La Selección española ha hecho historia ganando su cuarta Eurocopa, más que nadie, después de vencer a Inglaterra por 2-1 con goles de Nico Williams y Oyarzabal en la final en Berlín. El mejor equipo del torneo, el más divertido, el más goleador, con el mejor jugador joven, Lamine Yamal, que es además el que más asistencias de gol ha dado y con Rodri, elegido como el mejor futbolista del campeonato.
Escrito queda lo primero, por aquello de la profesionalidad y por si alguien -ya sería raro- no se ha enterado. Así además levo anclas y puedo seguir contando cómo ha sido posible que un equipo, una selección, por la que no sentía ningún apego sentimental antes de que empezara la Eurocopa ha terminado no sólo enganchándome, sino emocionándome. Y sé que no soy la única.
Las sucesivas decepciones, los últimos batacazos de La Roja y la nostalgia por tiempos mejores que no parecían tan lejanos no pesaban tanto en el ánimo y la conciencia como la sensación de no poder ser partícipe de un equipo entrenado por Luis de la Fuente, un señor que aplaudió fuertecito a Rubiales en la Asamblea de la vergüenza y después nunca ha sido capaz de explicarlo de manera razonable.
También de un capitán, Morata, que se trabó y al que se le vio visiblemente incómodo leyendo un comunicado en el que se suponía que debía apoyar a sus compañeras de profesión obligado por la presión social y no por sus ganas de hacerlo, y de una Federación Española de Fútbol presidida por otro señor, Pedro Rocha, imputado por la Operación Brodie y al que el Tribunal Administrativo del Deporte ha hecho una propuesta de inhabilitación de seis años, pero al que no hay manera de echar pese a todo lo habido y por haber. Y entonces, empezó la Eurocopa.
Con la amenaza de la ultraderecha de Marine Le Pen en Francia y las declaraciones de Mbappé, Dembelé, Koundé y Marcus Thuram, el fútbol no era sólo darle a la pelota, ni técnicas, ni tácticas, ni rombos, ni cuadrados, ni goles, ni sólo ganar o sólo perder. Era, podía ser también, un altavoz que futbolistas con gran ascendencia social utilizaban para parar a una extrema derecha radical racista, xenófoba, misógina y homófoba.
Unai Simón y Carvajal, cuando fueron preguntados al respecto, escurrieron el bulto. Ellos estaban allá para darle a la pelota. Y cuando la pelota empezó a rodar resulta que era divertido, que molaba, que era un gustazo y, sobre todo, que dos adolescentes -Nico Williams y Lamine Yamal- hacían diabluras por las bandas y terminaban jugando a piedra, papel o tijera.
Una semana después de que se celebraran unas elecciones europeas en las que en España VOX fue la tercera fuerza más votada y en las que un tipejo como Alvise Pérez – consiguió casi 800.000 votos- se atreviera a señalar en sus cuentas en redes sociales a Williams y Yamal, ser testigo del descaro, el desparpajo, el goce y la jeta de los dos hijos de migrantes resultó ser el mejor y más potente pegamento emocional. Imaginar a los ultras rabiando significaba bola extra, pero no era la rabia, la ira, o el enfado el motor principal, sino el jolgorio y los bailes de Nico y Lamine: no hay nada más contagioso que la alegría.
No son ellos los que deberían llevar ahora el peso ni la presión de reivindicar una España diversa, multicultural y plural. Hay problemas estructurales tan arraigados en nuestra sociedad que necesitan de una reflexión por parte de todos – incluyendo a sus compañeros blancos, blanquísimos- pero que millones de niños y niñas tengan como referentes, les admiren y sueñen con parecerse a ellos ya es un avance. Celebrémoslo, claro.
La Selección española ha ganado la Eurocopa con total merecimiento, eliminando a un gigante tras otro, y Luis de la Fuente tiene mucho que ver en ello. Su apuesta desinhibida y valiente ha sido un exitazo total. Antes de comenzar el torneo nadie se imaginaba ganarlo y además así, de esta manera: poniendo de acuerdo al mundo del fútbol en quién ha sido el mejor equipo de forma unánime.
Su liderazgo tranquilo, sus apuestas personales con Laporte, Cucurella, Oyarzabal o Morata fueron discutidas en esos gabinetes de crisis de señores en medios de comunicación que no se dan cuenta tampoco de que están rodeados de otros señores hasta que se hacen una foto, sólo hay una mujer periodista entre ellos y responden, en el mejor de los casos, con el silencio.
La diversidad sigue siendo una quimera entre los que nos cuentan o analizan lo que vemos y continúa estando absolutamente normalizada. Es noticia en el 2024 que Vero Boquete comente en la televisión pública y hasta algunos se asombran de que lo haga «tan bien» en un ejercicio de condescendencia machista que ojalá se revisen algún día.
No será hoy, por supuesto, porque el éxito arrasa con todo y habrá hasta a quien no le parezca tan grave ni importante los aplausos de De la Fuente a Rubiales sólo porque ha ganado. A mí me sigue chirriando, molestando, pese a todo. ¡Qué lástima! Si no le hacía falta el vasallaje, estaba sobradamente preparado para el puesto como ha demostrado. No me alegro menos del triunfo ni le resto méritos a su curro, el de Carvajal o el de Morata (imposible no emocionarse con sus lágrimas salvo que seas de cartulina). Y sospecho que no soy la única.
Ellos celebrarán hoy justo como se merecen sin tener que preocuparse por nada más. Sin ninguna sombra, ni una sola preocupación, nada que reste. Pura alegría. Ellas no pudieron.
Eurocopa para España y los racistas llorando. El combo perfecto.
Ingenuo de mí, que pensé que sería un artículo de análisis deportivo.
O de cómo utilizar cualquier cosa para provecho de la propia ideología.
No hay ideología que favorezca el racismo. O sí, tú sabrás.
Ingenuo o racista.
De la Fuente pidió perdón al día siguiente, pero parece que cierta Inquisición no le quiere perdonar.
Pues a mi no me gusta Vero Boquete, no por ser mujer, sino porque creo que no se expresa correctamente y los apuntes que da no siempre son acertados. Tampoco me gusta Juan Carlos Rivero. Pero, como siempre, la cuestión es señalar a los hombres.
Era bueno que se diera también una pasada por extrema izquierda que por cierto dicen muchas tontearías, Doña Gemma. Pregúntele a Echenique y los pintamonas del pueblo de Oyarzabal decorando los muros con sandeces.
Cuenta Mike, ¿qué es extrema izquierda para ti?
Pues lo siento, la España multicultural no va a funcionar. Y sinó que se lo digan a los norteamericanos que llevan muchos años mestizados y sigue habiendo racismo. Cuando tienen que rellenar algún formulario siempre se les pide de que raza son y la cantidad de guetos que hay en ese país.
Para que dejara de haber racismo, se tendrían que suprimir todos los países y que sólo existiera uno sólo, planeta tierra. Así todo el mundo podría circular libremente sin que te digan vuélvete a tu país. Pero claro eso nunca va a suceder el vicio por mandar en un país es muy fuerte