En sus inicios como entrenador, Ancelotti estuvo dos cursos en el Parma. Se trató de un paso lógico, ya que había sido parte del club en su etapa como jugador. «Fui un producto de la sección juvenil amarillo-azul y con la camiseta del Parma había marcado unos goles decisivos, como, por ejemplo, el doblete en el desempate para la promoción a segunda división contra el Triestina, en 1979 (…)», escribió en Mi árbol de Navidad.
Firmó tras ascender con la Reggiana. En su libro Liderazgo tranquilo, recuerda: «el Parma me quiso porque Capello, que había firmado contrato con el club, (…) decidió irse al Real Madrid (…) y el club no tuvo mucho tiempo para reemplazarlo. Yo lo había hecho bien en la Reggiana, conocía al director general del Parma y fue un movimiento interesante para mí, un traslado a un club más importante».
No cabe duda de que su pasado como futbolista y su reciente papel en Serie B (su equipo no la lideró, sino que fue cuarto) ayudaron al progreso de Ancelotti. No obstante, fue la reputación de haber sido previamente asistente de Sacchi en la selección italiana lo que de verdad le permitió estrenarse en Serie A con un equipo clasificado para competiciones europeas. El Calcio de los noventa se rifaba a cada nuevo Sacchi.
Ancelotti y la zona Sacchi
Durante el primer lustro de la década, el Parma había ganado Coppa, Recopa, Supercopa y UEFA con Scala en la dirección técnica. El italiano empleaba en sus equipos el sistema de marcación combinada, algo tradicional en el país pero que a esas alturas había perdido prestigio debido al impacto del fútbol zonal del Milan de Sacchi.
Los títulos sostuvieron a Scala en el cargo hasta que partió hacia Alemania, previo paso malogrado por el Perugia, donde aún no se cuestionaban su costumbre defensiva. Entonces el Parma se abrazó a «la zona», tal como habían hecho otros grandes equipos del momento.
Italia siempre miró el fútbol con ojo táctico. Por ello, las Copas de Europa ganadas imponentemente por el Milan a finales de los ochenta convirtieron al sistema de zona presionante en responsable último y sinónimo de victoria. «Era una época en que el Milan de Sacchi estaba obteniendo unos resultados magníficos, así que casi todos los equipos adoptaban ese sistema», recuerda Ancelotti.
De tal modo, la Juventus apostó primero por Maifredi y luego por Lippi, el Inter por Orrico, la Sampdoria por Eriksson, la Lazio por Zeman, la Fiorentina por Ranieri. Ahora el Parma trató de contratar a Capello, el más exitoso del momento a cargo del Milan, y acabó por firmar a Ancelotti, el siguiente predilecto de Sacchi.
El Ancelotti tacticista: 4-4-2
Sacchi es el tacticista por antonomasia y de ese modo surgió Ancelotti a los banquillos. El patrón de aquel Parma fue el 4-4-2 lineal con marcación en zona adquirido de Sacchi. «El 4-4-2 es el sistema que mejor conocía en ese momento gracias a la experiencia que había compartido con mister Sacchi como jugador y ayudante técnico. Dado que en esa época aún tenía poca experiencia, lo utilicé porque prefería seguir la fórmula que dominaba mejor y que me daba más seguridad sin tener en cuenta las características de los jugadores que estaban a mi disposición», se lee en Mi Árbol de Navidad.
Como se desprende de las palabras de Ancelotti, un entrenador tacticista es quien tiene un esquema y un modelo de juego que considera ideales y por ello los prioriza al nivel, las cualidades o la ubicación natural de los futbolistas disponibles.
Según la experiencia del propio Ancelotti, este concepto de equipo puede causar quebrantos a los propios intereses. Así lo explica en Liderazgo tranquilo: «Cuando estuve en el Parma tuve la oportunidad de fichar a Roberto Baggio. Yo siempre jugaba entonces con el sistema 4-4-2, por eso decidí no ficharlo, porque él quería jugar de segundo delantero. Yo no quería que jugara de delantero, sino que jugara de centrocampista ofensivo. Me negué a cambiar mi idea del fútbol porque yo no tenía confianza, no estaba seguro. No tenía experiencia, tenía un poco de miedo y al final me di cuenta de que había cometido una equivocación. Debería haber trabajado con Baggio y encontrar una solución. Aprendí la lección y aprecié el valor de ser más flexible con los sistemas cuando estuve en la Juventus. Tuve que cambiar de concepto futbolístico para instalar a Zidane, alrededor del cual construí el sistema en vez de obligarlo a encajar en mi favorito 4-4-2».
Un Parma de juego exterior y directo
Cuando Ancelotti habla del «concepto futbolístico» que cambió ya en la Juventus no se refiere sólo a la disposición táctica, sino a unos principios generales del juego en los que todo tacticista cree y trata de respetar.
En Mi árbol de Navidad, Ancelotti expone que aquel 4-4-2 era «un sistema bastante académico» que favorecía tres aspectos que consideraba básicos: «Buena predisposición al pressing, incluso ofensivo. Equipo corto y compacto. Buena organización defensiva».
El Parma 96-98 jugaba, en fase de ataque, de manera directa sobre la cabeza de sus delanteros o hacia la espalda de los laterales rivales. Estos, presumiblemente atraídos por los medios de banda, dejaban espacios aptos para que los puntas recibieran el balón después de trazar desmarques de ruptura. Una vez lanzado en largo, las dos líneas de cuatro se adelantaban para apretar la segunda jugada, ganándola o presionando al rival si se perdía. El equipo se estrechaba así hacia delante.
Al respecto, Ancelotti escribió que la «disposición en tres únicas líneas de juego permite mantener un equipo bastante corto y, por tanto, un buen equilibrio para ejercitar una presión eficaz incluso en la mitad contraria del campo. Por otra parte, el hecho de tener tres líneas de juego crea algún que otro problema en ámbito ofensivo: te obliga a jugar directo para los atacantes o a una construcción del juego en la que, a través de las parejas que se forman entre el defensa lateral y el extremo avanzado, se confía mucho en el aprovechamiento de las bandas, con el consiguiente uso de numerosos pases laterales».
En su Parma, la pretensión tanto en ataque como en defensa era que la zona central del campo, llamada de generación de jugada, se activase poco durante los partidos. Esto se debe a que los conceptualistas la consideran las más peligrosas para su portería, independientemente de quién la habite.
En fase defensiva, aquel equipo esperaba en bloque medio, ejecutando la presión de tal manera que los rivales tuvieran que atacar por los costados en fase de posesión o, en otras circunstancias, hubiesen de jugar directo de manera desventajosa. Luego pasaba al bloque bajo para defender bien su área, estrechándose de este modo hacia atrás.
«En general», afirmó Ancelotti en 2014, «sigo pensando que el 4-4-2 -pese a que este ha evolucionado mucho desde el «sencillo» que Sacchi utilizaba en el Milan, según el cual si el defensa lateral derecho presionaba, el lateral derecho se paraba para cubrir con un simple cambio de posición- es el mejor sistema defensivo, porque permite cubrir de manera adecuada el campo, tanto en las zonas laterales como en las centrales».
Fue precisamente la defensa lo que dio a aquel Parma el segundo puesto en la temporada 96/97 y le permitió competir dignamente en la siguiente Liga de Campeones. Pero no debido al sistema, sino a la categoría de los futbolistas, el mejor patrimonio del grupo formado para Ancelotti.
Una retaguardia de primer nivel histórico
«Cuando llegué al Parma, el equipo era uno de los punteros de la primera división. No tenía a su espalda una gran historia ni tradición, pero sí una potencia económica como Parmalat, que le permitía competir con los mayores clubs. (…) Era un grupo equilibrado que contaba con varios jugadores de excelentes cualidades», explica el técnico en Mi árbol de Navidad.
Los futbolistas de mayor nivel que refiere Ancelotti se concentraban en la defensa y la delantera. «El equipo no jugó bien al comienzo, pero terminamos con éxito aquella primera temporada. Tenía una buena escuadra, de la talla del portero Gigi Buffon y el defensa Lilian Thuram, que formaban un importante trío defensivo con Fabio Cannavaro. Y, además, eran jóvenes», escribe.
A los 17 años, Buffon había arrebatado el lugar al internacional Bucci. En la zaga, según un delantero legendario como Ibrahimovic, la pareja compuesta por Thuram y Cannavaro es la mejor que se ha visto, completándola en aquel Parma dos mundialistas, el rápido lateral izquierdo Benarrivo y el veterano marcador Mussi, quien alternaba la derecha con el polivalente Sensino y un Zé María más asociativo.
Zé María fue uno de los pocos brasileños que cuajaron en aquel equipo beneficiado por Parmalat. Recuerda Ancelotti: «nos hicimos también con Rivaldo y después con Cafú, aunque fueron cedidos inmediatamente al Deportivo de La Coruña y a la Roma, respectivamente. El Parma era entonces un club tan pequeño que tenía que ceder jugadores». Ninguno de ellos llegó, toda vez que Amaral y luego Adaílton no rindieron como se esperaba.
Pero sí lo hicieron los dos fichajes llegados en el verano del 96 para suplir a Stoichkov e Inzaghi. Uno fue el ariete «Hernán Crespo, al que había echado el ojo cuando estaba en el equipo olímpico de Argentina y fue su máximo goleador». El otro Chiesa, en rol de segundo delantero. Eran potentes, el ex de la Samp más veloz. Entre ambos anotaron alrededor de treinta goles cada curso.
Sin embargo, dicha dupla dejaba fuera a los únicos futbolistas creativos que tenía aquel equipo, Asprilla y Zola, traspasados a la Premier en invierno por más de 2.000 millones de pesetas.
La lamentada venta de Zola
La temporada de estreno de Ancelotti, el equipo fue el segundo menos goleado de la liga. Sólo la Juventus campeona le mejoró en dos goles, toda vez que el siguiente más fiable en defensa, el Inter dirigido por Hodgson, se alejó a nueve por encima. Sin embargo, únicamente hubo cinco equipos con peor bagaje goleador que el Parma, todos de la parte baja de la tabla.
Al respecto, Ancelotti escribió que «quizá mi credo futbolístico de entonces limitó un poco las potencialidades ofensivas de mis atacantes. Es uno de los disgustos de mi carrera. Pero, por lo demás, la época, las ideas y la inexperiencia justificaban en parte mis decisiones».
Para acto seguido centrar su argumento en uno de los mejores mediapuntas que dio el fútbol italiano: «En especial recuerdo que no supe apreciar correctamente las capacidades tácticas y técnicas de un jugador del calibre de Gianfranco Zola. Zola era un futbolista con unas magníficas cualidades técnicas que en los años anteriores había sido utilizado como segundo atacante (…) intenté buscar con Gianfranco unas soluciones que me permitieran utilizar todas las cualidades ofensivas a mi disposición y evitar que compitiese en ataque con Crespo y Chiesa. Por ese motivo procuré usarlo como extremo derecho en el 4-4-2. A pesar de las pruebas, de las conversaciones con Gianfranco y de los ejercicios, el resultado fue poco satisfactorio para el juego en equipo y para el jugador, que final de las contrataciones estivales, pidió que lo cedieran al Chelsea. Entonces estaba convencido de que había probado todas las soluciones posibles, pero existía un problema desde el principio: me concentraba en la búsqueda de numerosas soluciones sin tomar nunca en consideración la posibilidad de modificar el sistema de juego. La solución no estaba en la adaptación sino en el cambio; es decir, en la elección de un sistema que se adaptase a los jugadores que estaban a mi disposición, y no al contrario (…) El traslado no se materializó y ello corroboró mi fama de entrenador contrario a la fantasía. Tengo que decir además que mi actitud no obedecía solo a la testarudez, sino que era también consecuencia del éxito que había tenido en el Reggiana y de los resultados que, gracias al 4-4-2, habíamos obtenido en mi primera temporada en el Parma (sesenta y tres puntos, dieciocho victorias de las cuales siete fuera de casa, nueve empates y solo siete derrotas, segunda mejor defensa y segundo puesto con clasificación en la Champions League). Estaba convencido de que el sistema que aplicaba en ese momento era idóneo, así que decidí, una vez más, renunciar a un jugador fantástico por el mero hecho de que, dadas sus características, no lo consideraba útil para el juego de mi equipo. Repito que eran mis primeros años como entrenador. Hoy, con la experiencia que he adquirido, confirmo que fue una elección equivocada».
Un equipo todo físico que baja el rendimiento y despide a Ancelotti
Sin Zola en el equipo, los delanteros carecían de asistentes válidos y el plan de juego se limitaba al citado líneas atrás. En el Parma de Ancelotti todos fueron jugadores de defensa o empuje. De corte físico. Con buen chut lejano. El volante Sensini hacía de ancla y Dino Baggio se soltaba para llegar y aprovechar su potente chut. La técnica quedaba para algunos medios de banda que la empleaban desde la velocidad, casos de Blomqvist o Stanic, fichado en invierno del 96 aprovechando la Ley Bosman. El francés Bravo era veterano y su compatriota Pedros, jugador habilidoso considerado la estrella gala emergente, llegó para tomar la plaza de Zola, pero no se estableció.
Uno de los fichajes que solicitó Ancelotti a su llegada fue Strada, a quien había dirigido en la Reggiana. De nivel limitado, tuvo gran participación en un Parma que contaba, como se ha dicho, con centrocampistas exteriores de mayor nivel. Desde sus características se explica el funcionamiento de las bandas en los primeros equipos de Ancelotti: «Strada era un jugador poco dinámico pero con un gran sentido táctico, hábil en el movimiento sin balón, bravo en el tiro desde fuera del área y en el pase final a los atacantes. A él le encargué que se colocara entre las dos líneas contrarias partiendo de una posición descentrada y que recibiese el balón en movimiento en zonas más centrales. De esta forma podía aprovechar el tiro desde fuera del área y la asistencia para los atacantes, además de liberar el espacio externo para que el defensa lateral se pudiese introducir detrás de él».
La temporada 97-98, el Parma fue segundo en un grupo de Liga de Campeones liderado por el Borussia Dortmund, al que a continuación llegaría Scala. Sin ser uno de los mejores segundos, no se clasificó. En Serie A ocupó la sexta posición y Ancelotti no continuó en el club. Luego coqueteó con el Fenerbahce y le llegó la inesperada sorpresa de la Juventus, donde afortunadamente conoció a un Zidane que abrió su horizonte técnico. Entonces pensó en el futbolista y luego en la táctica. En adelante, Ancelotti ganó innumerables títulos, siendo hoy quizá el mejor entrenador de la historia.