Unas pocas palabras, publicadas en Twitter el 17 de febrero de 2018 a las seis de la mañana, fueron el detonante de un cambio significativo en la NBA: «Esta depresión saca lo mejor de mí…». La frase repetía la letra de un tema del músico Kevin Gates, pero era demasiado reveladora: no la había escrito cualquier persona en cualquier circunstancia. El autor era el jugador de baloncesto estadounidense DeMar DeRozan, quien se encontraba en Los Ángeles para disputar su primer All-Starde la NBA por su fabulosa campaña con los Toronto Raptors.
DeRozan no es el primer jugador de élite que ha tenido que lidiar con la depresión. Quizás el más célebre ha sido Jerry West. De niño, su padre le golpeaba y le hacía sentir inútil. Cuando a los doce años encontró el valor para enfrentarle, escondió una escopeta debajo de la cama y amenazó con dispararle si seguían los abusos. Si bien es cierto que su carrera fue un ejemplo de superación en todos los sentidos, las derrotas en ocho finales consecutivas —seis de ellas ante los Celtics, lo cual le llevó a no pisar Boston nunca más y aborrecer el color verde— ahondaron en una personalidad atormentada. Que aparece esbozada, casi como una caricatura, en la reciente serie de ficción Winning Time: The Rise of the Lakers Dynasty y, a manera de confesión, en su libro West by West: My Charmed, Tormented Life, publicado en 2011.
En la última década, son varios los jugadores que han admitido tener algún tipo de problema mental. Son bien conocidos los casos de Delonte West, cuyo trastorno bipolar acabó con su carrera, y Larry Sanders, quien reveló padecer ansiedad y depresión. Incluso Metta World Peace—o, como era conocido antes de rebautizarse, Ron Artest—agradeció a su psiquiatra tras ganar el campeonato con los Lakers en 2010. Pero no fue hasta el tuit de DeMar DeRozan que la liga decidió crear un programa específico de salud mental dirigido a los jugadores bajo el nombre NBA Mind Health. Después, el encierro durante la pandemia y los sucesos desencadenados por el asesinato de George Floyd no hicieron más que reforzar la importancia de esta iniciativa.
«Creo que vivimos en la era de la ansiedad», dijo el comisionado Adam Silver en 2019, cuando le preguntaron al respecto de la insatisfacción de las estrellas. «Cuando me reúno con los jugadores, lo que me llama la atención es que están realmente descontentos. No es un show dirigido a los medios de comunicación. Cuando hablo cara a cara con muchos de ellos, creo que el mundo exterior (que ve la fama, el dinero, todas las ventajas que conllevan, que son los mejores del mundo en lo que hacen) piensa ¿cómo es posible que se quejen? Y muchos de estos jóvenes son muy infelices. Algunos de ellos están increíblemente aislados».
Depresión desde temprana edad
En el año 2019, el Comité Olímpico Internacional emitió un comunicado en el que se calculaba que el 35% de los atletas profesionales sufren algún tipo de crisis por problemas de salud mental (trastorno de déficit de atención, bipolaridad, ansiedad, depresión). Teniendo en cuenta que la NBA tiene alrededor de cuatrocientos cincuenta jugadores en nómina, esto correspondería a más de ciento cincuenta. Y puede que la cifra sea mayor, debido a los efectos de la pandemia. Una muestra de que el éxito no siempre es sinónimo de felicidad. Algo que tiene mucho que ver no solo con los origines de los deportistas, sino con la dedicación que exige la vida deportiva y la presión del escrutinio público.
La historia de DeMar DeRozan, por ejemplo, es la de muchos jugadores de la NBA. Creció en la conflictiva ciudad de Compton, en California, donde vio cómo familiares y amigos perdían la vida por la violencia de las pandillas. Pero se enfocó en el deporte y, con el apoyo de su padre y sus entrenadores, pudo alejarse del mundo del alcohol, las drogas y la delincuencia. Perseveró hasta convertirse en profesional, aunque tenía constantes episodios de depresión. Hoy, cuando rinde en la cancha mejor que nunca, sigue lidiando con ellos. Sin embargo, hace cuatro años, encontró una manera de canalizar su experiencia. «Llegas a una edad en la que sientes que se trata de ayudar a los demás», declaró DeRozan, en una entrevista de ESPN, poco después de escribir el tuit. «No se trata de ser una persona egoísta por las cosas por las que estás pasando: otras personas también están pasando por cosas. Si puedes compartirlo y ponerlo en primer plano, puedes ayudar a alguien. Ya sea una persona, cien o mil. Finalmente llegué a ese punto en el que era hora de decir algo».
Ataques de pánico durante los partidos
De alguna manera, DeRozan había abierto una vía de escape para los jugadores. Poco después, Kevin Love se propuso hacer lo mismo y contar su historia en la página web de The Player’s Tribune, en una columna titulada «Todo el mundo pasa por algo». Su agente le preguntó si estaba seguro de hacerlo. Pero él estaba convencido que podría ayudar a alguien hablando de la ansiedad y los ataques de pánico que había sentido durante los partidos. En especial uno ocurrido en noviembre de 2017, que le impidió finalizar el encuentro y que, ante los periodistas que lo cubrían, se calificó como «una repentina enfermedad».
Hasta entonces, para él, estas cosas eran una debilidad que podía desbaratar su éxito deportivo o hacerle parecer raro o diferente. «Recuerdo que cuando llevaba dos o tres años en la liga, un amigo me preguntó por qué los jugadores de la NBA no acudían a terapeutas», explicó Love en la página de The Player’s Tribune. «Me burlé de la idea. Ninguno de nosotros va a hablar con alguien. Yo tenía veinte o veintiún años y había crecido rodeado de baloncesto. Y en los equipos de baloncesto nadie hablaba de lo que les costaba por dentro. Recuerdo que pensé: ¿Cuáles son mis problemas? Estoy sano. Me gano la vida jugando al baloncesto. ¿De qué tengo que preocuparme? Nunca había oído a ningún deportista profesional hablar de salud mental, y no quería ser el único. No quería parecer débil. Sinceramente, no creía que lo necesitara».
Una plaga en la NBA de hoy
Hasta ese momento, la salud mental era un tema tabú en la NBA. Pero bastó con que DeMar DeRozan y Kevin Love hablaran de ello para derribar los estigmas que hay alrededor del tema. En realidad, para muchos jugadores, era la primera vez que oían a un compañero hablar de depresión y problemas de ansiedad. «Escucharlos me hizo darme cuenta de que nunca debes asumir que sabes por lo que está pasando la gente o qué luchas pueden estar teniendo, que está bien ser abierto cuando se necesita ayuda, que lo peor que se puede hacer es ignorar o suprimir la salud mental de uno», ha declarado Paul George en una reciente columna en USA Today. «Todo el mundo sufre el estrés del día a día. En el caso de los deportistas, se espera que rindan a un nivel muy alto y que actúen ante millones de aficionados, y normalmente no están sanos al cien por cien. Ese estrés puede afectarte, y a veces puede romperte en los momentos decisivos. Pero ahí es donde tienes que conseguir y aprender esa fortaleza mental».
«Ser excelente y estar en la élite no te exime de ser humano», afirmó Kensa Gunter, directora del programa Mind Health de la NBA a Washington Post. «Creemos que, si tienes acceso a todos estos recursos financieros, si vives en el ojo público y tienes un talento excepcional en la cancha y eres capaz de hacer estas cosas notables con las que el resto de nosotros solo podríamos soñar, ¿cómo podrías tener problemas? Esto rompe con la idea de que la gente tiene éxito porque no experimenta adversidades y humaniza la conversación diciendo: “Esta persona que tiene éxito también se enfrenta a retos, y aprender a gestionarlos y sortearlos es parte de lo que contribuye a su camino hacia el éxito”».
Fantástico artículo Laura.
Creo que en la última foto en la que se indica Ron Artest, diría que es Kobe Bryant.
Saludos!!!
Gracias Bruno, error mío, no de la Laura.
Pingback: Las lecciones de Alice Merryweather: una recuperación heroica - Jot Down Sport