Después del impacto que tuvieron las confesiones que hizo en su documental sobre el dopaje y su drogadicción posterior, Jan Ullrich ha aparecido en la televisión pública alemana, WDR, y ha revelado que sus hijos son los primeros que vieron Jan Ullrich: la etapa más dura. «Están muy bien informados, los incluimos en ello», ha dicho. Aunque también se ha quejado de que le da pena que sus hijos, que nacieron después de su carrera, no llegaran a verle en directo. Algo que no va muy en sintonía con las condiciones en las que reconoce que competía.
De hecho, ha superado toda esa etapa. Dice «he hecho las paces con ello, es parte de mi vida». Y si algo le ayudó, fue hablar abiertamente en el documental de las autotransfusiones de sangre, del whisky, de la cocaína y del tabaco. Hizo una especie de terapia audiovisual sincerándose: «Con tanto escándalo tenía que cambiar algo, así que decidí hablar de ello, para mí, personalmente, fue bueno, la carga se me ha hecho mucho más ligera y ahora me es más fácil seguir con mi vida».
El 30 de junio de 2006, después de la Operación Puerto de Eufemiano Fuentes y a un día del comienzo del Tour, fue suspendido. En aquel momento, el ciclista negó que tuviera relación alguna con Eufemiano Fuentes. La periodista de WDR, Susan Link, le pregunta entonces «¿Eras consciente de que habías hecho algo mal?», a lo que responde: «Esa es una buena pregunta, porque realmente no lo era, yo sabía cómo iba todo, sabía que, en realidad, era algo común, el sistema era como era. Uno se engañaba a uno mismo». Ahora cree que es una persona diferente: «Entonces tenía una conciencia completamente diferente, pensaba que no estaba haciendo nada diferente a los demás».
Sin embargo, tardó en admitirlo. Link le dice «’Me he dopado’ ¿por qué tardaste tantos años en decir esta frase» y Ullrich vuelve a aludir a la burbuja en la que vivía: “Porque al principio no todo el mundo lo hubiera entendido, empezando por mis fans y los medios. Había un problema enorme en el ciclismo y yo solo era parte del problema”. Lo que le lleva a hablar de omertá sin nombrarla: «Eso era importante para mí, esa era mi familia, mis amigos, la familia del ciclismo. No quería involucrar ni traicionar a nadie, por eso me quedé callado, asumí las consecuencias y puse fin a mi carrera».
Lo que siguió para él pudo ser catastrófico, pero el daño lo atenuó casándose y haciendo vida familiar. «Ese fue el contrapeso a todo lo negativo», explica. Pero Link no se conforma e insiste. «En 2012, el Tribunal de Arbitraje Deportivo Internacional te declaró culpable y tú todavía no lo habías admitido». Ullrich reconoce que no tuvo valor:
«Pude hacerlo cuando lo de Lance Armstrong salió a la luz, cuando hubo muchas más confesiones, cuando ya se vio que no era un problema de unos pocos corredores, sino algo sistémico, cuando el público ya entendía la dimensión del problema, pero en ese momento fui muy débil. Antes siempre estaba rodeado de deportistas, gente alegre y con espíritu de lucha, estaba lleno de energía, feliz en la vida, y de repente solo estaba rodeado de abogados. Eso me deprimía. Luego todo se calmó y hubo amigos que me aconsejaron que saliera a hablar en ese momento, pero yo era demasiado débil, no quería el alboroto mediático, perdí mi esencia y dije que no».
Más adelante, el periodista Dennis Gastmann, le pregunta «¿Cuánto influyeron los contratos de patrocinio en tu silencio? Eso es lo que ha perseguido a Lance Armstrong», aquí Ullrich vuelve a revelar otro caso de omertá: «No he tenido grandes demandas ni nada por el estilo, porque los patrocinadores, en parte, ya lo sabían. No lo llamaría ‘dinero por silencio’, pero me pagaron bien, era un acuerdo mutuo de que nadie diría nada».
La conversación luego pasa a hablar de la figura paterna, la de Ullrich tenía problemas con el alcohol y tuvo que compensarla con su entrenador, su madre y su abuelo. En principio fueron un buen sustituto, dice, pero luego, al procesarlo, se dio cuenta de que su padre le habría hecho mucha falta. En este punto, el ciclista lo que quiere dejar entrever es que tuvo siempre un problema con el reconocimiento de los éxitos, que el reconocimiento que no tuvo en casa lo pudo obtener ganando el Tour de Francia.
De ahí se enlaza a que, cuando su rodilla dejó de funcionar, con la decisión de la UCI en el aire, cayó en la misma adicción que su padre. «Mi compañero pasó a ser Johnnie Walker». Todo esto le pilló en Mallorca. Creía que estaba en el paraíso, pero la lesión le hundió en un pozo, comenzó el alcoholismo y su mujer le dejó. Pasó por una clínica de desintoxicación y solo tiene un mensaje: «Mantente alejado de las drogas y el alcohol, te deshumanizan». Ahora es comentarista de Eurosport y su libro y el documental han servido para que vuelvan a acercársele los patrocinadores.
Esta entrevista contrasta con una que dio en el programa Sportschau –el más popular de la cadena, también pública, ARD- antes de que apareciera su documental. Allí dijo «Mi mayor deseo es que me hubiera gustado ser un ciclista profesional en un deporte libre de dopaje, porque creo que mi talento habría prevalecido y yo habría prevalecido, y también me hubiera gustado ganar el Tour de Francia sin dopaje para Alemania». A raíz de estas palabras, el periodista Hajo Seppelt le dice «¿Qué harías de manera diferente hoy a lo que hiciste cuando empezaste a montar en bicicleta de joven?». A lo que le contesta: «¿Con el conocimiento actual? Si alguien viniera a mí y me dijera: ‘mira, tengo algo aquí, no se puede detectar. Lo denunciaría de inmediato».
Es aquí donde llega el giro más incomprensible de la redención pública de Ullrich. Seppelt le pregunta si entiende a los deportistas que se dopan y el ciclista contesta que no. «¿Aunque tú mismo lo hicieras?», pregunta asombrado. Y contesta: «No, no lo entiendo porque el dopaje no significa solo que algo esté en la lista de prohibiciones o algo por el estilo, sino que doparse es darse una ventaja conscientemente sobre tus capacidades. Y tengo la opinión de que yo no hice eso. Todavía tengo la opinión, y sigo firmemente convencido, de que solo me puse al mismo nivel, que solo tuve las mismas condiciones, las mismas oportunidades».
Es decir, la línea que lleva Ullrich en todas las entrevistas es exculpatoria. Como se dice coloquialmente, la culpa es del empedrado. Él pasaba por ahí, en un mal momento, porque le tocó hacer lo que todos hacían. De manera que si no se dopaba, no tendría el nivel de los demás. Puede ser cierto, porque lo que comentó Lemond recientemente es que los que no se pasaron a la EPO se quedaban atrás de forma miserable.
No obstante, media un abismo entre admitir lo sistémico y la ausencia de denuncias. Aquí, este ciclista no ha soltado prenda jamás. En esta entrevista le acusan de insinuar que había otros ciclistas que hicieron lo mismo que él, pero no señala a nadie. Contesta muy serio «No lo hice entonces ni lo haré ahora». Seppelt, con buen criterio, le sugiere que eso podría ayudar a esclarecer todo lo que sucedió, pero ahí el Ullrich redimido ya no es tan amable. Contesta: «¿Descubrir qué? Todo sucedió hace 25 años. No, ese no es mi trabajo».
Entonces, vuelve a lo mismo, a la teoría sistémica: «Eso le corresponde a la UCI, han estado tomando muestras de sangre muchos años, tienen todo el material. La UCI lo podría explicar todo mucho mejor, tienen todos esos parámetros, ese no es mi trabajo. Mi trabajo es decir que yo era una pieza de ese sistema y lo que hice, ese es mi papel ahora».
¿Insinúa Ullrich entonces que prevalece ese sistema corrupto? Así se lo plantea el periodista: «¿Entonces, para ti, hubo funcionarios que simplemente miraron hacia otro lado?». Y la respuesta enigmática: «También eran mucho más débiles en ese entonces de lo que son hoy». Se refiere a que no tenían medios de detección y es ahí donde también les echa la culpa: «No estaban bien financieramente para desarrollar una prueba lo más rápido posible, lo llegaron a hacer, pero lo podrían haber hecho antes, incluso antes de que se extendiera tanto, en mi opinión».
El problema es que todos los nombres propios que participaron en esa fiesta «sistémica» siguen vinculados al ciclismo actual, como dijo Iban Mayo en esta publicación, y eso ya es más delicado. Advierte el periodista «directores de equipo y funcionarios que han mantenido su mentira de vida, siguen en silencio o incluso lo niegan». Y ahí llega Ullrich por la banda y lanza el balón fuera sin complejo ninguno: «No estoy enfadado con ellos en absoluto». Y aquí llega el festival del humor:
«¿Por qué no deberían estar en el deporte con el que se ganan la vida? Tal vez tengan secretos, pero estas son las personas que hoy están ahí no para asegurar que los ciclistas jóvenes vayan dopados, sino para hacer exactamente lo contrario. Porque saben con precisión que también cometieron un error y están tomando medidas para compensarlo. Ellos son los que tienen experiencia ¿Por qué deberían ser castigados? ¿Por qué alguien debería perder el derecho a seguir trabajando en este deporte?».
Sigue una opinión positiva sobre el ciclismo actual. Si no es el más limpio, le faltará poco, opina. «Las cosas han mejorado mucho, mucho, el dopaje generalizado ha desaparecido. Ha habido un cambio radical, la asociación es más fuerte, trabajan junto a los equipos, hay una ley, penas de prisión por dopaje, si un ciclista da positivo, todo el equipo lo sufre. Hoy hay mucha más sensibilidad en todo esto. Y, por supuesto, deben haber aprendido de los errores que cometieron en aquel entonces».
Sobre la cuestión de si hay una sustancia que aún es indetectable, pregunta que ha generado no poca polémica, creo que algo puede haber: «Tal vez no sean pocas, pero algunos continúan intentando hacer trampa, este tipo de personas existen en todas partes, por supuesto, siempre hay gente que quiere obtener ventaja de cualquier manera».
Para volver a lo mismo. El deportista es la víctima, el culpable es el sistema: «Exactamente –sentencia Ullrich- y un sistema como el que existió tantos años en el ciclismo de aquel entonces no debe repetirse nunca más»
Y concluimos con la pregunta del millón ¿Por qué entonces se están haciendo tiempos mejores que en los años de la barra libre? Y Ullrich repite lo que ya hemos escuchado por otras fuentes: «Yo también me lo pregunto, por supuesto que me lo he preguntado muchas veces, pero en realidad sí que hay algo: un sistema de entrenamiento mucho mejor con intervalos y descansos. Yo mismo lo he probado. Si hubiera hecho antes, si hubiera incorporado el entrenamiento por intervalos un poco más en mi entrenamiento, habría sido mucho mejor».
«¿Y Lance Armstrong no habría tenido ninguna posibilidad?», interrumpe el periodista
«- Probablemente no (risas)»
También alude a las bicicletas más ligeras y la nutrición. La ciencia deportiva ha avanzado mucho. «Quiero creer, quiero creer que han aprendido, que el ciclismo es limpio».
Lo que nos lleva a preguntarnos cómo se puede ser víctima de algo y no denunciar a ese algo. Cómo se puede presentar algo como individual, pero echarle la culpa al sistema. Esas contradicciones en términos siguen sin resolver en la cabeza de Ullrich, o en su nueva imagen pública, perfectamente sintonizada con los discursos oficiales, mientras los periodistas alemanes, excelentes, se empeñan en hacerle ver que vale, pero que no cuela.
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