En conversación con Jot Down Sport, recuerda Joan Capdevila que «el mayor mérito de ganar la Eurocopa de 2008 fue de Luis Aragonés. Su importancia fue toda. Consiguió crear un equipo, que es algo muy difícil en una selección».
Una dimisión que hubiera cambiado la historia
Y qué cosas, ya que Aragonés dimitió como seleccionador español en septiembre de 2006. «He presentado mi dimisión, que es lo que todos queríais», dijo ante la prensa.
Su equipo había perdido contra Irlanda del Norte y no había quien lo defendiera. «Fracasado en el Mundial, criticado de forma unánime por la opinión pública, sin confianza en los jugadores, enfrentado a pesos pesados como Raúl y con la próxima Eurocopa en peligro tras el ridículo de Belfast», se leyó en un diario que eran todos los diarios.
Sin Aragonés, tal como opina Capdevila, todo aquello: el gran fútbol, los goles, la felicidad de un país, no hubiera existido. Sin embargo, la federación no aceptó la dimisión. Desde la portavocía, expuso Carretero que «Luis tiene nuestro respaldo, estamos convencidos de que con él podemos ganar en Suecia y reconducir la situación. Así se lo hemos hecho saber y ahora él tiene la última palabra».
Se perdió contra Suecia. Pero Aragonés se mantuvo y aquella selección ganaría su segunda Eurocopa, cambiando con ello definitivamente la historia. Y lo hizo en gran medida gracias a decisiones del técnico que fueron de todo menos sencillas, como la de no contar con Raúl.
Una España sin su bandera: Raúl
Aquella derrota en Belfast fue el último partido de Raúl con la selección. «En el fútbol ya ha ocurrido que los futbolistas vayan quemando etapas», explicó Aragonés con naturalidad. La prensa insistía y el técnico lógicamente se envalentonaba: «Raúl jugó tres Mundiales, ¿ganó alguno? Raúl jugó dos Eurocopas, ¿ganó alguna?»
Raúl era la bandera del país, como dijo el afectado Guti. También acabó segundo goleador español en Liga, con 18 tantos para un Madrid campeón. Y aún tenía 31 años. Nadie podía creer que la solución al equipo fuera prescindir del delantero que aunaba mayor categoría, bagaje, liderazgo y goles. Aunque Aragonés explicaba, a propósito de lo esencial, que «los goleadores son los que marcan más goles por minutos jugados, y Raúl no está entre los más productivos».
En efecto, Torres y el Pichichi Güiza lo superaban. Así como el joven Bojan, de ahí que hubiese sido parte de la lista si las circunstancias lo hubieran permitido. «Como sólo tiene 17 años, pensé que lo mejor era preguntar al club. En el Barça me dijeron lo mismo que me dijo él: que está agotado física y mentalmente», comunicó Aragonés.
Raúl quedó al margen justo cuando el equipo comenzó su buena racha. Por supuesto, lo suyo no fue un causa-efecto. La Selección española comenzó a ganar porque Villa y Cesc, los relevos de Raúl, también eran grandes futbolistas.
Se trataba, finalmente, de mera cuestión de tiempo. El que Aragonés necesitase para encontrar la alineación más complementaria posible. Lo hizo desde 2007. Ya sin Raúl. Un equipo del que también caería Salgado y, poco después, otros futbolistas de importancia como Joaquín o Morientes. Jugaron de maravilla y no perdieron ningún partido oficial más con Aragonés en la dirección.
Aragonés o saber de fútbol: la identidad de la selección
Además de su arriesgada elección de futbolistas, el proceder de Aragonés en lo referente al estilo de aquel equipo también fue digno de encomio. Recuerda Capdevila que «éramos una selección de bajitos, habilidosos y más técnicos que físicos. Queríamos ser protagonistas de los partidos, a través de la posesión».
Y es que, hasta ese momento, Aragonés era conocido en toda Europa como el maestro del contraataque, al desarrollar su carrera en un Atleti que siente de esa manera. Sin embargo, con 68 años pasó a seleccionador y, ante todo, observó. Supo dejar al margen su ego y atender al futbolista. Muchos entrenadores desperdiciaron su carrera por vanidad: mi idea de juego es. El yo que, tarde o temprano, acaba por desaprovechar el ellos.
Aragonés fue diferente. Observó hasta saber que, en esa generación, el talento superior estaba en poseer la pelota: «Hemos formado un grupo que juega muy bien, pasa muy bien, ajusta bien los pases y es difícil de frenar. Sabemos jugar a cualquier equipo. Trabajamos todos (…) Cuando la tocamos, les rompemos (…) Mucha gente se fijará en España porque ha hecho un Europeo en el que ha jugado este tipo de fútbol, que depende de los jugadores que tenemos en España».
Hoy, gracias a su honestidad como técnico, aquella Selección española es cultura de país. Si Camacho puso la simiente una década atrás, la de 2008 hizo crecer, a través de la victoria, el árbol de fútbol combinativo que ya se considera identitario.
«Tenemos una idiosincrasia. Hay muchos equipos que la tienen. La tiene Argentina, la tiene Brasil. El Madrid la ha tenido siempre. Incluso el Atlético, que apuesta por el contragolpe sea quien sea el entrenador. Y nosotros tenemos la nuestra. Físicamente quizá tenemos más carencias que otros equipos y por eso necesitamos el balón. Cuando tenemos su posesión, crecemos», dijo Aragonés. Así, remando a favor del talento del futbolista, se crea una identidad.
Análisis de una España de bajitos
En lo analítico, aquella selección fue un equipo móvil que partía desde el 4-4-2, reconociéndose desde el tridente asociativo integrado por Xavi, Silva e Iniesta. «Xavi es quien lleva el orden de los partidos. Siempre que tiene la pelota pasa algo», expuso el técnico.
Buscaba salir por los costados y progresar creando escalones, a través superioridades numéricas, moviendo el balón con ritmo. Recuerda Capdevila que «Aragonés era un entrenado más psicológico que táctico. Desde el primer día ya nos dijo convencido que su intención era ganar el torneo. Y tú decías: ¿Ganar? Pero si nunca hemos ganado nada. Y lo repitió hasta que nos lo creímos. Era más psicológico que cualquier otra cosa».
La pizarra estaba, pero era secundaria. Tras un empate contra Islandia en noviembre de 2007, Aragonés se quejó de que «no había juego entre líneas, no venía nadie a tocar el balón y no abríamos el juego a las bandas (…) Les dije que saliéramos por los laterales y uno de los puntas cayera entre líneas, pero no lo hicimos».
Su crítica refleja que, sobre una base de conceptos a considerar, Aragonés daba las indicaciones generales al tiempo que depositaba plena confianza en que el talento interpretativo del futbolista decidiera adecuadamente.
El equipo pretendía construir su juego desde el fondo. Aún eran tiempos donde los bloques de presión alta no estaban muy entrenados, por lo que Marchena y Puyol solían tener tiempo para iniciar hacia los laterales.
Explica Capdevila que «teníamos jugadores muy buenos en defensa para la salida de balón. Sobre todo Marchena, que para eso era extraordinario. Y si no, venían Xavi, Senna o Xabi Alonso y se encargaban de todo. Para mí, Marchena y Senna fueron los pilares de la selección y los mejores del torneo».
Los laterales daban la complementariedad perfecta a unos Iniesta y Silva que tendían a las relaciones interiores. Recuerda Capdevila que «Marchena, Silva y yo nos entendíamos a las mil maravillas en la zona izquierda».
Y en el otro sector, la misma sintonía: Ramos ponía con balón lo que a Puyol le faltaba, toda vez que se adueñaba de la banda que la naturaleza de Iniesta le llevaba a vaciar.
Así resumió Aragonés el funcionamiento de los costados: «Conmigo, los laterales tienen total libertad para incorporarse al ataque, lo que tienen que saber es cuándo hacerlo. Es necesario que suban porque en nuestro esquema uno de los extremos se mete hacia dentro para hacer el dos para uno con Villa, y necesitamos que el lateral esté abierto. (…) Ramos es un jugador con vehemencia, que hace que en el campo necesite espacios. Hay que darle metros para correr. Además tiene buen pie».
Eso es leer el fútbol en condiciones. Nada extraña que le llamaran Sabio. Todos colaboraban del ataque pero, como apunta Capdevila, siempre con un reverencial respeto al ser del defensor: «Nuestro papel fundamental era defender. Y luego, ayudar lo máximo posible en ataque. Luis nos pedía lo típico, nunca más de la cuenta».
Cara a la Eurocopa, Senna tomó el lugar que antes pertenecía a Albelda y el equipo ganó aún más manejo de balón desde la zona media. Pero cuando el rival era tan potente en defensa que incluso todos ellos parecían insuficientes, Aragonés echaba mano a Cesc.
Destaca Capdevila que «cada uno aceptaba su rol». Era el caso de un joven Cesc que, a este respecto, ya razonaba como el crack que sería: «en la Selección hay muchos jugadores que pueden llevar el control, pero en el Arsenal sólo hay una fuente en el medio campo y estoy prácticamente en todas las opciones de ataque. En España, en cambio, hay muchos caminos para llegar. Aquí mi rol es diferente. Estoy adaptado y encantado».
Era, por lo demás, un equipo pleno de grandes futbolistas y sin divismos. «En este equipo nadie es más que nadie. Vamos todos a lo mismo», comentaron Casillas y Xavi, enfrentados en sus clubes pero hermanados de rojo.
El único debe de aquella España era que, dadas las condiciones de sus atacantes, no podían aprovechar el juego aéreo. De ahí que, ante según qué equipos, hubieran de mantener la calma a fin de perseverar en el plan primario. «Luis nos dijo que raseáramos más el balón y jugáramos menos en largo. No fuimos fieles a nuestra filosofía», expuso Xavi sobre el mencionado empate ante Islandia.
Sin embargo, aun con todo lo expuesto, nunca dejó de ser un equipo de Aragonés, maestro del contraataque.
También fue la España del contragolpe, hasta alcanzar la final
La figura de Cesc sirve para reflejar que aquella España también se explica desde la verticalidad. La de los pasadores en largo Ramos y Xabi Alonso. Ay del equipo que adelantase líneas. La del propio Cesc, amante de la asistencia filtrada: cuanto más larga, más bella.
«Tenemos jugadores que tocan con facilidad y con espacios son más peligrosos que ante un equipo que se cierra, ya que en el último pase somos muy buenos», explicaba el entrenador.
Así como la España de los profundos Villa y Torres. De esa multitud de opciones de ataque, su verdadera riqueza.
Sirva el relato de Aragonés sobre la semifinal contra Rusia para alumbrarlo: «Con Torres y Villa teníamos un problemita, porque no pudimos dominar el centro del campo todo lo que queríamos. Con la salida de Villa y la entrada de Cesc tuvimos la superioridad numérica, tocamos mejor y fue muy difícil para el rival pararnos. (…) Entramos haciendo el fútbol que interesaba a Rusia porque jugamos demasiado largo. Con cinco centrocampistas hicimos un fútbol más completo en la defensa y el ataque. Cuando les hicimos un gol, con el ritmo que metemos, jugando a la contra, estos jugadores son un espectáculo. Físicamente, Rusia estaba mejor. Alemania también lo estará. Pero ponemos un ritmo de balón tan complicado que los rivales parecen más cansados que nosotros».
Hasta alcanzar la final, España pasó como primera de un grupo donde derrotó a Rusia, Suecia y Grecia. El único empate cedido lo rememora así Capdevila: «el partido más complicado fue contra Italia, que venía de ser campeona del mundo. Teníamos que superar la maldita barrera de cuartos. Tenían muy buenos futbolistas. Yo tuvo que frenar a Camoranesi, que era muy rápido, y me dio bastante faena. Fue muy igualado, los superamos a los penaltis y eso nos dio el empujón definitivo».
Tras vencer de nuevo a Rusia en el citado duelo, en la final esperaba la Alemania dirigida por Löw. Había que derrotar a los que ganaban siempre y, sobre todo, al complejo de inferioridad.
Jugaron como nunca y esta vez ganaron
«Para nosotros jugar una final era novedoso. Alemania era favorita, por historia. No nos sentíamos en absoluto superiores, aun con el buen campeonato realizado. Antes del partido, le dije a Xavi: «cuando te dé el balón, no me lo devuelvas aunque esté solo». Temía hacer el ridículo. En los primeros minutos veíamos jugadores alemanes por todos lados. Finalmente, fue sin duda el partido más emocionante. Lo fue porque se ganó. Por la alegría sobre todo de la gente», evoca Capdevila.
Como desde 1964 la selección absoluta no había ganado un gran torneo, cuando era eliminada solía aparecer la expresión «Jugamos como nunca, perdimos como siempre». Se jugara de verdad bien, o se jugara en realidad mal.
Pero también en la final, la España de 2008 demostró lo que de verdad es jugar bien, por ello venció a la siempre temida Alemania.
«A partir del cabezazo al palo de Torres, hemos visto que podíamos ganar y hemos sido superiores. Era difícil que nos pudieran hacer gol porque tocábamos muy bien, presionábamos en el medio campo y nos juntábamos mucho. Habríamos podido meter dos o tres goles más», resumió Aragonés.
Volaron complejos, prejuicios y etiquetas, a través del fútbol. Austria y Suiza ´08 fue Casillas en cuartos, deteniendo los penaltis a Di Natale y De Rossi. Fue Xavi en semis, abriendo el marcador y orquestando los definitivos goles de Güiza y Silva. Y fue Torres en la final, haciendo que Lahm pareciera un defensor juvenil. Fueron grandes futbolistas demostrándolo. Pero el equipo. Sobre todo, como repite Capdevila, el campeonato fue el equipo.
Siempre tengo la sensación de que no se le da a Villa la importancia que tiene; el ser probablemente el mejor delantero de nuestra historia. Máximo goleador de la selección por mucho margen, mejor delantero de Europa con el Valencia… Y este artículo es un perfecto ejemplo de lo que digo.
Totalmente de acuerdo. En su día le paso algo parecido a Quini, uno de los mejores delanteros españoles de todos los tiempos que nunca fue titular en la selección, recordemos a Solsona, uno de los mejores centrocampistas de su época, que decir de Cardeñosa y su no gol que pago demasiado caro y otros muchos con los que haríamos una selección campeona.