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Una Copa América rústica, pero por momentos vibrante

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Shakira en la Copa América (Foto: Cordon Press)
Shakira en la Copa América (Foto: Cordon Press)

La Conmebol no tiene la culpa de que en Sudamérica haya poquitos países, apenas diez en un continente cuya superficie es tres veces más grande que la de Europa (sin contar a Rusia). Además, es una cantidad que se mantiene estable en el tiempo: desde hace dos siglos que existen los mismos diez países de siempre. El primero en independizarse fue Ecuador en 1809, en los años sucesivos siguieron Colombia, Paraguay, Venezuela, Argentina, Perú, Brasil y, finalmente, en 1825, Bolivia y Uruguay.

En cierto modo, el proceso de emancipación de España y Portugal se relaciona con el origen de la Copa América, ya que el torneo que se reconoce oficialmente como el primero de la historia fue uno que organizó Argentina en 1916 para celebrar los cien años de la declaración de su independencia. Durante la disputa de ese torneo nació la Conmebol, la Confederación Sudamericana de Fútbol (es decir, casi cuarenta años antes que la UEFA). Bajo diferentes denominaciones, sumando países de a poco y con modalidades cambiantes, la Copa América se viene jugando con regularidad desde aquel entonces, mientras en Europa se masacraban en la Primera Guerra Mundial.

La que terminó el domingo 14 de julio, fue la edición cuadragésima octava de la competición. En 1975 adquirió el nombre con el que hoy se la conoce y recién a partir de ahí comenzaron a participar los diez países sudamericanos. Como son pocos equipos, es un torneo que no tiene fase clasificatoria como la Eurocopa (la UEFA tiene en la actualidad cincuenta y cinco países afiliados y de la Eurocopa participan veinticuatro).

Es más, desde 1993, la estrategia de la Conmebol fue ir invitando selecciones de otras confederaciones para ampliar la cantidad de partidos y así modernizar el sistema de competencia. Desde hace treinta años se han ido sumando sistemáticamente países de la Concacaf, pero también la jugaron alguna vez Japón y Qatar; incluso en 2011 fue invitada la España, campeona del mundo, aunque el aviso llegó a último momento y la chance no prosperó.

Decepción colombiana (Foto: Cordon Press)

Como decíamos, la Conmebol no tiene la culpa de las particularidades geográficas del continente futbolero que tiene a su cargo. De lo que sí es responsable es del desastre organizativo que fue la Copa América USA 2024. Desde la concepción del fixture hasta el show sin sentido de Shakira, que estiró a veinticinco minutos el entretiempo del último partido entre Argentina y Colombia, todo estuvo mal. De principio a fin.

De entrada, no es razonable que, en un torneo donde hay cuatro grupos diferentes, los clasificados del A y el B no se crucen con los del C y el D hasta la final (Argentina y Canadá se enfrentaron dos veces por esa razón, en fase de grupos y en semifinales). Tampoco es lógico que no exista el tiempo suplementario en cuartos de final ni en semis y que los empates después de los 90 se resuelvan directamente a penales. ¿Cuál es la explicación? ¿Acaso en Sudamérica los jugadores se cansan más que en África, América Central, América del Norte, Asia y Europa?

En los partidos de eliminación directa de la Copa Africana de Naciones, la Copa de Oro de la Concacaf, la Copa Asiática y la Eurocopa, si se mantiene la igualdad tras el tiempo reglamentario, se juegan treinta minutos más. Los penales son el último recurso. En Sudamérica no, como si hubiese un morbo por las definiciones desde los doce pasos (lo mismo sucede en los torneos de clubes, la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana). Eso desnaturaliza el juego y premia a quienes especulan, salen a defenderse, a interrumpir la dinámica de los partidos haciendo tiempo.

Otro déficit indisimulable fue el estado de los campos de juego, no parece lo más apropiado jugar un campeonato de fútbol en canchas de fútbol americano adaptadas. Los mismos protagonistas lo plantearon desde el partido inaugural, uno de los más tajantes fue Emiliano Martínez, arquero argentino del Aston Villa inglés: «La cancha fue un desastre, pusieron panes de césped natural arriba de un sintético y parecía un trampolín cada vez que recibíamos la pelota. Tenemos que mejorar ese aspecto. Si no, la Copa América siempre va a estar en un nivel más bajo que la Eurocopa».

También se quejaron Messi, Vinicius, el local Weston McKennie y el mejor jugador del torneo, el colombiano James Rodríguez: «La cancha no estaba ayudando mucho. Es seca y le ponen un tapete raro. Los estados de la cancha no están muy buenos y eso también influye a que los partidos tengan mucha fricción».

Vinicius (Foto: Cordon Press)

Párrafo aparte para las diatribas del director técnico de Uruguay, Marcelo Bielsa, posteriores a la derrota contra Colombia en semifinales. Es cierto que perdió la compostura y en su enojo a lo Abraham Simpson mezcló erráticamente malestares de distinto tipo, pero sí fue preciso cuando describió la calamidad de los terrenos de juego compuestos como un patchwork irregular: «Los norteamericanos no te dicen ‘te doy una cancha perfecta’, te dicen ‘te doy una cancha instalada hace tres días’ y las uniones no cierran. Busque una jugada del partido ayer en el área chica de Rochet y va a ver que la pelota hace tac tac. Y las uniones no cierran. Y los campos de entrenamiento eran un desastre».

Claro que Bielsa explotó por otra razón, lo hizo en defensa de sus jugadores ante los rumores de sanciones por parte de la Conmebol después de que subieran a las tribunas a enfrentarse cuerpo a cuerpo con hinchas colombianos que se estaban peleando con uruguayos. La justificación fue que estaban agrediendo a sus familiares, que no había seguridad de la organización para protegerlos ni salidas de emergencia. Como sea, fue un espectáculo dantesco.

Un anticipo de lo que sería, días más tarde, la previa de la final en Miami con el desborde del público colombiano en el acceso al estadio, el enfrentamiento con la policía y el ingreso masivo de hinchas sin entradas. Escenas que nos recordaron al caos en Wembley antes de la final de la Eurocopa 2021 entre Inglaterra e Italia.

Luego del caos, el fútbol.

Argentina volvió a ganar la Copa América tras un recorrido relativamente tranquilo (no lo fue del todo porque se autocomplicó de manera innecesaria contra Ecuador por los cuartos de final) y un triunfo con autoridad de campeón en la final contra Colombia. La selección dirigida por el argentino Néstor Lorenzo es un equipo serio y tuvo un rendimiento sólido al compás de la figura del torneo, el exquisito James Rodríguez, que volvió a mostrar el talento que lo llevó al Real Madrid tras el mundial 2014.

En fase de grupos sometió a Brasil (aunque el partido terminó empatado) y en semifinales derrotó a Uruguay con un jugador menos, valiéndose de la fortaleza de su juego aéreo. Cayó en la final porque la Argentina de Scaloni parece estar hecha para partidos así. Lo dijo el propio Lorenzo en la conferencia de prensa posterior: «De los dos finalistas, hay uno que está marcando una era. Y antes de esta, perdió dos finales de Copa América y una final del mundo, es un proceso espectacular. No es una racha, es una era la de esta selección. Y nosotros recién empezamos, recién empezamos».

Ya vamos a volver a Argentina, antes repasemos lo que dejó el torneo. El nivel general fue rústico, desparejo, por momentos vibrante, con algunas apariciones saludables y muchas decepciones. La principal: Brasil. El entrenador Dorival Junior no estuvo a la altura de la historia ni del potencial de sus jugadores. Armó un equipo temeroso, amarrete, todo lo contrario al estereotipo de Brasil. Y sin Neymar no tiene alma. Vinicius es un crack, pero si procura ser el mejor necesitará enfocarse en jugar y no malgastar energías discutiendo contra el mundo y entrando en provocaciones estériles con los rivales, que eso lo deje para los jugadores que no tienen su talento.

Tackling sobre Messi (Foto: Cordon Press)

De las selecciones de la Concacaf decepcionaron México y Estados Unidos, en teoría, las dos más importantes de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol. Lo de Estados Unidos sorprende porque se trataba de los locales y por los nombres destacados de su equipo titular, sobre todo del mediocampo hacia arriba: Giovanni Reyna del Borussia Dortmund, Christian Pulisic del Milan, Folarin Balogun del Mónaco, McKennie y Timothy Weah de la Juventus. Lo de México ya es un retroceso internacional irritante.

Costa Rica puede alardear con que ganó un partido y le sacó un empate a Brasil, pero el técnico argentino Gustavo Alfaro dejó su proceso trunco y acaba de acordar su llegada a la selección de Paraguay. Panamá sorprendió con buenas intenciones, dos triunfos y la clasificación a cuartos de final, donde terminó goleado 5 a 0 por Colombia en un partido sin equivalencias. Jamaica resultó un equipo de relleno que perdió sus tres partidos.

El mejor de los no sudamericanos fue Canadá, que estuvo a un minuto de ganarle a Uruguay el partido por el tercer puesto. Además, fue un digno rival de Argentina las dos veces que la enfrentó. Pareciera estar en un momento de crecimiento y cuenta con varios jugadores destacados: Jonathan David del Lille, Ismaël Koné del Marsella y Alphonso Davies, que juega desde los 18 años en el Bayern Múnich, pero en este mercado de pases podría pasar al Real Madrid. En la Copa América la figura fue Jacob Shaffelburg, delantero del Nashville de la MLS.

Por el lado de Sudamérica, Bolivia ya prácticamente no es rival de ninguna selección y también es cada vez más acentuado el declive de Chile, Perú y Paraguay. Los chilenos nunca pudieron renovar la camada bicampeona de América en 2015 y 2016 y se fueron de esta copa sin marcar un solo gol. A los peruanos también se les pasó el período de bonanza que los llevó a clasificar a Rusia 2018, a ser finalista de la Copa América contra Brasil en 2019 y a disputar el repechaje para Qatar 2022.

En el caso de los paraguayos, los buenos tiempos terminaron con la salida del Tata Martino en 2011, luego de poner en riesgo a España en Sudáfrica 2010 y, al año siguiente, de ser subcampeones de la Copa América organizada por Argentina. Ni los extremos de la Premier League (Miguel Almirón del Newcastle y Julio Enciso del Brighton) alcanzan hoy para hacer competitivo de nuevo a Paraguay en el orden sudamericano.

Quien confirmó su buen presente fue el seleccionado venezolano. Bajo la conducción de Fernando Batista, ex entrenador de las juveniles argentinas, marcha hoy en puestos de clasificación en las eliminatorias para el mundial 2026. De la mano del veterano delantero Salomón Rondón y el mediocampista del Girona, Yangel Herrera, en esta copa ganó los tres partidos de la fase de grupos y quedó eliminado por penales contra Canadá por los cuartos de final.

Uruguay, que recuperó protagonismo en su propuesta de juego desde que contrató a Marcelo Bielsa, fue otro de los buenos equipos de la Copa América, aunque empezó mejor de lo que terminó. Tuvo el plus anímico de eliminar a Brasil en cuartos jugando con uno menos (empataron 0 a 0 y la victoria llegó en la tanda de penales) pero no pudo con Colombia en semis jugando con uno más. La impotencia de la eliminación se vio reflejada en los incidentes posteriores con los hinchas colombianos y en el enojo de Bielsa en la conferencia de prensa del día después.

Curioso fue el caso de Ecuador. Viene de jugar el mundial pasado y cuenta con una generación de grandes jugadores, de roce en ligas europeas, como Jeremy Sarmiento y Moisés Caicedo en Inglaterra o Piero Hincapié y Willian Pacho en Alemania. A ese cuarteto en el que todos tienen 22 años hay que sumarle a Kendry Páez, un jovencito de 17 que ya fue adquirido por el Chelsea y allí irá a jugar cuando cumpla la mayoría de edad.

Con esas figuras prometedoras y una base de jugadores de mayor experiencia, el entrenador español Félix Sánchez Bas no pudo armar un equipo acorde a las expectativas y lo despidieron cuando terminó la Copa América, pese a haber jugado su mejor partido contra Argentina en cuartos de final, en donde puso al campeón contra las cuerdas y quedó eliminado recién en los penales.

James Rodríguez (Foto: Cordon Press)

Ahora sí, volvemos al equipo de Scaloni. El único momento de zozobra real que tuvo a lo largo de la competición fue contra Ecuador, donde se vio superado física y futbolísticamente en varios tramos del partido, aun estando en ventaja. El empate llegó sobre el final y casi se lo dan vuelta en tiempo de descuento. Para colmo, la serie de penales empezó con un tiro de Messi a lo Panenka en el travesaño. Entonces apareció otra vez la imbatibilidad de Emiliano Martínez y pasó Argentina, un equipo formateado para ganar, con una fortaleza mental que suple cualquier bajón o pasaje de desconcierto.

La clave está en lo que dijo el técnico de Colombia después de la final, palabra más, palabra menos: Argentina primero aprendió a perder, por eso ahora gana. Y esta vez lo hizo sin necesidad de Messi, disminuido físicamente a lo largo de la Copa y afuera por lesión en medio del partido decisivo. El desconsuelo del capitán argentino en el banco de suplentes con el tobillo deformado por la inflamación fue la imagen que activó la épica amateur de los vigentes campeones de América y del mundo.

Colombia había sido ligeramente superior en el primer tiempo, pero luego le costó sobrellevar la tensión de la final. Y ahí se impuso Argentina. En sus defensores centrales inexpugnables; en la dinámica, el sacrificio y el manejo de pelota de sus mediocampistas; en el partidazo que jugó Di María, en último suyo en la selección; en el aporte clave de Nicolás González cuando ingresó por Messi; en el ritmo infernal de Julián Álvarez y en los tres que entraron en el suplementario para refrescar al equipo. Esos tres jugadores, Leandro Paredes, Giovanni Lo Celso, y Lautaro Martínez, encima fueron los artífices del gol del bicampeonato.

La selección argentina que dirige Lionel Scaloni, tal vez sea como la alegoría de Roland Barthes y la nave Argos, a la que sus tripulantes le fueron reemplazando sus piezas de a poco hasta que obtuvieron una nave enteramente nueva: es un objeto que puede cambiar de materia pero no de identidad.

5 Comentarios

  1. Murcielago

    Esta competición demostró que sin arbitro no hay party, a todo el madridismo. Vinicius o Rodrygo hicieron más el ridículo que la remodelación del Bernabéu. Claro, ahora diréis que toooodo el valencianismo es racista.

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