Champions League

La teoría de Indiana Jones en la victoria del Real Madrid ante el Borussia

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Carvajal (Foto: Cordon Press)

Cuarenta y ocho minutos tardó el Real Madrid en llevar peligro a la puerta de Kobel, ya en la segunda parte. Kroos puso la pelota en la escuadra sorteando la barrera y el portero suizo no tuvo que estirarse a la desesperada, pero tampoco paró con comodidad, tuvo que enviar la pelota a córner. En el saque de esquina, Kroos vuelve a servir. Lanza al primer palo, Carvajal se deshace fácil de Maatsen, remata sin problemas, pero se le va alta.

Casi media hora después, Vinicius se mete hasta la cocina, con un caño para la historia a Ryerson, pero no prospera, de nuevo córner. Vuelve a sacar Kroos y se repite la misma jugada. Balón al primer palo, Rudiger no llega, error grosero de Sancho al iniciar el contraataque, Valverde dispara desde fuera del área con más voluntad que otra cosa y nuevo córner.

Una vez más se coloca Kroos y una vez más saca al primer palo. Carvajal estaba otra vez en la frontal del área emparejado con Maatsen. Se lo quita de encima con una facilidad escandalosa y remata completamente libre, Füllkrug trata de tapar el desastre, pero no llega, Hummels lo intenta con la mano, pero ni así. Es el gol del Madrid, algo que parecía imposible, ya había aficionados hablando de prórroga.

Hasta ese momento el Borussia estaba haciendo un partidazo. Una exhibición de recursos. En esta Champions, en todo el torneo, el Madrid ha creado sus mejores ocasiones contra equipos que le estaban apretando. Contra los de Edin Terzic tenía que llevar la iniciativa y, durante este año, ya se había visto frecuentemente cuánto le cuesta abrir la lata si le cerraban bien.

Sin embargo, el Borussia estaba logrando el más difícil todavía, llevar peligro al contraataque, pero también cuando tenía la posesión era capaz de meter el pase interior. El Madrid estaba siendo superado en todas las facetas. Era sin duda la peor primera parte de todas sus finales de Copa de Europa en color.

Hasta que llegó ese córner. En la segunda parte, los tres que lanzó Kroos hacia dentro, desde la izquierda, fueron al primer palo. Solo hubo uno desde la derecha. Al cuarto intento de hacer la misma jugada, fue dentro. Después de ver todo lo que era capaz de hacer el Borussia y lo que necesitó el Madrid para doblegarlo, un solo recurso, no era difícil pensar en la famosa escena de Indiana Jones En busca del arca perdida, en la que un hombre hace impresionantes malabarismos con la espada enfrente de él y, con pesadez y aburrimiento, el arqueólogo le mete un tiro en el pecho y sigue a otra cosa.

Así se acabó la aventura de un Borussia, que sin lugar a dudas ha hecho el fútbol más bonito de esta Champions League. Un juego, por momentos, vertiginoso, muy preciso y que abrumaba a sus rivales hasta la impotencia más absoluta. El Madrid, en cambio, aparte de un Vinicius al máximo nivel que se le ha conocido y un Modric decisivo en sus apariciones de media hora, ha tenido por enésima vez más a la épica como mejor aliada. Una competitividad una y mil veces comentada a estas alturas, pero que ayer fue sustituida con eso que se ha llamado siempre oficio.

Hasta tal punto la épica del Madrid es tan decisiva y esta final tenía un aspecto tan crudo, que había aficionados pidiendo que el gol del Borussia llegase cuanto antes, para que reaccionasen y sacasen esa mirada enloquecida de los minutos finales que tantas alegrías les ha dado. Delirios al margen, la impotencia blanca tenía dos nombres, Rodrygo y Bellingham, ambos desaparecidos o inoperantes, dejando a Vinicius hacer la guerra por su cuenta.

Concretamente, el inglés, desesperante hasta la extenuación, pero tan caprichoso es el destino en las noches europeas del Madrid, que se ha acabado llevando la asistencia del segundo, los focos y una foto celebrando algo en los papeles. Objetivamente, ha sido su peor partido de toda la temporada y estaba llamado a ser el number one de esta plantilla.

Y Ancelotti, por lo que fuera, se negaba a sacarlo del campo. No obstante, nadie puede restarle crédito al entrenador, no a él personalmente, sino a su estilo. En perspectiva, quince Copas de Europa o Champions después, ya se pueden detectar ciertos patrones. De las que han sido en color, en todas ellas ha habido el mismo perfil en el banquillo: alguien que deja hacer.

Con Jupp Heynckes, que quedó cuarto en liga, se podría hablar de comuna autogestionada, porque el míster ya había tirado la toalla antes de la final y, no solo eso, había trasladado al presidente Lorenzo Sanz que le parecía que sus jugadores eran «unos hijos de puta».

Finalmente se alzó el trofeo, pero a él se le despidió. Tras dos intentos infructuosos con Guus Hiddink y Toshack de estabilizar la nave, el único capaz de poner orden fue Vicente del Bosque, que añadió dos Champions más, pero como todo el mundo recuerda fue con manga ancha con los jugadores.

En esta última etapa, seis finales en diez años, los responsables han sido Ancelotti y Zidane, ambos más psicólogos que técnicos, aunque sus equipos nunca han estado mal trabajados. Y esa es la gran enseñanza de la cantidad de victorias apabullantes del Real Madrid. En la era de los entrenadores que llevan libros con cientos de jugadas y ejercicios para que aprendan sus jugadores, cuando la táctica empieza a contar con asesores de big data; en años en los que las crónicas parecen describir partidas de ajedrez en las que en lugar de eliminar fichas se buscan superioridades, el Madrid ha marcado una época apostando por la forma más elemental del fútbol, el regate, como forma de romper las líneas (de nuevo piensen en esa escena de Indiana Jones) sin necesidad de intelectualizar cada posesión de balón, y tratando de no agobiar a los jugadores con una gestión de plantilla en la que es patente que prima la amistad desde hace años y, cuando algún elemento amenaza con desequilibrar ese buen rollo, ha salido del club fuera quien fuese, caiga quien caiga. Ambas líneas totalmente disruptivas.

16 Comments

  1. Fernando

    Muy buena síntesis, la suerte no existe.

  2. Roberta Cruz

    Todo mal: Rodigro mal, Bellingham mal, Vinicius haciendo la guerra por su cuenta, no juegan a nada, solo la épica les salva… Qué desastre todo. Cuánta bilis desprende este artículo, cuántos espumarrajos ha soltado por la boca el autor. Qué rencor, qué tristeza, qué burricie.

    • Juan Carlos Blanco

      Roberta, a ver si te enteras un poco de qué va el fútbol porque ayer Rodrygo y Bellingham ni la olieron y, por ese motivo, Vinicius tuvo que actuar en solitario. Es de cajón.

      • ¡Marchando una de mansplaining!

        • devilinside

          Si viste el partido, no es mansplaining en absoluto, sino la pura realidad

          • No, no lo vi. Estaba ocupada fregando, planchando y haciéndole la cena a mi marido. Por favor, explícamelo otra vez, pero más despacito para que yo lo pueda entender.

  3. Lara González

    Lo último de los entrenadores es para partirse. El modelo Barça, que era una filosofía de entender la vida, los de las pizarras, los de los datos, etc… etc… y al Madrid le vale con ancianos que no agobien al personal.

  4. La noche de Maatsen fue cojonuda, pierde a la minipersona Carvajal en el córner y luego le da el pase al inválido de Bellingham. Fue el mejor del Madrid, como Karius la otra vez.

  5. Al final todo se explica con entrenadores que son “buena gente”, “psicólogos” y tienen “manga ancha”.
    Luego se les caen la copas de Europa, a Del Bosque hasta un Mundial, de los bolsillos.
    De los ajustes de Ancellotti en la segunda parte ni palabra.
    En fin. Que otros tengan a lumbreras en el banquillo. Nosotros a lo nuestro.

  6. Caveat emptor

    En la mitología griega, Hermes era el dios de los mentirosos. No es extraño, por tanto, que uses su nombre.

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