Para los que no lo sepan, el XXVIII Campeonato Mundial de Balonmano Masculino se celebrará en Polonia y Suecia entre el próximo 11 y 29 de enero bajo la organización de la Federación Internacional de Balonmano (IHF), la Federación Polaca de Balonmano y la Federación Sueca de Balonmano. Un total de 32 selecciones nacionales de cinco confederaciones continentales competirán por el título mundial, cuyo actual portador es el equipo de Dinamarca, vencedor del Mundial de 2021. El combinado nacional, Los Hispanos, no faltarán a un evento al que acudirá con la sana intención de acabar lo más arriba posible.
En estos años que nos ha tocado vivir es lógico situar a España entre las favoritas. Normal, cuando en menos de dos décadas se consiguen dos mundiales (en 2005 y 2013) y otros tantos europeos (en 2018 y 2020). Sin olvidar las medallas logradas en los JJOO (en 1996, 2000, 2008 y 2020). Sin embargo, cuando el balonmano patrio estaba dominado por los equipos levantinos, Gallego y Lamas pitaban todos los encuentros que ofrecía la pequeña pantalla, Domingo Bárcenas era conocido por todo el mundo y el At. Madrid y el FC Barcelona soñaban con codearse con la élite del balonmano continental, todos nos conformábamos con un digno quinto puesto en el evento que tocara. Las selecciones de la Europa del Este y las escandinavas eran tan superiores que otra meta era impensable pese a la calidad de un grupo de jugadores sin esa chispa de competitividad que distingue a los buenos.
Esa falta de competitividad, a la larga, fue clave para el final de este artículo. Un punto final tan inesperado como merecido, impensable cuando España se veía obligada a disputar el Mundial B tras firmar un ridículo espantoso en Los Ángeles 84. Allí, la ausencia de la URSS y compañía no allanó el camino de una selección que arribaba a California con la moral por las nubes y que se volvió para casa con un bagaje que lo decía todo. Para salir de la Segunda división del balonmano mundial la Federación tiró la casa por la ventana, apostando por un seleccionador extranjero (algo nada habitual por entonces). El balcánico Branislav Pokrajac fue el elegido.
Técnico de prestigio, que curiosamente ganó el oro con Yugoslavia en Los Ángeles, tenía la complicada misión de darle empaque a un grupo de jugadores talentosos. Los mismos a los que Juan de Dios Román no había sido capaz de sacarle rendimiento en California. Pokrajac, con un libreto muy particular y fallecido hace algunos años, hizo los deberes en el Mundial B (disputado en Noruega en 1985). Ascendió a España y la clasificó para el Mundial de Suiza de 1986. Cita en la que estaban en juego varias plazas para los JJOO de Seúl. En tierras helvéticas de nuevo sería Juan de Dios Román el encargado de tomar las riendas de un combinado al que un temporero tan cualificado no podía haberle sacado más rendimiento.
Para el segundo mundial de la historia, los 16 jugadores convocados fueron Rico (At. Madrid), Zúñiga (Teka) y García (Cacaolat), como porteros; Reino, Chechu y López León (At. Madrid), Papitu y Uría (Barcelona) y Novoa (Tecnisán), primeras líneas; De la Puente (Barcelona), Puig (Cacaolat) y Luisón (At. Madrid), pivotes; y Julián Ruiz (Teka), Cabanas (Tecnisán), Milian (At. Madrid) y Serrano (Barcelona), extremos. Quedaba pendiente de incorporarse al grupo de Suiza, Melo (Tecnisán), que se recupera en Alicante de una lesión. Evidentemente, todos echaban en falta en esta relación al mejor jugador patrio: Cecilio Alonso, al que una lesión en el hombro impedía defender a España. Una ausencia de muchísimo peso.
A priori, sin Alonso, pocos apostaban por una selección que quedaba encuadrada en la primera fase en el Grupo del anfitrión, Polonia y la RFA. Complicados rivales a los que España no pudo doblegar (sumó sendos empates ante Polonia y Suiza y una derrota ante la RFA). Resultados que explicaban que tuviera que verse las caras en la siguiente ronda con lo más granado del balonmano. Siendo sinceros, Seúl era una meta tan lejana como improbable para unos jugadores a los que de nuevo les había faltado competitividad. Sin embargo…
España tiró de carácter ante Yugoslavia, la URSS y la extinta RDA. Pese a perder ante la que a la postre sería campeona del mundo tras derrotar a Hungría en la finalísima por 24-22, España soñó con la machada hasta el final (18-17 al final de los 60 minutos reglamentarios). Una machada que sí lograría poco después ante la URSS (17-25). En Lucerna, España bordó el balonmano. Con una defensa de manual y un ataque casi perfecto. Victoria que le permitía depender de sí misma para alcanzar el choque que podría certificar su presencia en los JJOO. Ante la todopoderosa RDA.
Y si España brilló con luz propia ante la URSS, ante la antigua Alemania Democrática emergió la figura de un portero que estaba bajo la sombra de Lorenzo Rico, pero que en Suiza comenzó a demostrar que podía formar parte del selecto club de mejores arqueros del Viejo Continente. Miguel Ángel Zúñiga. Sus paradas, una buena defensa y varios goles consecutivos de Melo firmaron un 19-21 para la historia. Juan de Dios Román acabó viendo el partido entre el público tras ser expulsado. Y es que el arbitraje en el tramo final, como repetía una y otra vez Luis Miguel López, parecía decantarse por una potencia a la que el paso de los años parecía pasar factura.
Ya con el billete en el bolsillo para Seúl asegurado, España alcanzó el quinto puesto tras derrotar a Islandia por 24-22. Pese a lo ajustado del marcador, el combinado patrio nunca temió por una victoria que hace 23 años le permitía hacer historia. Pese al quinto puesto de Moscú 80, nuestro país nunca había estado tan arriba en un campeonato en el que participaran los mejores. Los que no fallaban a la hora de la verdad.
Dos años más tarde, España volvería a fracasar en unos juegos olímpicos. En Corea del Sur, como sucediera en EE.UU. cuatro años antes, los nuestros no estuvieron a la altura de las circunstancias. De nuevo, la calidad no fue sinónimo de competitividad. Todo lo contrario que sucede en nuestros días. Los Hispanos, con más hombres que nombres, seguro recuerdan qué le sucedía al balonmano patrio cuando eso de las medallas era exclusividad de unos pocos países. En los 80, cuando España no podía ni imaginar todos los logros (de selección y de clubs) que estaban por llegar…
Un día ojalá se analizase las innumerables oportunidades que Juan de Dios Román tuvo en el banquillo de la selección. El eterno retorno.
Ben Modo, ¿el gran Gabi Ben Modo?
O Juan Carlos. La mítica pareja de hermanos del Puleva Málaga.
Mi ídolo infantil.
Muchas felicidades José Antonio por el artículo. ¡Por una vez se escribe «literatura» de nuestro amado balonmano! Mucho se habla del ciclismo como el deporte de la épica y son ingentes los libros, cuasi novelas que relatan las historias, hazañas y miserias de ese deporte. El balonmano también las tiene y forman un cuaderno de recuerdos imborrables.
En este sentido, siempre guardo en la memoria lo mucho que aprendía de Juan de Dios Román. Era un «libro abierto de conocimiento y cultura balonmanista». ¡Cuánta sabiduría! Tengo grabado a fuego , cuando siendo un niño, le escuchara, comentando un partido junto al inolvidable Luis Miguel López, ilustrarnos tras un gol desde el extremo, señalándonos que la ejecución había sido un claro ejemplo de la «escuela rumana». Genio y figura.
Muchas gracias por ayudarme a recordar porque recordar es volver a vivir.