Los viernes por la tarde suelen ser tranquilos en Anoeta. El estadio principal, ese en el que la Real Sociedad juega sus partidos, está cerrado y son pocas las personas que se acercan a las oficinas del club. Acaba de caer un chaparrón que no invita a hacer deporte y al fondo, en el estadio de atletismo, apenas hay unas pocas personas haciendo ejercicio. Hemos quedado con Naroa Agirre (Donostia, 1979) en la que durante muchos años ha sido su pista de entrenamiento y aunque ya no acude mucho por allí, se para varias veces para saludar a algunos conocidos.
En el tiempo que dura la entrevista se reencontrará también con su primer entrenador, José Martín. Intercambian unas palabras mientras los chicos y chicas de las categorías inferiores del Atlético San Sebastián entrenan en la pista. Ninguno de ellos parece sorprendido por nuestra presencia, sin embargo, estamos hablando con una gloria del club; una mujer que acumula 23 títulos de campeona de España y 20 récords nacionales de salto con pértiga, además de haber participado en dos Juegos Olímpicos y de haber logrado un diploma en Atenas 2004. También la mujer que más alto ha saltado en España y cuya marca de 4,56 metros cumple ya 17 años siendo récord nacional.
Como en una buena tarde donostiarra, la lluvia nos da un respiro durante las más de dos horas que pasamos hablando, pero volverá a aparecer cuando terminemos de repasar más de dos décadas dedicadas al atletismo. Más de veinte años que pasan por Barcelona, Munich, París o Pekín y que tuvieron su punto de inicio en los primeros años noventa en la ikastola Liceo Santo Tomás de Donosti.
¿En tu familia se hacía mucho deporte?
No. Mi padre jugaba en su día a pala y solía correr alguna vez y mi madre ahora corre un poco. Pero mi familia no es deportista.
Pero sí te apoyaron mucho para que hicieras deporte.
Sí, eso sí. Siempre. En lo que he decidido, adelante.
¿Cómo empezó tu contacto con el atletismo?
No sé si fue así, pero siempre lo cuento; que en sexto de E.G.B nos dijeron que teníamos que elegir un deporte. No recuerdo muy bien los que había. Supongo que habría hockey, que era mítico en el Liceo, habría atletismo, baloncesto, no habría fútbol de chicas, por supuesto. Me acuerdo que en la cuadrilla algunas eligieron basket. A mí me gustaba, pero el atletismo también. No sabía muy bien cuál elegir y me apunté a los dos.
¿Por qué esos dos deportes?
Me gustaba lo de correr rápido, no el fondo. Y el baloncesto porque era un deporte de equipo y solíamos jugar a veces. En la cuadrilla salieron esos dos deportes. A nadie le dio por jugar a voley o a otra cosa. Como me gustaban ambas cosas y eran tan diferentes, uno individual y el otro colectivo, pues nada, soy un poco indecisa para esas cosas y cogí los dos.
Dejaste que fuera el paso del tiempo el que decidiera.
Eso es. El tiempo y sobre todo, que llegó un momento ya que tenía al aita todo el día de taxista en las competiciones y me dijo «no podemos estar a las 11:30 compitiendo en Anoeta y a las 12 en un partido de baloncesto». Ahí ya vi claro que tenía que seguir con el atletismo, que me gustó más y se me daba mejor.
Dentro del atletismo, ¿en qué momento conoces el salto con pértiga?
Nosotros entrenábamos en la ikastola. José Martín, que a día de hoy sigue por aquí como entrenador, se las ideaba para hacernos diferentes pruebas. Era parte jugar y luego hacíamos un triple salto con colchonetas. Lo hacíamos de otra manera, porque no había una pista.
Uno de los entrenadores ayudantes, Aritz Mendizabal, era pertiguista y le decíamos «¡un día tenemos que probar, tenemos que probar!». Trajo una pértiga y recuerdo que él la sujetaba, nosotros íbamos corriendo, saltábamos, nos agarrábamos a la pértiga y él nos lanzaba. Recuerdo que dije «¡Buah, esto es la bomba!».
Imagino que os levantaría unos cuantos metros.
Subías a metro y medio. O dos. Pero aquello ya me pareció muy interesante. Y luego ya empezamos a entrenar aquí, en Anoeta, por las tardes. Aquí ya había colchoneta, había un grupo de pértiga y ahí dije «ya me gustaría probar».
Empezaste con pértiga, pero hacías salto de longitud también.
Sí. Al principio longitud era lo que mejor se me daba y lo que hacía, digamos. Luego, una vez que empecé a probar la pértiga, no recuerdo bien cómo fue la transición. Empecé a salsear y durante un tiempo hice las dos. Cuando ya me dediqué a la pértiga, como la longitud es muy de velocidad también, aunque no lo entrenara específicamente, seguí saltando longitud en las ligas o los campeonatos.
¿En ese momento veías que tenías condiciones para el atletismo?
Bueno, yo veía que había resultados, que más o menos andaba bien. Cuando me fui de aquí mi entrenador ya me decía «si entrenas pértiga podrías llegar» y yo pensaba ¿puedo llegar a qué? ¿a ser campeona de España? Que tampoco lo veía posible.
Cuando empiezas la universidad y te vas fuera a estudiar, ¿ya veías que el atletismo era una opción que te atraía?
A mí me gustaba mucho el atletismo y yo quería seguir, lo que pasa es que prioricé los estudios. Me podía haber quedado aquí y apostar por el deporte, pero no lo veía. Prefería estudiar primero y luego, si eso, seguir con el deporte. Mi entrenador fue el que me dijo «yo creo que deberías quedarte».
Pero ya habías sido campeona de España juvenil.
Sí. Yo acabo aquí el COU y tenía claro que quería estudiar Ciencias Ambientales, que aquí no había. En ese momento ya andaba bien en el deporte y podía haber ido con la federación al CAR de Barcelona, al Centro de Alto Rendimiento.
Ahí es cuando mi entrenador me dijo «si te quedaras aquí haciendo pértiga…» Pero yo quería estudiar. No me atrevía a quedarme aquí un año sin hacer nada o haciendo algo que no me gusta solo por el deporte. No me veía tan buena y sin embargo, mi entrenador sí apostaba por eso.
Yo quería irme a estudiar a Barcelona y entrenar en el CAR, pero no me cogen en la Uni de Barcelona. Entonces me tengo que ir a Girona y allí entreno pruebas combinadas con el entrenador que había de atletismo, porque no había pértiga.
El entrenador del que hablas en todo momento es Jon Karla Lizeaga. ¿En qué momento empezaste a entrenar con él?
Desde el principio. Cuando empecé con longitud hacía con Ramón Cid, pero ya cuando me paso a la pértiga entrenaba con Jon Karla. Él tenía un grupito de saltadores.
¿Ya había dejado de competir?
No. Cuando yo empecé a salsear con la pértiga él todavía competía y era entrenador aparte.
¿Era él quien veía potencial en ti?
Él ha sido desde un principio el que más posibilidades ha visto en mí. Pero ni yo, ni mis padres creíamos… Vale, ando bien, pero… Y él decía que podía andar muy bien.
¿En ese momento te hablaba de llegar a los Juegos Olímpicos y cosas así?
Pues no lo sé, a lo mejor sí. Él esas cosas las ve muy claras y además apuesta. Yo soy mucho más conservadora. En ese momento digo que no me veo y además quiero tener mis estudios. Entonces, me voy a Girona, hago un año allí y luego pido el traslado a Barcelona. Ahí sí que me lo dan y ya entro en el CAR. Que estuve tres años entrenando con Hans Ruf.
Entiendo que en el CAR notaste un avance importante
No.
¿No hacías un entrenamiento de élite ya?
No, porque estaba para estudiar. Con lo cual, si tenía que hacer un trabajo, le decía «Hans, lo siento, no puedo venir a entrenar». Osea, no fui a Barcelona para entrenar.
La idea que tenía yo del CAR es que es muy estricto.
En algunos deportes de equipo sí. En natación también. Yo tampoco faltaba mucho, pero el segundo año ya me di cuenta de que mi entrenador no era aquel. Me di cuenta de que quería acabar la carrera y apostar por el deporte aquí. Allí estaba un poco de paso, digamos y aproveché para mantener, aprender y mejorar lo que podía.
Pero creo que fue inteligente por parte de mi entrenador de allí pensar «no le voy a apretar a esta, porque si no va a terminar por dejarlo». Yo tenía claro que quería acabar mis estudios. Si me hubieran apretado, probablemente hubiera dicho «pues me voy del CAR».
Pero en ese tiempo ganaste tu primer campeonato de España absoluto. Que además se celebró aquí, en el velódromo de Anoeta.
Es verdad que yo entrenaba allí, pero cada vez que había un puente, semana santa… me venía y entrenaba aquí. Entonces yo ya veía que aquí estaba más a gusto que allí.
El salto con pértiga femenino no entra en los campeonatos del mundo hasta el año 99 y en los Juegos Olímpicos hasta Sidney 2000. No sé hasta qué punto era una disciplina oficial en ese momento.
No, no entraba, pero en España ya había unas cuantas atletas haciendo pértiga. Era una disciplina nueva, entonces las marcas iban mejorando más rápido. El nivel era mucho más bajo que el de ahora y Jon Karla de vez en cuando me dice «si te hubieras quedado, probablemente habríamos avanzado antes». Eso es verdad que nunca se sabrá. Si yo hubiera invertido esos cuatro años aquí, hubiera saltado 4,40 antes y esos 4,40 hubieran tenido otra repercusión.
También es verdad que lo que estudiaste en ese momento te sirvió para lo que estás haciendo ahora.
Evidentemente. Por eso digo que nunca se sabrá. Es verdad que las marcas que conseguí a la vuelta, si las hubiera conseguido cuatro años antes, hubiera sido muy diferente. Entonces, cuando Jon Karla me dice eso, yo le suelo decir «vale y mis estudios ¿dónde hubieran quedado?». La cosa es que mi decisión fue que quería estudiar. Me fui fuera, estudié cuatro años, es verdad que entrené pértiga, pero no puse toda la carne en el asador.
¿Para ti no fue una limitación que la pértiga fuera una disciplina que no estaba desarrollada?
Al revés. Para mí era muy motivador haber cogido la pértiga en sus inicios, porque, claro, no se sabía hasta dónde podíamos llegar. En aquella época recuerdo que se hacían récords del mundo con 4,30 y eso sí era motivador.
¿Hasta entonces te fijabas en la competición masculina? No sé si te fijabas en Bubka.
Yo a Bubka le he visto competir aquí (señala al velódromo de Anoeta), que veníamos como voluntarios a ayudar en el mitín. Me acuerdo de llevar la bandera de Cuba, que salíamos todos los niños corriendo con las banderas. Yo creo que nos sacamos una foto con Bubka.
Ahora me ha venido un flash, ¿Bubka no batió un récord del mundo aquí mismo?
Sí. 6,14 creo que hizo.
Entonces, ¿cuando terminas Ciencias Ambientales vuelves con la idea de dedicarte en serio a la pértiga?
Eso es. Acabo cuarto allí, bueno me quedó alguna asignatura, pero vuelvo ya para casa y apuesto por entrenar pértiga a ver qué pasa, a ver qué tal se me da. Aunque digo que fue una apuesta, realmente no fue así, porque yo vengo aquí y tengo que acabar las asignaturas que me quedan y hacer el trabajo de fin de carrera. Entonces, aparte de hacer eso, me pongo en serio con el deporte.
¿En ese momento sabías que, si te iba bien en el deporte, podrías tener una viabilidad económica a través de las becas?
Es que no me preocupaba eso. Era joven y en mi casa no había esa necesidad. En ningún momento me dijeron «oye, Naroa, te toca currar». Entonces, nunca he sentido esa preocupación. Que igual, si en dos años no sale nada con la pértiga, yo misma me hubiera empezado a preocupar. Pero vuelvo aquí, vivo con mis padres, voy a acabar mi carrera y a ver si sale bien esto de la pértiga. Pero no desde lo económico, sino a ver si consigo buenas marcas, consigo ganar un Campeonato de España, consigo ir a un Europeo…, en ese sentido.
Y los resultados llegaron pronto.
El primer año, claro. Conseguí hacer récord de España y mínima para el Campeonato de Europa. Entonces, ya ha ido bien. Aunque luego no hubiera conseguido nada más, la apuesta del primer año ya salió bien.
Y eso soluciona el aspecto económico, aunque no fuera un problema.
De repente digo «¡qué bien, ahora tengo una beca!» y además ahora Mizuno me da ropa. ¡Joe, pues qué guay! Todo era un qué bien, qué bien. No era algo que hubiera buscado, era como un regalo. ¡Pues qué bien que me lo dan!
Lo que tenía, sobre todo, era la beca de la federación española. Luego Kirolgi, también estuve en BAT y el Atlético San Sebastián me daba alguna ayuda. Al final, por diferentes sitios, me ganaba un dinero.
¿En qué momento tomas conciencia de que estás en la élite del salto con pértiga?
Desde el primer año, que voy al Europeo. Creo que eso ya es…
Además acabas décima aquel campeonato.
Sí, yo creo que eso ya es estar en la élite.
Ese campeonato fue en el estadio Olímpico de Munich, ¿no?
Sí, el que es súper bonito. Que está como hundido.
Es precioso.
Yo no tenía referencias tampoco y todo lo que me estaba pasando me parecía maravilloso. Había hecho récord de España y ya me parecía la bomba. Ese récord además suponía la mínima para el Europeo y todo me parecía bonito. Si me hubieran puesto otro estadio también me habría parecido bonito, me hubiera dado igual. Luego con el tiempo he visto más estadios y el de Munich es verdad que es especialmente bonito.
Aunque Jon Karla ya fuera entrenador cuando empezaste con él, entiendo que para él también sería un reto entrenar a alguien que estaba en la élite.
Es que yo llegué a la élite con él y a través de él. En su día había entrenado a Naiara Larrea, que llegó a ser campeona de España, pero luego no prosperó. Quiero decir que hemos ido los dos creciendo a la par. Los retos que le han podido suponer a él, me han supuesto también a mí. Él era el entrenador, el que sabía, que además es un artista y yo le seguía en lo que tenía que hacer.
¿Hay una escuela española de salto con pértiga? ¿Un estilo de salto característico español?
Yo creo que ha habido más la escuela soviética, la escuela francesa y los demás nos apañábamos con lo que encontrabas por ahí.
¿Y Jon Karla se fijaba en esas escuelas a la hora de entrenarte?
Como él había sido pertiguista también y es muy observador, cuando había tenido opción de estar con algún otro entrenador o deportista que no fuera del país, era de los que salseaba. Entonces, siempre sabe buscar cosas nuevas y en ese sentido, yo no he tenido que preocuparme de nada; él ha hecho todo el trabajo. Luego ya, me lo planteaba: vamos a intentar meter así el izquierdo porque he estado mirando aquí y allá… En su día había estado también en alguna concentración en Rusia y allí también había visto. Al final te vas moviendo.
Hay una cosa que me llama la atención. Un atleta tiene que tener mucha confianza en los métodos de su entrenador. Es cierto que vosotros termináis siendo marido y mujer, pero me parece muy difícil hacer toda la carrera deportiva juntos.
Pues a mí me parece justo lo contrario, porque no veía quién más me podía entrenar.
¿No hay un punto en el que él piense ya no le puedo enseñar más o que tú pienses ya no puedo aprender más?
Hubo un tiempo, después del récord de España, en el que nos fuimos a entrenar un par de meses a Italia, porque allí estaba Vilaty Petrov (entrenador de Bubka e Isinbayeva). Es un hombre que sabe un montón, es muy bueno, pero yo creo que nosotros no salimos reforzados de allí. Fuimos los dos juntos para intentar mejorar, evidentemente, pero yo es que no veía a nadie más.
Sobre todo al principio, para mí lo que decía Jon Karla iba a misa. Luego ya vas evolucionando y es verdad que al final llegó un momento en el que yo ya no era pertiguista. Venía a la pista, pero Jon Karla veía que no. «Entrenarte a ti ya no tiene ningún sentido» me decía, «ya no haces lo que te estoy pidiendo». Y yo ya no podía hacer lo que me pedía porque no me veía haciéndolo. Entonces, al final sí se complicó un poco la relación en ese sentido, pero al principio era fe ciega en lo que dijera él.
Luego hablaremos de los problemas que tuviste al final de tu carrera, pero antes, lo que me has comentado sobre Petrov me ha recordado una cosa que me dijo Gorka Matxinbarrena, un amigo entrenador a quien tú también conoces. Él me decía que el entrenamiento tiene que hacer evolucionar sin revolucionar, sin perder la estructura inicial. ¿Puede ser que Petrov os revolucionara el método?
Más que nada era una forma de entrenar como muy cerrada. Un detalle, por ejemplo: yo salía con un salto pequeño y luego iniciaba la carrera y él me decía que no, que había que salir de parado. Yo decía «si yo no sé salir de parado, ¿por qué tengo que hacerlo?» Y él me decía que no, que había que salir de parado. Me acuerdo que algo súper sencillo, como saltar con seis pasos, se me hacía un mundo, porque yo no sabía hacerlo así. Entonces, es un tío muy bueno, pero lo tienes que hacer todo a su manera y conmigo eso no funcionó.
Igual es prejuicio, pero lo que dices encaja mucho con la imagen que tenemos de los soviéticos.
Sí, es así. Allí tienen a 50.000 atletas, los que sirven van para adelante y los que no, se quedan fuera. Claro, nosotros fuimos para aprender y nos dio muchas ideas buenas, pero el entrenar allí a mí se me hizo muy duro, porque veía que no avanzaba y yo decía «si yo he venido aquí a mejorar y no estoy mejorando». Vale que estábamos cogiendo ideas, pero fue duro.
¿Jon Karla no seguía ese método estricto de Petrov?
No, era todo lo contrario. Era adecuarse a mí. Él me decía lo que había que hacer y yo acataba, pero es verdad que había ciertas cosas que igual se tenía que amoldar y él se amoldaba. Yo le decía «me siento más cómoda haciendo esto» y me decía «vale, vamos a probar».
¿Cuando vuelves de estar con Petrov ya eres consciente de que no te ha convencido mucho?
En ese momento estaba liada. ¿Qué hacemos ahora? ¿Volvemos a lo nuestro? ¿Intentamos seguir con lo de él? Claro, si haces la apuesta de ir allí, intentas hacer lo que está diciendo él, ¿no? ¿Lo hacemos con pequeñas modificaciones? ¿Lo seguimos a rajatabla? ¿Volvemos totalmente a lo nuestro porque esto no está funcionando? Ahí hay un momento de transición un poco duro.
¿Y por qué optasteis al final?
Pues volver a lo nuestro e intentar mejorar lo nuestro con lo que él nos había dicho, pero con la base nuestra, porque si no, no saltaba.
¿Y qué tal respondió Petrov a eso?
No, Petrov no dijo nada. Quiero decir, nosotros no le teníamos que reportar nada. Nosotros fuimos allí y estuvimos un tiempo con él. La verdad es que fue súper abierto y nos dio toda la información que quisimos, pero luego ya está.
Me da la sensación de que Jon Karla ha intentado tomar cosas de muchas disciplinas.
A ver, mi entrenador siempre ha sido Jon Karla y el ochenta por ciento del entrenamiento lo he hecho siempre con él. Es verdad que las pesas, por ejemplo, como había aquí un entrenador muy bueno de halterofilia, José Luis Parro, Jon Karla me dijo que empezara a hacer las pesas con él, que tenía un grupito y la motivación iba a ser mayor. Entonces empecé a hacer las pesas con él. Pero mi entrenador era Jon Karla.
¿Puede ser que haya buscado en otras disciplinas entrenamiento que pudiera beneficiarte a ti?
Él ideaba lo que hiciera falta. Si quería mejorar el apoyo, por ejemplo, él pensaba «¿cómo puedo hacer para que Naroa mejore este apoyo?» y es artista para eso. Ha inventado un montón de ejercicios para que mejorara determinados aspectos.
Eso encaja con lo que me comentabas antes de que no es rígido en el método de entrenamiento.
No es nada rígido. Sí hacíamos una planificación, pero luego, si él consideraba que había que modificar algo o teníamos que mejorar algo en concreto, pues lo cambiábamos. Además tiene muchas ideas.
En ese sentido, ¿la federación os daba absoluta libertad para los métodos de entrenamiento?
Total. Yo creo que no te decía ni con quién tenías que entrenar.
¿Cuál era la función que cumplía la federación en vuestras carreras?
Organizar los campeonatos. Y si era en un internacional, te organizaba el viaje. A veces organizaba concentraciones, por ejemplo, de los equipos de salto. Nos juntábamos todos en Alicante, igual y entrenábamos juntos. También me compraban pértigas. Casi todas las pértigas que tengo son compradas por la federación. De hecho, no son mías. Son compradas para mí mientras siguiera saltando.
Cuando estuvisteis con Petrov tuviste la oportunidad de entrenar con Isinbayeva. ¿Qué significó para ti entrenar con ella?
En realidad, juntas apenas entrenamos. Yo vi cómo entrenaba. Luego tuve la suerte de compartir con ella cenas, desayunos y alguna tarde libre también. Me pareció una tía muy maja, muy normal. Con todo lo que parecía en la pista, me pareció una tía muy normal. Era una estrella, pero no era nada distante. Quiero decir, en el comedor era una más.
Ella tuvo su entrenador de toda la vida, cambió a Petrov y volvió con su entrenador. ¿Cuando estuvo con Petrov es cuando empezó a hacer lo que ya había hecho Bubka de batir récords del mundo centímetro a centímetro?
Es que eso tiene todo su sentido cuando hay tanta pasta de por medio. Otra cosa es que Isinbayeva estuviera para 5,40 y el récord del mundo esté en 5,01; pues no tendría mucho sentido ir centímetro a centímetro. Pero estamos hablando de alturas de 4,90 o 5 metros, que luego no ha subido mucho más. Pues, si al año tienes 12 competiciones, por decir algo, es lógico que intentes ganar pasta en cada una de ellas.
Te lo decía porque se le criticó que dejara de lado el aspecto competitivo por priorizar el comercial.
No, no me parece. Creo que ha sido una tía muy competitiva, que ha competido muy bien y ha sido muy inteligente. Porque, al final, te pagan por récord del mundo y si puedo hacer 5,01, 5,02, 5,03… ¿por qué voy a hacer 5,05, cuando sé que mi margen no es 5,40? Lo que hizo Isinbayeva yo creo que todos lo hubiéramos hecho. Viene a tu competición una tía que puede hacer récord del mundo. Eso es reclamo, es atención… Me parece muy inteligente por su parte.
El atletismo, aunque es un deporte individual, es un deporte bastante colectivo, porque formáis parte de un equipo y en la pista compartes mucho tiempo con otros atletas.
Sí, es verdad que yo entrenaba sola, pero normalmente, aquí en Anoeta, la gente entrena en equipo. Los de fondo, los de velocidad… Entonces nunca vas solo, tienes tu grupo. Y por otro lado, existen las ligas, que ahí se hace mucho equipo. Las pruebas pueden empezar a las cinco y terminar a las ocho, pero tú no vienes, haces tu prueba y te piras; siempre tienes al amigo o a otro que le quieres ver. Entonces, al final, somos todos los mismos y te vas pispando de otras pruebas. Yo no vengo a ver pértiga sólo. Quiero ver lo que pasa en longitud, en el 100, en las vallas…
¿Por eso te quedaste siempre en el Atlético San Sebastián?
Joe, porque siempre me han cuidado muy bien también.
Entiendo que el atletismo no es como otros deportes, en los que si eres campeona de España vas a tener ofertas de otros equipos.
No. Sólo he tenido una oferta así que me tentó, que fue del Valencia. Pero lo que me ofrecía no era como para dejar el Atlético, que era mi club de toda la vida, en el que me han cuidado siempre muy bien. Mi entrenador de toda la vida, José Martín, era el que llevaba el equipo, entonces, emocionalmente tenía mucha atadura. Si me hubieran ofrecido algo muy tentador igual me lo hubiera planteado, pero por la diferencia que había no merecía la pena.
En el atletismo no se pagan cantidades como para que te cuestiones el cambio.
Depende de lo que tengas en tu club también. Yo con las ayudas que tenía aquí ya me apañaba y no me lo planteé. Estaba a gusto, consideraba que estaba bien como estaba, tanto emocional, como económicamente y la única oferta que recibí fue esta del Valencia. Si yo no hubiera estado a gusto o hubiera querido ganar más, igual me habría movido, pero no, no fue el caso.
¿En tu época los atletas dependíais mucho de las marcas para optar a becas?
Ahora creo que hay más factores que se tienen en cuenta, pero en su día sí que era así. Si saltabas 4,30, por decir una altura, tenías la beca nacional, si saltabas 4,45 tenías la internacional, si saltabas 4,55 tenías la beca tal…
¿No era mucha presión para los atletas, por el riesgo de perder una beca por no llegar a una marca?
Hombre, claro que sí. Tú ya sabías que para conseguir una beca tenías que llegar a una marca y si no lo hacías no ibas a tener ese dinero.
¿A ti te ocurrió que algún año llegaras a preocuparte por si no llegabas a la marca necesaria?
No, porque tampoco me ha importado tanto obtener una beca. Te pongo un ejemplo al azar y me lo voy a inventar totalmente. Si la beca nacional eran 3.000 y la internacional 4.500, pues si la consigo guay, porque tengo mejor marca y consigo más pasta, pero no me va a pasar nada si no la tengo. Nunca he dependido del dinero para…
¿Eso es consecuencia de que, en tu caso, tenías también el respaldo de Kirolgi y Basque Team?
La de Basque Team era una beca dura, que tuve durante muy poco tiempo. Las que tuve siempre fueron la de la federación, la de Kirolgi y la del Atlético. Pero yo siempre sabía que una ayuda iba a tener. No estaba rondando entre algo o nada. Siempre iba a recibir una beca u otra mejor. Entonces no buscaba tanto la marca para que me dieran la beca.
¿Has llegado a competir en el estadio de Anoeta?
Sí, en el mitin y en el Campeonato de España también.
¿Era de uso frecuente para el atletismo?
No, de uso frecuente no era. A ver, a mí me dio mucha pena cuando quitaron la pista de atletismo y me pareció muy injusto. Y me pareció todavía más injusto que ahora sea de la Real y no nuestro. Pero bueno, creo que no es el momento.
Es verdad que nosotros no utilizábamos esa pista. La utilizábamos cuando iban 6.000 personas a un campo de 35.000 que tenía en su época. ¡Era de una pobreza competir allí! Mucho más divertido competir aquí (en el estadio anexo, sólo para atletismo). Pero claro, este graderío es muy pequeño.
Entonces dijeron «vamos a quitar esa pista, pero vamos a reacondicionar este mini-estadio». Vale, muy buena idea. Me da pena, pero, al final, me parece muy buena idea, porque vas a poder utilizar este estadio. Igual para un Europeo no, ¿pero cuántos Europeos se han hecho en Anoeta?
Creo que se hizo uno de categoría junior. Eso no importa, porque no es algo a lo que le vayamos a sacar partido, pero sí hacer un estadio en el que se pueda hacer un campeonato de España decente y ahora no lo hay.
¿Tuvo mucho perjuicio para el atletismo guipuzcoano que el estadio de Anoeta dejara de ser para atletismo?
No, ninguno. A mí lo que me parece injusto es que los ciudadanos hayamos perdido Anoeta. Eso antes era público y ahora lo gestiona la Real. Y que antes teníamos tres pistas de atletismo y ahora tenemos dos a cambio de nada. Eso es lo que me da pena. Porque el atletismo va a seguir funcionando igual.
Los campeonatos de España que se podían hacer ahí (señala al estadio de Anoeta) se tendrán que hacer aquí. No sé cómo, pero se tendrán que hacer aquí, si es que se hacen. Pero se pactó eso a cambio de algo y que eso no se haga sí que duele. Pero no va a cambiar en nada los resultados.
Cuando empezaste en el salto con pértiga, Dana Cervantes y Mar Sánchez eran tus rivales más fuertes, hasta que pasas a ser la dominadora en España y prácticamente no tuviste rival hasta que te retiraste. ¿En qué medida afectó eso a tu capacidad competitiva?
En la época de Dana era muy jodido competir con ella, porque era competidora y me hizo perder campeonatos, claro. Pero, por otro lado, me hacía ser muy competitiva. Cuando no tienes a nadie al lado es más difícil estar al mismo nivel.
Era más cómodo para mí, pero con Dana hubo una época que un día saltaba yo un centímetro más, el otro tú, este campeonato lo ganaba yo y el otro lo ganas tú. Evidentemente, eso te hace competir a cara de perro, porque te quiero ganar y te hace sacar algo especial.
Una vez que se retira Dana, ¿notaste que ya no tenías rivales?
No lo noté, pero seguramente me afectaría. Sí, yo creo que sí.
Pero el acomodo que pudiera haber, no lo sentiste.
No lo siento porque ella lo dejó con 4,47m, pero yo seguí mejorando. Entonces, no noté cambio. Pero ahora sí lo pienso; que igual si hubiera habido otra chica de 4,55m… Sí, yo creo que eso, inconscientemente, te ayuda. Tener una rival en casa te viene bien para espabilarte.
Porque, en ese momento, a nivel internacional ¿tenías mucha distancia para poder pelear por medallas?
Sí, yo nunca me he visto ganando una medalla.
¿Y Jon Karla te ha visto?
Yo creo que tampoco. Entre las ocho primeras sí era factible y lo he hecho. Eso sí, pero medalla no.
Después de hacer 10ª en Munich, en 2003 fuiste a París a los Campeonatos del Mundo, en el estadio de Saint-Denis.
El campeonato en Saint-Denis fue impresionante. El estadio que más bulla recuerdo. No recuerdo si la pértiga fue en el día de inauguración, pero estaba petado. Eso sí que lo recuerdo. Estaba en la pista, le miraba a Jon Kar y le decía «¿qué es esto?». ¡Allez les bleus! ¡Allez les bleus! Todo el mundo cantando y Jon Kar me decía «tía, toca saltar» y yo «¡ya, ya, pero esto es flipante!». Luego no me salió bien la competición, pero era de flipar aquello.
¿No estabais acostumbradas a competir con esa cantidad de gente?
¿Cuándo? Si en unos campeonatos de España pueden ir, ¿qué? ¿8.000 personas? Pero yo normalmente competía aquí. Que luego no me impresionaba para mal competir en estadios grandes.
¿No te imponían los estadios llenos?
No, me parecía muy guay. Te imponía, pero me sabía bien eso. Pensaba «¡buah, qué pasada!», pero tenía que competir. Es verdad que, igual porque lo trabajé o lo hablé en su día, pero es que, una vez que me pongo en el pasillo, ya está, no hay más.
Es el pasillo de toda la vida, una colchoneta como la de toda la vida, tu pértiga de toda la vida y un listón. Al final es lo de siempre. No tengo que hacer nada diferente ese día. Puedo tener más adrenalina, más ganas, más lo que sea, pero no hay ningún obstáculo. Entonces para mí era como guay.
¿Qué supone cuando sabes que te has clasificado para unos Juegos Olímpicos?
Guay. Tocaba. Estaba luchando para eso, pues voy. Qué guay.
¿Lo viviste como un paso natural en tu trayectoria?
Sí. Como cuando he hecho un récord de España o he ido a un Europeo. Pues si he ido a un Europeo y a un Mundial, puedo ir a unos Juegos Olímpicos. Salté lo que había que saltar y conseguí la mínima para poder ir.
Desde la visión de un aficionado para quien, de niño, los Juegos eran lo máximo a nivel deportivo, sorprende esa tranquilidad.
Yo no he tenido de pequeña esa visión de los Juegos. Luego, una vez que entré en la pértiga, ya sabes que es lo más, pero nunca ha sido la meta para mí. Más bien era «vamos a ver hasta dónde llegamos». Primero un récord de España, un Europeo. ¡Joe, qué guay! A ver hasta dónde más sigo.
Hombre, cuando hice la mínima para los Juegos lo celebré y te hace una ilusión de la leche, eso sí. Pero era un poco: sigo en el camino y me ha llevado hasta aquí.
¿Cuando ya estás en Atenas y sales en el desfile de inauguración no hay una emoción especial?
Es todo como una fiesta. Es la primera vez que estás, el cachondeo… todo lo que significan los Juegos Olímpicos. Eso hay que vivirlo. Estás ahí y hay que vivirlo. Es espectacular. Bueno, ya he estado. Creo que cuando no has hecho las cosas parecen mucho más que cuando ya las has hecho. Sin quitarle mérito ni importancia a eso.
No fue que estaba en Anoeta entrenando y de repente, me dijeron «vas a ir a la los Juegos Olímpicos». No, porque ya sabía que había saltado la mínima, entonces, bueno, me tocaba. Es como sacar buena nota en «selecti» y conseguir entrar en Medicina. Bueno, se lo ha currado, ha hecho lo que tenía que hacer, selectividad le ha salido bien, ha conseguido la nota y va a hacer medicina. Es una trayectoria que se ha buscado.
¿Y no crees que tiene un punto positivo el disfrutar de los momentos que has logrado con tu trabajo?
Pero yo sí que lo disfruté. Yo fui sexta en Atenas y me acuerdo de que Jon Kar me decía «va a ser difícil que mejores este puesto». Yo en ese momento decía «bueno, ya veremos». Ahora lo veo y pienso, «¡buah! ¿qué hay que hacer para lograr aquello?» Pero, en ese momento, cuadraron las cosas como cuadraron y quedé como quedé. Para mí fue como que las cosas pasan porque tienen que pasar. Y a veces no pasan, pero, si pasan, es porque yo lo he buscado y tiene que pasar, porque estoy siguiendo una trayectoria.
¿Y ese día de 2004 en Atenas todo funcionó bien?
Sí. Yo, en general, en las competiciones no he tenido mayor problema.
¿La presión la manejabas bien?
Sí, me gustaba. Supongo que habría saltos mejores y peores, pero yo pensaba: ¿Qué tengo que mejorar para el siguiente? Intentas mejorar y venga…
Cuando era niño pensaba que el diploma olímpico era un premio simbólico, porque veía la entrega de medallas y no había entrega del diploma. Pero tú puedes confirmar que te entregan un diploma olímpico, ¿verdad?
Sí, yo tengo un papel en el que pone diploma olímpico, sexta, Atenas 2004… Como cuando te dan el título de una universidad.
No lo tienes enmarcado, ¿no?
No.
¿El de Ciencias Ambientales tampoco?
Tampoco.
Creo que esa forma de ser encaja bastante con lo que estabas diciendo.
Es que nunca he sido de colgar las medallas. Fíjate, nunca he sido de decir «mira lo que soy o lo que he conseguido». Nunca me ha gustado eso. Para mí, al menos. No me parece mal que la gente lo haga. Tampoco he sido de las que le dan la medalla y está todo la tarde con ella puesta. Yo bajaba del podio y me la quitaba.
Aquella fue la primera vez que llegaban dos atletas españolas a una final olímpica de pértiga.
Sí, estuvimos Dana y yo. En ese momento éramos las dos que andábamos bien, las dos que estábamos picadas y que habíamos hecho la mínima.
¿Qué tal era la relación con Dana a nivel personal?
Bien, teníamos buena relación, sí.
Un tiempo más tarde, en el mundial en pista cubierta de Birmingham 2007, se te rompió la pértiga en pleno salto. ¿Qué es lo que provoca el bajón que te llevaste en ese momento?
Primero es por el disgusto. Por el susto que te llevas y el disgusto que te da romper la pértiga, porque no tienes otra igual. Luego le doy la vuelta, porque ese intento no cuenta como nulo y pienso «tengo dos intentos más ¿qué hago?».
Ahí Jon Kar, que siempre es muy conservador y me conoce bien, me dice «coge la anterior», que es más blanda y probablemente no vaya a pasar el listón. Pero si cojo la siguiente, que es más dura, igual me paso y me da más problemas. Nosotros siempre hemos jugado a lo seguro.
¿Por qué es más seguro si dices que con esa pértiga no vas a pasar el listón?
Porque te da confianza haber hecho ya un salto con esa pértiga. He vuelto a hacer un salto y ahora cojo la siguiente, que es lo que hice. En el momento lloré, pero le di la vuelta muy rápido.
¿El bajón tenía más que ver con que al romper la pértiga se había roto tu mecánica?
Es el disgusto de que se te rompa una pértiga, algo que no esperas y no tienes la pértiga que necesitas en ese momento, porque era esa. Enseguida el juez me preguntó si estaba bien, me recordó que ese intento no contaba y vale, ya está. Le miro a Jon Kar… Él me conocía muy bien y sabía que, si cogía confianza, yo iba a poder. Con esa pértiga no lo pasé y luego tuve un intento más, que no recuerdo si lo pasé o no.
¿De los Juegos de Pekín qué recuerdo tienes?
Pues de quedarme a nada de pasar a la final. Quedé la 13ª. Ese es el recuerdo que tengo. Y que luego tuvimos muchos días para disfrutar de Pekín. de los Juegos, porque fui a ver otras pruebas y de la ciudad, porque nos dejaron quedarnos más tiempo, que en Atenas no tuvimos tiempo de nada, porque me volví enseguida.
¿Pudiste ver en directo la carrera de Usain Bolt?
Sí, claro. El atletismo por supuesto que lo vi. Luego vi natación y alguna cosa más.
Ese igual es el momento más flipante que he visto en atletismo en unos Juegos.
Probablemente mi marido te diría lo mismo y yo estuve allí, pero… Es una bestialidad lo que hizo, sí.
Los Juegos de Pekín se dieron en tiempos de crisis económica. ¿En qué medida afectó la irrupción de la crisis a la financiación del atletismo?
No lo sé, porque nunca me he preocupado por ese dinero. Si lo consigo, mejor, pero nunca he tenido la preocupación de si las ayudas me bajaban o me subían 200€. Recibía suficiente y no sé en qué medida me afectó a mí.
Por esos años se desarrollaron también la Operación Galgo y la Operación Grial. ¿En qué medida perjudicaron al atletismo español?
Hombre, siempre que hay un caso de dopaje de por medio y si ya hay una operación ni te cuento… Nunca ayuda al deporte, porque siempre tendemos a generalizar. Tendemos a creer que no hay solo uno, dos o tres casos, sino que, ¿cuántos de los que están ahí están implicados?
Entonces, tú como deportista dices «no vayamos a meter a todo el mundo en el mismo saco». De hecho, de la gente que yo conozco, diría que la gran mayoría van limpios. Claro, no lo sé y el que toma no me lo va a decir. Pero, por lo que veo y por lo que no, me da la sensación de que es así.
Creo que, si estás dentro, eso se puede saber.
Intuir, por lo menos. Si ves cosas raras de repente, de una semana a otra o alguien que aguanta cosas que antes no aguantaba. Yo no he visto a mi alrededor nada raro. He podido intuir de gente. «¡Uy, este igual..!»
Yo creo que en el atletismo español hubo algunas cosas sospechosas. Por ejemplo, la entrada de determinados médicos que luego han estado involucrados en operaciones de dopaje y que coincide con unos años en los que el atletismo español tiene unos resultados muy buenos y que luego no se han mantenido.
Que habrá habido. Pero en el atletismo español no somos todos lo mismo.
¿Sentisteis que, de alguna manera, había una sospecha hacia todos?
La verdad es que no recuerdo y no tengo el recuerdo de haber tenido esa sensación. Nadie a mi alrededor, ni ningún periodista de aquí o atleta que entrenara conmigo me ha hecho sentir así.
Yo tengo la sensación de que no se cerraron bien estas operaciones. El hecho de que todo el mundo saliera absuelto, seguro que no es bueno.
Estoy de acuerdo contigo en que no es positivo, pero no tengo la percepción de que desde fuera tengan a España como sospechoso. No lo sé.
¿Tú no has sentido en campeonatos y así, que otros países señalaran a España?
No. Igual ha ocurrido, pero yo no lo he sentido.
Vamos a hablar un poco del aspecto psicológico, porque el salto con pértiga es una especialidad bastante particular en ese sentido. Muchos deportistas dicen que no es bueno pensar o que han fallado por pensar demasiado, pero en el salto con pértiga no tienes más remedio que pensar cuando vas a saltar.
Lo piensas antes, pero durante el salto ya está.
El momento en el que te plantas en el pasillo, con la pértiga en la mano y el listón al fondo, ¿no puede ser muy traidor a nivel psicológico?
Sí, claro. Al final de mi carrera deportiva lo sufrí mucho. Cuando es un estado natural en el que tú estás bien, visualizas cómo quieres que sea el salto, inicias la carrera y siempre vas un poco por delante de lo que estás haciendo; pero ya no pensando, sino sintiendo lo que quieres hacer o por dónde vas. Es antes cuando tienes que pensar y yo creo que, inconscientemente, lo hacemos todos.
De alguna manera, ¿vas anticipando el salto en la cabeza?
Eso es. Tú ves en tu cabeza cómo quieres hacer el salto y luego ya inicias intentando imitar lo que has visualizado. Pero no pensando; es ya un proceso instintivo, porque lo tienes mecanizado. Yo siempre intentaba hacer la misma carrera, batir en el mismo sitio y hacer el mismo salto.
Entiendo que mecanizas intentando naturalizar el salto perfecto, por decirlo así.
Claro, repites y repites intentando acercarte cada vez más al salto que tú quieres hacer. Pero claro, todos los saltos no son iguales. En uno porque has sacado la pértiga un poco tarde, entonces ya has hecho todo tarde. Durante el salto no puedes pensar, porque si lo haces, te paras. Es imposible. Entonces vas anticipando el salto.
Cuando corres estás imaginando cómo va a ser la entrada y según estás entrando, vas pensando en cómo va a ser la recogida y según estoy recogiendo, en cómo tengo que pasar el listón. Yo creo que va así, no se puede pensar.
Una vez que he acabado el salto yo sí soy consciente de lo que ha pasado; algunas veces más y otras menos. A veces le digo «¡he sacado tarde el derecho!». Entonces, para el siguiente tengo que sacarlo antes. Otras veces dices «¿qué ha pasado?» y te dicen «es que has hecho no sé qué». Entonces en el siguiente intentas corregirlo.
¿Una técnica depurada hace que el salto habitualmente sea mejor?
Cuando tu salto repetidamente sea más parecido entre sí, tienes menos opción de fallar.
En ese proceso, ¿cuál es la parte que aporta el talento?
¡Joe, ahí me has pillado! No sé.
Quiero decir, hay un momento en el que tú dominas el salto con pértiga femenino en España y entiendo que entrenabas tanto como la que quedaba segunda o tercera, pero tú saltabas mucho más. ¿Esa diferencia la pone el talento?
Es que talento, si me dices ahora mismo ¿quién es un tío con talento? Duplantis, tío. Duplantis es un fuera de serie, pero ¿qué hace él diferente al resto? Yo creo que nadie lo sabe ahora mismo. Yo, desde luego, no y creo que los demás que están detrás tampoco.
El tío es un fuera de serie. Ayer, que fue el Europeo, lo hablaba con mi marido. Duplantis intentó récord del mundo y no lo pasó por un churro, pero es un tío que salta todos los días por encima de seis metros. Eso es impensable.
¿En entrenamientos suele saltar por encima de seis metros?
En entrenamientos no sé lo que hace. Yo en entrenamientos nunca he saltado tanto como en competición. Habitualmente suele ser así.
Recuerdo que se comentaba que Iván Pedroso, en entrenamientos, saltaba por encima de los nueve metros.
Habrá gente que sea así, pero una competición es mucho más motivadora que un entrenamiento. Cuando estás compitiendo te pueden decir «imagínate que estás entrenando»; pues no, perdona, no puedo. Estoy compitiendo y hay un juez. Es súper diferente. Y lo mismo cuando estás entrenando y te dicen «ponte como si estuvieras compitiendo». Pues, perdona, pero no, no es la situación; no me puedo motivar, porque no es lo mismo. Yo nunca salté 4,60 entrenando.
Además a Duplantis le da igual que llueva, que haga viento… Para un pertiguista cuando el viento da de cara es una faena. Cuando el suelo está mojado, te entra miedo a que se te resbale la pértiga… Lo comentaba el otro día con mi marido; yo cuando esperaba entre salto y salto, visualizaba, hacía un trote, calentaba un poco, descansaba, luego me activaba otra vez… Este tío está así (Naroa se acomoda en el asiento), le llaman: «Duplantis». Se levanta, hace así (gestos de estiramiento), coge la pértiga y salta. Y el de Duplantis no es el salto perfecto.
¿Técnicamente no es el mejor?
Hombre, le saca rendimiento a tope, pero, para mí, no es el salto perfecto. Ahora, ¿qué le vas a cambiar a este tío? ¿Y los que están detrás? ¿Qué tiene de diferente Duplantis? ¿Qué es el talento? ¿Es más talentoso Duplantis?
En salto con pértiga no lo sé, pero sí te puedo decir que Pogacâr o Messi son más talentosos que el resto. Sencillamente porque Pogacâr tiene la capacidad de responderte a un ataque y cuando los demás están muertos, ser él el que ataca. Eso no es consecuencia sólo del entrenamiento.
Sí, hacen cosas que no son normales o que no hace el resto. El caso de Duplantis es claro. El tío es un extraterrestre.
Cuando hablábamos de tus inicios en el atletismo, a ti se te daría mejor que al resto de alumnos del Liceo o del Atlético.
Evidentemente. Probablemente porque tendría algunas ventajas. El ser un poco alta ayudaría, también que tengo algo de fuerza, soy relativamente rápida… Luego, que me atraía el salto y era valiente, eso también ayudaría, porque hay gente que se acojona con la pértiga. Ahí se juntaron unos factores que hicieron que se me diera bien.
En ese sentido, ¿Qué tenía Isinbayeva para marcar tantas diferencias?
Lo mismo que Duplantis, pero no era tan exagerado. Para mí la gente talentosa hace fácil lo que a los demás nos cuesta.
¿Sabías por qué Isinbayeva saltaba 20 o 30 centímetros más que el resto?
Técnicamente era muy buena. A ver, Duplantis también es muy bueno, pero si me dices «dibújame un salto perfecto», no te hubiera dibujado a Duplantis. Que salta increíblemente bien. No le cambio nada, ojo. Pero, lo que yo dibujaba en mi cabeza como un salto perfecto, no es el que hace él. Isinbayeva se asemeja más.
Para mí. Se unen ahí muchas cosas: una cabeza prodigiosa… Sin una cabeza prodigiosa es imposible hacer esas cosas. Por mucho doping que haya de por medio, poniéndonos a pensar mal.
No estoy seguro de si se ha demostrado que Isinbayeva se dopara.
No, no quería decir eso. Me refiero a que una persona con doping o sin él, si no tiene la cabeza bien amueblada, no creo que vaya a llegar. Por lo menos en pruebas como pértiga.
Yo tuve una época que coincidía entrenando con un chico y en la época en la que ya empezaba con mis dudas, le contaba que no sabía si se me había quedado le pértiga blanda, que no sabía si cambiar o no, porque el viento estaba así o lo que fuera y él me contestaba «si se te ha quedado blanda, cambia». Mientras yo dudaba, él lo veía claro. Entonces, ¿qué es una cabeza prodigiosa?
Para mí una cabeza prodigiosa es la de Nadal. Tener la confianza o más bien, el convencimiento de que vas a ganar.
Es que Nadal me parece un ejemplo. Todo lo que dice es coherente, respeta a su rival, curra como el que más… Pero siendo un cabeza de chorlito también puedes ganar. Me he encontrado gente de todo tipo. Es verdad que luego la duración de cada atleta no es la misma, las lesiones de por medio no son las mismas. A veces la gente cae y tampoco sabes por qué. Yo durante mucho tiempo me he considerado una tía muy fuerte y luego, de repente, en mi última época, daba pena.
Tuviste bastantes problemas de espalda, ¿no?
Sí, la espalda ha sido siempre mi talón de Aquiles. Cuando me daba entrenando tenía que parar tres días.
Esos problemas de espalda, una vez que aparecen, ¿te vienen periódicamente?
Bueno, ha habido épocas en las que ha sido más frecuente y otras épocas muy buenas. Normalmente yo no tenía dolor; hasta que, de repente, me daba un pinzamiento y eso me dejaba tres días inhabilitada. Era como on/off para mí. Estaba bien, como ahora y de repente, me daba y no es que no pudiera saltar, es que no podía ni andar.
¿Qué era, como una lumbalgia?
Sí. Tengo hernias, entonces, de vez en cuando me daba y era una faena. Para un atleta o para cualquier deportista que tiene que entrenar a diario eso era un bajón; «¡voy a perder la forma..!» Claro, cuando me pasaba en plena competición era una putada y eso me ocurrió en el Campeonato de España en Sabadell. En el calentamiento me dio, salí de la pista llorando y me pasé toda la competición de pértiga llorando.
¿Ese fue el momento más difícil de tu carrera?
No, el momento más difícil es cuando empiezo con los problemas de verdad en la pista, con los miedos. Ese es el momento más duro. Cuando empiezo a ser consciente de que tengo muchos problemas, de que esto no tiene sentido, pero yo quiero seguir. Al final una lesión es una lesión y es muy duro, no te voy a decir que no. O cuando en un Pekín quedo 13ª y pasan 12 a la final. Joe, pues sí, es duro, pero lo acepto. Me ha tocado, duele y ya está. Pero lo de la cabeza… el no poder controlar algo que yo quiero, no poder saltar porque la cabeza no me deja… Aceptar eso es más duro.
¿En qué momento empiezas a tener esas dudas?
No es un día de repente. Poco a poco, lo que haces, que antes era divertido, sobre todo a nivel de salto con pértiga, porque el resto es más fácil. Hacer multisalto, hacer pesas… no requiere tanto. Pero la pértiga es muy progresiva y Jon Kar, en ese sentido, siempre ha sido muy seguro. Tú tienes diferentes pértigas, con diferentes rigideces. Cuando una se te queda blanda, tienes que coger la siguiente para saltar más.
Cuando hablas de que se te quedan blandas, ¿te refieres a que con el tiempo se van ablandando o que utilizas una más firme? Un poco como las pelotas de pelota mano, que tienen diferente peso.
Eso es. Hay diferentes rigideces y ya, con el tiempo, adquieres unas pértigas que van acorde a lo que tú quieres. Normalmente, cuando te llevas el listón de subida es que se te ha quedado la pértiga blanda. Entonces cambias a una más rígida y puedes pasar el listón.
A mí me llega un momento en el que, con una pértiga voy bien y digo «ahora me toca cambiar, pero es que no me veo para saltar con esta». Tu lógica te dice que ya la conoces, que has saltado mil veces con esa pértiga y sabes que es la que te toca, pero hay algo dentro de ti que te dice «¡tengo miedo!».
De alguna manera, la razón te dice que lo estás haciendo bien, pero algo dentro de ti te frena.
Y el entrenador, desde fuera, te está diciendo que cambies y tú, desde dentro, dices «¡buah, qué cague!».
¿Has llegado a saber qué motivó esos miedos?
No. Ni me he pegado nunca una leche, ni me ha pasado nada. Es el típico miedo irracional, como cuando alguien te dice que no quiere subir a un avión porque le da miedo. Pues me empezaron a entrar ese tipo de miedos.
¿Y cómo lo afrontasteis?
Pues eso fue lo complicado, porque Jon Kar no lo entendía. Me decía «¡si has venido a saltar pértiga! Si toca cambiar, pues cambias». Yo intentaba y no podía y ahí empezaron los quiero y no puedo.
No sé si con ese quiero y no puedo te refieres a diferencias de criterio entre tú y él.
Hombre, claro. Porque yo no quería cambiar, quería seguir con la misma pértiga y el me decía «si no tiene ningún sentido seguir con esa». Luego ya, después de un tiempo así, me dijo «a ver, Naroa, esto no tiene ningún sentido. ¿Para qué vamos a ir a entrenar?»
Entiendo que ese es un proceso de años.
No sé si de años. Es un proceso que te pasa poco a poco. Un día te da miedo una cosa y Jon Kar me dice «bueno, pues no pasa nada. Hoy seguimos con esta». Claro, eso que te has dejado, al día siguiente lo quieres evitar más. Por mi parte, quiero decir. Cada vez más miedo, cada vez más miedo.
Lo que pasa es que yo quería seguir. «¿Yo qué hago si dejo la pértiga? Yo quiero seguir saltando» decía. Y Jon Kar: «quieres seguir, pero no puedes. No estás para saltar». Y yo: «Ya. Pero yo quiero saltar y quiero seguir saltando contigo». Y él me decía «pues igual tienes que cambiar algo. Esto ya no funciona».
Y yo: «¡no, no, no! Yo quiero seguir igual». Fue muy difícil, porque éramos pareja también. Si no hubiéramos sido pareja, no sé si no hubiera sido más fácil que él hubiera dicho «oye, Naroa, conmigo ya está». Porque yo quería seguir.
¿Crees que los problemas de la espalda están relacionados con esto?
No, nada que ver. Eso era algo físico que de vez en cuando me daba, se pasaba y ya está, no iba a ningún lado. Lo de la cabeza fue empezar a tener miedos irracionales.
¿Que tus marcas bajaran en los últimos años crees que tuvo que ver más con esto que con la edad?
Totalmente. No tuvo que ver con la edad.
¿Tiene que ver con que en 2012 no fueras a los Juegos de Londres?
En Río sí. En Londres no. Ahí tuve una lesión de por medio. Yo creo que sí podría haber saltado bien. Los problemas empezaron un poco más adelante. A Río sí que no fui porque yo no estaba ya… Es decir, yo quería ir, pero me veía que no estaba ya con la cabeza bien mentalizada.
En el momento que sabes que no vas a Río y tienes por delante otros cuatro años de ciclo olímpico, ¿cómo te lo planteas?
Yo en Río ya no estaba mentalizada. Así como en Londrés sí, después de Río para mí ya no había nada más. Sí seguí entrenando, pero ya no pensando en ninguna competición internacional. Ya no había ciclo. Anteriormente era Jon Karla el que hacía toda la planificación, yo no me preocupaba de eso. Él me decía «el momento importante de esta temporada es tal. Aquí tenemos que tener un pico de forma y aquí también. Entonces vamos a hacer los entrenamientos así y así» y yo lo hacía.
¿Recurriste a algún psicólogo deportivo o algo similar?
En su día había trabajado con un psicólogo deportivo, pero luego, cuando estos problemas, no.
¿Tampoco te lo planteaste?
Con el que había estado antes no, porque no era la persona y tampoco… bueno, igual sí me lo planteé, pero no busqué o no encontré a nadie. Quizás porque pensaba que yo iba a poder.
¿En ese momento Jon Kar hace un poco de psicólogo contigo?
Jon Karla siempre ha hecho de psicólogo conmigo. Siempre. Y siempre me ha ayudado un montón y se ha adecuado. Él dice y yo hago, él dice y yo hago… Hasta que llega un momento en el que él dice y yo no hago. Ostras, claro, ahí empiezan los problemas. «¿Pero por qué no haces? Porque no puedo. ¿Y por qué no puedes? Porque me da miedo. ¿Cómo que te da miedo?» Lo que estaba antes en equilibrio, ahí empieza a desequilibrarse.
De alguna manera, te retiraste mentalmente antes de hacerlo realmente.
Totalmente, totalmente.
¿En el momento en el que decidiste retirarte hay una tranquilidad en tu cabeza?
Yo pensaba «si el atletismo ha sido toda mi vida. ¿Qué voy a hacer ahora». Y eso que tenía mi carrera y estaba trabajando un poco de profe y no tenía problemas económicos. Pero era como un miedo a dejar la pértiga. Y en ese momento me quedo embarazada. Andaba ahí, que sí sigo entrenando o no… Oficialmente no había dejado la pértiga, hasta que me quedé embarazada. Y entonces ya digo «ahora sí, lo tengo que dejar ¡Qué bien!».
¿Ya habías dejado de entrenar cuando te quedaste embarazada?
No, seguía entrenando. Pero ya Jon Karla no venía a los entrenamientos de pértiga. Entonces saltaba con diez pasos, con doce pasos… Jugaba, porque no quería dejarlo tampoco.
¿Y cuando te quedas embarazada decides retirarte?
Bueno, con idea de volver un poco para las ligas, jugando un poco. Al principio, después de haber tenido a Jon, tenía muy poquitas clases y me daba tiempo de venir a entrenar. Empecé a venir con idea de hacer un poco de longitud. Me puse y saltaba 3,20. ¿Perdón? Si vuelvo es para saltar por lo menos 5,50, ¿no? Para puntuar algo. Luego ya me subieron la jornada, tuve jornada completa y ya no me daba tiempo.
¿Habías empezado a trabajar como profesora antes de retirarte?
Sí. Empiezo dando clases de refuerzo, luego alguna baja… Vi que me gustaba ese mundo y que quería dedicarme a eso.
¿A qué edades das clase?
Empecé con la ESO y ahora estoy dando en bachillerato.
¿Qué te dicen tus alumnos de tu carrera deportiva?
Al principio nada. Hasta que uno, de repente, descubre: «¡Anda, que esta sale en internet!» Y ya está. Se corre la voz, me pongo un poco roja, les digo «¡vale ya!» Y ya está. Me dan mucha vergüenza esas cosas.
¿Tus alumnos te tienen más respeto por haber sido olímpica o te preguntan por ello?
Respeto no creo. Alguna vez que sacan el tema les digo «no es el momento. Estamos a lo que estamos». Sí se ha dado el caso de que, en algún momento, haya podido hablar con alguno, pero normalmente no suelen preguntar. Para ellos no sé si supone mucho. Cualquier jugador de la Real les llama la atención mucho más que yo.
¿Ahora estás totalmente desconectada del atletismo?
Sí. Activamente sí, otra cosa es que lo sigo.
¿No te da envidia verlo?
No. Lo viví en su día, lo disfruté mucho, lo dejé y ahora disfruto con otras cosas. Disfruto viendo el atletismo, siempre he disfrutado viéndolo, pero no me da envidia estar ahí, porque ya he estado; no necesito estar otra vez.
¿Qué sensación te queda de tu carrera?
Joe, pues que el atletismo me lo ha dado todo. Hombre, ¿me hubiera gustado cambiar el final? Sí. Me hubiera gustado haberme retirado de otra manera. Habiendo acabado con una buena marca, en un campeonato o algo así. Dejarlo porque físicamente ya no puedo o porque he decidido que es el momento, no porque mi cabeza no haya podido seguir. Me hubiera gustado haberlo dejado así, pero, quitando esa última parte, que es verdad que fue duro, para mí ha sido todo positivo.
Excelente persona y gran atleta. He tenido el privilegio de compartir con ella sus años de carrera atlètica .