Ultimate Entrevistas

Juan Fernández Troyano: « Para jugar al ultimate tienes que ser raro, es ir en dirección contraria a la sociedad»

Es noticia

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

El pasado mes de noviembre, Juan Fernández Troyano, «Troy», (Los Corrales de Buelna, 1991), capitaneó en las playas de Los Angeles a la selección española masculina de ultimate frisbee hasta el subcampeonato mundial. Aunque uno no sepa absolutamente nada de frisbee, hay que admitir que ser segundo del mundo en-lo-que-sea tiene mucho mérito. Más aún cuando en España lo de lanzarse un disco volador cuenta apenas con 1000 practicantes y el Consejo Superior de Deportes -a diferencia del Comité Olímpico Internacional- ni siquiera lo reconoce como deporte.

Pero por improbable que parezca, la medalla sí entraba en los cálculos de este matemático cántabro a quien le gusta tenerlo todo bajo control. En su cabeza dibujó una ecuación muy precisa para optimizar la función del riesgo, producto de miles de horas de trabajo. Con lo que no contaba, sin embargo, era que justo un año antes de la cita mundialista un diagnóstico médico casi le deja sin medalla, sin deporte y, quién sabe, sin nada.

Cuando me dijeron que entrevistaría a un jugador de frisbee di por sentado que vendrías con un perro.

(Ríe)

¿Cuántas veces has tenido que soportar un comentario así?

Bueno, la gente asocia frisbee y perro. No me queda más que aguantarlo, pero lo ignoro. Sé que es algo que va a suceder, el momento del perro. Te ríes un poco y ya.

¿Cómo explicarías qué es el ultimate frisbee a alguien que no sepa absolutamente nada de él?

Le diría que es un deporte como el fútbol americano pero con un disco y sin contacto. Y ya está.

¿Así, sin más?

Te lo vendería como lo que es. Como un deporte. Podría decirte que es autoarbitrado, o que puede ser mixto… pero creo que nos atamos demasiado a menudo a estos aspectos cuando lo que realmente nos define no es eso. Somos un deporte que requiere unas habilidades físicas muy concretas y muy exigentes. Y, aparte, da la casualidad de que es autoarbitrado.

Te lo preguntaré de otro modo: ¿cómo te lo explicaron a ti la primera vez que jugaste?

Como un deporte novedoso. ¡Y lo es! No hay otro deporte que se juegue con un disco. Todo son pelotas, sometidas a la gravedad. Para mí, el disco es lo que lo diferencia del resto de deportes. Me lo enseñó Mikel, mi profesor de educación física, pero no me enganché hasta al cabo de unos años.

Yo entonces hacía atletismo en mi pueblo. Y jugaba al baloncesto, pero en la universidad llegué tarde, el equipo ya estaba formado. Mis compañeros de Física de la Universidad de Cantabria jugaban a este deporte y me dijeron que fuera, que estaba muy bien, que era en la playa… Fui a la playa, lo probé y hasta hoy. No tuvieron que vendérmelo. Y, desde el principio, me gustó mucho su vertiente competitiva.

Tú cuando eras niño no pudiste soñar con ser campeón del mundo de frisbee.

¡No! Yo soñaba con ser futbolista. Desde pequeño jugué mucho al fútbol, Fernando Torres era mi ídolo. Mis ídolos siempre fueron futbolistas o jugadores de la NBA. En mi habitación tenía pósters de Kobe Bryant y Allen Iverson, y a día de hoy ahí siguen, en casa de mis padres. Pero a los 15 años me desencanté del fútbol, y me pasé al atletismo, pasé de un deporte colectivo a uno individual, el deporte en su estado más puro.

El ultimate, un deporte sin ídolos. Todavía.

Bueno, por suerte mis ídolos han sido muy cercanos, compañeros míos en Fendisc, mi equipo de Santander. Jugadores que ya estaban en la selección española, Manu, Jota, Amador… ellos fueron mis referentes, más que mis ídolos. Claro que veíamos los vídeos de Youtube, a Brodie Smith haciendo trucos con millones de visitas, pero lo veías como algo muy lejano, no era algo que aspiraras a hacer. La distancia entre lo que yo jugaba, mixto, en la playa del Sardinero, y aquello… ¡era otro deporte! Pero resulta que al final…

…te has acabado enfrentando a ellos.

Sí, hemos jugado contra los Brodie Smith de ahora.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

¿Lo has racionalizado ya?

Quizás en algún momento lo asuma y pueda disfrutarlo. Para mí ha sido la consecuencia de todo el trabajo hecho. El trabajo es lo que me ha llevado hasta ahí, no es algo que haya sucedido de repente. Han sido ocho años con la selección, mucho esfuerzo, mucho entrenamiento, que es la única manera de conseguirlo. En la selección somos muy cholistas, de ir partido a partido. Y el último partido fue contra Estados Unidos.

Quizá a los universitarios de Massachussets que inventaron el deporte en los 60 se les fue un poco la mano con lo de considerarlo el mejor deporte posible.

Creo que lo peor del ultimate es el nombre. «Definitivo». El deporte definitivo. Menudos flipados. Pero es cierto que es un deporte que coge elementos de otros deportes y que exige muchas cualidades, velocidad, explosividad, resistencia, técnica… Y tiene una particularidad que yo solo sé ver en el golf: el coste de fallar. En fútbol, en baloncesto… perder el balón no es tan grave. En ultimate, un solo fallo individual te puede hacer perder un partido. Mentalmente es muy duro, es agotador a nivel mental.

Si tiene tantas virtudes, ¿por qué, por lo menos en España, no ha acabado de arrancar?

Porque creo que nos hemos quedado en lo del deporte mixto autoarbitrado. Y eso, que es su elemento diferencial, lastra. Que nos definamos por los valores no está mal, son unos valores maravillosos. Pero es que para competir en este deporte tienes que estar muy en forma. Tienes que entrenar mucho, dedicarle muchas horas.

No es solo para pasarlo bien y ya está, que es la impresión que puede dar si a alguien de fuera le contamos solo lo de los valores. Un chico joven, como yo, que venía de competir en atletismo, no hubiera seguido si fuera solo para pasármelo bien. Por suerte para mí, en Fendisc había gente que quería competir.

Bueno, hay algo muy paradójico en esto: si tú practicas un deporte mayoritario tienes muchísimas menos oportunidades para competir a alto nivel que en uno minoritario.

A poco que hagas las cosas bien, la probabilidad de que en ultimate compitas en Europa, alrededor del mundo, es muy alta. Para mí, es uno de los grandes atractivos de este deporte. En fútbol, en baloncesto… yo no hubiera llegado a nada, a competir en regional, quizá. Los deportes mayoritarios no te permiten crecer, y menos aún tan deprisa, a estos niveles.

¿Quién tiene más mérito, alguien de tu pueblo que juegue en Segunda División de fútbol o tú que eres subcampeón del mundo?

El mérito no lo sabría juzgar, pero lo nuestro es lo más improbable. Vas contra la estadística. Es decir, alguien de mi pueblo va a acabar jugando en Segunda, siempre. A alguien le toca, en cada generación alguien puede incluso llegar a Primera, como Julián Luque o Alberto Guitian, con los que compartí equipo, que debutaron en el Rácing. Lo nuestro es estadisticamente raro.

¿Habría una transición fácil de otros deportes al ultimate?

¡Del fútbol desde luego que no! Pero bueno, si eres un buen deportista probablemente lo seas en varios deportes, por distinto que sea el concepto. Quizá de balonmano, voleibol… deportes donde haya que leer la trayectoria de un objeto en movimiento a gran velocidad. En balonmano hay incluso similitud a la hora de lanzar el balón desde la cadera, corren todo el campo, saltan, es muy físico.

Pero más que las similitudes, lo que más llama la atención es lo que lo distingue de cualquier otro deporte: el llamado «espíritu de juego».

Para mí es muy sencillo. Esto no es fútbol. Aquí no hay árbitros, pero no puedes engañar a nadie. Tienes que ganar siendo el mejor, no el más listo ni el más pillo. No puedes abusar de las normas, y eso es algo muy importante, porque te obliga a centrarte en ser un buen jugador. Todos los deportes predican el juego limpio, pero el nuestro tiene un sistema de castigo social. Por error, o por orgullo, puedes llamar algo incorrecto, pero será tu propio equipo el que te acabe corrigiendo porque querrá conservar ese estatus en el espíritu de juego.

Ha habido finales que se han ganado de manera fea en este sentido, con llamadas extrañas, pero cuando sucede se recuerda que tal equipó robó, no que ganó una final. Las normas son un límite que nunca, jamás, traspasamos. Y no necesitamos árbitros para ello.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

¿Crees que si el deporte crece, si atrae más interés y atención, se podrá mantener este sistema basado en la honestidad y la confianza?

Si alguien se está ganando el sueldo jugando a esto, puede que se empiece a pervertir su uso, y no hace ni falta que sea adrede. Pero el espíritu empeorará. No sé cómo evolucionará, pero si hay mucho más en juego habrá un momento en el que habrá que plantearse qué hacer, si contar con observadores, árbitros…

La culpa, entonces, sería de la profesionalización.

Tú imagínate un estadio lleno, en la final de la Champions League de ultimate frisbee… sería difícil que no sucediera. Quizá la única alternativa sería parecerse a los deportes irlandeses, que han conseguido ser profesionales en la gestión (con grandes estadios llenos, muchos ingresos, merchandising…) pero se han mantenido amateurs en su práctica.

Puede que sea la única manera de mantener estos valores intactos. Pero si nos entrara dinero, creo que acabaría tergiversándose, aunque me gustaría que no fuera así.

¿Vale la misma reflexión para el dopaje?

Se comenta que ha habido algún caso de dopaje (N. de la E.: hace referencia a un escándalo nunca esclarecido en el que se suspendió a la mitad de jugadores del mejor equipo japonés), porque al final, una cosa es el dinero pero otra es el ego.

Tú puedes intentar ser el mejor, pero a veces la naturaleza no da para más y siempre hay quien busca soluciones. Puede que nadie se esté dopando a muerte, pero en esto, como en la corrupción, no pasas de cero a cien. Seguro que hay quien consume para mejorar su rendimiento, seamos conscientes de ello o no.

Pero al ser un deporte tan complejo, el dopaje debería influir menos que en otros deportes de rendimiento físico puro.

Lo que la gente tiene que entender es que en este deporte concentramos mucho los partidos. En el mundial jugamos doce partidos en cuatro días, es una locura. Si eres capaz de aguantar más, de recuperar mejor… ganas. Poder entrenar mejor, evitar lesiones, podría ser una tentación.

¿Crees que hay gente que es feliz siendo un deporte de nicho? Que les da miedo que se diluya su carácter si consigue crecer.

Crecer tendría sus riesgos, seguro. A mí me encantaría jugar en un estadio delante de 10.000 personas. ¡Pero eso no significa que no me guste también un torneo en Lanzarote! Igual que hay gente que se lo pasa muy bien jugando a fútbol con los amigos en su barrio, y eso no impide que haya futbolistas profesionales. Ojalá suceda, bendito problema.

Echando cuentas, enfrentándoos a federaciones que multiplican por 10, 20 y hasta por 4000 el número de practicantes, los resultados de las selecciones españolas quizá se puedan equiparar a los éxitos de Carolina Marín en bádminton.

Puede ser, el bádminton también es muy practicado en algunos países del mundo y, hasta que ella ganó, muy poco aquí. Pero hay una diferencia importante: que el bádminton, en España, sí es un deporte. El ultimate no. Por mucho que se juegue en el mundo, por buenos que sean nuestros resultados, para el estado no cumplimos con los requisitos para ser considerados un deporte: el número de practicantes, el número de clubes…

Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional sí lo reconoce. Y eso es un lastre muy importante. Ojalá estas medallas sirvan para cambiar esta situación, que este deporte se reconozca, pero no sé si lo verán mis ojos. En Alemania, en Inglaterra… además de que son más, hay dinero detrás y se nota mucho la diferencia.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

Vuestros resultados en Los Angeles significan que uno de cada veinte jugadores de ultimate en España es medallista mundial.

Bueno, creo que ha sido algo totalmente excepcional. Espero equivocarme, pero dudo que volvamos a ver algo así en el próximo mundial.

¿Los resultados no son representativos del nivel del ultimate español? Las tres selecciones (masculina, femenina y mixta) volvieron con medalla a casa.

Por desgracia no. A nivel de desarrollo, el ultimate español está en la cola de Europa. El nivel medio de los jugadores, las condiciones que tenemos, los recursos, las competiciones. La falta de profesionalidad. Hay torneos impresionantes en España, como el CFC o el Doctor en Canarias, donde viene gente de todo el mundo a pasarlo bien. Pero a nivel competitivo aún nos falta.

Aunque eso ha tenido un efecto inesperado y positivo: ha hecho que los que sí queríamos competir, un número pequeño de gente, llevemos mucho tiempo jugando juntos. Desde que teníamos 18 años, y yo tengo ahora 32. En Estados Unidos habrá millones de jugadores, pero apenas se conocen entre ellos.

Sienta mejor ganar con tus amigos.

Sí, bueno, pero luego ves a Estados Unidos, completamente uniformados, con media docena de personas de staff, cada uno durmiendo en su habitación, a cinco minutos de los campos. Y nosotros totalmente en precario, sin chándal siquiera, cuatro por habitación, dos en cada cama, uno ronca, el otro no puede dormir. Y prácticamente todo pagado de nuestro bolsillo. Y esto, durante años y años.

Ha habido gente que se ha quedado en casa pero podría, debería, haber estado ahí con nosotros, y nos hubiera ayudado mucho, pero no se lo podían permitir. Al final, no solo tienes que luchar contra los americanos, que son cuatro millones de jugadores, sino contra tu propia precariedad.

Es curioso, porque este deporte es de los más baratos que existen: un disco volador de competición, que es todo lo que se necesita, cuesta 17€.

¡Al final de año igual te gastas tanto o más que alguien que esté en la selección española de hípica! Como la hípica es deporte olímpico, tiene unas ayudas que nosotros no podemos ni soñar. Pero ese es el punto de partida: no somos un deporte y, además, somos minoritarios. A poco que quieras enfrentarte a alguien como tú, tienes que salir de España. Y no todo el mundo se lo puede permitir.

En Krakens, mi actual equipo en Barcelona, más de la mitad de la plantilla son inmigrantes venezolanos. En Venezuela se juega mucho y muy bien al ultimate, y cuando llegan aquí se integran a través del frisbee, y nosotros estamos encantados. Pero están en una situación todavía más precaria, algunos ni siquiera obtienen los visados para poder viajar. Para el Europeo de Irlanda de este verano, algunos jugadores estuvieron haciendo trámites durante tres meses. Es un esfuerzo que tienes que estar loco para querer hacerlo, lo haces porque realmente te gusta esto. Pero es un hándicap.

Un esfuerzo que tú sí has hecho. Has acompasado tu vida personal y profesional con el ultimate, viviendo y compitiendo en clubes de Austria, Suiza e incluso viajando periódicamente a Irlanda para jugar con los campeones de Europa de césped.

Trabajo para Novartis, es una gran multinacional. Eso hace que de vez en cuando te salgan oportunidades en otras partes del mundo, y la verdad es que nunca me han puesto ningún problema para viajar y competir, estoy muy agradecido por poder compaginarlo. Viajar tanto te abre la mente, en lo competitivo y en lo personal, ves otras culturas, otras formas de vivir, pero también de jugar. De hecho, la selección es hoy el resultado de todo lo que he visto en otros equipos los últimos diez años. Sobre todo de aquello que he visto que no funciona.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

Las publicaciones especializadas se sorprendieron por el estilo de juego de las selecciones españolas, ¡llegaron a referirse a él como «tiki taka»!

Es que jugamos distinto a esto, pero por necesidad. Nos enseñaron a jugar como los americanos: coger el frisbee y lanzarlo bien lejos al que más corría. Lo intentamos durante muchos años, pero no funcionaba. Nosotros no éramos tan rápidos, ni saltábamos tan alto, ni lanzábamos con tanta precisión. Pero al practicar tanto en la playa, con menos jugadores y en un espacio más reducido, éramos capaces de movernos muy deprisa y de cometer muy pocos fallos. Y de ahí salió una manera propia de jugar, exactamente igual que el tiki taka de la selección española de fútbol, con sus jugadores pequeñitos.

Nosotros movemos el disco muy rápido sin dejar que las defensas se coloquen, para evitar que el físico apabullante de nuestros rivales les sirva para nada. También parecía que Xavi e Iniesta no podían ganar un mundial a base de tocar el balón y moverse rápido, y lo lograron.

Hicisteis de vuestra necesidad, virtud.

Sí, tenemos un estilo muy colectivo. Ahora han salido las listas de mejores jugadores del año y, a pesar de nuestros resultados, no hay ningún español en ellas. Pero es normal, tenemos un estilo en el que no queremos que nadie sea protagonista, no jugamos para salir en los highlights.

Podríamos jugar buscando eso, pero perderíamos. Para mí, es un halago que no haya nadie de los nuestros en esas listas. Y también es cierto que la playa se sigue considerando como una superficie de segunda, aunque luego a los mejores jugadores del mundo, estrellas en el césped, les ganemos en la arena.

Habéis recogido el testigo de una generación de, literalmente, pioneros.

No puedo ni imaginar cómo tuvo que ser para ellos, para Alberto, Jota, Manu, Amador, Jeff, Ricar… Ellos estaban conociendo lo que era este deporte, muchos empezaron tarde, a los 25, incluso a los 30. Hacían milagros con lo que había, no podrían haberlo hecho diferente.

No tenían vídeos de Youtube, tenían que aprender de extranjeros que se instalaban aquí ¡pero que quizá ni siquiera habían competido a buen nivel en sus países! Gracias a ellos, nosotros, con 18 años, tuvimos el camino un poco más abierto. Nos llevaron a la selección, competimos en Copenhague en 2015 y solo conseguimos ganar dos partidos, los primeros que se ganaban en césped. Y vimos lo que funcionaba y lo que no.

Por no tener, la selección masculina ni siquiera tuvo entrenador hasta hace algo más de un año. Compaginabas ser capitán, entrenador, seleccionador…

Es imposible gestionar nada cuando estás a 180 pulsaciones por minuto. No puedes tomar decisiones rápidas, de riesgo, a la vez que intentas educar a tus jugadores predicando con el ejemplo. Si yo les he pedido que no fallen discos, yo no puedo fallar ningún disco, porque se me va a juzgar como jugador y como capitán.

Entonces acabas limitándote, haces lo mínimo posible, llevas la carga mental de jugador y de capitán, sientes que les has fallado a tus compañeros. No era sostenible. Pero no encontrábamos a nadie, tardamos seis años. Necesitábamos a alguien que estuviera cualificado, que quisiera unirse al proyecto y que remara en la misma dirección, con cabeza fría y analítica. Y que me permitiera liberarme de ser el capitán para ser solo un jugador más. Alguien que pudiera decirme «tú, ahora, no juegas».

Esta autogestión no pasaría en otros países, pero vamos unos cuantos años por detrás de ellos. La selección femenina ha quedado tercera del mundo sin entrenador. No va a suceder nunca más, la figura del entrenador ha llegado para quedarse, pero claro, falta gente que haya competido y quiera dedicarse a ello. Yo me veo haciéndolo dentro de unos años, cuando me retire.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

Pero falta que la gente se quiera retirar. Al ultimate en España se juega hasta edades muy avanzadas. No es raro ver compartir alineación a un chaval de 16 con un señor de más de 40.

Como somos pocos, nos apañamos con lo que tenemos. Severiano Ballesteros, cántabro como yo, entrenaba en la playa cuando no tenía acceso a un campo de golf. Ojalá fuéramos 10.000 jugadores y hubiera hasta categoría adaptada. No sé si en España hay algún jugador de ultimate en silla de ruedas, pero lo que sé seguro es que si lo hay no tiene equipo. Pero hoy, los niños tienen que jugar con los adultos, hombres, mujeres, buenos, malos, todos juntos, es lo que hay.

Esta mezcla de hombres y mujeres, la apuesta por la equidad de género, es otra de las singularidades del ultimate.

Sí, hay tres categorías la masculina, la femenina y la mixta, juegan chicas y chicos en el campo a la vez. La mixta tiene una complejidad extra, tácticamente hablando, tienes piezas mas diversas en el equipo y es muy difícil gestionarlo bien. También es una prueba de que se pueden hacer deportes mixtos competitivos y atractivos, ojalá otros deportes se animaran.

Si te retiraras ahora, este subcampeonato completaría un palmarés donde ya había un bronce europeo de selecciones, un subcampeonato de Europa de clubes y, por fin, un oro: el Europeo de clubes de 2022.

Sí, fui campeón de Europa sin jugar.

Cuando tus compañeros ganaron el oro en Portimao, tú colgaste una foto en tus redes tomando una cerveza en Basilea con la frase «me encanta que los planes salgan bien».

Yo tuve un dolor, vamos a llamarlo neuropático, en la espalda. Me apartó de todo tipo de deporte. Bueno, me apartó de la vida en general. El diagnóstico fue en septiembre, el campeonato era en noviembre. A día de hoy todavía no sé qué me pasa, pero me tuve que quedar en mi casa con las ganas. Estaba con mi novia y yo le decía «nos vamos para allá», incluso estuvimos buscando vuelos hasta que nos dimos cuenta que era una locura.

Ni siquiera dormía. Literalmente, dormía tres horas. Fendisc es un proyecto con el que he crecido, empecé ahí con 18 años y trece años después ganábamos por fin la medalla de oro. Son mis amigos, y es muy bestia perdértelo. Pero para mí, no me lo perdí. Ahí había mucha gente a la que yo le había enseñado a jugar. Montamos ese equipo con Rubén Sanjosé, «Raven», mi co-capitán, con muchos jugadores y amigos que también han estado en la selección.

Aquello fue solo un día, pero han sido muchos años jugando juntos para llegar allí. Ganamos ese campeonato sin pretenderlo, fuimos allí porque ya sabíamos que el club iba a desaparecer. Después de eso, nos retirábamos, pasara lo que pasara. Los planes salieron bien.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

Y si en ese momento alguien se hubiera sentado a tu lado en esa terraza y te hubiera susurrado al oído que en un año serías medallista mundial, ¿le hubieras creído?

¡Jamás! He tenido otros problemas de salud, me llegaron incluso a diagnosticar cáncer en un momento dado y todavía está por ver qué tengo y qué no tengo. Pero jamás hubiera pensado que podría volver a competir a ese nivel. En ese momento pensaba que el deporte había acabado para mí. Aunque yo no me iba a retirar, ya me retiraría la enfermedad. Yo no solo era un jugador, era el capitán.

Podía seguir, no estaba ingresado, obviamente no estaba en mi mejor momento físico, pero bueno, podía intentar ser un jugador regular, uno de los malos de la selección, pero ser el mejor capitán posible. El deporte no solo sirve para mantenerte en forma, mentalmente me ayudaba a no dejarme ir. Vives con dolor, juegas con dolor, pero me impedía decirme a mí mismo «no valgo para nada».

El deporte me salvó la vida. He hecho deporte siempre, una semana sin deporte para mí es una mala semana. Soñar con poder volver a jugar con la selección española me ayudaba ese día que no quería ir al gimnasio, me permitía seguir. Pero nunca imaginé que viviría esto que he vivido.

Poca gente de tu entorno conocía esta situación.

No se lo conté a mis compañeros hasta después del campeonato de Europa de selecciones. No quería que nadie me juzgara por competir en ese estado, prefería que la gente pensara que estaba lento antes de que estaba enfermo. Tampoco quería que mis rivales lo supieran, quería que pensaran que corría tan rápido como ellos lo recordaban.

Decirlo hubiera sido un acto de egoísmo. Después del campeonato lo conté en mis redes, aunque yo no soy de contar mucho de mi vida, pero me salió así porque fue un descanso poder decirlo. Me sentí muy respetado, mucha gente lo entendió. Esta comunidad es muy pequeña, tienes el apoyo de todo el mundo.

Que una comunidad sea tan pequeña tendrá cosas buenas y cosas malas.

Soy de Corrales de Buelna. En mi pueblo decimos aquello de pueblo pequeño, infierno grande. Sé que hay gente que no comparte mis opiniones, no estoy hablando por boca de la mayoría. No hay enemistades personales, creo, o yo por lo menos no las tengo, pero sí que hay maneras distintas de ver nuestro deporte. Hay pequeños roces en la manera de hacer las cosas. Y eso al final nos lastra y nos impide crecer.

Hay otros países que ya han pasado por donde nosotros estamos ahora. Deberíamos copiar a aquellos que han avanzado más: Austria, Alemania, Irlanda, Inglaterra… no tienen un tamaño tan distinto a España, deberíamos fijarnos más en ellos en lugar de fijarnos tanto en qué hacen los de la ciudad de al lado. Supongo que es la idiosincrasia española, un poco cainita.

Incluso así, estamos mejorando, hay varios focos de ultimate, el mixto en Valencia, el masculino en Barcelona, Madrid y Santander, las islas Canarias, que han producido un montón de jugadores desde siempre y que ganan muchísimo con sus clubes… Pero son tres maneras distintas de entender el ultimate que habría que alinear.

Un deporte contracultural, una comunidad pequeña… ¿qué tipo de persona atrae el ultimate?

Para jugar al ultimate tienes que ser raro. Pero cada uno es raro a su manera. Escoger el ultimate es, literalmente, ir en la dirección contraria a la que va la sociedad. Una persona normal, una persona escogida al azar, no conocerá a nadie que juegue.

Tu amigo juega al pádel, el otro juega al fútbol, tu primo, al baloncesto… y tú escoges un deporte que se juega con un platillo volante en la playa, que viajas, que duermes en sitios raros, he dormido en garajes, en tiendas de campaña, en pabellones… Para jugar a esto tienes que ir en contra de todo lo que conoces.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

Bueno, tu manera de ser raro es ser matemático, jugar al ajedrez, hacer magia… Lo que sería un nerd.

Sí, soy un nerd. Un nerd que hacía deporte. Pero un nerd no deja de ser alguien que se obsesiona mucho con cosas a las que el resto de la sociedad no le presta demasiada atención, como el ajedrez o las matemáticas. Pues en mi caso, además, escogí el ultimate como deporte.

¿Crees que hay relación entre una cosa y las otras?

¡Muchísima! De las matemáticas, he aprendido a gestionar los riesgos. En el ultimate, busco siempre el mínimo riesgo con mayor beneficio. En eso he basado los equipos que yo he dirigido. Creo que fue el inversor Charlie Munger, que acaba de morir, quien dijo: «sé cómo perderlo todo en bolsa, lo que hago es evitarlo». Pues en ultimate, lo mismo: nuestro objetivo no es hacerlo bien, es no hacerlo mal. Yo sé cómo se pierde un partido, arriesgando el disco, así que no lo hago.

Seguro que me equivoco muchas veces, pero siempre intento tomar la decisión que pueda darme más beneficio con el menor riesgo. Vale también a la hora de escoger jugadores: hay jugadores maravillosos individualmente que son un peligro a nivel colectivo. Gente muy buena, pero que no es constante. Prefiero a alguien que es un 6 todo el rato que un 9 que sea impredecible, porque del primero sé qué puedo esperar en cada momento y el riesgo es manejable. Puedo tener mejores resultados con jugadores peores: esto es pura matemática.

Pero las personas no somos algoritmos.

Esa persona, individualmente, no lo entiende. Y es normal. Hay disgustos, gente que no ha venido y puede que no entienda el porqué. Y es difícil de gestionar porque te vas a cruzar a esa persona constantemente, en todos los campeonatos y torneos.

Nos tomamos esto muy en serio. En Los Angeles, para motivarnos, medio en broma medio en serio, nos poníamos el vídeo de El Xokas, porque en el fondo tiene razón: «esto no es un juego (…) un juego lo será para ti». (Ríe) Esta fue la apuesta, y los resultados nos avalan. ¿Podía haber salido mejor? Sí, o no, pero nunca lo sabremos.

Juan Fernández Troyano, jugador de ultimate frisbee

¿Y aprendizajes del ultimate que sean útiles para tu vida personal?

Pues precisamente en eso, en la gestión de personas. Saber que no eres un helado, que no puedes gustarle a todo el mundo todo el tiempo. Dirigir un equipo te fuerza a explicar los porqués, tu razonamiento. Y eso lo aplico en mi trabajo. Y también a gestionar la frustración. Como jugador, yo también me he quedado fuera de torneos, de la selección.

No era una estrella. Pues no me ofusco y pienso «¿qué puedo hacer para ir al próximo torneo?» Cuando en el trabajo no me dan un proyecto, cuando tengo que lidiar con la presión en una gran empresa tan competitiva como Novartis, aplico la misma lógica: «¿qué puedo hacer para evitar que vuelva a suceder?». Y me he dado cuenta de que trabajo igual que juego: reduciendo los riesgos.

Hago pasos pequeños para que el trabajo salga, poco a poco. No tomaré la opción más complicada, sino una más simple que me garantice que la tarea va a salir, al cien por cien. Pero solo controlas ciertos aspectos en la vida, en el trabajo o en el ultimate, mientras que otros son pura aleatoriedad, se te escapan. Puedes tenerlo todo bajo control y de golpe te cambian el jefe. O te pones enfermo. Pues intento no frustrarme y hacer lo posible para seguir adelante.

2 Comments

  1. Luis, Pastori y Gema

    Eres muy grande, como deportista, como matemático pero sobre todo como persona. Tú sabes bien lo que te queremos.

  2. Pingback: No es la piratería, Tebas, es el aburrimiento

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*