Cómo se financia el deporte. Todavía tenemos la imagen tradicional de que es con la suma de derechos de emisión, patrocinios y venta de entradas. Pero desde hace una década las apuestas han irrumpido como una fuente de ingresos cada vez más potente, y su peso ya se ha consolidado en el mix.
En los últimos cinco años, a nivel mundial, la financiación de ligas y clubes ha triplicado sus ingresos por apuestas, de 10.600 millones de euros totales en 2018, a 32.200M al cierre de 2023. El número de aficionados que apuestan también se ha triplicado, desde los 42,6 millones iniciales a los 127M actuales. Cada uno de ellos aporta unos 360 euros anuales de ingresos a los equipos.
Así que no es de extrañar que la NBA lo haya aprovechado dándole un buen mordisco a la tarta de las apuestas, pero provocando también que el ambiente en las gradas, ya agitado de por sí, se haya convertido en algo parecido al salvaje Oeste.
La comparación con el Far West es de Ochai Agbaji, jugador de los Toronto Raptors, nacido y criado en Kansas. Desde que la NBA incorporó las apuestas en tiempo real, los aficionados vuelcan sobre ellos una extrema violencia verbal cuando no anotan los puntos que necesitan para ganar sus apuestas.
Todos los jugadores de los equipos están de acuerdo en que aguantarlo forma parte de su trabajo en la NBA. Pero ahora incluye peligro físico y acoso online, tanto es así que clubs como los Raptors, o los LA Clippers, han comenzado a reforzar sus equipos de seguridad en las canchas. Para impedir que los aficionados salten al terreno de juego para agredir a los jugadores.
También han contratado equipos de ciberseguridad para detectar las olas de odio y acoso online a equipos y jugadores individuales, por los mismos motivos. Y todo esto, en tiempo real, mientras se desarrolla el encuentro.
Agbaji no ha sido el único en manifestar públicamente su malestar. El mejor jugador de la temporada con los Boston Celtics, Jayson Tatum, también asegura que lo que oyen y ven en la cancha tiene que ver con las apuestas del público. Las instrucciones que él y el resto reciben, sobre si tienen que tirar otro triple, o meter veinticinco puntos antes del descanso, van unidas a amenazas e insultos.
Hay incluso casos donde un grupo de seguidores muy enfadados han conseguido datos personales para ejercer acoso de forma directa. Así le ha ocurrido al entrenador de los Cleveland Cavaliers, J.B. Bickerstaff, que recibió mensajes de amenaza hacia él y hacia sus hijos en su teléfono por parte de un apostador que había perdido mucho dinero. Es evidente que se ha cruzado una línea, y que quizá la NBA haya ido demasiado lejos.
Su nuevo modelo de apuestas en la liga de baloncesto consiste en añadir una funcionalidad a su suscripción NBA League Pass. Mientras te conectas a la retransmisión del encuentro aparecen en pantalla las posibilidades de apuestas, no solo sobre el resultado final, sino sobre cada uno de los cuatro cuartos del partido.
No es que quienes asisten al estadio se conecten también con su móvil, sino que las dos apps tradicionales de apuestas con la NBA, FanDuel y DraftKing, se han incorporado a la suscripción en tiempo real. Se haga en casa, o en el estadio, el efecto es el mismo: un aficionado con el corazón en vilo pendiente del resultado de su apuesta durante los diez minutos que dura un cuarto. Si está en las gradas, aprovecha para gritar furioso instrucciones desde su asiento, porque de ellas depende ganar o perder diez, veinte, treinta, hasta dos mil dólares. O ganarlos, claro.
Y qué pasa cuando es el jugador quien quiere aprovechar esta nueva funcionalidad. La liga de baloncesto tiene abierta una investigación a Jontay Porter, también de los Raptors, porque en los partidos jugados el 26 de enero y el 20 de marzo dejó la pista por problemas físicos. En ambos encuentros alguien obtuvo unos ingresos enormes al apostar que este jugador no llegaría a cierto número de puntos y rebotes.
De hecho la apuesta, que suele estar limitada a 2.000 dólares, llegó a 20.000, dividiéndola en apuestas pequeñas de varias personas, que eran supuestamente la misma. Sobre el papel, ningún jugador de la NBA puede apostar en encuentros de la liga, enfrentando si lo hace desde multas de cien mil dólares hasta la rescisión de su contrato. Aunque sí puede invertir hasta en el 1% del capital de empresas de apuestas, y publicitarlas siempre que no sean directamente de apuestas NBA. Una especie de doble moral.
Este caso, que se ha saldado con una sanción de por vida, además del acoso a jugadores y entrenadores, y el mal ambiente en el campo de juego, está creando un ambiente tóxico y seguramente perjudicial para la imagen de la NBA.
Pero no asistimos a una decisión, errónea o acertada, de una liga que intenta obtener mayores ingresos de las apuestas, aprovechando una tendencia consolidada en el deporte a nivel mundial. Sino a una ofensiva histórica del AGA, American Gaming Association, el lobby que presiona para que las apuestas deportivas sean legales en todo Estados Unidos, y estén lo menos reguladas que sea posible. Y sobre todo para abatir a los últimos doce que aún se resisten a permitirlo.
Están exprimiendo al máximo la sentencia del Tribunal Supremo de EE.UU., que en 2018 declaró inconstitucional una ley federal que prohibía las apuestas deportivas en la mayoría de estados. El exjugador de baloncesto (New York Knicks, NBA) y por entonces senador demócrata Bill Bradley se lamentó entonces, diciendo que esa ley había garantizado que el deporte fuera íntegro.
El lobby del AGA, por su parte, repite que los 1.500 millones de dólares que se movían anualmente en apuestas ilegales antes de la sentencia del Supremo pasarán ahora al sistema fiscal, dejando beneficios para los estados en forma de impuestos.
Podemos hacernos una idea de lo rápido que la AGA está consiguiendo sus objetivos si pensamos que en 2023 las apuestas deportivas solo estaban legalizadas en 28 estados, y que hoy ya lo están en 38. El interés de este avance rápido se entiende mejor dentro del baloncesto de la NBA atendiendo el último movimiento empresarial que han hecho, conjuntamente, Mark Cuban, dueño de los Dallas Maverick, y Miriam Adelson, viuda y heredera del magnate de los casinos Sheldon Adelson.
Cuban le ha vendido su equipo a cambio de mantener la dirección deportiva, y de que la familia Adelson le ayude a hacer lobby en el estado de Texas, para conseguir que legalice las apuestas deportivas. Los texanos llevan tiempo resistiéndose a ello. Los Adelson, por su parte, son muy conscientes de que el negocio de los casinos físicos declina y que la tarta está ahora en el juego online ligado a los deportes, donde quieren meter cabeza a toda costa.
Especialmente ahora que el fundador, que tanto se oponía a ello, ya no está en este mundo para impedírselo. Si todo esto sale bien, los Adelson, que han comprado 2.000 millones de dólares en acciones, recuperarán de sobra ese dinero y mucho más, porque el beneficio de las apuestas va, sobre todo, a los dueños de los clubes. Que son quienes forman la liga NBA.
Y son 120.000 millones de dólares los que hay en juego, ahora que las apuestas son legales en tantos estados. Esa cifra ha subido a raíz de la legalización y no deja de aumentar. Los miembros del partido republicano presionan a favor, quizá recordando que el mayor donante a la campaña presidencial de Donald Trump cuando llegó a la presidencia fue Sheldon Adelson.
Pero también atentos a los movimientos empresariales del heredero de Rupert Murdoch, su hijo Lachlan, que después de asumir la presidencia de la cadena FOX compró el 20% de FanDuel, una de las dos app que permite apostar en la NBA. A finales del pasado año declaró que no le interesaba pujar por los derechos de emisión de la liga de baloncesto. Las apuestas le son mucho más rentables a la FOX que retransmitir los partidos.
Los analistas estadounidenses están divididos sobre el final de este camino sin retorno. Asistimos, dicen, a un escenario donde el deporte pasa de afición y pasión a juego de azar, una ruleta donde conseguir dinero. Desde luego es una buena fórmula para competir por el mercado de la atención, pero también un modo rápido de alejar a los aficionados a los que realmente les gusta el baloncesto, y pagan por él, por sus entradas, retransmisiones y camisetas, sin apostar.
Por no hablar de toda la dinámica conflictiva aparejada al juego, en forma de adicción y ruina económica. Qué ocurriría, apuntan, si ese aspecto negativo llega a pesar más que los valores deportivos y de espectáculo que siempre han caracterizado a la liga de baloncesto. Mientras ellos se lo preguntan, la NBA ya ha decidido. Hará crecer sus ingresos a toda costa sin importar quién pague el precio. Y si lo arruinan todo, sus magnates dueños de equipos ya encontrarán otro negocio en que ocuparse.
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