Este próximo 25 de abril de 2024 se cumplirán 50 años de la Revolución de los claveles en Portugal. Desde hace al menos dos años ya se vienen celebrando actos de todo tipo para recordar aquel momento en que los portugueses tomaron las calles y terminaron con la dictadura iniciada por Salazar y dirigida aquella primavera por Marcelo Caetano. Se abrió una etapa democrática que llega hasta hoy.
50 de años de democracia en Portugal que ya no podrá celebrar Artur Jorge Braga Melo Teixeira, el famoso y querido exjugador y exentrenador portugués que ha fallecido en Lisboa a los 78 años de edad. Artur Jorge, el Rei Artur como fue conocido, ha sido uno de los hombres de fútbol más valorado en toda Europa.
Como jugador pasó de una breve etapa en el Oporto, al Academia de Coimbra y de ahí al Benfica donde consolidó su fama de goleador, aunque siempre a la sombra del gran Eusebio. Como entrenador, sus éxitos en Portugal le llevaron al París Saint Germain, al CD Tenerife en España y a varios clubs más. Pero su éxito más sonado fue la Copa de Europa que le ganó de una forma emotiva al Bayern de Munich de Rummennigge, Brehme y compañía en 1987.
Por aquel entonces, el Oporto contaba con dos genios que Artur Jorge supo hacer brillar hasta alcanzar la gloria: Rabah Madjer y Paolo Futre. Hoy, toda la prensa deportiva europea se deshace en elogios y recuerda sus éxitos deportivos porque siempre fue un entrenador con algo diferente al resto. Fue de los primeros en empeñarse en imponer el buen juego por encima del resto de valores del fútbol.
Pero Artur Jorge era muchas más cosas que las que dependían del fútbol. Se licenció en Filología Germánica en Coimbra, mientras marcaba goles a porrillo para la Academia, el club más antiguo de Portugal y en el que entonces solo jugaban estudiantes de su famosa universidad. Pero Artur Jorge también era un gran coleccionista de arte, un gran lector y curiosamente, un buen poeta. En 1983 publicó su primer libro de poemas, que alcanzó relativo éxito, y que tituló «Vértigo de agua». Nunca dejó el arte y nunca dejó de escribir poemas Artur Jorge.
En una reciente entrevista donde se le preguntaba por sus recuerdos de la «revolución de los claveles», Artur Jorge se definía como hombre e izquierdas de siempre, pero de una izquierda que no tenía nada que ver con la que quería 50 años antes. Artur Jorge fue uno de los futbolistas, que, aprovechando la caja de resonancia del fútbol, más se significó en contra de la dictadura hasta que fue derribada. Pero la vida de Artur Jorge, esta vida tan implicada en la política tiene algo así como un pequeño gran secreto que apenas ningún obituario se ocupa de recordar.
La Copa de Portugal era el segundo torneo en importancia en el fútbol portugués y era el único al que tenían acceso los equipos pequeños porque la Liga se la repartían habitualmente el Benfica y el Oporto. La temporada 1968-1969 la Academia de Coimbra, con Artur Jorge como goleador y líder del equipo, se planta en la final de copa.
Ese mismo año, y como secuela del mayo del 68 francés, los universitarios de Coimbra aprovechan la visita del primer ministro portugués para exigir reformas sociales y estudiantiles que no son atendidas. En marzo de 1969 la asamblea estudiantil decretó un paro general en la Universidad de Coimbra y declaró el llamado «luto académico»: los estudiantes llevaban brazaletes negros en señal de protesta .
La reacción del Régimen hace que todos los líderes sean fuertemente vigilados y las actividades organizadas sean prohibidas. La Policía secreta controla férreamente cualquier asomo de protesta no siempre con éxito.
Mientras el fútbol seguía su temporada y se supo contra quien jugaría la final la Academia de Coimbra: el Benfica de Eusebio, Simoes, Torres, Coluna, etc.
La fiesta del fútbol, y con ella la publicidad tan deseada por los revoltosos estudiantes de Coimbra, estaba a mano. Academia versus Benfica. ¿Qué mejor tirón para la revolución estudiantil que ganarles a los lisboetas en la capital de Portugal, en el estadio Nacional do Jamor, en Oeiras, ante 35000 espectadores?
El 17 de junio de 1969 se celebró el partido. El Régimen se había puesto en guardia porque temían o bien la no comparecencia de los «académicos» o bien una invasión masiva que conectase con los revoltosos lisboetas y sumiesen la capital en un caos. Caetano decidió no televisar el partido, por primera vez. Obligó a los jugadores de la Academia a no jugar con su blanco habitual para que no pudiesen lucir los brazaletes del luto académico.
El tiro salió por la culata: el desplazamiento de «académicos «hasta Jamor fue masivo. Todos llevaban pancartas con reclamos de libertad o del fin de la dictadura que exhibieron una vez el estadio estuvo lleno. Pero el estruendo fue impresionante cuando los futbolistas de la Academia saltaron al campo con las típicas capas negras de la universidad por encima de los uniformes negros que les obligaban a llevar. Nació ahí la final más importante de la Copa de Portugal, la de 1969, tan revolucionaria como desconocida por el apagón mediático desencadenado.
El partido no defraudó. Gran parte de la afición benfiquista sintonizó con la Academia. A ocho minutos del final estallan las gradas porque Manuel Antonio, le estudiante de medicina, marca para la Academia. La revolución se vería muy reforzada con ese triunfo. Pero toda representación social que se previe debe llevar un punto de dolor, de sufrimiento. Y a cuatro minutos del final, un fallo del portero académico lo aprovecha Simoes para empatar.
Las gradas se silencian. Jamor pasó a ser una nave a la deriva. Porque en la prórroga, el gran Eusebio hizo de pantera negra y de un gran cabezazo pone el 2.1 para el Benfica. Y se llevaron la Copa de Portugal. Una Copa que, siempre se ha dicho, debió ser partida en dos: media para Benfica y media para Academia. La decepción de la derrota no caló entre los universitarios porque el Benfica les hizo dar una vuelta de honor a los esforzados perdedores.
Y Coimbra nunca ha dejado de recordar aquel junio de 1969 donde tocaron la Copa con la yema de los dedos. Pero tanto la Copa como la Revolución hubieron de esperar. La Copa, 40 años. La Revolución ya estaba a la vuelta de la esquina y se desencadenó cinco años después.
Muchos espectadores, estudiosos del fútbol, políticos que hoy son dirigentes y que eran jóvenes revolucionarios en 1969 han hablado y repensado sobre aquel partido, sobre la «final de las capas». Un recuerdo amargo, pero más certero lo aportan los futbolistas que aún viven. Los académicos aún se entristecen al recordar el maldito gol de Simoes. Pero aún siguen mascullando en discreto silencio lo que en su fuero interno piensan que desequilibró la balanza: la ausencia de Artur Jorge, que era su líder y su goleador.
Porque pese a los esfuerzos del jugador y de los directivos y autoridades de Coimbra, aquella tarde junio de 1969, el gran Artur Jorge, el rey Artur, no estuvo allí. Estaba cumpliendo el servicio militar y el Ejército portugués le obligó a estar de guardia en una garita del cuartel de Mafra, a escasos kilómetros de Jamor.
El bueno de Manuel Antonio, el goleador de aquel día para la Academia está convencido de que esa fue la clave y que fue una orden directa de Marcelo Caetano. No deja de repetirlo, como un niño que pierde su infancia: «Con Artur Jorge hubiésemos ganado y todo hubiese sido diferente». Pero no. El recluta Artur Jorge fue obligado a cumplir con la patria uno de los días más importantes en la carrera de un futbolista.
Me gustaría saber todo lo que le pudo pasar por la cabeza a Artur Jorge cuando le comunicaron que no jugaría la final. Por conocer algo más sobre el alma humana y por vicio personal. Porque lo único que quedó para el recuerdo es que aquella tarde tan importante Artur Jorge no estuvo allí. Descansa en paz, poeta del aire, y sigue escribiendo:
Si una sola vez el poeta ordenó
que los pájaros se desnuden
que los pájaros no lloren
que los pájaros no vuelen tan alto
que por volar tan alto
otra orden los detiene
un rayo o una piedra
una campana de iglesia
tal vez una palabra
que basta.
Bellísimo, un placer.
O íngreme caminho à Liberdade. Gostei imenso da tua lembrança do grande Artur Jorge. Obrigado, Juanjo.