Tuvo mala suerte. Un accidente grave en Calatayud truncó su carrera. La federación le impidió volver a correr en una decisión dudosa, polémica y oscura. En su regreso, siete años después, otro accidente en Brno volvió a alejarle de los pódiums. Sin embargo, también tuvo buena suerte por una sencilla razón: Fernando González de Nicolás (Madrid, 1948) después de todo lo que pasó está vivo para contarlo. Ostenta un récord indiscutible: a la constancia en el amor a la moto. La carrera del Nani o el Rana es la de un deportista al que nadie le regaló absolutamente nada. Participaba en los grandes premios por su cuenta y riesgo junto a su inseparable amigo y también piloto Carlos de San Antonio, el Trompa. Después de recorrer miles de kilómetros, salían en la carrera, dormían en sus furgonetas y volvían, otros tantos miles de kilómetros para estar el lunes en el curro. Hay historias de éxitos y laureles, la suya es de determinación.
¿En qué estás ahora?
Sigo luchando por conseguir el récord Guinness de haber competido en ocho categorías del Mundial. Lo he hecho en 50, 80, 125, 250, 350, 500 y 750 cc, me falta sidecar. Ya podría tener el récord, porque tampoco nadie ha participado en tantas, pero me he obsesionado con el reto. Estoy intentando conseguir dinero para salir en Los Arcos, en Navarra, en la última prueba del campeonato del mundo. Ahora mismo en España solo hay un piloto activo, Leandro, que es de Terrassa, perdió la pierna en un accidente, corre con prótesis, y de pasajero lleva a su mujer, Rosa. Está corriendo en el campeonato francés.
Estuve a punto de lograrlo en Valencia. Estaba inscrito para salir. Llevaba un año entero corriendo en Europa, llegué a Valencia listo, pero justo antes se reunió la Comisión de Alta Velocidad y decidió que los mayores de cincuenta no podíamos participar ni en superbikes ni en sidecar.
Tomar esa decisión de repente… ¿Fue una medida contra ti?
Ya me explicarás… El mánager que organizaba las carreras fue el que me dijo que tenía que rodarme, por eso me hice la tournée por toda Europa y volví a Valencia curtido. Me dijeron que necesitaba al menos cuatro años para estar bien y qué va, solo con uno en Alemania ya dejé a muchos corredores atrás. Cuando no me dejó salir, le busqué y le solté en la cara: «¿Me dices que ruede y luego no me dejas salir?». Le metí una hostia, medía dos metros el tío, pero se cayó por las escaleras de la Torre de Valencia para abajo.
Yo cumplí, estuve un año rodando, alcancé los tiempos que ellos estipulaban que eran necesarios para poder estar en la salida y, cuando ya estaba allí, decidieron que no podía salir. Después de todo lo que hice. Antes me habían hecho igual, estaba listo en Albacete para salir y me sacaron. Esa vez dijeron que motos con más de cinco años no podían correr. Por eso estoy ahora endeudado, por todo lo que he metido en el sidecar para nada.
La primera vez que ibas a correr en sidecar fue cuando se suspendió el campeonato de Yugoslavia por la guerra y se celebró en el Jarama. Estabas anunciado, se quedó todo el mundo a esperar a que salieras y… no saliste.
En esa carrera me trajeron un sidecar nuevo, pero no tenía motor. Le compré un motor a un suizo, que según él estaba perfecto, pero no lo pude probar. Cuando lo puse en marcha en el Jarama, las marchas no iban. Corrí igual, pero en esas condiciones me quedé a dos segundos y no me dejaron salir.
Has estado a punto tantas veces de salir… qué mala suerte.
La más gorda de todas fue la primera. Fui a recoger el sidecar una semana antes de la carrera. Me tuve que ir hasta Zurich a por él. Miré a ver si cabía en la bodega de un avión, pero no entraba. Alquilé un camión de frutas, no veas cómo olía aquello, y me lo bajé hasta Jerez. Dos mil quinientos kilómetros. Salimos el viernes y llegamos después del primer entrenamiento. Cuando iba a salir, mi copiloto, un inglés que había contratado, se fue con otro. Uno que se había hostiado en los entrenos y se había quedado sin pasajero, así que pagó al mío y me lo birló. Me quedé ahí sin salir. Luego en la carrera volvió a hostiarse el menda. Me fui al hospital a ver a mi excopiloto y se me puso a llorar… ay. Para poder volver en 2002 tuve que vender el piso. Se me metió en la cabeza que tenía que conseguir el Guinness, pero me fueron pasando todas las que os he contado.
Tengo el sidecar en Tarancón y sigo con la idea de salir entre ceja y ceja. Lo que pasa es que hace falta dinero y no son mil euros. Para empezar, ahora mismo necesitaría unos veinte mil pavos como poco. Tengo que entrenar, ver que no me van a poner impedimentos para la licencia, que ya he estado hablando con el presidente de la federación. Luego tengo que ir a Inglaterra porque necesito asesoramiento, ahora han juntado las categorías de Fórmula 1 y Fórmula 2 porque no completaban la parrilla. Actualmente salen veinte pilotos y este año solo hay diecinueve. Y luego es que no hay premios, esa es otra, tienes que amortizar los gastos solo con patrocinadores.
¿Físicamente estás bien con setenta tacos?
Pues para estar en condiciones y tener un fondo primero tengo que tener la licencia y todo lo demás, porque no voy a estar preparándome como cuando lo de Valencia o lo de Motorlab si luego me dan con la puerta en las narices. Pero lo primero es sacar dinero, si no, complicado. En la última solo me gasté cinco mil pavos porque me dieron un empujón los amigos. Y tuve suerte al final de no salir, porque se me hubiera partido el soporte del motor, que va dentro del chasis. Eso si se rompe, se hinca y sales volando. Me di cuenta después.
Una vez en el circuito Paul Ricard, donde fue más deprisa en la recta de Mistral Rolf Biland con el sidecar que Eddie Lawson con la Yamaha de 500, se le rompió esa pieza a Alfred Heck. Se dio contra una pasarela que había a cuatro metros y se mató. A Leandro el de Terrassa le pasó lo mismo yendo con su mujer, no se mataron porque Dios no quiso. Por eso yo, ahora mismo, si entreno y veo que no estoy… pues puedo estar loco, pero no hasta ese punto. Estoy loco, pero cuerdo. Tengo un pulmón hecho polvo y me cuesta un huevo respirar. Voy a entrenar y si veo que estoy en condiciones, lo haré, pero si veo que no puedo es que sería de tontos.
Estés como estés, lo que está claro es que sin dinero no se compite.
Empecé con quince años, me he subido en todo tipo de moto y todo tipo de cilindrada, pero cuanto más aumenta tu categoría, más dinero necesitas. He sido subcampeón de España de coche y de moto, cuando llegas a un nivel ya sabes lo que necesitas y tienes que tener posibles. Esto es un saco sin fondo. Tú te compras una moto nueva, de fábrica, y para hacerla competitiva tienes que empezar a quitar y poner piezas de alto nivel. Una horquilla mejor, frenos mejores, cilindros mejores… Todo eso es dinero.
Antiguamente había premios y primas de salida, ahora no hay nada. Ahora tienes que pagar por ir, que tiene tela. Antiguamente, había carreras en España, en Cullera, en Jerez o en La Bañeza, donde yo he cobrado trescientos billetes por ir. Cuando me quitaron la licencia de las motos y me metí en los coches, me hacía dos subidas en una semana y volvía a casa con doscientas o trescientas mil pesetas. Yo así funcionaba. Llegué a correr en Suzuka, en Japón. Con la moto de 500 me llevaba medio millón de pesetas y si sacaba algún premio cubría con los esponsores.
En los coches, cuando te quitaron la licencia de moto, te fue bien, pero siempre quisiste volver a la moto.
Cabezonería. Cuando me quitaron la licencia de moto fue un sinsentido. El doctor Simeoni, que era el que estaba de director de Servicios Nacionales de Medicina Deportiva del Consejo Superior de Deportes, ese, por orden de alguien, fue el que hizo el informe de que yo podía hacer cualquier deporte menos montar en moto. Tiene cojones.
Me tiré seis años sin poder competir en moto. Antes de que me quitasen la licencia ya había probado con los Lince y me pasé a los coches. Ahí también costaba tener un coche a punto para competir. Me acuerdo de que una vez en Orense el padre del Fonsi me dejó un coche. Era un circuito de esos perruno, todos los exteriores eran con arena, grava… Se salió uno, montó el cristo, hizo un trompo, se quedó en el medio a trescientos metros de la salida, le fui a esquivar, vino uno por detrás, me dio y salí volando. Había estado preparando el coche hasta las tantas en mi taller la noche antes y se lo devolví cuadriculado [risas].
Para volver a las motos, ponía un recurso todos los años, recurso y recurso, pero nada, estaba el Luis Soriano y no me aceptaron ni uno. Un día, después de conseguir el campeonato de Castilla de subidas con el coche y el subcampeonato de España de turismos, me tuve que presentar allí en las oficinas con otro recurso y ponérselo encima de la mesa. Ahí volví a conseguir la licencia.
No se entiende que la federación hubiese encargado una moto para ti y al año siguiente te quitase la licencia.
Fue por el accidente.
¿Pero seis años?
Porque había una mano negra. Alguien que no quería, que no voy a decir quién es porque no está aquí ya, pero ese me ha fastidiado mi carrera deportiva.
¿Si tu padre era torero, por qué te dio por las motos?
Hice mis pinitos, mi padre me llevaba a capeas, pero cambié los cuernos por el manillar. Si mi padre hubiese sido figura, igual me hubiese encandilado más. Un amigo mío, José Luis Marugán «Cuchareta», tiene una placita en Segovia, un tentadero, y ahí, antes de que me diera la locura del sidecar, me estuve planteando rejonear en moto [risas].
¿Cuándo te subiste por primera vez a una moto?
Mi padre tenía un taller. Era un artesano de la madera, muy bueno, un virtuoso. Hacía guitarras, violines, arreglaba pianos acordeones, reparaba muebles, lámparas de cristal… Un día apareció en el taller con una Mobylette. En cuanto se fue, que se iba todos los días al Rastro, la cogí y me fui por ahí con ella. Esa fue mi primera vez. La portera, que era un cuezo, se lo dijo a mi padre y ya no la volvió a dejar ahí. Luego me puse a trabajar en un taller de motos, en la calle General Pardiñas y un día vino un pájaro con una Peugeut BB, una azulita…
También tuve una Ossa, que es con la que íbamos el Nieto, el Ángel del Pozo y yo a la Cuesta de la Vega casi todos los días. El Nieto tenía una Ducson, el Ángel una Derbi y nos íbamos a subir y bajar la cuesta cuando no había circulación ni guardias. Ángel del Pozo tenía un Servicio Torrot en Marqués de Mondejar, donde estaba la cárcel de mujeres, fíjate como sería que probábamos las motos dentro del edificio. En aquella época lo que había era unos baches… una vez me caí al lado de un tranvía y menos mal que llevaba un abrigo de los antiguos.
¿Hacíais carreras?
Corríamos a ver quién subía y bajaba primero. Mi Ossita tenía dos marchas y la preparé de tal manera que solo iba en primera. La comprimí tanto que por las noches el tubo acababa al rojo vivo. En los semáforos me gritaban los de los coches que me iba a quemar y yo: «Ya, ya sé, ya».
¿Cómo disteis el salto de chavales a profesionales?
Yo me metí y luego el Trompa empezó a venir conmigo más tarde. Cuando a mí me quitaron la licencia, él se quedó solo, hizo dos temporadas y se retiró. Mi primera carrera fue en Zamora o en Palencia, no me acuerdo. Me fui a carburar la moto con Ángel del Pozo al Paraninfo, era una Derbi 74. Se me hizo de noche y salí con prisa. Iba con el mono detrás y el asiento que lo había hecho mi padre de madera, un cuarto de huevo. Iba sin luces, paré en un bar a tomar un café, fui al baño y desde el servicio escuché a unos policías que entraron preguntar: «¿De quién es ese cacharro que hay ahí?». Salté por la ventana del WC, me escapé y tiré hasta San Rafael sin arrancar la moto, pero cuando tenía a doscientos metros las luces del pueblo, me estaba esperando la guardia civil con ametralladoras. Me querían llevar al cuartelillo, me dijeron «¡arráncala!», pero le quité la bujía a escondidas para que no fuese y contesté que no podía. Eran, lo típico, uno bueno y uno malo, y el simpático me dijo: «Anda, quédate ahí, duermes y ya mañana te vas». ¡Y hasta me pagaron el bocadillo!
Tenías que ir a las carreras con la misma moto con la que corrías.
Claro. Una vez, viniendo de Vinaró —que por cierto no nos pagaron—, al salir de Valencia la guardia civil me puso multa por no llevar guardabarros. Se nos hizo de noche y tuvimos que dormir debajo de un puente. En otra carrera, iba por Teruel, corrí con la moto de un amiguete, Paquito Carnicero, tampoco me pagaron, y al volver se le rompió la cuna a la moto, se cayó la aleta y el tornillo hizo reventar la rueda. Me dio tiempo a gritarle «¡No te tires!», pero se tiró. Tuvimos que ir andando hasta un pueblo a esperar a que abrieran los talleres para soldarlo. El pobre tuvo que dormir en un hostal apoyado en la ventana porque no podía tumbarse en la cama.
Como maletillas.
Dormías donde podías.
Como profesional todo cambió.
Esto es como la escuela. Primer curso, segundo curso, etc., y tienes que ir buscándote la vida para pasar. Tú ves que puedes ir a más, pero tienes que tener posibles. Sin dinero, malamente. Esa es la putada. En esa época te ayudaban los amigos y el curro. Yo tenía un taller de moto, otro de coches de chapa y pintura. Curraba toda la semana y el viernes salía para Castellón, Zaragoza… donde hubiera carreras. Al principio me ayudó Bultaco con los recambios, luego me contrataron cuando lo de la Yamaha. En esa época los fabricantes españoles tenían la opción de importar una moto japonesa, yo corría con la moto de ellos y en 250 con la japonesa. Sin embargo, me di la famosa hostia yendo a Calatayud y ahí empezó mi calvario.
¿Qué pasó exactamente?
Íbamos a celebrar el 50 aniversario de la federación a Zaragoza. Éramos entre cincuenta y cien moteros, yo iba detrás de Nieto con una Ducati y me di el palo. El padre del Fonsi fue el que llevó a toda mi familia al hospital a Zaragoza. Allí me operó el doctor Rafael Martínez. Me extirpó el riñón izquierdo y el bazo y me suturó el hígado. Me salvó la vida a mí y a mi madre y al resto de la familia. El que me hizo las transfusión de sangre, el donante, tenía una bolinga…. Pero no había otra, tenía tres de tensión. Siempre le estaré agradecido al doctor y su ayudante, la monja Mercedes.
De todas formas, si no me hubiera pasado eso, estoy convencidísimo de que hubiese ido a Monza poco después y hubiese palmado. Me la hubiera dado en la caída multitudinaria en la que se mataron Pasolini y Saarinen. Estoy convencido. Esto me viene mucho a la cabeza.
Pero ahí se truncó mi progresión. Un juez se llevó todas las motos que se involucraron en el accidente, y a Palomo le dieron la mía. El equipo era Palomo-Nieto. Me ha pasado de probar cubiertas para Michelín y, una vez probadas, me las han quitado y se las han dado a sus pilotos oficiales. En coches y motos. Fui el primero que probó los SLI en 125, pero llegué a Bélgica, me los quitaron y tuve que poner Dunlop.
Luego me empezaron a tocar los cojones con la licencia. Años después, a un hijo del doctor Simeoni, que resulta que corría en coche, me lo encontré en una carrera y me dijo: «Oye, que yo no tenía nada que ver ahí». Algo había ¿no?
Tengo una carta firmada por Paco Bultó, de puño y letra, que me la entregó en el Jarama. Dice: «Querido amigo Fernando, no quisiera que pase 1972 sin haberte enviado breves líneas de felicitación, la campaña que usted ha llevado a cabo con las veteranas TSS es meritoria y digna de elogio, si felicitar es bonito, para mí aún lo es más. No pierda la esperanza que tiene depositada en el deporte de las dos ruedas y conserve la tenacidad que sin duda algún día le llevarán a los grandes triunfos. Reciba mi más válido y fuerte apretón de manos». Cuando se le enseñé a Sete Gibernau, pues era su abuelo, alucinó.
Si por algo se os recuerda al Trompa y a ti es por ir a los campeonatos por Europa por vuestra cuenta.
Iba con un 1500, remolque y una tienda de campaña. El primer remolque que hice para llevar motos lo monté con vallas de obras públicas. Les puse unas ballestas con ejes con bujes de 600, y a tirar. Ese fue mi primer remolque y se ha quedado en el garaje del Trompa, el que lo ha comprado se ha quedado con todo lo que había dentro.
El Trompa y yo nos íbamos juntos al mundial, cada uno en su furgoneta. En la carretera íbamos hablando por radio, porque nos metíamos palizas de tres mil kilómetros. Recuerdo en Alemania poner cepos para ver si pillaba algún conejo, los hacíamos nosotros con alambre. Salíamos con el 1500, el Trompa se subía a la aleta e iba con un palo gritando. Al final cazamos uno chiquitín, que corría poco, con los grandes era imposible, y no nos lo comimos, lo metí en una cajita con sus zanahorias y todo. En esto que llegó Nieto con un Golf y sí que pillaron uno de los grandes, pero apareció la policía en el acto, con la sirena puesta, porque estaba prohibido cazar conejos. Tuve que soltar al pequeñín rápidamente.
Pero se nos metió entre ceja y ceja lo del conejo y, subiendo para Suecia, pillé uno con el 1500. Paramos debajo de un puente y lo pelé. En Suiza habíamos cogido caracoles y los preparamos mientras desollábamos el conejo. Todo bien ¿pero sabéis qué pasó? Que debajo del puente, habían tapado la mitad del río y al cabo de un rato El Trompa no pudo arrancar la furgo, se la tuve que enganchar yo para sacarla con el 1500 de las arenas movedizas. Se me quemó el embrague, tuve que parar más adelante y sacar la caja de cambios.
Otra vez yendo para Finlandia, tenía yo un Avia que empitoné cuando estaba con los Fórmulas. En una cuesta abajo, de repente a la furgoneta del Trompa se le rompió la transmisión por la mitad, se le hincó. La fuimos a arreglar a un taller y, al volver, se me reventó a mí el Avia, se me salía el aceite. Tuve que poner una bandeja grande debajo del cárter y parar cada veinticinco kilómetros para poder rellenar, porque si no hubiera sido imposible. Así era todo cada dos por tres. Cuando nos quedábamos sin dinero, nos teníamos que ir de los sitios sin pagar, sacar gasolina de los coches con una goma… lo que fuera para poder volver.
¿No teníais movidas con otros moteros?
En Spa tuvimos una muy seria. Estábamos toda la familia española cenando en un restaurante en una mesa que tenía una cristalera muy grande detrás. Llegaron dos pilotos guiris borrachos y estos, cuando se ponían toscos, eran gambosos. La montaron en el bar, fuimos a parar la historia y, como vieron que no podían, que éramos muchos, se fueron y, en la discoteca que había al lado ¡tiraron un cóctel Molotov! Reventó todo aquello y se nos cayó encima todo el ventanal. Bajamos al paddock y liamos una con los dos tíos que no veas… El dueño del garito puso una foto nuestra, del Trompa y de mí [risas].
¿Y en los países comunistas cómo os trataban?
En Checoslovaquia para mí fue la leche cuando me hospitalizaron. Me la di en Brno, y el hermano de Morante, el padre de Mariano Morante, campeón de full contact, se tuvo que venir a buscarme y me salvó la vida prácticamente. Estuve dieciocho días en la UVI, clínicamente bien, pero me habían puesto una escayola como a Mazinger Z, del tobillo al cuello, con un agujerito para mear y otro para cagar. Me colocaron unas pesas para cerrar la pelvis, que se supone que es lo que se hace cuando se te rompe, pero se me había roto también el fémur y no lo habían visto. Si no llega a venir a buscarme mi amigo Mariano ahora mismo estaría en silla de ruedas. En Madrid, el doctor Alcocer tuvo que hacer lo contrario con las pesas.
Lo curioso es que al año siguiente volví a Checoslovaquia y me pasó lo mismo. En una bajada que ibas a ciento setenta, en el paso de un pueblo, había una chicana. Estaba caliente porque había hecho tercero en 250 y por eso se me fue la moto. El Nieto ni fue, no quería correr allí. Decía ¿para qué voy a jugarme la vida? Porque una hostia entonces no te perdonaba.
Tú tenías setenta pulsaciones.
Exacto. Una vez en Calafat me di una hostia con una Yamaha y, en la clínica, uno de los médicos, que era motero, me cogió las pulsaciones; setenta di. Años después, en las veinticuatro horas de Montjuic, me las volvió a tomar y me dijo «¡Tienes las mismas que en Calafat!».
Pero encima de la moto miedo siempre tienes; tienes respeto. Si llega un viraje que es a ciento veinte no lo tomas a doscientos, que el suelo está muy duro y, antiguamente, más, que te encontrabas con que había una valla o una casa. En Cullera al final de la recta había un cementerio y, si te pasabas de frenada, tenías que entrar por la puerta. En Jerez, igual, era un inglete. Si ibas muy apurado en los entrenos, para comprobar el límite, te metías entre las lápidas.
¿Nieto se volvió más conservador con el éxito?
Él ya lo había demostrado todo, para qué iba a arriesgar tanto. En Man, se dio una hostia allí y estuvo media hora esperando a que fuesen a buscarlo los helicópteros. Tuvo suerte de que no le pasó nada. Igual que en Portugal, que se dio una fina y tampoco le pasó nada. Tuvo mucha suerte y fíjate luego, qué ironías; fíjate cómo es la vida, cómo te paga. De todos modos, en Portugal se fastidió el escafoide y ya fue para abajo porque ahora las motos tienen puños rápidos, pero entonces tenías que acelerar dándole la vuelta entera al mango.
Pero en dos y medio no iba.
Iba, pero lo tenía todo ganado con la cilindradas pequeñas. Cuando los pilotos han hecho cosas buenas en categorías medias o intermedias, al subir, por lo que sea, no se han adaptado. Pasa actualmente igual, mira al Lüthi, en 125 y Moto 2 era muy bueno, pero ha estado dos temporadas en Moto GP y ha tenido que volver. Este deporte es muy jodido, tienes que reunir una serie de cosas además de la suerte y que todas se conjunten. Un día te pasa una cosa, otro otra, y siempre tienes que estar poniendo dinero. Los patrocinadores quieren al que dé imagen para la marca, van a por el Márquez, el Lorenzo, el Viñales y los demás, pobrecitos, a pagar.
¿En los países socialistas te movías libremente por ahí?
Estos países, para atravesarlos, te daban un visado por horas. Ay de ti como te pasaras de tiempo… Una vez se me ocurrió meterme en Berlín Oriental y había seis o siete coches retenidos, cinco de ellos españoles. Tuve que soltar cien marcos para pasar, y de la RFA, billetes de los suyos no querían. Si no pagabas la multa, no te dejaban salir de allí. Unos españoles que estaban de viaje de novios me pidieron prestado los pobres.
Luego allí la peña por un pistón o bujías te daban a cambio champán del bueno, o cristal de Bohemia. He tenido siempre la casa llena de copas y jarrones. A las tías les dabas unas medias de seda y no veas, daban cuatro saltos mortales. En el hospital, me llevaba una enfermera a un cuarto, que era como los lavaderos de coches, me metía ahí dentro y me hacía pajillas por el agujero que me habían dejado en la escayola. Si no llega a ser por eso no hubiera sobrevivido ahí dentro. Estaba muerto en vida.
El hermano de Morante metió caña para sacarme, les gritaba «¡que le tienen abandonado!». Es que me habría quedado inválido si no me saca. Entonces no iban los médicos de la federación como ahora. Me tenían tumbado en la cama, rodeado de un montón de maquinaria de última generación que no usaban. Echaba las horas comunicándome con la enfermera marcándole palabras del diccionario. Cada vez que asomaba, la señora que estaba al lado en la habitación me señalaba al pasillo y decía «lásku, lásku», que viene tu amor.
Al Trompa en una lo tuve que sacar yo del hospital, en Salzbugring, porque tenía una enfermera que era de la Gestapo. Se reía de él y con una risa… En la habitación, al lado, tenía un loco que también se reía todo el rato. El Trompa estaba negro, gritaba desesperado «¡Que me quiero ir de aquí!». Tuvo que venir el que estaba de guardia para firmar y que saliera. Lo escayolaron y me lo llevé al circuito. Luego para volver, no veas. Con la escayola el Trompa no podía conducir, se lo tuvo que bajar el que venía conmigo de mecánico, porque el que iba con él no llevaba carné y el que venía conmigo, que era el Boqui, el Boquerón, ¡tampoco! pero sabía conducir. Mi furgoneta la llevaba, pero claro, iba yo con él.
¿Cómo es que no competiste en un equipo profesional con más infraestructura, como el de Nieto?
Una vez me ofreció firmar un contrato para estar en su equipo, pero era con la condición de que quedase siempre por detrás de él. Una vez con la Derbi en Sevilla, sí corrí toda la carrera detrás de él, era en 50 cc, le pude haber pasado, pero prefería al año siguiente ser su compañero para el mundial de 50. Sin embargo, luego salimos ambos en 125 y ahí ya estuve toda la carrera que te paso, que me pasas, y al final, a cien metros de la meta… lo pasé. Ten en cuenta que la Bultaco con la Derbi tenía como quince caballos de diferencia. A partir de ahí no volvió a hablar conmigo de llevarme en su equipo.
Y a raíz de eso hubo situaciones que… como si me hubieran borrado del mapa. En esa época estaba el Soriano en la federación y hacía todo lo que decía este, le daban cuartel a los pilotos que les decían sí a todo y a los demás, nada. Esto iba con todos, no era solo a mí. Una vez me encontré con que se habían dejado un cable de la goma del agua de la Derbi con un hilo. ¿Tú te crees que la fábrica se va a dejar un cable así? Eso no te lo deja un mecánico así. Se partió, claro. El otro día también uno de Ferrari, a diez vueltas del final, después de hacer primero en todos los entrenos, tuvo una avería y acabó tercero. Eso no es muy normal. En los equipos siempre hay alguien que tira más por uno que por otro, el conjunto no lo hacen.
En el Jarama me hicieron otra a propósito. Me dieron un apretón a los racores del freno. Eso, si tú aprietas, lo revientas, pero si no aprietas del todo, se queda rajado. Entonces, cuando frenas, es cuando se rompe. Salta y te quedas sin frenos. Así me pasó y pasé por encima de uno que había por allí que no me lo llevé por delante de milagro. Fue cuando me estaba jugando el campeonato de España de Fórmula 1430, en el que quedó campeón Van der Hoeven.
¿No averiguaste quién te lo hizo?
[Risas] Es que si lo llego a saber… Otra vez en coches, en Montjuic, me tocaron a mala leche en la rueda trasera, en la dirección. En el cambio de rasante uno se puso a mi rebufo, me tocó y del impacto con el guardarrail me fui en mitad de la pista. Me levanté corriendo intuyendo que venían los demás, fíjate lo que es el instinto, y efectivamente venían y me dieron. Todos. Me acabaron de joder el coche. En la siguiente carrera en el Jarama me fui a por el que me había dado, le hice lo mismo en la rampa Pegaso, con la mala suerte para mí de que solo hizo dos trompos, se dio con el guardarrail pasado el túnel y no se hizo nada. Solo se le jodió la mangueta.
¿Por qué te llamaban el Rana?
Por cómo iba en agua. Una vez en el Jarama nos llevaron a siete u ocho pilotos a probar ocho motos, cogí la más patatera, llovió y les metí una tunda a todos.
Pero en el casco llevabas dos orejas de gato.
Desde jovencito, me levanté un día e hice ese dibujo.
¿Tuviste mal rollo con muchos pilotos?
No tuve mal rollo con ninguno. Siempre hay unos que van de estirados y otros que te dan cuartel. Me he llevado muy bien con Lucchinelli, Capirossi, Cadalora… También con Barchitta, que atropelló al venezolano Ivan Palazzese y lo mató en Hockenheim. Se cayó y lo pasó por encima. Una cosa como la de Simoncelli.
También me llevaba con Uncini, de Honda, que se cayó en Assen, le golpeó Gardner en la cabeza, salió el casco disparado, estuvo en coma, sobrevivió, pero no corrió nunca más. La paradoja fue que Gardner fichó luego por Honda y fue campeón. Lo que son las cosas. ¿Sabéis lo que le pasó en Misano a Gardner? Cuando estaba arriba, los contrincantes le pusieron una pancarta sobre su mujer, no sé si será la madre del niño que está compitiendo ahora, que decía «A tu mujer se la está follando el mecánico». Al suelo se fue al verla y estaba por el campeonato. Se le fue la olla.
¿Qué pilotos actuales te molan?
Márquez es la repolla. Gracias a él la afición está creciendo, aunque mucha gente no esté con él. El Trompa le ponía velas negras. Yo le decía «pero sé patriota al menos y reconoce que este tío es muy bueno». Es que el Trompa era rossista y Rossi tendría tres campeonatos más si no hubiera venido Márquez, que también tiene mucha suerte, y que siga así, porque las hostias que se ha dado… Mira la de Mugello, y cuando se jodió la vista con la Moto 2. Tiene suerte, la suerte del campeón.
Y Rossi, que es el que más trofeos tiene, que no tiene que demostrar nada ¿por qué sigue ahí? Porque le tiene un amor a la moto impresionante. No creo que haya pilotos en el mundo que estén llevando a cabo lo que hace él con sus equipos, el rancho que tiene, y sigue ahí dando el callo. Lo de este es para quitarse el gorro. Con su padre corrí en su día, estaba hecho un hippie [risas].
Cuando vas a tanta velocidad, ¿qué piensas?
Pues por dónde le paso a este, vas conservando, controlando la temperatura, las vueltas; viendo si entras más rápido en las curvas o menos según en qué posición vayas. Ahora los niños tienen mucho control mental, nosotros corríamos con más corazón que cabeza. Era más emocional y se corrían muchos riesgos. Así se gana y así se pierde, eso lo decía el padre de Pedrito Alba, que se mató en Castellón porque se le cruzó un perro.
Yo corrí esa carrera. Me acuerdo de que me fui con el coche nevando, por la carretera antigua, que había que subir unos puertos que me cago en diez. Tenía que ir por los raíles que dejaban los camiones. Me tuve que traer de vuelta a su pobre padre, que se habían ido en un 600 alquilado y no tenía el carné. Había treinta pilotos y va el perro y se le cruza a él.
Es que en aquella época tenías a la gente sentada en la carretera. En Cullera, Almansa… o en la Bañeza. Ahí gané yo dos años cuando había apuestas, como en los caballos. Me quería poner una reclamación Medrano, recuerdo, que luego en Sevilla, cuando se retiró, desapareció con las Bultaco. No sé si estuvo en busca y captura, al cabo del tiempo lo localizaron. Era muy bueno este hombre.
Ahora, a los moteros, moteros auténticos, no les gustan las competiciones actuales porque los pilotos tienen ventajas para todo; todo es tecnología. Están los sensores, los pilotos ahora mismo saben dónde frenar, dónde meter… Antes todo eso iba por intuición. La carburación ahora la hacen con la centralita, eso es la leche. Lo de antes era más de piloto. No creo que ahora no tengan que pilotar, pero antes si te colabas un poquito solo salías volando por ahí.
Ahora, por ejemplo, la moto no responde después de una curva hasta que no la tengas derecha. Todo, incluido el ambiente, se ha profesionalizado mucho. A las siete de la tarde ya no ves ni un alma en el paddock. Antiguamente, con las caravanas era más cercano. Sin embargo, ahora te vas a una carrera de clásicas, en Cartagena o Albacete, y se junta todo el mundo en plan familiar como antiguamente. Yo antes de salir en cada carrera ponía a tope «Palomitas de maíz» y venía todo el mundo. Hoy eso ha cambiado, en el paddock hay que estar impoluto, van con una camisa nueva a cada entreno.
Ahora el estilo que tenga cada piloto da igual, lo importante es acabar las veinte o veinticinco vueltas y sepas conservar los neumáticos. Ahora tienes que tener un ordenador en la cabeza. Primero, para controlar todos los aparatitos y los sensores, para los mapas, para la centralita. Fíjate lo que llevan los de Fórmula 1 al volante. Dale a un piloto actual un coche de los de antes que tenías que soltar una mano del volante para cambiar de marchas. Antes, en la moto igual. Tenías que coger el embrague para cambiar, ahora solo es con la primera, ya no lo usan ni para reducir ni para cambiar. El otro día me fijé en que la Ducati del Dovizioso, en la salida, para que tenga más adherencia, tiene un sistema que baja la moto, hace que acune y no patine. Ya me contarás. Antes lo más espectacular era la conducción, Kevin Schwantz y Wayne Rainey fueron los que más espectáculo dieron en ese aspecto. Con los Lawson, Spencer, Roberts… esa sí que fue una época…
Aparte de perder la licencia, tu gran tragedia al volver a conseguirla fue quedarte sin patrocinador.
En el 81 volví de Argentina después de haber puntuado con la 125. Mi patrocinador era fuerte, vaqueros Lee, pero desistió de seguir colaborando justo ahí. Me encontré con que me acababa de comprar una moto nueva y tomé una decisión que fue un error, me equivoqué, atraqué un banco y me salió rana… me salió rana. No tenía dinero, necesitaba dinero y se me fue la olla. Tomé una mala decisión, pero en el talego me saqué dos cursos de Derecho. Ahí dentro tienes que tener la mente ocupada, si no acabas hecho una pena. La cárcel es jodida, en aquella época y ahora. Ahí no te reinsertas ni queriendo, si entra uno que ha robado un talón sale hecho un pieza.
Otra cosa que podría meter en el Guinness es que organicé carreras de motos dentro de la cárcel. Eso sí que no lo ha hecho nadie. Lo hice en la de mujeres y en la de hombres. Me traje a los Nieto, a los dos hermanos, al Fonsi y al hijo del Uge. Debió ser el 83 o el 84. ¿Quién ha hecho eso? Un circuito con minimotos dentro de una cárcel. Las tías se cabrearon porque no las dejaron bajar a tirarle los tejos a los niños.
Recuerdo que yo estaba enfrente de su pabellón y nos comunicábamos moviendo una botella de plástico por la ventana. Me eché una novia y así hablaba con ella. También monté una emisora de radio. Estaba el Evangelista en la cárcel, el boxeador, lo metí de colaborador en el programa. Le leíamos poesías a las tías… Perdí ahí dentro cuatro años, volví en el 86 a una carrera en el Jarama con motos que me dejó el Nieto para entrenar. Fue la primera carrera que hice y gané, con la RD500.
Decían en el reportaje que te hicieron en El Mundo que tenías que meterle a la moto en un año lo que ganaba Laurie Cunningham, el jugador mejor pagado del Real Madrid en aquel entonces.
No sé lo que ganaría Cunningham, pero el año del sidecar me gasté cincuenta millones de pesetas. Yo tuve tres puticlubs, tres, y un taxi, que lo cogía de noche para despistarme de casa un poco. Ese taxi tuvo tres conductores, nunca paraba. He tenido tiendas de ropa, talleres aquí en Vallecas, donde preparaba motos, tenía mi capacidad, pero ahora ya se me ha pasado el arroz porque no estoy al día. Pero de todos esos negocios, todo lo que sacaba lo metía en el motor. Ha sido una auténtica adicción. Encima, no he conservado mis motos. Si las hubiera guardado tendría ahora una fortuna, como le pasa a otros, pero siempre tenía que vender para comprar otra. El dinero hacía falta antes para correr y hace falta ahora. Actualmente, los padres se arruinan. Hipotecan hasta a la mujer para que el niño corra.
Al menos hiciste todo lo que quisiste.
Lo he hecho. He corrido en moto porque quería, igual que volví cuando quise, pero lo que no tuve fue suerte, porque coincidí con un personal que… Sin embargo, tengo un círculo de personas que conozco desde hace cincuenta años y siguen todavía conmigo. Eso dice algo, ¿comprendes? Y eso es importante. Este país es muy hijoputa, tanto te sube como te baja. Si hago el Guinness igual subo para arriba total. Lo importante es que en las redes me sigue mucha gente, tengo muchos seguidores y admiradores que no paran de escribirme y enviarme fotos y recortes que a veces ni recuerdo.
Antes la gente que se introducía en las carreras era más gente de barrio. Donde había muchos pilotos era en Levante y Cataluña, en Madrid siempre ha habido menos. No era zona motera. Había muchos grupos que iban en moto, pero no es lo mismo ir a darte una vuelta a la Dehesa de la Villa que dejar tu curro e irte a correr carreras, que si te das una hostia, ¿quién atiende el lunes tu negocio? Eso es para verlo, no para contarlo, porque si te lo cuento no te lo crees.
Cuando yo volví a las motos, después de ocho años, en el 78, me encontré con que de repente había frenos buenos de disco, los chasis, que pensaban un quintal, ahora tenían cincuenta kilos menos. Antes, me ayudaban Castrol y Bultaco, pero en mi regreso conseguí que me patrocinase Lee. Fui el primer piloto que introdujo en las carreras un patrocinador que no tuviera nada que ver con el mundo del motor.
¿Qué fue del Marce, que era camionero pero corría con vosotros?
Pobrecito, Mariano García, le pinchó el demonio tres veces y se le ha ido la olla al pobre. Está por ahí durmiendo en coches. Este venía conmigo a las carreras. Al Pelos, Luis Jorge, también me lo llevaba, que se murió. La gente me decía: «¿Pero cómo te traes a estos?». Y yo contestaba: «Joder ¿no habrá que reinsertarles en la sociedad, me cago en diez?». Se metían siempre en el cuarto de atrás a ponerse y les echaba unas broncas: «¡Como vengáis colocados dormís fuera!».
Marcelino iba bien, pero tuvo mala suerte también. Se mató su padre, que se cayó de la estructura de un camión de la flota que tenían. Luego se le mató un hermano en moto, pero bueno, él se ha quedado así por otros motivos…
¿Cómo soportaste tú toda la adversidad que te encontraste?
Con fuerza y motivación. Tienes que hacer algo que te motive, como no tengas algo que te motive estás muerto. Si pasas de los cincuenta y no tienes nada que hacer, ya te puedes ir al cementerio a pedir vez. Y no te digo nada de los sesenta. ¡Ni de los setenta! Yo ahora mismo si no tuviera esta obsesión de llevar a cabo lo del sidecar, ¿qué haría? Todas mis amistades están o en La Almudena o en Carabanchel. Ya no tienes tus círculos, solo me queda irme al taller de mi sobrino y entretenerme un poco allí. Ayudo a reconstruir motos viejas, nos vamos a Albacete a rodar, pero tienes que tener algo. Con la leche del ordenador se me pasa el tiempo volando, pero no me voy a encerrar en casa con internet porque acabaría tonto. Sigo todas las carreras por los medios y, si puedo, voy a los circuitos, pero al que echo de menos es al Trompa, al cabrón. Me iba a verle al garaje, que le tenía que sacar de ahí, porque si no iba yo no salía, se pasó cinco años ahí metido. De hecho, cuando le dijeron que tenía que irse de ahí fue cuando se murió. Descanse en paz.