Twitter ya no es lo que era. De hecho, ya ni siquiera se llama Twitter. A su actual propietario, Elon Musk, no le importó cargarse una de las marcas más reconocibles del momento, que había generado incluso una terminología propia —tuit, retuit, retuitear— demolida igualmente para izar en su lugar una enorme y ramplona X.
Tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, mucha gente está abandonando lo que queda de Twitter. No soy ajeno a sus miserias, a los bots indios ni a los checks azules. Creo conocer las intenciones perversas de Musk, pero no comparto el drama que dicen vivir muchas de las personas a las que sigo.
La pestaña «Para ti» es una puerta abierta al infierno, sí, pero su contigua «Siguiendo» me permite acceder como siempre a la red que he ido construyendo durante más de 15 años. A veces no cuesta tanto esquivar la basura, por mal que huela.
La semana pasada, The Guardian fue el primer medio relevante en anunciar que no publicará más contenidos en la red de marras. No se trata, sin embargo, de la mayor decepción que me depara este periódico británico; esa tuvo lugar el día en que me enteré de que su nombre es puramente vocacional, pues trata de ser algo así como el «guardián» de la verdad. Yo, en mi ignorancia, pensaba que era la forma en que uno de los diarios más prestigiosos del mundo rendía homenaje a la reina de las prácticas periodísticas: las guardias.
En el periodismo deportivo español, las guardias conforman la mayor expresión del género épico. Frente al pelotón de fusilamiento, cualquier periodista que se precie habrá de recordar las interminables esperas a la puerta de estadios, campos de entrenamiento, oficinas y restaurantes. En esos lugares aparentemente absurdos es donde arraiga el compromiso del cuarto poder con la ciudadanía.
Contra la creencia popular de que las guardias son cosa de becarios y gente sin mejores cosas que hacer, conviene decir alto y claro que de ninguna otra forma se forjan mejores periodistas y, por ende, personas. Son una escuela de vida. Pienso en el ciudadano medio, que nunca ha podido participar de algo así, y siento cierta lástima. Pero aún peor es lo de esos profesionales de la información que no han podido o no han querido quemar esa etapa. Y aún se harán llamar periodistas, los muy miserables.
Para ponerme a la altura, yo empiezo hoy mi propia guardia. No tengo previsto irme de Twitter pero sí abandono, al menos por el momento, esta columnita de los miércoles que Jot Down Sport me ha permitido escribir durante los dos últimos años. Jamás me han dicho sobre qué escribir o sobre qué no, que es casi lo único que pido.
Les agradezco esa libertad, igual que les agradezco a ustedes el interés y hasta el cariño que me han transmitido en Twitter —por paradójico que parezca— en todo este tiempo. No he sido el héroe que merecían ni aún menos el que necesitaban, pero hice lo posible por que esta lectura crítica les resultara agradable. Ahora paso a ser un guardián silencioso. A día de hoy, por supuesto.
Miguel, gracias por este artículo semanal, ojalá vuelvas pronto, aquí o donde sea.
fue bonito mientras duró y se echará de menos esta lectura.
Sobre twitter con la aparición de twich muchos streamers se pasaron de youtube a esta, ninguno cerró su cuenta de youtube simplemente pasaron a tener dos plataformas, twitter ( ahora como se llame) no es incompatible con las demás, y dicho esto yo cerre mi cuenta de twitter ya hace total no la usaba jaja.
No olvides cerrar la puerta.
¡No jodas! Bueno, pues una cosa menos que hacer los miércoles… Gracias, suerte, y te sigo los jueves en saber y empatar.
Gracias por tu dedicación. Te seguiremos allá donde vayas, Miguel. Un fuerte abrazo.