El deporte profesional está viviendo una gran transformación en todo lo relativo a la salud mental. Por un lado, y más importante, por los atletas. Los cuadros de ansiedad y depresión no deberían tener cabida en ninguna profesión ni práctica, pero tradicionalmente se han considerado una situación que deben «superar» o «resistir» con su «fortaleza». No obstante, las últimas investigaciones o casos como el de Simone Biles vienen demostrando que llevar al extremo la salud mental es contraproducente y que el síndrome de sobreentrenamiento aumenta los problemas mentales y, especialmente, el riesgo de lesión.
Sin embargo, Armand «Mondo» Duplantis, uno de los grandes triunfadores de los últimos años, considera que la fina línea que separa la salud mental del éxito es muy fina o muy borrosa. En una entrevista en The Basement con Gianluca Gazzoli ha hablado del concepto «obsesión saludable». Para él, es imprescindible para lograr el éxito es necesario una dedicación intensa y exclusiva, fruto de la pasión por lo que se hace, sin la cual sería imposible subirse al podio: «Sí, de verdad, tienes que estar obsesionado con el éxito, casi de una manera no saludable… tienes que amar lo que haces».
En la entrevista relata que esa forma de entrenar obsesiva nace de una visión que tuvo mucho tiempo atrás: «siempre creí, desde el principio». Una autoconfianza que no le abandonó nunca: «Siempre empecé por visualizar que era el mejor del mundo, siempre pensé que iba a ser posible». Sin esa fe, sería imposible para él superarse a sí mismo: «Para mí siempre ha sido concentrarme en mí mismo, tener ese impulso interno, esa motivación que te permita, sencillamente, ser tú mismo y conseguir ser mejor que ayer. Esa es la única manera de batir récords».
Duplantis, a sus 24 años, ha batido el récord del mundo de salto con pértiga diez veces en cuatro años y medio. No se puede decir que sea fruto de la casualidad, sus padres también eran deportistas y, desde muy niño, le prepararon para esto. Fue considerado un niño prodigio y sus progresos cuando era imberbe están documentados en las redes sociales. Sus entrenadores siguen siendo sus padres, Greg Duplantis, ex saltador con pértiga, y Helena, jugadora de voleibol y heptatleta.
Pese a que un entorno así podría parecer claustrofóbico para una persona adulta, Duplantis considera que es la clave de su éxito. Sobre todo por la relación con su padre, que es quien cuida su técnica de salto, mientras que su madre es la que preparara los programas de entrenamientos. En la entrevista explica que su padre, en lugar de ser una figura autoritaria, como suelen imaginarse este tipo de preparadores para Juegos Olímpicos, es alguien que le da consejos para que salte más alto y, al mismo tiempo, le ayuda a conducirse por la vida.
«Mi padre es como si fuera mi hermano mayor, tenemos más esa dinámica que otra cosa», reconoce. «Ha permitido que encuentre mi propio camino y siempre está ahí para darme consejos y guiarme si es necesario». Es todo gratitud hacia él: «No puedo más que estarle agradecido por cómo me ha guiado y me ha dejado crecer». Algo que no tiene por qué ser tan armonioso: «Sé que tengo mucha suerte, no es fácil equilibrar la dinámica padre-hijo y padre-entrenador».
La pregunta que todo el mundo se hace cuando se trata de Duplantis es si no ha sido demasiado condicionado por su entorno para ser lo que es. Padres deportistas, ven el talento de su hijo desde niño y lo llevan derecho a un objetivo. De hecho, Duplantis ya estaba haciendo rutinas de entrenamiento desde que tenía 4 años. Podría ser la biografía de decenas de juguetes rotos, pero el saltador niega la mayor. Cree que en su casa hay, ante todo, libertad de de elección: «Mi hermano quería jugar al béisbol y mi padre no sabe mucho de ese deporte, peor le dijo que sí, que no había ningún problema».
Esta respuesta se puede matizar ligeramente con todo lo que reveló el documental Born to fly, ahí se veía a un padre dándole unas chapas importantes sobre lo que es mejor para su futuro, lo que tiene que hacer y sobre todo lo que no puede hacer. Escenas inolvidables en las que el deportista escuchaba aburrido y frustrado jugueteando con el móvil. Solo tenía 17 años. Aunque es cierto que en la película también se veía cómo tenían que ser sus padres los que le obligan a seguir estudiando y matricularse en la universidad por si algo falla a la hora de ser profesional de la pértiga.
En cambio, cuando en esta entrevista Duplantis habla de que su padre le ha dejado elegir su propio camino, se refiere a los detalles técnicos del salto. En el documental, decía sobre su padre-entrenador: «Tiene que darse cuenta de que yo no soy él, y que aunque hace lo que cree que es mejor para mí, llega un punto en el que somos diferentes».
No obstante, a Gazzoli le confiesa que de niño se tuvo que dedicar 24 horas a este deporte: «Por supuesto, cuando era más joven saltar era lo único que hacía. Saltaba todos los días». Ahora es muy diferente, salta con pértiga una vez a la semana, porque su entrenamiento es más diverso: «Entreno como un velocista que también hace gimnasia». Las preparaciones de facetas específicas son la clave: «Lo más importante en el salto con pértiga es la velocidad, la velocidad es decisiva. Quien pueda generar mayor velocidad y energía en la pista será quien salte más alto». Incluso llega a decir que no recomienda saltar tanto en fases de entrenamiento: «Salto menos de lo que suelen hacerlo los saltadores con pértiga, porque no necesito hacerlo tanto, creo que no saltar tanto es bueno, así consigues proteger tu cuerpo, porque saltar puede ser muy duro».
Ahora que ha alcanzado el éxito, es uno de los deportistas más reconocidos del mundo y forma parte de la nueva generación de talentos mundiales, como Biles o Katie Ledecky, pero no siente ningún tipo de presión. Asegura que sigue moviéndose por las redes sociales como un joven más, sin «ninguna estrategia calculada para mejorar el alcance» de lo que publica. Va «por instintos y sensaciones» y busca conectar con los seguidores de forma más auténtica.
A este equilibrio le ayuda, confiesa, su pareja Desiree Inglader «Lo es todo para mí, no solo como deportista, sino como persona. Supongo que ambas cosas van de la mano». Ella es la artífice de que no se sienta desbordado por las expectativas y la atención que despierta su figura: «Creo que me ayuda a encontrar un equilibrio muy bueno en mi vida, lo que es muy importante».
Finalmente, señala que una de sus grandes influencias, aparte de la familia y la pareja, fue su antecesor en el récord del mundo, el francés Renaud Lavillenie. Los motivos son muy prosaicos. Duplantis ahora mide 1,81 metros, pero antes de dar el estirón no era muy alto. Pensaba que nunca podría saltar pértiga como los mejores por su altura, sin embargo, cuando vio lo que medía Lavillenie se dio cuenta de que sí era posible: «Yo era bastante bajo de niño, pero Renaud mide, no sé, tal vez 1,75 como mucho [en realidad, 1,77] y tenía el récord mundial y era campeón olímpico, era el mejor saltador con pértiga del mundo. Me dio esa confianza y la fe de que, si él podía hacerlo, yo también».
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