«El socio debe estar tranquilo, daremos toda la máxima transparencia porque, a través del departamento de Compliance, el club se ha puesto en manos de abogados para que lo gestione. El socio tendrá la transparencia que el club necesita porque hay demasiado ruido y no conviene a nadie», declaró Rafael Yuste, el vicepresidente primero del Barça a la televisión del club minutos antes de que comenzara el partido. Fue el único que habló y resultó premonitorio. Efectivamente, el socio, el aficionado culé, parece estar tranquilísimo si atendemos a lo sucedido este domingo en el Camp Nou. Ni una pancarta, ni un cántico, ni un silbido siquiera. Todos centrados en la pelota y haciéndose los despistados ante un escándalo mayúsculo del que aún nos faltan por saber respuestas a preguntas fundamentales después de una semana de traca.
El miércoles, el programa «Qué t’hi jugues», destapó la noticia y desde entonces no ha pasado un día sin que aparezca una nueva al respecto, más inquietante aún que la anterior. Que sepamos, el Barça pagó siete millones de euros entre el 2001 y el 2018 a José María Enríquez Negreira, vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. Cuatro presidentes, Gaspart, Laporta, Rosell y Bartomeu, durante 17 años pagaron una cantidad asombrosa de dinero al segundo del arbitraje español y aún no se sabe bien por qué ni para qué. Tampoco la razón de que ningún presidente le cortara el grifo a pesar de las enormes diferencias entre ellos y las guerrillas que llevan arrastrando en todos estos años. Todos, curiosamente, estuvieron completamente de acuerdo en algo: en seguir abonando un dineral a Negreira y que además nadie lo supiera. No se sabe en qué partida se consignaron, jamás se informó de ello ni apareció en las sucesivas auditorías, due dilligence y forensics. Es evidente que las facturas estaban bien disimuladas porque a cualquiera con un poco de vista se le habrían disparado las alarmas ante tales cantidades de dinero por «informes técnicos» del vicepresidente de los árbitros, de lo que se deduce entonces, por pura lógica, que se puso esmero en disimularlas.
Joan Laporta ha optado por guardar silencio después de salir el miércoles admitiendo que la noticia que adelantó el «Qué t’hi jugues» era cierta, para advertir a continuación: «¡Culés, no es casualidad que esto salga ahora!». Desde entonces se ha sabido no sólo que él también pagó a Negreira, sino que hasta le aumentó el sueldo. Según Bartomeu se lo cuadriplicó. Y ahora se calla. Justo cuando es más necesario que nunca que explique por qué y para qué pagó a Negreira y por qué y para qué lo escondió igual que los demás; su antecesor y sus sucesores. Él, que tanta labia y capacidad oratoria tiene ha elegido quedarse mudo. Y es él quien manda, quien se sienta en el palco. Es él el actual presidente. Mientras, Gaspart se ha convertido en portavoz oficial del club, lo que no deja de ser un síntoma del caos y la zozobra que ahora mismo se vive en la entidad.
De todo esto nos hemos enterado porque la Agencia Tributaria estaba investigando a Negreira, no porque Laporta haya levantado ninguna alfombra ni hecho un ejercicio de transparencia. Ahora ha encargado una nueva investigación, dicen. Externa, aseguran, que así suena más serio y solemne. Y el chiste se cuenta solo: con que él cuente lo que sabe ya estaría, no hace falta contratar a ningún bufete ni agencia de detectives con el logo de una pipa en plan Sherlock Holmes.
A todo esto, hay quien opta por poner el foco en otro sitio y culpar al empedrado, es decir a los medios de comunicación. Son los que reparten carnets de buenos y malos barcelonistas, los fans de los Montesco o de los Capuleto, los soldados de los Stark, Targaryen o Lannister, los flipados que están en su mundo, vaya, y que andan huérfanos, como pollos sin cabeza de turco al que poder endilgarle el mochuelo. Criaturitas… ¡pero si todas las familias estaban en el ajo!
El daño a la imagen y a la reputación de la entidad ya está hecho. Y el asunto apesta, pero el Barça ganó ayer 2-0 al Cádiz, tiene una ventaja de ocho puntos y el jueves juega contra el Manchester United el partido de vuelta de la Europa League. La pelota rueda y logra acallar momentáneamente un ruido que, como bien afirmó Rafa Yuste: «No le conviene a nadie». A ver hasta cuándo lo consiguen es la primera incógnita por despejar.
Chapaeau Gemma, articulazo.