufrido la Juventus, también por presuntas irregularidades financieras. Tan grave era la situación económica que ha provocado la intervención del nuevo gobierno de Giorgia Meloni. Mientras el ejecutivo de ultraderecha eliminaba una renta básica que permitió respirar durante la pandemia a las personas más desfavorecidas de Italia, se ha aprobado un decreto conocido como «salva-sport». La norma permite a federaciones, organizaciones deportivas o clubes profesionales retrasar el pago de sus deudas adquiridas en la pandemia. Hablamos de una cantidad de 889 millones de euros, de los cuales 500 son imputables a los clubes de la serie A. Que jueguen al fútbol los parados de larga duración. Mientras tanto, en el momento de escribir este artículo el actual campeón de liga, el Milan, es incapaz de igualar la oferta del Bournemouth por Nicolò Zaniolo, que se quiere ir de la Roma en este mismo mercado de invierno. El Bournemouth está luchando por la salvación en Inglaterra.
No obstante, no todo lo explica el dinero. Mientras otros países con dificultades económicas o menores ingresos como España, Países Bajos o Portugal optan por dar confianza a las canteras y los jóvenes; los jugadores menores de 25 años siguen sin contar con la confianza de los clubes italianos. Algo de lo que se ha quejado amargamente en varias ocasiones el seleccionador italiano, Roberto Mancini, aduciendo que no hay escasez de talento en Italia, sino una incompresible falta de fe en los jóvenes. La realidad es que el mejor jugador de los últimos años, Marco Verratti, se fue con 19 años al PSG sin haber debutado nunca en Serie A, y parece imposible, tras la última renovación con los parisinos, que lo haga alguna vez.
Willy Gnonto (Leeds), Lorenzo Lucca (Ajax) o Gianluca Scamacca (West Ham) han hecho las maletas para probar suerte lejos de Italia, y además de Verratti, otras dos piezas claves de la Nazionale en la Eurocopa 2020, Donnaruma y Jorginho llevan años en la liga francesa e inglesa, respectivamente. Muchos de los jóvenes que acaban encontrando un hueco han tenido que hacer un periplo de cesiones a equipos menores, muchas veces en la B. Fagioli, de la Juve, que ahora parece contar con la confianza de Allegri es uno de ellos. Muchos acaban diluidos y jamás dan el nivel que se esperaba como el caso de Saponara, jugando en la Fiorentina pero que nunca explotó del todo.
Aunque en términos de seguridad la liga italiana ha mejorado bastante, la violencia sigue siendo problemática y lastrando el futuro de los clubes. Hace pocas semanas, aficionados de la Roma perpetraron una emboscada en una gasolinera hacia los tifosi del Napoli que obligó a cortar una autopista. El Gobierno ha prohibido durante dos meses los viajes de los radicales de ambos equipos. Desde que en 1979 una bengala acabara con la vida de Vincenzo Papardelli en un derby romano, diecisiete personas han fallecido en Italia por ir a ver un partido de fútbol. Hay tragedias tristemente inolvidables como la de Vincenzo Spagnolo, tifoso genovés acuchillado por ultras del Milan o la del policía catanés, Filippo Ratici, a cuyo asesino, Antonino Speziale, se le sigue rindiendo honor en las gradas de los radicales.
Los estadios, propiedad en su gran mayoría de los ayuntamientos, no ayudan mucho por sus vetustas condiciones en multitud de casos. Algunos como el bonito Marassi en Génova son una ratonera en caso de enfrentamiento entre ultras. Tampoco ofrece optimismo los múltiples escándalos que azotan la liga. El famoso Calciopoli de 2006 o las ya mencionadas irregularidades en balances que pueden llegar a salpicar a varios más que la Juventus. Hace muchos años, demasiados años, que un equipo italiano no domina Europa. La victoria de la Roma de Mourinho en Conference, convirtiéndose en los primeros campeones de este trofeo, fue un leve, pero fresco motivo de optimismo. Tres equipos italianos afrontan los octavos de Champions esta edición. Ya no es tan fácil arrebatar a las estrellas de los equipos, aunque se sigue sin poder competir con la Premier.
En conclusión, es difícil una recuperación a corto o medio plazo del fútbol italiano que cuenta con problemas estructurales de muy difícil solución, en un país que camina siempre entre una burocracia imposible y un pensamiento arcaico inmutable. Pero es Italia. La selección que ganó en Alemania 2006 en medio del escándalo, la que ganó en 2021 cuando dos años antes ni se había clasificado para el Mundial. Es Italia. El país en que nada muere, el país donde se construye la belleza más subyugante aunque se camine entre cenizas. El país que siempre sobrevive, si los gatos tienen siete vidas, los italianos cuentan con infinitas.
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