Nada más darse la salida neutralizada de la primera etapa del Tour de Colombia junto al turístico lago Sochagota, el numeroso público se dispersaba en dirección al centro de la ciudad de Paipa con la alegría y el orgullo de haber podido ver de cerca a sus ídolos ciclistas. Gran parte de ese público se arremolinaba alrededor de quienes tenían una emisora de radio con altavoz, para escuchar a los locutores RCN o de radio Caracol retransmitiendo con fervor la salida neutralizada. ¡La salida neutralizada! ¡El paseo de los ciclistas escoltados por los coches oficiales hasta el kilómetro cero!
Sin ningún pudor, a todo volumen escuchaban embelesados la retransmisión de ese lento pedalear de los ciclistas por parte de estos artistas de la radio, que se iban dando paso entre unos y otros para poder mantener enganchados a los oyentes en algo que podía ser absolutamente anodino, pero que casi te obligaban a acercarte al que tuviera la radio sin cascos para poder escuchar lo que contaban.
Ya sé que puede parecer una locura, como también puedes pensar que es una locura plantarte horas tras una valla o en un punto del recorrido para ver pasar a toda velocidad a los ciclistas durante unos escasos segundos, como ha sucedido durante todas las etapas de esta prueba colombiana. Estos prejuicios iniciales te los desmontas haciendo un ligero ejercicio de memoria reciente.
De recordar que te has tragado en esta época del año alguna retransmisión de ciclismo distópico, donde los ciclistas parecen figurantes de un aparente falso espectáculo de ataques y contraataques, de lanzamientos de sprints en un escenario que parece sacado de un videojuego y donde todas estas gestas de los deportistas, tan emocionantes como un video de Marie Kondo, tienen como únicos espectadores a los montadores de las vallas, las piedras y la arena del desierto. Eso sí que es una locura.
Hablando de locura, ciclismo y Colombia, lo primero que me viene es la imagen de Rigoberto Uran subido al podio de presentaciones de la primera etapa aclamado por el público, el más aclamado con diferencia, a pesar de que está también el ídolo local Nairo Quintana y el ganador del Tour, Egan Bernal.
Lo de Rigo traspasa burbujas sociales y deportivas, es un fenómeno nacional. Tiene una marca de ropa, bicicletas, tours turísticos, restaurantes, -«La Grosería»-, un libro biográfico y se está emitiendo una serie sobre su vida en el canal de televisión de RCN. La serie se emite de lunes a viernes en horario de máxima audiencia y está interpretada por actores colombianos de prestigio. Me dice una entusiasta taxista que Colombia entera lloró desconsoladamente cuando mataron a su padre en uno de los primeros capítulos, cuando Rigo comenzaba sus primeras andaduras con la bici. Según con quién hables te dice que lo asesinó la guerrilla o los paramilitares, no he leído el libro ni visto la serie para saber que versión es, pero sí se que después de cada capítulo se discute en tertulias y en redes sociales sobre el nivel de certeza de las historias contadas y sobre la calidad de las interpretaciones.
Los periodistas se pelean por ponerle el micrófono y poder grabarle una de sus perlas que se vuelven virales. Habitualmente habla normal, dentro de lo que se entiende por normal en un ciclista, de las expectativas o incidencias de carrera, pero en otras ocasiones se desata en ironías o críticas, como pudieron comprobar los organizadores de la Itzulia cuando los puso a caldo, con toda la razón, por poner llegadas muy peligrosas en bajada.
Las frases «¿Qué le pasó a la organización, por qué hicieron esta mierda toa pa bajo?» o «¿Cómo hijoeputas ponen todas bajadas hacia abajo?» corrieron como la pólvora para regocijo de aficionados que no encuentran divertimento en lo deportivo y lo hallan en lo que lo rodea. La víspera de empezar este Tour lanzó un vídeo en su red social, faceta impulsada por su mujer Michelle Durango junto a la marca Go Rigo Go, y que es donde más a gusto se encuentra.
No era más que una chorrada sobre que se había comido siete arepas en una parada del entrenamiento y le querían cobrar mil pesos, cosa que probablemente no sería cierto, por entrar al baño a cagar, palabra textual suya. La gente se ríe, lo comparte, se hace viral y yo tengo que verlo varias veces para entenderlo porque cuando hace estas cosas cambia el tono, el acento e incluso, parece que el idioma.
Uno me dice que habla coloquial, otro que ramplón y de bajo nivel, otro me dice que habla como el pueblo y que este lo celebra y otro más me comenta que fuerza un acento de paisa antioqueño muy cargado y arrastrado. Algo así como si un jugador de futbol andaluz, pongamos que del Betis por decir algo, se dedicara a forzar su acento y reírse a carcajadas de los chistes que cuenta él mismo, pero en formato de creador de contenidos.
Sigo sin entender qué ha pasado con las dos carreras de prestigio, la Vuelta a Colombia y el Clasico RCN que ahora se disputan con corredores de segunda división colombianos, y la federación de este país se ha sacado de la manga este Tour de Colombia que cumple su cuarta edición sin que fuera de las fronteras del país andino importe mucho.
Tour de Colombia con apellido 2.1, dos punto uno como si le hubieran puesto cinco ge, que no tiene sentido y casi nadie lo menciona. Pasado, presente y futuro del ciclismo colombiano. Ciclistas de equipos World Tour, -solo tres-, de presupuestos millonarios mezclados con ciclistas de modestos equipos colombianos que tienen en esta carrera su máximo escaparate del año.
Dos grandes corredores colombianos creando expectativa sobre su paulatina vuelta al máximo nivel, el corredor del Ineos Egan Bernal y Nairo Quintana del Movistar. Este último equipo aparece en escena con la inesperada incorporación de un refuerzo de última hora. Refuerzo publicitario claro, porque no se pone el dorsal, pero va siendo aclamado allá por donde pasa.
El que más fotos y autógrafos ha firmado en esta carrera sin duda, también el más accesible, ya que estaba en meta cerca del público mientras los ciclistas pedaleaban. En la etapa que llegaba al Alto del Vino, -oí a un ciclista rezagado, al acabar la etapa, declarar que le había sentado mal El Vino, lo que es el contexto-, tanto Alejandro Valverde como un ciclista paralímpico tenían permiso para subir el puerto antes de la llegada de la carrera.
Primero llegó el atleta paralímpico y unos minutos después pasó Alejandro por meta entre el griterío aclamador del numeroso público que esperaba la llegada de la carrera. Aunque algún malediciente que estaba junto a mí, dijo que el primer ciclista en pasar le había ganado a Valverde con una pata.
También era del Movistar el ganador de la primera etapa, Fernando Gaviria, ganando al sprint a todos los rivales. Al igual que el público, en la sala de prensa todos los periodistas celebraron la victoria del ciclista colombiano. De la misma manera que tanto el público como los periodistas celebraron, con la misma intensidad o más, la victoria en la cuarta etapa de Cavendish, batiendo precisamente a Gaviria. Sorprendente, pero cuando le cogen cariño a algún corredor ya no lo dejan y Cavendish se lo ha ganado pasando una temporada entrenando en la región de Boyacá.
Oscar Sevilla, joven de espíritu, fue uno de los protagonistas de la segunda etapa entrando en la escapada que sacó medio minuto a los favoritos y lo colocó en la segunda plaza de la general con opciones a ponerse de líder. Todo se fue al traste al siguiente día al sufrir una dura caída en el sprint y romperse la clavícula.
Me costó reconocerlo la víspera de la carrera cuando un auxiliar del equipo Medellín me señalaba la mesa donde cenaban los ciclistas. Hasta que no se levantó él para venir a saludarme, fui incapaz de distinguirle entre los jóvenes ciclistas del equipo. Además de su cara de niño, tiene la ilusión de un debutante, habla con pasión del ciclismo de la carrera, de su familia y de su vida en Colombia.
Se sabe los tiempos de ascensión de todos los puertos de montaña colombianos, de quien ostenta los récords, está impregnado de esta locura ciclista colombiana. Este espíritu juvenil tiene su parte negativa, el palo de la caída en la tercera etapa lo sobrelleva con la misma intensa pena que un niño impedido de seguir jugando.
La tercera etapa la ganó Alejandro Osorio, el mismo que unos días antes ganó el campeonato de Colombia frente a los favoritos, Egan Bernal y Sergio Higuita. Este, como el ganador de la general final, Rodrigo Contreras, son ciclistas que han pasado por Europa. Se lo he oído decir a muchos estos días: en Colombia no eres ciclista de verdad si no has estado compitiendo en Europa.
En el ciclismo español sería lo mismo que decir que no eres ciclista de verdad si no has corrido y acabado el Tour de Francia. Al acabar el Tour te dan un medallón dentro de un estuche, a eso lo llamamos el carnet de ciclista. Los comentaristas de radio y televisión gritaban su nombre añadiendo y redondeando con contundencia su apodo, el Potro Osorio.
No le di importancia a pesar de que no entendía por qué a un ciclista guapetón, con planta y elegancia sobre la bici le llamaran potro. La respuesta estaba en su hermano mayor Frank, también ciclista. A diferencia de Alejandro, Frank tiene un aspecto más rudo, corpulento y con una cara algo equina. Al hermano mayor lo llaman el Caballo Osorio, cuando empezó a destacar el hermano pequeño no se complicaron mucho la vida los hacedores de apodos.
La victoria final fue a parar a un corredor de un equipo modesto. Algo inesperado al dar por hecho que el Tour de Colombia lo ganaría algún corredor de equipo World Tour. Rodrigo Contreras no está en un equipo de la máxima categoría del ciclismo mundial, está en el recién creado equipo Nu, que solo corre en carreras en Colombia y resto de América aunque sueñan, sobre todo después de esta victoria, poder ser invitados para carreras en Europa.
El equipo aún no tiene un gran presupuesto ni tienen corredores consagrados, pero tienen a Raúl Mesa, el director más longevo del ciclismo mundial. Si le llaman «el ajedrecista» por algo será. Era el director del primer equipo que Colombia inscribió en la Vuelta a España, en el año 1985, y ya llevaba años de director. Dirigió al equipo Café de Colombia en el exitoso aterrizaje del ciclismo colombiano en el Tour de Francia y en el resto de grandes carreras europeas.
No es difícil deducir que la victoria de un corredor de un equipo pequeño frente a los de la primera división del ciclismo tiene algo que ver con la experiencia y sabiduría de Raúl Mesa, al que todo el mundo llama «el profe». Antes de empezar este Tour estuve hablando con él durante horas sobre esa Vuelta a España de 1985, de carambolesco final, del ciclismo colombiano que se lució internacionalmente en aquellos años.
A pesar de estar a un día de empezar la carrera no tenía impedimento a estar tanto tiempo hablando sobre sus vivencias ya históricas, estaba cómodo en ese sofá. El mismo sofá, me di cuenta al rato, en el que estuve sentado con Sabino Padilla cuando cubrí los mundiales de Duitama 95 para el periódico El Mundo. Era una entrevista más de las que tenía que hacer a protagonistas directos o indirectos del mundial ganado por Indurain en contrarreloj y Olano en la prueba de ruta.
Lo que produjo un gran revuelo fue la confesión de que Indurain no aceptaría, y con toda la razón, que recortaran dos vueltas al circuito, tal y como estaban intentando conseguir con sus presiones algunas selecciones nacionales. Al día siguiente de enviar mi crónica diaria apareció la noticia en la portada de El Mundo, como exclusiva, que Miguel no aceptaría recortes en el recorrido previsto del mundial. Firmado: Pello Ruiz Cabestany.
A mí me traían un poco al pairo lo de las exclusivas, de hecho, la intención de Miguel estaba metido en el texto como algo normal, así me lo parecía a mí. Pero a ciertos sectores de la prensa española presente en el mundial no les hizo mucha gracia. Ese día, el director del hotel me dijo que había un error en mi reserva y que estaba ocupada mi habitación, la del hotel Sochagota en el que estaba alojado desde el primer día, estaba la selección española y estaba la prensa, que me tenía que ir. Pero eso es otra historia, larga y hasta divertida.
Al volver a casa después de última vez que estuve en Colombia, mi médico me aseguró que podía haber palmado si la costilla que tenía rota se me hubiera clavado en la pleura o si en ántrax subcutáneo que tenía infectado en una pierna se hubiera metido en el riego sanguíneo, hubiera palmado. La última vez no fue el mundial de Duitama, no fueron tan duros conmigo, ni tampoco fue en la Vuelta a Colombia de 1985 donde gané la etapa contrarreloj entre Cartago y La Victoria y que he podido revivir estos días en el Valle del Cauca.
No, la última vez fue participando en un Gran Hermano camuflado de programa de supervivencia en la selva de Leticia y emitido en la cadena pública vasca. Me negaron esos daños hasta que presenté los informes médicos y recibí un silencio administrativo como respuesta. Mi recuerdo de Colombia no era muy bueno de mi última vez.
La última vez que estuve en Colombia, volví a casa infectado con ántrax cutáneo y con una costilla rota, con riesgo de haber palmado por ambos motivos, según me dijo el médico al volver a casa. Eso por pasar una temporada en la selva de Leticia participando en una especie de Gran Hermano televisivo disfrazado de programa de supervivencia para que sea aceptable en una tv pública.
El recuerdo de mi último paso por el país, no era muy bueno El de ahora es diferente, ha mejorado la situación social y el turismo llega a zonas en el que no iba nadie. Sientes una correcta amabilidad en mucha gente y una cierta tranquilidad. Te sientes a gusto y, en mi caso, con la emocionante experiencia de volver a encontrarme con antiguos compañeros de batallas ciclistas como Patrocinio Jiménez o Pacho Rodríguez, con quien me pasé toda esa vuelta de 1985 peleando por la victoria junto a Robert Millar.
Ambos colaborando con la organización de un Tour de Colombia que llena horas de emisión televisiva con sus directos y sus debates, portadas de periódicos y las emisoras de radio se pelean por llamar la atención de los oyentes. También se pelean las emisoras y los canales de televisión por los presentadores o locutores estrella de ciclismo.
Mónica Jaramillo, una presentadora estrella de televisión, ha sido fichada este año por el canal RCN para las retransmisiones de ciclismo. Este mismo canal le ha robado al canal de deportes ESPN, a su presentador estrella, el argentino Mario Sábato, por lo que el canal de deportes ha tenido que buscar sustitutos fichando periodistas estrella y el Canal Caracol televisión tiene a la mexicana Georgina Ruiz Sandoval, Goga, como presentadora estrella.
Todo un vodevil, en el que me pierdo, con el único objetivo de conseguir mayor audiencia en las retransmisiones del Tour, Giro, Vuelta y demás competiciones ciclistas que se siguen en directo con pasión.
La misma pasión con la que la población usa la bicicleta para el ocio deportivo. Miles de colombianos y colombianas de todas las condiciones se juntan, los domingos especialmente, en las carreteras de ciudades y pueblos para emular a sus ídolos. En uno de los puertos que rodean Bogotá se han llegado a contar 18 000 cicloturistas un domingo. Desde los que van con ropas y bicis muy modestas, pasando por los que van perfectamente conjuntados con buenas bicis de carretera hasta los que salen a rodar en bici con «acompañamiento» motorizado para protegerse del tráfico y de los ladrones que controlan del valor de ciertas bicis.
Alguno me confiesa que lleva acompañamiento armado, por si acaso. Sé que valoro y juzgo desde la sorpresa que da el estar unos pocos días en un lugar alejado del tuyo habitual y no desde una larga estancia, pero todo me parece loco. En Boyacá, en Zipaquirá y en Bogotá todos los días se ven al amanecer cientos de ciclistas saliendo a rodar, con un porcentaje altísimo de mujeres, algunas de tranquis y otras rápido, muy rápido. Pero más loco me parece aún lo que sucede en zonas cálidas del país.
Tuve la suerte de ser acompañado por Álvaro Mejía en mi ascensión al puerto de Páramo de Letras de 3.680 msnm, desde Manizales y de que me acompañara el también exciclista profesional Rúber Marín a pedalear por el mismo recorrido que hice para ganar la etapa contrarreloj de la Vuelta a Colombia de 1985, entre Cartago y La Victoria.
En ambos casos pude ver que lo habitual entre practicantes del ciclismo era salir a oscuras, antes del amanecer, entre el tráfico loco, todo loco. En el Valle del Cauca (Pereira, Manizales…) y en Antioquía (Medellín) hace mucho calor al mediodía y salen antes del amanecer para evitarlo, se ve más normal arriesgar que pasar calor, aunque la mayor parte lo hacen para llegar a tiempo al trabajo después del ejercicio diario. Muy loco.
La última etapa de este Tour de Colombia abandonó las zonas más rurales y turísticas de Boyacá para acabar en el centro de Bogotá. El gentío invadía toda la zona alrededor de donde estaba colocada la llegada, los platós de televisión y los coches de equipo. Nada que lo diferenciara de una final de una gran carrera en Europa. Excepto la prensa radiofónica espectacular y gritona narrando al segundo todo lo que pasaba y lo que no pasaba durante el desarrollo de la última etapa.
Cuando el pelotón aún no había recorrido la mitad de la etapa, conseguí entrar en un establecimiento cercano a la recta de meta para pedir un café y un bollo. El lugar era un hervidero de gente pidiendo y de gente sirviendo. Junto a mí tenía a un viejo periodista radiofónico que también estaba pidiendo su café y comida para llevarse a la sala de prensa. En el momento en que ya estaba servido y dispuesto a pagar su consumición, sus compañeros de emisora le dieron paso para el directo y no le quedó otra que ponerse ahí mismo a retransmitir la etapa a viva voz entre parroquianos y servidores de la cafetería.
Se hizo un abrumador silencio entre los que rodeábamos al periodista que detallaba con intensa emoción lo que acontecía en carrera como si fuera en moto detrás del pelotón. Yo estaba a su lado, en silencio, mirándole embelesado, sin atreverme a mover un solo dedo, hasta que decidí dejar de observarle para mirar a mi alrededor. Todo el mundo estaba como yo, quietos, mirando y escuchando, cada uno en la misma posición en la que estaba cuando empezó el periodista con su griterío. Estaba viviendo un auténtico e improvisado Mannequin Challenge en plena algarabía de la llegada del Tour de Colombia. De locos.